Partida Rol por web

Camino hasta la mesa una vez el guardia se vuelve a apostar en la puerta y titubeo un segundo en mirar alrededor para captar algun cambio, pero todo sigue igual... Entonces la voz de la pequeña enamorada me saca del ensimismamiento.

-Temo que no, son de hecho poco caballeros, y eso que visten ropas de guardia real. Como veis, el dinero no da el estilo...- le contesto en tono bromista, pero me percato de que igual esto podría preocuparla más.

-En cualquier caso no debeis preocuparos- miento- parece que todo está bajo control.

Me limito a sentarme en mi lugar sin perder detalle de lo que ocurre alrededor y tomo un sorbo de vino de la copa que dejé sin estrenar.

La respuesta de Heimer era como la esperaba, mis sospechas eran ciertas, aunque él intentó quitarle hierro al asunto yo sabía que algo andaba mal. No le quito ojo de encima a Heimer mientras se sienta en su silla <¿vino?> pienso al verle tomando la copa <¿estaría bien si tomo un poco?> pensé al darme cuenta que en mis 22 años recién cumplidos aún no había probado gota de alcohol. Miro a Yreth sentado a mi lado y rechazo por completo la idea de beber alcohol <¿Que pasaría si me sienta mal? No se cómo podría reaccionar... No quiero que Yreth se chive al maestro...> pensé apartando la mirada de el así que busco al camarero para pedir un poco de agua, mi garganta estaba seca.

El pasado le había dado la experiencia, aquella actitud de los guardias ponen en evidencia sus intenciones mas oscuras. Igualmente podría ser solo una pequeña paranoia dado sus roces con la ley… pero era mejor desconfiar.

Su mirada pasa sobre los presentes apenas atendiendo en la conversación. Su atención paso de nuevo a los guardias y fluctuó en ocasiones con Daelire. Mas no se movió de su asiento, solo se mantuvo en alerta.

Por fin, mientras en zepelín sobrevuela el Mar Interior, súbitamente, un séptimo soldado irrumpe en el salón con una espada larga en la mano y una ballesta cargada en la otra. Los otros seis, al ver a su compañero de armas, desenfundan de inmediato.

Los pasajeros aterrados al ver las armas, no pueden evitar desencadenar una ola de gritos de horror y vanos esfuerzos por ponerse a cubierto.

Sigo sentado en la mesa tranquilamente mientras observo a los individuos que hay en ella.

---Que gente mas rara me ha tocado...- pienso mientras  los miro mas detenidamente. De pronto, veo al soldado  entrar armado y como los demas desenfundan las armas, el panico se extiende por toda la sala, rapdamente me pongo bajo la mesa para evitar posibles proyectiles disparados por la ballesta.

Damas y caballeros, permitidme captar vuestra atención...Debo comunicarles que el navío ha sido requisado y se encuentra bajo mi mando... -Suelta con sarcasmo-

Lamentablemente...todos los aquí presentes, deberán ser ejecutados por traición... -Acto seguido, el capitán gasta un virote de su pequeña ballesta para crearle a un nuevo orificio sangrante, entre ceja y ceja, a uno de los burgueses-

Estoy rodeado de nuevos compañeros en la mesa pero les he prestado poca atención ya que he estado mas concentrado en el despegue de la nave.

Me sorprende cuando entran los soldados y que nos tengan vigilados, pero no le presto mayor atención, pienso que hay mucho ricachón y que sera por su seguridad, mi preocupación es disfrutar del vuelo. 

-Es increíble, pienso para mis adentros.

Una vez que el Capitán Edmond Sadler entra en acción me entero de lo que esta pasando, cuando mata al burgues, me levanto de la mesa, cojo la silla en la que estoy sentado y se la lanzo al soldado que tengo mas cerca, rapidamente corro hacia este mismo guardia, con intención de atacarle.

Un soldado irrumpe en la sala ilustrando a los presente con su arma, acto seguido los guardias actúan y muestran sus armas. Pero como ya temía no seria en pos de detenerle.

Yreth se levanta al igual que otros que reaccionan ante aquella rara escena. Su mirada se posa en Daelire durante unos segundos.

Acto seguido el Capitán se pronuncia y para dar mas poder a sus palabras ejecuta a uno de los presentes. No le importaba aquel hombre en aquel momento solo tenia un objetivo en mente y seria el primer y real obstáculo en su misión.

