Partida Rol por web

Vuelvo a la puerta con mis compañeros arrastrando el cuerpo inconsciente y maniatado del ladronzuelo. 

- Señores, hoy nos hemos ganado el salario con creces. - les digo resollando un poco por la combinación del esfuerzo y mi edad. - ¿Avisamos al deán de la basílica para devolverle lo robado? Menudo botín llevaban estos desalmados.

Te voy a dar otra modificación, mas que nada porque es lo que yo hacía. 

Dado que el sistema es d100 cuanto mas alto mejor dentro de tu margen, los críticos eran los dobles dentro de ese mismo margen, es decir, el 11-22-33-44-55 etc... los dobles que quedan fuera del margen son pifias.

Como veras el % final de críticos sigue siendo el típico 10% pero visualmente es más fácil de ver. Un doble!!!

Bueno solo es una idea, que naturalmente puedes poner a prueba donde consideres oportuno, o desecharla.

- Así que era eso, ese pillastre estaba intentando robar, bueno me alegro de que le hayáis pillado, por aquí no ha intentado salir nadie ¿verdad Sancho?

Una vez resuelto lo que allí había acontecido puedo respirar tranquilo, después de todo la situación se había resuelto de la mejor manera, sin heridos, obviando al muchacho inconsciente, y con el botín devuelto a su lugar.

- Sí, deberíamos avisar.

- Si, avisémosle y que mire a ver si le falta algo más. Y a estos dos, ya que les gustan tanto los lugares frescos y oscuros, habrá que ponerlos a la sombra en una buena celda, ¿que os parece?

Por suerte habíamos podidos darles caza sin que hubiera heridos ni daños materiales. Parece ser que esta noche nos estábamos ganando el sueldo.

Bien!!! la actuación rápida y algo más coordinada que la de ese par de landronzuelos, nos permitió zanjar el asunto con poca violencia.

Parece que la vida no os a puesto las cosas fáciles eh? Robar para poder vivir como reyes, es duro... sobre todo cuando os pillan y volvéis a pisar con los pies en el barro de donde salís. Pasaréis una temporada en una fría celda a base de pan duro y agua. Con suerte no enfermaréis y quizás la vida os de otra oportunidad. Si os cazan otra vez iréis de cabeza a trabajos forzados o algo peor. Eso contando con que la patrulla no decida disparar primero y preguntar después.

Bueno, mejor dejar de darles la moralina. Un alma descarriada es un alma a punto de perderse y los únicos que poran ayudarse a sí mismo, son ellos.

Don Antonio, por qué no revisa la cabeza de ese desgraciado? No queremos que la contusión pueda ir a más, y teniendo un galeno en la patrulla podemos darle una rápida inspección, mientras llega el vicario o quien sea por lo sustraído.

Por cierto, devuelvanme el fusil, que no es cosa de escaquear el incomodo peso del mismo a costa de un compañero. Muchas Gracias.

Cierto, que cabeza la mía, ¿cómo no se me había ocurrido examinar al inconsciente? Tenía que demostrar mi valía y así no lo estaba consiguiendo, desde luego, vaya impresión estaba dando.

- Por supuesto, ahora mismo.

Me acerco al que habían pillado robando y examino su cabeza, comprobando que la contusión no haya ido más allá de un golpe sin consecuencia alguna.

- Así es doctor. La noche ha estado tranquila en este puesto. Respecto a los detenidos, no parecen más que dos ladronzuelos que por circunstancias de la vida se han visto obligados a robar. Me parece correcto entregarlos al Párroco, pero no creo que debamos ser excesivamente duro con ellos. Me parece que van a necesitar los servicios de un abogado... 

- Qué os parece si continuamos la ronda? Aquí tiene su fusil, compadre José Manuel. La noche se ha vuelto peligrosa y no es cuestión de ir desarmado por ahí. 

Le devuelvo el fusil y me muestro muy orgulloso del grupo que está noche patrulla las calles de nuestra villa. 

Tras ser debidamente entregados, los ladronzuelos acaban como huéspedes de las mazmorras de la torre del homenaje del palacio de Altamira. El que se encuentra fuera de sí no tiene más que una contusión, aunque el dolor de cabeza que sufrirá por la mañana no será plato de buen gusto. Dada la naturaleza sacrílega de los hechos, probablemente se les juzgue con severidad. El que todavía está consciente le dice a Juan Carlos entre dientes: «traidor, ya ajustaremos cuentas».

En cuanto a la Basílica, aparte de haber recuperado sus tesoros robados, en ella serán oídas alabanzas hacia vosotros como celosos defensores del orden y de la monarquía, lo que significa que en breve seréis célebres entre los ilicitanos por vuestro buen hacer.

