Partida Rol por web

- ¡Rápido levantemos esto! - exclamó Ariadne tan buen punto el último guardia cayó.

Sin saber en absoluto cómo funcionaban los controles de la aeronave se dirigió a ellos con paso rápido, dispuesta a aprender a pilotar en una rápida lección práctica...

Al lado de Leon y Pyros tanteaba los mandos intentando discernir su funcionamiento. - En algún lado tiene que estar el timón de "arriba" y "abajo"...

Al ver que sus compañeros se ocupaban de los controles, Pyros decidió registrar a los guardias y a su líder. Quizá en lo que ellos contenían podría encontrar la clave a lo que estaba sucediendo.

Inari, tras bajar su arco y colocárselo a la espalda, fue hacia la parte de los armarios, junto a los mandos de la nave.

Iré buscando algún tipo de instrucciones o algo para enderezar esto.

Al acercaros al timón, podéis comprobar que está bloqueado. Según parecen indicar los paneles, el problema parece hallarse en la sala central de máquinas. En los tableros aparece perfectamente explicado que desde allí se controlan las entradas de toda la nave. Y la sala central de máquinas está sellada en esos momentos, así que convendría abrirla.

Tras otro combate en el que Cáliban se mostraba como un auténtico segador de vidas, no pudo evitar sonreír un instante, un solo instante antes de darse cuenta de que seguirían cayendo- ¿Aquí no podemos hacer nada? ¿Y que dices de una bestia? -preguntó al orondo joven que luchaba sin armas- Aquí tenemos que evitar estrellarnos, así que vayamos a esa sala donde parece poder haber una solución -hablaba sin pensar, pues les veía mover las palancas sin mucho éxito.

Con una tensa sonrisa, Ariadne resume la situación - Uh-oh... más problemas.

Echando un vistazo a los paneles explicativos intenta hacerse una idea de dónde está la sala de máquinas y cómo desbloquearla. - ¿Es posible que esté bloqueada para mantenernos fuera? ¿O a algo dentro? - dice recordando las marcas de las paredes.

Así que tenemos que ir hacia esa sala, ¿no?, pues venga, ¡a qué esperamos leche!

Inari no había encontrado nada para poder ayudar al resto en dicha situación, así que esperaba que en la próxima sala tuvieran más suerte que en la actual.

Desbloqueáis la sala de máquinas desde el cuadro de mandos y os dirigís a toda prisa hasta ella.

La puerta de entrada es metálica, aunque ya la habéis abierto desde el Puente de Mando. Visualmente, la estancia es parecida al salón del ala izquierda, aunque más espaciosa. No obstante, aquí el ruido es también mucho menor, tanto que incluso resulta extraño con semejante cantidad de engranajes en movimiento. Además, la sala entera se encuentra en penumbra, iluminada únicamente por unas cuantas velas estratégicamente situadas. En el mismo centro hay un elaborado círculo místico hecho con sangre.

Al buscar el motivo por el que el zepelín está descendiendo, descubrís fácilmente cómo hay dos enormes barras de metal bloqueando lo que debe ser el alerón central.

En medio del círculo místico hecho con sangre, se encuentra un hombre con los brazos extendidos hacia el aire y una expresión de triunfo. A primera vista es un hombre grueso, no muy alto y de pelo grasosos cuya edad ronda los cincuenta años. Viste de un modo desaliñado, pero sus ropas son bastante caras. Lo más peculiar de su aspecto son sus garras y dientes afilados.

Y he aquí la razón de todo - dijo Inari al ver a ese hombre.

Se fijó en el suelo y en las marcas que había. Algo no iba bien y lo sabía. 

Sin más dilaciones le dijo:

Ya estás haciendo lo que te digamos. Y el arquero tensó su arco dirigiéndolo a su garganta.

Estando triunfante en un círculo de sangre y luciendo dientes y garras sospechosamente poco humanos, el hombre (si es que era un hombre) produjo una sensación automática de repulsa en Ariadne.

Recordando las marcas en las paredes y los muertos en el puente de mando, no hacía falta ser un genio para relacionarlas con las garras del personaje que tenían ante ellos. El puño de la joven que asía el escudo se apretó instintivamente.

- Cuidado... - musitó la joven, intuyendo a un luchador sanguinario en ese personaje.

Las barras de metal bloqueando el timón tampoco dejaban mucho lugar para la elucubración sobre las intenciones del extraño. Si querían sobrevivir tendrían que desbloquear ese timón, pero era poco probable que pudieran hacerlo tranquilamente...

Al llegar a la estancia y ver a aquel.. "hombre", Leon se paralizó momentáneamente. Tuvo un mal presentimiento, y un escalofrío recorrió su cuerpo, reaccionando ante aquello como lo haría alguien que nunca había algo semejante.

Tras unos instantes de sudor frío y duda, tragó saliva y reaccionó por instinto de supervivencia. Sabía que se detuvieran a tratar con él o no, iban a morir si no desbloqueaban los mandos, así que trató de salir corriendo a hacer lo propio intentando apartar las barras de metal.

Ese lugar era algo extraño y el tipo de en medio más. Observó como era todo y no pudo evitar notar un escalofrío cuando el arquero le apuntó y amenazó, ¿qué estaba pasando allí?

Cáliban optó por mantener la guardia y esperar a ver como se resolvían los hechos.

Sombras... Sombras nacen y mueren alrededor del círculo de sangre. Una energía negra fluye hasta el hombre, que la recibe con los brazos abiertos.

Ojos muertos os miran desde cada rincón. Se mueven con las sombras, sólo os rodean. No os pueden hacer daño, pertenecen a otro plano

El hombre parece como si no os hubiera visto. Sigue abstraido de todo y de todos hasta que Inari le amenaza. El hombre comienza a reirse de forma histérica, como si estuviera loco.

¿No es maravilloso, niños? En sólo unos instantes, ocurrirá

Cáliban se acerca al hombre con los ojos temerosos por lo que está viendo, y sin dudarlo mucho le lanza un golpe directo, con la esperanza de acabar con lo que está ocurriendo en ese lugar- intentar sacar esas barras -dijo mientras lanzaba el golpe.

Pyros miró con un gesto de complicidad a Cáliban. Hasta ahora no había sentido ningún tipo de conexión con él, pero ahora que veía que él podía hacerse cargo él solo de aquella bestia, Pyros asintió y con gran agilidad y velocidad, sobre todo para el cuerpo que poseía, se lanzó para tratar de quitar las barras que había allí. Después lanzó una mirada a Inari y a León. ¡Vamos chicos! ¡Ayudadme con esto! Después miró a la pelirrosa, tú échale una mano, apóyale, no le dejes solo. ¡Vamos!

Conteniendo un escalofrío, Ariadne sabía que sin mover las barras se irían al suelo, de modo se lanzó a ellas antes de recibir ordenes a intentar moverlas. Había visto luchar a Cáliban y esperaba que pudiera manejar al extraño personaje... al menos de momento.

Cáliban se acercó dispuesto a acabar con la vida de aquel hombre tal y como lo había hecho con los otros soldados. Mientras tanto, los otros intentaban quitar las barras de hierro para poder evitar que La Dama se estrellara.

Pero algo les dejó impresionados. Justo cuando Cáliban descargaba con todas sus fuerzas su mandoble, el desconocido paró la espada sujetándola con las dos manos. Una mueca macabra apareció en sus labios y, con un movimiento rápido, lanzó a Cáliban y a su espada contra la pared.

Ariadne intentó ayudar a Pyros, que fueron los únicos que se acercaron a la barra. Pero la pobre muchacha se torció la muñeca al hacer esfuerzo, y la barra no se movió.