Partida Rol por web

Atalulfo cuenta cien latidos de corazón desde el momento en que se marcha Nehifile...

¿Preparados? ¿Si? Esperó a que se encendieran los fuegos que, se suponía, iban a tener entretenidos y atemorizados a los bichos esos. Luego...

¡¡¡¡A LA DEFENSAAAAAA!!!! ¡MATAD A ESAS BELLAS PERSONAS! ¡ESOS CUCHIRRIFITINES! ¡CON CUARTEEEEEEL! ¡HACED PRISIONEROS!

¿Es forma de hacer un ataque atemorizante el usar de ese modo su muy particular sentido de la ironía? Ni idea... Atalulfo era así. Avanzó con su martillo de lucerna, junto a Alétheia y a Thessaly, dispuesto a machacar alimañas reptilianas, buscando reparo si le lanzaban proyectiles y respondiendo al fuego con cuchillos arrojadizos y avanzando con el martillo si venían a por ellos.

El campamento de los kobolds estaba abrigado en la oscuridad. Anore y el Browni habian partido hacía tiempo, era preferible un acercamiento más directo para no ser detectados por lo que bordearon parte del campamento por el bosque.

Nehifile no aguantó más la espera y decidida a la aventura salió volando despacio, sin hacer ruido, alejándose del grupo.

Cuando Atalulfo llevaba 90 latidos, una pequeña luz apareció en el campamento, cerca del estable, los mujidos empezaron a sonar, 91, 92,93  el fuego avanzaba haciendo un pequeño riachuelo, 94, 95, 96 el fuego llegó a una tienda y de ahí se dividía en 3 surcos más hacia otras 3 tiendas más ahora visibles por la luz del fuego, 97, 98. Los mujidos eran constantes y fuertes, dos tiendas más empezaron a arder, de la primera salió un kobold agachado intentando apagar la llama que tenía en su hombro, 99 y 100, el grupo empezó a avanzar.

El vacio de la noche empezaba a molestar a Thessaly, hacia fresco y la luz distante de las estrellas no calentaba.

Cuando se encendió aquella llama distante no pudo evitar dejar de mirarla con fascinación, como iba avanzando poco a poco por los surcos que su fiel compañero había hecho, como hacia retroceder a la oscuridad dando una luz viva llena de energía, como iba devorando las tiendas que se encontraba a su paso e iba creciendo como una bestia salvaje imparable. La perfección de su naturaleza la embriagaba.

Nehifile aprovechó el caos que se estaba generando en el campamento para entrar en la mina. Se acerco sigilosa desde el cielo a la entrada. No había guardias allí, un par de farolillos en el interior de la tierra escavada la daban la bienvenida. Avanzó poco a poco por un pasillo, algunas vigas de madera aparecían de manera irregular para que no se cayera la tierra encima.

No muy lejos de la entrada, un agujero en forma de cono cuya punta terminaba en la parte de abajo se extendía ante Nehifile, varios metros de profundidad para poder sacar las piedras preciosas de la madre tierra. Abajo, algo pequeño y brillante llamo la atención de su aguda vista. Una piedra semitransparente, de color blancuzco la llamaba. Sea lo que fuese tenía que ser suyo.

Una vez dada la voz de alarma y ante el grito de Atalulfo, los kobolds que habia en las tiendas salian corriendo con lo puesto hacia la casa de madera. Nadie se planteó hacer frente al avance de los aventureros. Pronto llegaron al principio del campamento, tiendas vacias aquí y allá.

De repente, todas las bestias de carga corrieron atravesando el centro del campamento, tirando y aplastando todo lo que pillaban a su camino, dejando un reguero de restros destrozados entre la entrada de la mina junto a los aventureros de la casa de madera y los kobolds.

Atalulfo avanzaba con cautela, procurando no dejar enemigos a la espalda. Si tenía alguno a tiro, le lanzaba un puñal (antes debía dejar en el suelo su martillo, sacar el puñal y lanzarlo, lo que le daba muy poco tiempo de reacción ante los veloces y pequeñajos tipejos) Si corría en su dirección, le daba un buen toque con el martillo. Si encontraba alguna tienda no paraba en mientes, y la desarmaba a martillazos, no hubiera en su interior enemigos que, más tarde, se pudieran reorganizar en su contra.