Entre idas y venidas para resolver esta cuestión, os encontráis en la medianoche. Es el comienzo del lunes 19 de enero y, pese a que vuestros corazones están enardecidos por el éxito, el frío y el viento os hacen añorar un lecho mullido y una manta.

Debéis decidir hacia dónde os dirigiréis ahora.

Sin mediar palabra, vagáis sin rumbo fijo, frotándoos las manos para que no se os congelen. Salís de vuestro ensimismamiento cuando observáis a una multitud en torno a una casona. Todos hablan y murmuran, los gestos son de preocupación. Cerca de las puertas de madera hay una mujer llorando y gritando de angustia, y otras tantas intentan consolarla.

Señores, al parecer nuestro camino, nos ha conducido a otro nuevo motivo de actuación... No se si será casualidad de la vida o es la providencia, pero al no seguir el plan de ruta, aquí nos vemos y e aquí que nos necesitan.

Quizás la presencia de un Doctor... acerquémonos con tiento.

¿Qué era aquella multitud? 

Parecía que la noche iba a continuar con las sorpresas, y por lo que sugerían los rostros de aquellas personas no iban a ser agradables.

Asentí a mi compañero y puse rumbo hacia el gentío.

- ¿Qué sucede? - pregunté a las primeras gentes con las que me encontré.

- Qué razón tiene compadre José Manuel, está noche se nos necesita bastante. Vayamos prestos.

Al menos con tanto trajín no pasaremos frío, que cuando la ronda nocturna en invierno es tranquila se me congelan hasta los dedos de los pies, pienso.

Al acercaros, una mujer entrada en años es la primera que os atiende.

—Disen que han atacao al Paco Urbán. La Ana está ahí llorando como una Madalena a los brazos de sa mare. ¡Jesús, y en un pueblo tan pequeño! ¡Seguro que han sío los gitanos! ¡Aquí no hay quien puea dormir tranquila si van rondando! Yo ya no sé qué vamo a haser.

-Tranquila señora, ¿donde se encuentra Paco? ¿Esta herido? Venimos con un médico en caso de que necesite ser Tratado, usted tranquilicese y cuenteme lo que sepa. Estamos aquí para ayudarles. 

Intento tranquilizar a la señora para  ver si puede darnos algo más de información, puesto que la acusación que hacia hasta el momento carecía de veracidad, al menos hasta ahora. 

—Yo estaba durmiendo cuando se sintió como un trueno y luego salió la Ana gritando socorro y llorando. Desde entonses no ha dejao de desir «¡ay, ay, mi Paco, ay, ay!», como le pueden oír ustés porque no para. Buscaron a sa mare, a son pare y ahí está con las vesinas. No han dejao que pase naiden porque disen que está mu mal, mu mal. Ay, Señor, Señor, ¿por qué deja que pasen cosas malas a la gente buena?

Asérquense si van con un dotor, porque hará falta.

Mientras accedemos a la estancia donde se encuentra la víctima y el doctor Don Antonio procede a examinarlo, intentamos recabar información concluyente que nos permita obtener alguna pista del agresor. 

- Buenas noches, somos la Compañía de Voluntarios Honrados. No se preocupen, tenemos a un gran doctor en el grupo y va a hacer todo lo posible por ayudar al señor Paco. La señora Gertrudis nos ha dicho que sospechan de los gitanos. Díganme, ¿qué les ha llevado a realizar dicha acusación? ¿Acaso han visto a alguien de los arrabales acechando por el barrio? ¿Consiguieron sorprender al agresor? 

Con toda la intención, formulo en voz alta las preguntas para intentar obtener respuestas por parte de alguno de los presentes. 

Os acercáis a la zona de la puerta de madera donde se encuentra la familia de Francisco Urbán, el hombre que doña Gertrudis dice que ha sido atacado. Ana María Javaloyes, la esposa, llora en brazos de su madre, Ángela Quiles, que trata de darle consuelo. El padre, Diego Javaloyes, que se encuentra sereno dentro de lo que cabe, os da algunos detalles.

—Buenas noches, gracias por acudir en nuestra ayuda. Mi hija, como ven, se encuentra indispuesta. Dice que entró un asaltante desconocido en la casa mientras dormían y que disparó a su marido a traición. Se llama Francisco Urbán, Paco para los amigos, y creo que está muerto, con lo que el doctor por desgracia poco puede hacer.

Desconozco si quien les ha agredido ha sido payo o gitano, mi hija no lo ha aclarado, pero maldito sea. No obstante, es verdad que las mujeres tienen miedo de los gitanos del campamento del palmeral. Dicen que estas semanas han visto a uno o dos merodeando por aquí varias veces, probablemente con intención de robar. Yo no quiero acusar a nadie, pero nunca se sabe.