Partida Rol por web

Ambos dectives se centraban en sus llamadas y ambos estaban bastante más que tensos.

Isabel escuchó la voz del caradura al otro lado de la línea:

- ¿Sí? 

Sandra parecía un poco atosigada por Fernando.

- Espere... ¿qué tiene que ver mi tía con la investigación? Sí... sé que tiene propiedades. También mi padre. ¿Teatro? No sé que propiedades tiene. Oiga... Yo no sé de que me está hablando. Soy la primera interesada en saber que le ha pasado a Pedro y le ayudaré en lo que sea necesario pero no comprendo que relación hay entre mi tía, sus propiedades y lo que ha pasado. Ya le digo que no tengo ni idea de que propiedades tiene exactamente, salvo el piso en la calle de Fray Rosendo Salvado que usa cuando viene a pasar los veranos. Que yo sepa ella ni siquiera llegó a conocer a Pedro. ¡No tengo tanta relación! 

Isabel sentía el corazón desbocado, y le dio un vuelco enorme al escuchar aquel “¿sí?”. También sintió furia. Después de todo lo que estaba pasando, y decía un simple “¿sí?”. Qué ganas tenía de pegar a algo. O a alguien.

—¿Nicolás Mondoñedo?— terminó preguntando, tratando de poner la voz más dulce que sabía—. ¿Hablo con Nicolás Mondoñedo? 

- Sólo nos hemos visto una noche pero reconocería esa voz, aunque no hubiera apostado que pudiera sonar tan dulce.- el tío los tenía cuadrados - Oh, sé que debéis estar enfadados por mi pequeña broma... cuando me contasteis lo de Pedro ya estaba muy metido en mi papel y se me fue de las manos. Os veía un poco tensos y me pusisteis un poco nervioso.

No esperó respuesta antes de añadir:

- Pero estoy dispuesto a enmendar el error. ¿Dónde queréis quedar?- añadió como si hablara con un colega de quedar a tomar una copa.

Los dedos alrededor del teléfono estaban blancos. Isabel escuchó la voz de aquel tipo, y trató de calmarse. No quería gritarle, y mucho menos cuando se estaba ofreciendo a quedar para charlar.

-¿Conoce el bar del Obradoiro?- preguntó casi rechinando los dientes-. ¿Qué le parece encontrarnos allí en, digamos, una hora?- propuso, mirando por el rabillo del ojo a su compañero para ver cómo le iba a él.

- Sin problema. Allí estaré. 

Colgó el teléfono.

Escuchó la respuesta de Nicolás, y abrió la boca para contestar un "no llegue tarde", pero se le atragantó en la garganta al oír el sonido de la llamada cortada. El muy cabrón la había colgado sin más.

Isabel se tuvo que resignar mirando el móvil con odio, y se lo guardó con un gesto brusco de nuevo en el bolsillo, pensando si habría alguna manera de encasquetarle alguna cosa.

Por el momento, se entretuvo mirando a Fernando, preguntándole con la mirada cómo le iba.

- Se acuerda de aquella obra a la que iba a asistir Pedro, esa obra se realizó, como una fiesta privada sin dar conocimiento a nadie de su existencia salvo a los invitados, y da la casualidad de que el lugar donde se hizo, señorita, es en el Teatro Galán, teatro propiedad de su tia. Insisto, ¿Se está callando algo, señorita Miguez? ¿Por qué por más que indagamos solo sale su nombre y su apellido una y otra vez? - El hecho de que su tia estuviera alli no era nada relevante, pero quiso remarcarlo. De hecho, Fernando pensaba que aquel era un callejón sin salida, fruto de las casualidades.

Hizo una pausa, intuia la respuesta. No queria perder más el tiempo hablando con ella.

- Si tiene algo más que contarnos, ya tiene mi teléfono.

Espero a ver si tenia algo más que decir, dispuesto a colgar.

