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Vampiro: Edad Oscura V20 - Bretaña nocturna [+18]

[Prólogo 0.7] Memento finis - Cateline Causarieu - FINALIZADA

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22/07/2018, 19:12
z/Cateline Causarieu

No me sorprendió la oración que provenía del interior del monasterio pero sí lo hizo que el poeta se apartara tan rápidamente. Casi diría que lo hizo con miedo.
-¿No entráis, querido? - pregunté, instándole con mi tono de voz a que me acompañara. Si no lo hacía, entonces dejaría entrever mucho de lo que deseaba ocultar.

Atenta a la seguridad de Tristán y a los movimientos de todos los que quedaban a la vista me aventure a cruzar las enormes puertas de madera con la mirada clavada en el altar y todos mis sentidos alerta.
-Espero que encontréis la fuerza que demandáis, mi señor -alcé la voz de forma educada haciendo notar mi presencia con cierta cautela después de rozar la mano cariñosamente a mi ghoul.

- Tiradas (1)

Notas de juego

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22/07/2018, 20:29
Medrawt de Camlan

Enseguida notaste un cosquilleo inusual en todo tu cuerpo, uno que se contagiaba al alma que ya no tenías. Esa sensación sacra, de estar en presencia de Lo Celestial, nunca la habías sentido como en este momento. Aquel lugar estaba pleno del poder de la fe, aquella insignificante abadía en medio de la nada tenía un poder como ninguna otra de las iglesias que hubieras hollado antes en tu vida mortal o inmortal, todas manchadas de una forma u otra por la corrupción. Pero lo que ahí sentías era distinto, especial, y un eco temeroso de Dios se alojó en tu mente, nunca antes sentiste tu Bestia tan aterrorizada como en ese momento, dispuesta a huir a la mínima oportunidad.

Tristán te acompañó dubitativo, con algo más de tranquilidad, pero era indudable que aquel lugar también tenía un efecto perturbador en el aparecido. Su linaje manchado por la mácula del vampirismo no era ajeno al poder divino, pero parecía que a él no le afectaba tanto como a ti. El hombre arrodillado vestía cota de mallas, tabardo añejo y rasgado que no descubría su blasón, frente a él una espada de factura exquisita, con acabados plateados y dorados en la base de la hoja. El caballero se levantó tras escucharte, agarró el pomo de la espada con firmeza y del puño cerrado empezó a salir humo, olor a carne quemada. Un mudo quejido de dolor por parte del hombre, este se volvió hacia vosotros. Huelga decir que Chrétien se había quedado fuera.

La tengo —respondió solemne mientras miraba hacia ti. Entonces aquel rostro sereno cambió, un fruncimiento de ceño primero, asombro, ira —. ¿Qué haces aquí, abominación? ¡No es el momento! ¡Aún no estoy listo para volver!

Esgrimió la espada con habilidad a pesar de que la mano seguía hirviendo, saliendo humo, quemando su mano. El rostro de dolor del caballero era absoluto, pero resistía ante este. Fue en este instante que pudiste comprobar dos cosas: la primera los colmillos totalmente familiares del caballero, por asombroso que pareciera era un vástago, la segunda su espada que al blandir su hoja delante de ti sentiste un pavor absoluto. Como la mismísima cólera de Dios cayera sobre ti. La Bestia se sacudió, tomó las riendas, quería huir. Quería escapar. Tenías que salir de ahí, por su vida, ¡por tu vida!

¡No es el momento! —el grito desgarrador, inhumano, preñado de dolor y remordimiento, del caballero te acompañó en la huida, Tristán estuvo a punto de lanzarse contra el hombre, pero juzgó mejor acompañarte al ver que aquel cainita no te perseguía. Su grito tronó como tormenta, y nada más cruzasteis las pesadas puertas de madera de la iglesia se cerraron de golpe a vuestras espaldas.

Luego, el silencio nocturno, como si no hubiera sucedido nada. Fuiste recuperando el control de tu cuerpo y tu mente, pero ahora mirabas aquel lugar con absoluto pánico. Chrétien estaba en pie, en la misma posición donde lo dejaste, te miró fíjamente con una sonrisa enigmática, del que sabe mucho pero no cuenta nada.

Como os dije, mi bella dama, el mayor secreto de Bretaña. Pero aun no es su momento. 

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18/12/2018, 22:40
Narrador

Tras las palabras de Chrétien junto a su sonrisa enigmática, sentiste la familiar sensación del desvanecimiento. Algo en la mirada de aquel vástago se inoculó en tu mente como una saeta, una orden mental, un mandato al que no pudiste resistirte. Mientras el silencio volvía a reinar en la zona, fantasmal, como si nunca hubiera sucedido nada y tú, pobre alma, perdiste la conciencia a la par que escuchabas gritar a Tristán a punto de lanzarse contra vuestro pintoresco acompañante.

No supiste nada más, si tuvo éxito en la empresa o fracasó. Solo que te invadió un portentoso sueño.. y silencio.

Notas de juego

Final del prólogo.