Partida Rol por web

Apenas eran quince minutos en barco la distancia que separaba la costa de la Isla del Negro, pero el viento que dudaba entre volcar enormes olas sobre la cubierta y echar la misma cantidad de agua desde el cielo atronador, hizo que el trayecto durara el triple. 

- ¡Se lo dije! ¡Le dije que era un mal día para llevar a nadie a esa isla! Y suerte que este barco no es de pasajeros o habríamos volcado nada más pasar el atolón- bramaba Wheton a quien le quisiera oír. 

Los pasajeros, apiñados en la pequeña cabina con olor a arenque, trataban de contener las náuseas para no salir a vomitar a la mar, como aún pudieron hacer cuando la tormenta apareció y que ahora resultaba una maniobra absolutamente arriesgada.

Alguien se atrevió a preguntar: 

- ¿Por qué el señor Owen nos mandaría a buscar en un barco pesquero en un día como este? 

- ¿El señor Owen? ¿El dueño de la casa? Ni idea. Yo nunca le he visto. Hablé con su asistente personal, fue ella quien me pagó por hacer el recorrido que ningún otro hubiera aceptado. No quiero asustarles, pero si volvemos a inclinarnos otra vez así, tendrán que deshacerse de su equipaje o empezaremos a tirar por la borda a los pasajeros más gordos. 

Los veinte extraños se miraron entre ellos. Casi sería cómico tener que elegir a quién ir tirando, así, uno tras otro... Pero la angustia había calado más que la lluvia en sus huesos. No ser capaces de ver nada por los cristales tampoco ayudaba. 

Alguien volvió a vomitar cuando un fuerte impacto paró el barco de repente. 

- Bien. Parece que hemos atracado en el embarcadero- dijo Wheton con una mezcla de orgullo e indignación-  O chocado contra él, maldita sea. 

Pero hemos llegado. Salgan todos de aquí, por favor. 

Atropelladamente salieron del barco sin percibir inicialmente la diferencias entre haber volcado o estar caminando bajo el intenso chaparrón. Al menos, al pisar las tablas de madera, pudieron vislumbrar nítidamente una vieja mansión victoriana cuyos jardines ocupaban prácticamente todo el perímetro de aquella isla y que se levantaba solemne entre el viento y la lluvia.

Junto a las puertas abiertas, una mujer pelirroja vestida de negro con un paraguas aguardaba. Fue ella quien les gritó que corrieran a buscar cobijo mientras con una señal le decía al marinero dónde tenía que maniobrar una vez todo el pasaje hubiera desembarcado. 

- No, por favor, no cojan ahora sus maletas. El servicio se encargará luego pero ahora les espera una chimenea encendida y ropa seca en la casa. Corran los que puedan. ¿Nadie ha traído paraguas? Esto sigue siendo Inglaterra, me temo. Vamos, aprisa, corran

De nuevo su autoritaria voz, a la que el temporal acompañaba, les hizo correr atravesando las puertas, subiendo por un camino de piedras flanqueado por unos pocos árboles hasta la majestuosa puerta principal. 

El accidentado viaje y la urgencia con la que tuvieron que reaccionar, ocultó la falta de medios que su anfitrión había dispuesto para recibirles. 

Aquellos árboles viejos, la falta de vehículos o personas con los que recogerles, el barco pesquero... Todo parecía enterrar las expectativas que habían tenido cuando recibieron la invitación de Unius. 

Pero lo que había matado sus ilusiones mucho antes fue sin duda descubrirse entre otros diecinueve variopintos e inclasificables invitados. 

Había gente culta y de clase alta pero también la definición viva de desechos sociales Niñas y ancianos. Gente de inquietante aspecto mezclada con gente que debía, si no ser famosa, sí ser popular. 

¿Qué era esto? 

¿Un "Siente a un loco a su mesa"? ¿Un nuevo reality? Tenía toda la pinta. Alguien incluso creyó ver una cámara en una de las rocas de la isla. 

La mujer caminaba la última con su paraguas extendido pero no ofreció a nadie compartirlo. 

Afortunadamente, al abrir la puerta principal y entrar en un gran salón, sus expectativas volvieron. No solo porque no fuera un plató de cámara oculta, sino porque era suntuoso, cálido y acogedor. Y en el piso superior que asomaba al espacio común, estaban los dormitorios con su nombre, una toalla y una muda limpia y seca colgada de la barandilla.  

Parecía que su benefactor sí les estaba esperando. 

La mujer de rostro duro plegó su paraguas y caminó por la sala mientras les decía

- Se pueden secar y cambiar. O calentarse con el fuego de la chimenea. Estamos en abril pero esta isla está muy castigada por los elementos, como han podido comprobar. También, si gustan, pueden tomarse una copa. ¿De acuerdo? Vamos, siéntense, pónganse cómodos. Imagino que no habrán podido hacer aún las presentaciones y estarán todos deseosos de saber quiénes son y de dónde vienen. El señor Owen ha pedido explícitamente que se presenten todos antes de que él...llegue

La mujer sonreía pero acababa de tragar saliva. Dentro de una hora su rostro se desencajaría y aquel gesto sutil adquiriría un significado completo, pero ahora ante la comodidad y el lujo anhelado, todo el ambiente pareció distenderse. 