No vigiléis la retaguardia, seguro que estos pringaos no se reorganizan para intentar buscar venganza. Debemos ser lentos y descuidados, hehehe. Iba diciendo. Siguió (siempre que sus compañeros no eligieran otra opción, ya que había que guardar la línea de batalla) un camino más o menos irregular, para causar miedo, pánico o muerte al que pillara, y crear más caos o confusión. Iba gritando:

¡No huyáis! *chof* ¡Somos amigos! *plof*  ¡Venimos en son de paz! *paff*

Iba a buscar a su hermana, sí. Estaba decidida, sí. Empezaría por las minas, que ahora debían estar tranquilas, sí. Pero... ese resplandor cegador? Ese torrente de luz brillante y atrayente... 

Eh! Qué haces? Que tu hermana debe estar por otro lado!

Miró alrededor y se dio cuenta que el caos estaba empezando y todavía tenía unos segundos antes de que fuera el mejor momento para entrar al campamento. 

Bueno, miraré si hay peligro y si no, cogeré eso que brilla.

Revoloteando, miró alrededor, asegurándose que ningún peligro acechaba y se acercó al objeto de sus deseos. Qué sería? Una piedra preciosa? O sólo una herramienta tirada? Si no era nada, saldría rápido de la mina.

Alétheia caminaba lo más rápido que podía embutida en su armadura, con el bacinete puesto que ocultaba su rojiza cabellera. Llevaba la honda cargada con una piedra para tratar de ahuyentar a los kobolds de lejos. Tenía en la otra mano un frasco de agua bendita, lista para bendecir al grupo en cuanto sus enemigos consiguieran reorganizarse después del caos inicial que habían provocado.

Mientras bajaba volando, con la mirada puesta en el objeto brillante se percató del camino excabado en forma de espiral que bajaba rodeando el agujero. Sin duda, una rampa para poder entrar y salir de las entrañas de la tierra.

Abajo, una abertura por el que podrían pasar dos humanos con algo de dificultad se abría ante ella, el ruido de herramientas golpear se percibía en la tranquilidad de donde se encontraba, unas antorchas colgadas en el pasillo irregular que se extendía dejaba ver otras vigas de madera aquí y allá. En este lugar apenas se llegaba a oir el barullo de la superficie.

Una vez comprobado que estaba sola y segura se agachó para coger aquello que brillaba, un diamante del tamaño de medio puño, sin tallar, manteniendo la pureza de su forma original y, sin duda, habría muchos más dentro de la mina, esperando que alguien los cogiera.

El grupo avanzaba decidido. Solo se detenia para que Atalulfo cogiera una de sus mortiferas armas para que se la lanzara a algún pobre Kobold desorientado. Aquellos que salian de alguna tienda al alcance de Atalulfo caian ante su poderoso martillo. Una de sus dagas salió en dirección contraria, por fortuna para Denis, era bajito y le pasó por encima de su cabeza.

Las llamas quedaron estables dividiendo el campamento en dos partes. Los kobolds al lado de la casa de madera estaban empezando a organizarse, mientras que los que estaban en el lado de los aventureros y de las minas huyeron hacia el bosque. Pronto, el aceite y las tiendas se consumirían y nada impediría que los grupos se enfrentaran.

La elvariel sopesó el pedrusco.

Vaya, cuanto pesa el condenado! Menos mal que lo he encontrado yo. Estaba "tirao" como si fuera escoria. Y se lo guardó en la bolsa. 

Echó un vistazo hacia el ruido de los golpes de herramientas. Detuvo todo movimiento, posada en el suelo, contuvo la respiración y escuchó. Aunque estaba intranquila por lo que pudiera estar pasando fuera y no llegó a concentrarse. Pero no se iría sin saber si su hermana estaba en la mina en esos momentos. Se adentró un poco más revoloteando hasta que pudo divisar a alguien o algo. Buscaría un lugar en las sombras desde donde poder otear los movimientos. 

Dónde estás, hermanita? Aparece, que no hay mucho tiempo!

