Partida Rol por web

Con una dulce (y ligeramente atontada) sonrisa, Ariadne respondió a la niña. - Sí, he descansado estupendamente. - confirmó para añadir tras un titubeo - ¡Gracias!

La joven no sabía qué había hecho Seline para protegerles (o si había hecho algo en absoluto), pero era innegable que el sueño había sido reparador. Tras unas pequeñas preparaciones (*), comprobó el agarre de su espada así como el de su escudo. Estiró el cuello a ambos lados y sentenció con gesto decidido - Lista para lo que haga falta.

Inari, mientras esperaba a los caballos que Seline acababa de comentar, fue al servicio. Cuando salió, se dirigió a la puerta impaciente.

Pyros se puso en pie, se vistió y ató fuertemente su cinturón. Dio varios saltitos y pegó unos cuantos puñetazos al aire para entrar en calor. Luego hizo un par de movimientos con las piernas y pegó patadas también al aire. Cuando había calentado asintió a Seline. Estoy listo.

Suerte dijo la mujer con serenidad y seriedad. Os transmitió sus pensamientos al cerebro. Sabíais lo complicado de esa batalla, lo cercana que estaba la muerte y lo necesario que era aquello... Y por ese último sentimiento os decidisteis lanzar a por el Marqués.

Y los aventureros, en los caballos facilitados por Seline, se encaminaron hacia la mansión del Marqués. Aquellos animales no eran criaturas del todo normales, y lo sintieron nada más subirse a ellos. Eran veloces, no parecían necesitar descansar y se conocían el camino a la perfección. No tardarían mucho en llegar hsta ellos.

De camino, el cielo se volvió negro y la noche pareció caer sobre ellos con una potente tormenta, como si el mismo cielo presintiera el enfrentamiento que iba a dar lugar. La voz de Catherine sonó por encima de los truenos: Galael, el marqués, o como se llamara, sabía que se dirigían hacia él.

Y, tras algo más de una hora, llegaron. Calados, chorreando agua por todos lados, pero allí estaban. La mansión era un enorme caserón victoriano de dos pisos, de ostentosa apariencia. La construcción, barroca y recargada, choca considerablemente con el resto de consturcciones de la isla. Está edificada directamente sobre los acantilados, de manera que la parte trasera, la cul da al jardín, es completamente inaccesible. Un silencio sepulcral parecía rodear la mansión, como si allí no viviera nadie.

Aparentemente, la única manera de entrar en la mansión era usar la puerta principal de la misma, pues todas las ventanas del primer piso están enrejadas y resultaba virtualmente imposible escalar lateralmente los riscos de la parte trasera.

Pero, con sorpresa, los aventureros vieron, con asombro, que la puerta estaba abierta, como si su llegada estuviera prevista.

En una de las esquinas de la casa se encuentra el carruaje negro que llevó a los aventureros hasta la mansión.

Ariadne descabalgó y acarició agradecida a su corcel antes de encararse a la mansión. El edificio se alzaba amenazadoramente, la puerta abierta se le antojaba una boca dispuesta a devorarles.

- No hay nadie, la puerta abierta... ¿No os da mala espina? ¿Qué trampa habrá? - preguntó a sus compañeros - Desde luego el marqués sabe que venimos. - musitó lo que todos ya sabían.

Sin embargo, tenían que enfrentarse a él y si no había otro camino... ¿Gritar en la puerta pidiéndole que saliera? ¿Intentar hablar con él ofreciéndole un hipotético trato? ¿Cargar ciegamente hacia dentro sería algo tan estúpido que le pillaría por sorpresa? La joven sopesaba las opciones que tenían sin llegar a sugerir ninguna de ellas.

Algo en aquél lugar decía a Inari que se alejasen de allí, como si estuviese en el ambiente, en el mismo aire, algo muy negativo y poderoso. Él no era de los que se amedrentaban, por lo que dio un par de pasos más que el resto y cruzó la entrada. Casi de inmediato comenzó a mirar en todas direcciones, lo cual denotaba una profunda preocupación.

Cualquier cosa que escape a mis ojos y estaremos en peligro - dijo en voz muy tenue.

Pyros observó con detenimiento el lugar. Negó con la cabeza ante la idea de entrar por la puerta. Le parecía demasiado arriesgado. Se quedó pensando alguna alternativa u otra opción para entrar. ¿Alguien posee una cuerda o algo para poder colarnos por otra parte? Inari, ves algo que se nos escape? Preguntó al arquero al ver que observaba con detenimiento todos los detalles que le rodeaban.

