Partida Rol por web

Sin querer entrar a oscuras, Ariadne se procuró una fuente luz. Iluminando la estancia, observó las estanterías y papeles, buscando alguno legible que pareciera ser interesante o algún objeto que pudiera pasarse por alto en una inspección superficial...

Inari, no iba a ser menos. Observó que dos de sus compañeros comenzaban a rebuscar por allí y él hizo lo mismo.

Puede que aquí demos con algo relevante y que nos ayude en nuestra búsqueda - se dijo.

Ni con las antorchas* encendidas, ninguno de los presentes llegaron a localizar nada interesantes. Papeles sueltos, trozos de libros que no parecían tener ninguna relación con el Marqués ni con nada que lo rodeaba. Y si algo hubiese tenido relación con el Marqués, seguramente estaría destrozado por la humedad. Los papeles se deshacían nada más tocarlos. No había allí nada que pudiese servir.

Un suspiro de resignación asomó a los labios de Ariadne. Aunque era de esperar no encontrar nada todavía, había abrigado la esperanza de hallar alguna pista o ayuda antes de acceder al camarote del capitán. Volvió la mirada a sus compañeros comprobando que habían tenido su mismo éxito, se encogió de hombros e hizo un gesto hacia el hueco, al tiempo que empezó a moverse hacia ella.

Con la antorcha por delante, iba alternando la vista entre el suelo, las paredes y el techo, alerta a cualquier peligro o descubrimiento que el barco les tuviera preparado...

Pyros lanzó una de las tablas de una de las estanterías contra la pared. Estaba molesto por no haber encontrado nada, la humedad había carcomido todo y allí no había nada que les sirviese. En cuanto el tablón golpeó la puerta que tenían delante, la observó con detenimiento. Por un momento se le había olvidad que allí había algo más, y que seguramente esa puerta fuera la respuesta a todos sus males. Continuemos por allí, le dijo señalando a Ariadne. Ahí tiene que haber algo. ¡Estoy seguro!

De la puerta disteis al pasillo.

Se trata de un amplio corredor que no ha sido muy afectado por la humedad. Por la mnaera en que las paredes están labradas y los extraños motivos militares dispuestos por doquier, no parece el interior de un simple crucero. Hay varias puertas de madera de roble que conducen al resto de estancias, y uns escaleras laterales que suben a cubierta.

Lo que más llama la atención, sin duda, es un enorme portón de metal negro entreabierto, recubierto de marcas místicas y leno de cadenas rotas. Además, por las marcas del suelo, algo muy pesado fue arrastrado hacia el exterior hace mucho tiempo, dejando profundas marcas en los tablones del suelo.

Pyros siguió decidido a tomar la iniciativa en aquella expedicción. Lo normal era investigar siempre las primeras puertas, pero algo le decía que la del fondo podría ser la más interesante, y no pudo evitar dejarla pasar. Quería ver qué escondía aquélla cuanto antes.

Ariadne reflexionó un momento antes de tomar una dirección. Venían a buscar unas notas escondidas en el camarote del capitán. Si ese barco había sido una especie de prisión para 'algo' ¿un vampiro? todo apuntaba a que la puerta con restos de cadenas fuera la celda, jaula o lo que fuera donde estuviera encerrado.

- Si yo fuera el capitán... ¿Tendría mi camarote al lado de lo que transportara el barco (la puerta a la derecha) o lo más alejado posible (la puerta más a la izquierda)? - pensó. Cuando Pyros se puso en marcha hacia la derecha se decidió con un encogimiento de hombros por esa dirección.

Mientras Cáliban, Inari y Leon se mantenían en el pasillo, vigilando, Pyros y Catherine avanzaban hasta la puerta negra y Ariadne se quedaba en la puerta de la derecha.
 

Este cuarto está muy bien conservado, aunque parece que ha sido saqueado después de que el barco encallara. Contiene varias camas. Todo está revuelto y destrozado. Parece imposible hallar nada de valor.

Al entrar, Pyros sintió una extraña sensación de desasosiego, cierta oscuridad satura el ambiente. Pero, por suerte para él, Catherine le acompañaba. Algo en sus movimientos relajó al gordito combatiente, y se armó de valor.

Todas las paredes están recubiertas con metal oscuro lleno de runas rojas. En los muros hay incrustados cuatro enormes cilindros negros, que servirían para contenedores para transportar algo. Uno se encuentra abierto a causa de una gran abolladura producida por los arrecífes; al parecer, el impacto deformó la pared metálica y derribó el cilindro.

En el centro de la sala hay un pedestal de mármol negro lleno de cadenas, con un hueco esférico, y las marcas de un quinto contenedor, mucho más grande y avanzado que los demás. Dicho cilindro ha sido arrastrado hacia el exterior, y su rastro concuerda con el que se encuentra en el pasillo.

Que tuviera varias camas insinuaba que ese no sería el cuarto del capitán, pero para asegurarse Ariadne rebuscó en él (especialmente en tablones sueltos que pudiera haber) por si encontraba algo interesante...

Pyros observó toda la estancia en la que se encontraba. Sentía como si le faltase el aire y no era precisamente por falta de oxígeno, era algo diferente que le hacía sentirse asfixiado. Se llevó la mano al pecho al tiempo que respiraba hondo tratando de calmarse y mientras se adentraba más para analizar qué era lo que había ocurrido en ese lugar.

No pudo evitar echar un vistazo para ver los cilindros y especialmente fijarse en el interior del que estaba abierto, después fue echando un vistazo uno a uno, hasta llegar al quinto que estaba en el centro. Quizá allá pudiera encontrar algo.

Por desgracia para Ariadne, allí no había nada.

El contenedor abierto era, sin duda, tremendamente siniestro. Como si aún desprendiera energía extraña, Pyros sintió ganas de huir de allí, pero se mantuvo. Al llevar, lo único que pudo descubrir es que en el contenedor aparecía una palabra inscrita

Galael

Pyros observó el resto de contenedores que había a su alrededor. Y buscó la forma posible para abrirlo e investigar qué había allí. Luego miró a Catherine que le había seguido y le preguntó por la palabra descubierta. ¿Te dice algo esa palabra?
 

Después de revisar el camarote, Ariadne lo descartó. Si en ese no había nada, era posible que tuviera más suerte con el otro.

Tomó nota de haber revisado ese camarote y se dirigió a otro.

Inari, tras comprobar anteriormente que no habían dado con nada de valor, esta vez se mantuvo en el pasillo. Sus sentidos agudos le permitirían avisar con antelación a sus compañeros, sería mucho más útil así.

De un lado a otro giraba la cabeza, su mirada iba por doquier, no quería que nadie les interrumpiera. 

Daos prisa, esto no me huele nada bien.

Estaba preparado con su arco en ristre.

No... no lo se... la respiración de Catherine empezó a aumentar y se llevó la mano al pecho. La confianza que te había dado al entrar se estaba esfumando con velocidad, como si su estado de salud se interpusiera en ello.

Se hizo el silencio. Allí ya no había nada. Sólo estaba el pedestal. Y allí, una niña pequeña estaba sentada, sonriendote. Mirándote directametne a los ojos y con una sonrisa inocente, te djio ¿Por qué tardas tanto? Te has equivocado de lutar... Sigo esperando en las ruinas...

Todo volvió a la normalidad. Allí volvía a estar Catherine, mirando fijamente al pedestal donde hasta hacía unos instantes, estaba sentada la niña.