Alétheia intuía que es lo que iba a pasar sin necesidad de implorar al Débil para que le mostrara el futuro. Una cruenta batalla iba a tener lugar con aquellos reptilianos que se estaban organizando. La pitonisa se colocó de forma que quedara en el centro de sus compañeros, siempre cubriendo las verdes y enormes espaldas del semiogro.

- ¡No dejéis que rompan nuestra formación!¡Qué la temblorosa Gracia del Viejo nos inspire!

AAAAAAAAH, AAAAAAAAAAAAAAAAARRRRRRGGGGGH, VENID BICHITOS, YA VERÉIS QUÉ CARICIAS MÁS SUAVES Y AGRADABLEEES, gritó Atalulfo el Garboso, mientras decidía cómo era la formación que estaban haciendo los pequeños piltrafillas.

Oye Tess, nos vendría fatal un hechizo que desparramara y confundiera a nuestros queridos amigos ¿sabes? Lo digo por que atacar a un amigo que se está organizando me encanta. Lo hago cada mañana, oye, y es mi deporte favorito. Lo que amo con toda mi alma es tener que cargar contra filas cerradas. Lo digo por si te interesa saberlo.

Nehifile avanzó por el pasillo irregular, ligeros giros a izquierda y derecha la llevaron a una pequeña habitación. Allí, unos camastros y algunas herramientas amontonadas llenaban el hueco iluminado por antorchas de la habitación.

El pasillo continuaba hasta una caverna, allí no le quedó más remedio que aplastarse contra la pared para que no se percataran de ella. La caverna era extensa, con unos 5 metros de alto, excavada con herramientas de metal. Sin duda aquí esta el yacimiento de diamantes.

4 guardas kobolds con armaduras ligeras se aseguran que varios esclavos trabajen sin parar quitando la tierra y piedra que protege a los diamantes. Uno de ellos, una joven que trabaja de rodillas en un pequeño agujero es sin duda la hermana de Nehifile, pero algo no va bien, hay algo que la falta...

Instintivamete se echa para atrás justo cuando un Kobold miraba hacia el pasillo, la tensión se palpa en el ambiente.

Nehifile fue rápida y el vigilante no le vio. Aunque había estado cerca. Pero recordaba perfectamente la imagen de su hermanita. A la pobre le habían arrancado las alas!

Malditos koboldos!! 

Eran cuatro. No sería fácil, aunque si no aparecían más, quizá pudiera con ellos. Sólo tenía que asegurarse una ventaja. 

Bien, los techos son altos! Podré volar si la cosa se pone fea.

Preparó su arco y una flecha, pero no disparó inmediatamente, quería observar un poco más.

De la casa de madera sale un kobold mejor vestido que el resto. Da unos gritos y parece tranquilizar a los demas. Forman pequeños grupos y salen hacia la espesura del bosque mientras que otros 8 pertrechados salen de la casa y se ponen en guardia delante del anterior.

Nehifile no podía esperar más. Su hermanita estaba sufriendo y sus amigos estaban en plena batalla en la superficie. Debía apañarse sola. Apuntó a la cabeza del que estaba apoyado en la pared. Así no avisaría si caía. Pero algo salió mal. Justo cuando disparó un guijarro suelto le hizo perder el equilibrio y fallar estrepitosamente. La flecha salió disparada sin control. Inmediatamente sacó otra flecha y disparó. Quizá sirviera de distracción para un buen tiro. 

Bien! Le hundió la flecha hasta las plumas. Ese koboldo lo tenía difícil para sobrevivir, pero quedaban 3. Sería mejor salir volando o esconderse. Ya no había tiempo de volar, se escondería. Si con eso ganaba unos instantes, evitaría algún ataque. 

Thessaly sonríe mirando a líder y prepara su componentes mágicos.

Los kobolds y los prisioneros apenas se dieron cuenta del primer disparo de Nehifile, acostumbrados al rítmico sonido de las herramientas, pero el segundo penetró en el cuerpo de uno de los guardias, haciendo que gimiera de dolor mientras caia al suelo para exhalar su último suspiro.

Los otros 3 kobolds se giraron hacia la entrada a la sala, en guardia, se miraron un instante y avanzaron cautelosos.