Inari seguía a lo suyo, pero respondió a la pregunta de su compañero negando con la cabeza. No, el no llevaba ninguna cuerda. ¡Lástima!

Entras en el amplio salón-recibidor de la mansíon, bellamente decorado con cuadros de jardines y una inmensa alfombra con bordados. Hay tres puertas. La puerta de enfrente y la de la izquierda, están abiertas. La de la derecha, está cerrada.

En el momento en el que todos descabalgaron, los caballos dieron la vuelta y se marcharon. El instinto de supervivencia les decía que huyeran, y así lo hicieron.

Con voz prácticamente inaudible, Inari les dijo:

Veo unas tres puertas en el interior, en lo que parece el hall de esta mansión. Dos de ellas están abiertas, la otra permanece cerrada. La cuestión es si estaría echada con llave. 

Miró sus rostros y continuó.

¿Qué os dicta vuestro sentido?, ¿entramos o por el contrario buscamos otra alternativa?

Alzó la mirada por si los caballos no se habían ido muy lejos, pero sus esperanzas se esfumaron.

Pyros miró hacia las ventanas de la parte superior. Podría subir hasta ellas. Aún no conocéis este tipo de poder que poseo, pero podría investigar lo que se ve a través de ellas, pero he de reconocer que me costará mucho esfuerzo. 

Dijo mientras comenzaba a concentrarse. Alzaba la cabeza. Ponía los ojos en blanco. Juntaba las palmas de sus manos y fue entonces cuando un extraño aura comenzó a brillar entorno al orondo cuerpo del muchacho. Y entonces, Pyros comenzó a despegarse del suelo en dirección a una de las ventanas. Una vez alcanzase algun punto donde sujetarse, trataría de moverse por las paredes sin gastar más energía.

En un principio, Ariadne no supo como tomarse las palabras de Pyros, pero acto seguido el joven demostró con creces que no fanfarroneaba.

Viendo como el orondo luchador se despegaba del suelo, Ariadne se puso a la defensiva, alerta a cualquier posible reacción desde la mansión. No sabía si al ascender el joven luchador el marqués realizaría una maniobra...

Por desgracia para Pyros, la oscuridad en las ventanas superiores era tal que era imposible ver algo a traves de ellas. Manejandose como podía en el aire se intentó acercar hasta ellas, quizá incluso para abrirlas...

Justo cuando su mano se acercaba al marco de la ventana, sintió como una corriente le recorría el brazo. No fue agresiva, ni excesivamente fuerte, pero sí lo suficiente como para lanzarle hacia atrás. Por suerte para él, no perdió el control de su poder y se mantuvo en el aire.

Quizá el Marqués no había salido a las puertas para defenderse de la osadía del luchador. Pero la casa lo hacía por si misma

Mirando como casi cae el grandullón, Inari estuvo a punto de gritar y decirle "maldita sea, ten cuidado", pero mantuvo la calma suficiente como para no articular palabra.

Vista al frente, dio varios pasos hasta encontrarse justo a la entrada del hall. Ya no había marcha atrás, al menos para él.

Cuando la casa se "defendió" de Pyros y no de Inari pareció claro que el marqués había decidido su ruta de antemano. ¿Entarían a su juego o seguirían buscando otras posibilidades.

Ariadne se dirigió a Catherine. - El Marqués, con su poder sobre la isla e imagino que sobre su mansión... ¿Sabrá dónde estamos en todo momento? ¿Podríamos sorprenderle de alguna manera? ¿Entramos a las bravas?

Pyros agitó sus manos al sentir como una especie de calambrazo recorría su cuerpo. Con la misma precisión que ascendió, bajó del aire y tomó de nuevo tierra. Negó con la cabeza al verse incapaz de poder acceder por la planta superior. Me temo que no hay posibilidades para entrar por las ventanas. Dijo mirando de nuevo hacia ellas. Si posee tanto control sobre la isla, es lógico que su mansión también esté protegida. No hay más opciones que entrar por la puerta, me temo que nos está esperando, y algo me dice que en el fondo no seremos rivales suficientes para él, pero eso no quita que demos todo lo posible para poder salir de aquí, prefiero estar muerto o desaparecer a seguir por más tiempo encerrado en este limbo.

Entrais en el amplio salón-recibidor de la mansíon, bellamente decorado con cuadros de jardines y una inmensa alfombra con bordados. Hay tres puertas. La puerta de enfrente y la de la izquierda, están abiertas. La de la derecha, está cerrada.