- Pues evidentemente es una casualidad. Entiendo que por lo tanto tienen pistas para determinar que la asistencia a esa fiesta ha tenido que ver con la muerte de mi... de Pedro. No sabía que ese local era de mi tía, pero sigo sin entender en qué puede vincularla eso con lo sucedido. ¿Me está diciendo que si alguien mata a una persona en una tienda de Zara ustedes vincularán a Amancio Ortega con el asesinato?- más que amedrentada parecía muy enfadada - Me preocupan sus líneas de investigación. Espero que no vuelvan a molestarme con una tontería semejante pero le informo que me pondré en contacto con sus superiores para ponerles al tanto de las acusaciones que han realizado. Por el momento no lo haré con mis abogados, pero le advierto señor Gálvez que no está usted intimidando a un ama de casa para intentar cerrar rápido un caso que le queda grande. Soy la primera interesada en que encuentren al malnacido que le haya hecho eso a Pedro, así que dejen de perder el tiempo.

A Fernando no le dio tiempo a colgar. Lo hizo antes ella. Era difícil, por teléfono, conocer las motivaciones exactas del enfado pero como mínimo parecía sincero. La voz estaba cargada de furia y frustración. Podría ser una gran actriz intentando desviar la atención pero el detective tenía la sensación de que había dado un palo de ciego... a un avispero.*

Fernando colgó. Él mismo sabía ya de antes de llamar que seguramente no fuera nada. Había pretendido presionar y así habia sido. Sin embargo, el hecho de forzarla al máximo había dado sus frutos y la mujer se habia enfadado. Fernando comenzó a pensar que poco tenia que ver con el asesinato y eso le hizo tranquilizarse un poco.

Miró a Isabel, la conversación con Sandra no habia sido nada interesante y así se lo hizo saber. No le sorpendió en absoluto lo de Nic.

- Pues nada, vayamos a verle. - dijo.

Una hora más tarde los dos detectives estaban sentados en uno de los bares que estaban en la plaza del Obradoiro, bajando las escaleras. Era una vieja cafetería que había pasado por varias manos y varias vidas: cafetería de toda la vida, pub nocturno, local de ambiente y ahora nuevamente cafetería. Pequeño, discreto y acogedor.

Estaban sentados en una mesa pequeña y con ellos estaba Nic, que removía su cortado sin parecer nervioso. De hecho desde que habían entrado los dos detectives se había comportado como si los conociera de toda la vida y aquello fuera una reunión para charlar un poco. Llevaba la misma gabardina y traje de la noche anterior, aunque había cambiado al menos la camisa. 

Al hablar jugueteaba en sus labios una media sonrisa, como si se lo estuviera pasando bien, como si el gesto adusto de sus interlocutores fuera una simple broma:

- Bueno detectives, les debo una disculpa. Ayer debí ser sincero y decir que no tenía permiso para estar en aquel inmueble, pero claro... de noche, parecían algo tensos... y preferí dejarlo para hablar hoy con calma. Mejor aquí ¿no creen?

Asintió ante las palabras de Fernando, y maldijo a la novia, o ex, o lo que fuera de Pedro. Le gustó pensar que, quizá, se había volcado tanto en su trabajo porque no la aguantaba. 

Con ese pensamiento en mente, fueron hacia el bar para reunirse con Nic, y comenzó a dar vueltas sobre lo que podría llegar a contarles aquel rufián. En cuanto lo vio, Isabel sintió un odio nacer en su pecho, y extenderse hasta la punta de los dedos. Pese a todo, sonrió, ladeando la cabeza.

-Hola, Nicolás- saludó, sonriendo amable, y se sentó delante de él en la mesa-. Bueno, empezamos por mal camino, sí- dijo, tratando de calmarse-, pero no pasa nada. Todos estábamos nerviosos, de acuerdo- corroboró las palabras del hombre, y también miró a Fernando, como si él tuviese que asentir igual.

Suspiró, miró a su alrededor por si venía alguien para atenderlos, y volvió a clavar su mirada en Nic.

-Bueno, amigo- añadió, dulce-, dinos. ¿Qué quieres de nosotros? ¿Por qué fuiste a la comisaría esta mañana? ¿Ocurre algo?