- Empezaré por mí misma. Me llamo Olivia Khendal y soy la asistente de su anfitrión. Fui yo quien hizo todos los trámites para que pudieran venir. Ese ha sido mi trabajo este último mes: Reunirles hoy a todos aquí, por explícito deseo del señor Owen. ¿Y los demás? No, gracias no quiero copa... decía que... ¿Quiénes son ustedes? 

Subí a mi habitación, cama lujosa y aparentemente cómoda, un gran armario, una mesa, una cómoda, unas butacas... observé con un poco de desconfianza la muda que nos habían preparado... "Jerzy nunca se pone ropa de otros". Me quité la ropa mojada, me sequé un poco y bajé al salón, donde estaba la enorme chimenea encendida.

- Olivia, encantado, soy Jerzy. ¿Qué dijiste de una copa o no sé qué? Yo quiero. Y... ¿dónde puedo coger una manta?  

Miré el vaivén de gente entrando a las habitaciones y observando con detenimiento todo. No entendía muy bien qué hacía en ese lugar en ese instante, pero el frescor de la bebida bajando por mi garganta hacía que todo cobrara sentido de nuevo. 

Saqué el móvil para echar una partida y entré en pánico... ¡¡ni cobertura ni 3G!!

Miré alrededor.  

Fabuloso. Simplemente fabuloso. Estoy calado hasta los huesos y hace frío, estoy rodeado de gente con un gusto estético más que discutible y ni siquiera tengo muy claro qué hago aquí... Aunque en cualquier caso es mejor que estar en casa pintando o lo que sea. 

Me cambio en mi habitación, sorprendido por lo bien elegida que está la ropa. Es un alivio: si hubiera tenido que pasearme entre extraños con un chándal gris de a saber quién, habría preferido bajar en ropa interior. Si alguien decía algo, siempre podría venderlo como performance: la vida invadida por el arte, o cualquier mierda de esas. 

Tras cambiarme, bajo de nuevo al salón y veo que -cómo no- alguien ha tenido la misma idea que yo respecto a bajar en ropa interior. Un tipo con pinta de que lo único que ha leído en su vida es la parte de atrás del bote de proteínas en polvo, y saltándose todas las palabras de más de tres sílabas. La palabra "vulgar" solo tiene dos; me pregunto si la habrá oído en alguna ocasión. Estaré encantado de remediarlo, si no la ha oído. 

Sonrío de medio lado al pasar junto a él y pongo los ojos en blanco mientras le pido a la pelirroja estirada que está haciendo el papel de su vida como "mujer de éxito entrada en la cuarentena" una copa. 

Sí. De lo que sea, mientras no sea whiskey. El whiskey es para estibadores, viejos ex-marinos con miembros de palo y post-adolescentes con el deseo de parecer más duros de lo que son. 

Que nunca se diga de mí que un simple "sí" o "no" me bastaron. 

Paso al lado del Casanova de polígono intentando no decir nada y me tiro en uno de los sillones que hay por el salón, con una pierna sobre uno de los brazos del asiento. Me llevo la copa a los labios: vodka. Pues vaya. 

Saludo con un gesto de la mano al aprendiz de Hércules y le digo, en el tono más neutro que puedo conseguir:

Un día estupendo para viajar, ¿eh? Me llamo Victor Wotton. ¿Y tú eres...?

- Un placer Victor, me llamo Jerzy, aunque en el mundo del poker me llaman "The Wave" ¿Y tú qué haces con tu vida para haber acabado aquí? A parte de beber... 

Intento adivinar qué lleva en la copa pero no lo consigo. La oscuridad de la sala, sólo alumbrada por voluminosas arañas que dan poca luz y la lumbre de la chimenea, no da pie a conseguir adivinar nada en claro ni a conseguir cosechar demasiados detalles. Intuyo que es ron, como el mío. 

Noto sus aires de seguridad barata cosechada por haber sido un niño pijo de alta cuna. Esa gente que lo ha tenido todo pero que no lo ha sabido aprovechar me da asco, pero no por ello voy a ser descortés.

- Vaya paseíto en barco... ¿eh? Ha mi me ha dejado mal cuerpo (y me señalo mis abdominales), la verdad. Ha empezado emocionante la cosa, no lo podemos negar. Seguro que al buzo le han llegado buenos recuerdos de sus días en altamar. Busco con la mirada a Milton pero no le encuentro. 

