Partida Rol por web

Una vez entramos en la bodega, suelto las piernas del cadáver y me acerco a la puerta de nuevo, lanza en ristre, esperando la posible llegada de amigos o enemigos. Al poco, me percato de la presencia de los críos al fondo de la estancia. "Joder, nunca he tenido buena mano con los chavales". No se me ocurre nada bueno que decirles, así que simplemente les dirijo una mirada que espero que parezca amable, y les sonrío tratando de trasmitirles algo parecido a la tranquilidad. Cosa que no tiene demasiado sentido dadas las circunstancias, pero no se me ocurre nada mejor.

Pues imaginaté Bertran lo bien que hablo yo con los rapaces que ni con lo que he facido yo he tratado-

La mirada ceñuda de keosden se posa en las criaturas, y tratando de tranquilizarles, les guiña un ojo.

(aunque no creo que les resulte especialmente graciosa).

Si uno de los toneles está abierto, (entiendo que al dejarlo así lo acordé con Bertran) dejamos al cadáver dentro (creo que si no lo es ya poco le queda, porque sni un médico, mal estamos), si no, en un ricón lo más resguadado posible  y "lejos del alcance de los niños".

En el mismo turno me pongo a la vera de mi compañero y me coloco "con el hacha" en mano, a la espera de acontecimientos.

Espantado, Martín se precipita hacia la cocina, con pinta de no dar crédito a sus ojos.
 

Espantado, Martín se precipita hacia la cocina, con pinta de no dar crédito a sus ojos.

Consigues salir hacia la cocina justo después de ver como uno de los soldados mata a Alvar. Otro va detrás de tí, pero logras escapar por la ventana. Cuando lo haces te disparan dos saetas que vienen de la vegetación. Una te pasa rozando y la otra te da de lleno en el vientre.

Ois pasos arriba, pero de momento nadie abre la trampilla que da a la cocina.

¿Qué está pasando? ¿dónde están nuestros padres?  Os pregunta mientras sigue abrazando a su hermano.

Disparas una saeta a uno de los soldados, hiriéndole gravemente. Pero otro se dirige hacia ti. Tiras la ballesta y sacas tus armas de cuerpo a cuerpo. Entre el tumulto ves como matan a Alvar y cómo Martín escapa por la cocina.

 Ves como los soldados intentan luchar contra el demonio sin éxito y como el barbudo se va corriendo para escapar por la ventana.

Non me pillaréis con vida dice a los soldados

Cuando intentas salir por la puerta te topas con un soldado que te impide el paso y te intenta matar. Tienes que dejar tu arcón a un lado y luchar o huir.

 Ves como los soldados luchan contra la criatura de fuego sin éxito y como el barbudo se va corriendo para escaparse por la ventana .

 un soldado mata a Alvar y otro va trás Martín que ha huido hacia la cocina.

Martín intenta no mirar atrás mientras se lanza por la ventana, pero sale trastabillando bajo lo que se le antoja una lluvia de pivotes. El estudiante se dobla de dolor un momento, notando un fuete impacto en el vientre. Para su propia sorpresa, el dolor no le impide seguir corriendo todavía más deprisa; aunque con poco tino, porque se tambalea y zigzaguea sin avanzar más que unos cuantos metros apenas.

Mirando atónito el ser de fuego, no podía dar crédito, pero tenía que reaccionar y salir de allí así que cogí mis armas y salté por la ventana.

Non sabemos -dijo keosden tratando de transmitirles algo de tranquilidad.- Quedaos quietos y ya vendrán-.

Logras llegar al borde del bosque,lejos de los ballesteros. Jurarías que está más cerca que antes.

 Ves que el barbudo salta por la ventana y le matan varias saetas. También ves el establo en llamas.

 Los soldados empiezan a salir de la taberna en busca del barbudo. Abd Allah salta por una ventana y ves como le disparan desde la otra punta.

Cuando saltas por la ventana te disparan un par de ballestas desde el bosque, alcanzándote una en el vientre.

El soldado te ataca y te hace 3 puntos de daño en la pierna.

Sigue pasando el tiempo, suena como si un montón de pies abandonan la taberna. Ahora se está haciendo mas dificil respirar.

La hija de la posadera empieza a faltarle el aire y se desmaya.

Escuchas a un hombre maldecir porque se le ha escapado alguien.

Martín se arrastra a gatas entre matojos y ramas caídas, intentando ocultarse lo mejor posible de la vista de la soldadesca. El desastre se cierne sobre la posada de Alvar, en llamas. Jadea hondamente y aprieta con una mano la herida de su vientre, apoyando el brazo en el suelo.

¡Ahí va el médico moro! Ojalá y no me lo maten, que se me fazen ahora mesmo muy necesarias las sus virtudes. Martín lo sigue con la mirada y se mantiene atento a la posada. Por ver si saliere alguno más de mi partido, y en qué da todo aqueste desvarío.