Fernando esperó a que contestara, era bueno dejarle hablar primero a él. Su gesto era serio y cansado, no sabia por donde le iba a salir pero se esperaba cualquier cosa. ¿Quién mejor que un jugador de poker para no parecer nervioso en una situación de por sí tensa?

Nic asintió. Su sonrisa desapareció poco a poco, como si se tomara más en serio la situación, pero sin llegar a parecer preocupado:

- Vamos al grano, que no creo que queráis perder el tiempo. Pedro Crespo estaba removiendo avisperos con un palo y parece que golpeó en el sitio incorrecto. Ayer me preguntasteis si yo me dedicaba a temas esotéricos y la respuesta es 'sí'. Pedro contactó conmigo para saber cosas sobre sectas en la zona pero me daba la información tan sesgada que casi no podía ayudarle. Es lo que pasa con los putos reporteros: se creen que tienen la gran noticia y se dedican a marear a la gente con su secretismo de tal manera que es imposible ayudarles. De cualquier modo por los indicios yo diría que se estaba acercando a algo grande. Lo malo es que lo que fuera que descubrió resultó más peligroso de lo que esperaba. Las sectas que yo conozco en la zona suelen ser grupos de matagatos puestos de tripis que van a los cementerios a romper lápidas. Vándalos juveniles, flipados del vampirismo que tienen un libro de Crowley forrado en cuero negro en alguna estantería. Pero Pedro hablaba como si hubiera encontrado algo más serio. Estaba convencido de que había descubierto algo 'tan demoledor que la Iglesia Católica iba a parecer una reunión de hippies'. Esas palabras son suyas. Como ahora está muerto supongo que, como mínimo, algo un poco serio si que debió ser.

Se quedó callado, mirando como su café se enfriaba poco a poco.

No sabía si volvía a mentir, o, realmente, estaba diciendo la verdad. Isabel escuchó a Nic, y miró después a Fernando, compartiendo una mirada cómplice.

Decidió creer a Nic.

—Vale, cabreó a gente, de eso no hay duda— se limitó a decir Isabel—. Y apenas te decía nada de sus progresos o en lo que estaba metiendo las narices— chasqueó la lengua un poco harta de Pedro, y todos sus secretos. Ni que fuera el tal Antonio Salas.

A lo mejor sí que lo era, llegó a pensar la detective, notando un vuelco al corazón.

Negó para sí, y se volvió a centrar en el caso.

—Oye, rubio, ¿quién ese tal Marcelo al que llamaste en el teatro?— preguntó Isabel—. El que se suponía que era el dueño. 

- Oh, joder... un colega taxista. No os cabreéis con él. Me debe algunos favores y a veces lo meto en marrones como éste. La verdad es que viéndolo en retrospectiva lo de ayer fue una cagada buena por mi parte, no sé que me pasó por la cabeza... supongo que venía de tomar una cañas y me creí muy simpático. No tiene nada que ver con este follón, ni siquiera sabía de que le estaba hablando, pero intuyó que me tenía que sacar las castañas del fuego y me siguió el juego. A veces es bueno tener alguien en quien confiar.

—Mentir a los agentes de policía es delito, ¿lo sabías? Impedir la instrucción de un caso, y su investigación… No sé, Nic, creo que te pasaste tres pueblos— pero no quiso seguir por ahí. Ellos mismos habían entrado en el Galán sin una orden, y bien podía costarles las carreras—. Pero, bueno, miremos al futuro— suspiró, y miró a Nic—. Oye, hemos descubierto algunas cosillas de Pedro, y nos hemos enterado de un tal Leviatán. ¿Te dice algo? Y no es la obra de Hobbes, así que no vayas por ahí— añadió, advirtiéndole—. Creemos que tiene que ver con estas movidas esotéricas. Era el contacto de Pedro, creo— si recordaba bien, porque no tenía su maldito bloc de notas, y no podía corroborarlo, salvo mirando la expresión de Fernando.