Sin embargo Mutongo fue más rápido en su reacción y arroja con violencia su silla. Ahora sabia que al menos no seria el único en luchar.

Toma posición de combate  y busca alguna salida.

-Daelire cúbrete y cuando veas una oportunidad huye- aquellas palabras fueron transmitida a la mente de la muchacha. Y aunque no fueron cargadas con el sonido de su voz, para la muchacha seria fácil de reconocer quien se dirigía a él, aunque quizás aquel método la asustara.

Me levanté a gran velocidad de la silla al ver como aquel hombre asesinaba fríamente a aquel pobre hombre. Antes incluso de que me diera cuenta de qué estaba pasando Mutombo coge en peso su silla y se lo lanza a uno de los guardias. <Está loco, que salvaje... que rápido...>pienso mientras le miro atónita. Miro a Yreth momentáneamente algo asustada y su voz llega a mi mente. Sus labios no se habían movido <...¿telepatía?...> pienso desconcertada y asombrada. Inmediatamente obedezco y me escondo bajo la mesa donde me encuentro con el joven que se unió por último <Soy una cobarde...>pienso mientras miro a los guardias desde mi posición. -Calma, calma...- me digo a mi misma en voz baja -piensa, piensa...- dirijo la mirada a la gente que puedo ver desde mi posición para observar que ocurre.

<...¿telepatía?... ¿¿Pero que??, ¿desde cuando puede?....> Mi mirada se dirige a Yreth desconcertada <Le  haré caso, pero no soy una niña....Seguro que piensa que lo soy...>pienso sin darme cuenta que él puede oirme, hasta que me mira y me doy cuenta que ya no estoy sola en mi mente. Me sonrojo pero vuelvo a la realidad. -Espero que no te hayas metido en mi mente antes...- digo mentalmente mientras miro al suelo, sé que él lo oirá, al igual que el resto de cosas que he pensado. Siento vergüenza.

Mi primer y último trago. Cuando las palabras del capitan salieron de sus labios se taladraron en mi cerebro mientras el vino recorría el mantel blanco. De pronto y sin apenas percibirlo un objeto cruza la sala y asesta la muerte al escritor que antes había visto acompañado por la diva. No puedo aguantar la conmoción.

¿Qué está pasando?

Me pongo en pie al mismo tiempo que el bueno de Mutombo se alza en toda su grandeza y lanza una silla hacia los guardas a mis espaldas. A mismo tiempo los congregados en mi mesa parecen tomar posiciones estratégicas. La chica y el último jóven se esconden bajo la mesa. Los otros parecen adoptar una posición defensiva. Pero son tan jóvenes... No puedo esconderme y dejarles solos.

De pronto lo veo claro. Dirijo mi mirada al guarda que porta la ballesta, y según parece es el único que puede dañarnos a distancia. Cierro los ojos y me concentro. Se que lo que estoy apunto de hacer puede arruinarme la vida, pero qué será de mi vida con un virote entre ceja y ceja... Abro los ojos y puedo notar la "materia" recorriendo mi cuerpo. Entonces se que es el momento. Empleo toda mi fuerza. Ahora o nunca...

- Luz creadora, orbe protectora, mano del destino guía este camino, demora el tiempo y cierra la materia, conviértela en pensamiento, déjame darle forma...- recito mientras noto como mi alma se imbuye de esas fuerzas que siempre han estado conmigo. 

Entonces me concentro en la ballesta y deseo que se convierta en un objeto inofensivo, inútil, como la esencia de su portador... La convierto en un jarrón de cerámica, en mi mente, y en la realidad mi deseo toma forma.

Sonrío y me cruzo de brazos.

- ¿Nunca os han dicho que sois un hombre florero?

Algo asi me esperaba cuadno llegué aquí. La intuición nunca me falla. Inmediatamente después de la interrupción del capitán me levanto y me pongo en posición de combate. MI bolso sigue a mis pies, y varios de los de la mesa se han escondido debajo de ella.

Busco con mi mirada las distintas posiciones de los guardias para tenerlos controlados y la posible salida. Estoy situada justo al lado del chico que parecía también con ganas de pelear.

- Esto se pone divertido... - le susurro mientras sonrio.

Observo al grandote corriendo hacia el guardia más cercano dispuesto a atacar, después de golpearle con la silla.