Espera, espera... ¿Acaba de señalarse los abdominales? ¿Es que está ligando conmigo? No parece de esos, pero eh, ya casi ninguno lo parece. Medio sonrío pensando que acostarse con él tiene que ser como pasar la velada con Medusa: habría que cubrir todos los espejos. Claro que en su caso no sería para que no se convirtiera en piedra a sí mismo, sino para que dedicara un poco de su atención a ti en lugar de a mirarse su propio cuerpo. Y ha dicho que se llama Jerzy. Jerzy, Jersey... Si se llega a apellidar "Shore", habría que considerar a sus padres unos profetas excelentes. 

Sonrío, resistiendo el impulso de levantar una ceja. 

Oh, no hago mucho, la verdad... Soy un artista torturado. Más bien la caricatura de un artista torturado. -muevo la mano como para quitar importancia a lo que digo, y voy al tema de conversación que seguro que le interesa más: él mismo -El mundo del poker, ¿eh? Qué interesante. ¿Por qué te llaman "the Wave"?

Joder... será sarasa el notas este. No para de mirarme el pecho y el vientre. Si me he puesto así es para la modelo y Aya no para que un nenaza que le gusta untarse con vaselina me miré babeando. No había nadie más en la sala así que sería descortés irme.

- ¿Artista? Nunca he entendido bien el mundo de los artistas. Es demasiado subjetivo todo. ¿Un marco sin lienzo por 150.000 pavos? ¿Una foto de una mierda? ¿Estatuas deformes y gordas...? En fin. ¿Y en qué rama del arte te has caricaturizado?

Le pregunto sin ningún interés. Me fijo por primera vez en su cara de desalmado, qué poco estilo, parece salido de hace 15 años y se cree que mola con su aire desinteresado. 

- Me apodaron "The Wave" en la semifinal del torneo mundial de 2005. Íbamos 4 jugadores igualados, y fue un All-In múltiple, me los llevé a todos por delante. Después en la final gané con facilidad, mi primera vez. Siempre quise que me llamaran Maverick, pero al final me quedé con "The Wave". Cosas de la prensa.

Dije queriendo zanjar el tema de mi vida. 

Ugh. Es de esos. De esos. De los de "no entiendo el arte porque soy una persona sensata, jujuju". De pronto parece incómodo por llevar poca ropa... Es como las que se ponen un escote hasta el ombligo y se molestan porque se lo mires. Esta es más atención de la que esperabas, ¿eh, majete? Seguro que esperaba una tribu de amazonas salidas babeando y suplicándole que se acostara con ellas. Creo que le voy a mirar más solo por molestar. No tengo ningún interés en tocarle siquiera, pero si le molesta que lo parezca, lo fingiré. Molestar es mi forma de arte. 

¿Qué dice de all-in? ¿Está hablándome de poker de verdad? ¿Es que tengo pinta de jugar al poker? Tendré que repensarme mi vestimenta. Dios, qué tedio. 

Eh, bueno... Mi forma de arte es mi vida -ugh, ha sonado trilladísimo- Ya sabes cómo es el tema. Es todo muy subjetivo, sí, pero bueno, a estas alturas ¿qué no lo es? Quiero decir, tú juegas al poker, que es un sistema totalmente arbitrario en el que te pones de acuerdo con otros... eh... caballeros, según el cual un dibujo en un cartón "vence" a otro. O a sus combinaciones. O lo que sea. Y las fotos de gente fea son para que no nos creamos que todo el mundo es como tú de... comprometido con su físico. Ejem. 

Me río para mis adentros. Si todos los demás son tan entretenidos como este, se me va a pasar el tiempo volando. Aunque tal vez sea porque me dejen KO de un puñetazo, claro, pero merecerá la pena. 

¿Dónde están los demás? No tiene sentido ser ingenioso si no hay un público para verlo. Mi amigo Shore aquí presente no es precisamente sutil. 

Cojo al chico del hombro.

- Victor, sólo hago tríos con mujeres. Con dos mujeres. ¿Otra copa?

Zanjo el tema.
- Todo es subjetivo y arbitrario... el póker es un juego con normas absurdas. Como en todos los juegos. Tengo la suerte de que gano más delo que pierdo y me da para vivir bien.

Me encojo involuntariamente. No sé qué me molesta más, si que me haya tocado o que haya sido directo. Ser directo es de una falta de gusto y de educación imperdonable. Consigo sonreír. 

Oh, tranquilo, no tengo ese tipo de interés en ti, solo quería ser amable. Lamento haberte dado esa sensación.-vale, abortamos la misión "incordiar a este tipo". Se vuelve aburrido si no quieren jugar- Y sí, tomaré otra copa. Lo que sea menos vodka, por favor. El vodka es para matronas rusas con doce hijos, editores de revistas de moda y post adolescentes que quieren parecer más políticamente controvertidos de lo que son en realidad. 

En cierto sentido este tal Jerzy es simpático. Bobo, poco sofisticado, monstruosamente ególatra -probablemente-, pero al menos intenta ser amable. Suspiro. Sonrío de nuevo, haciendo propósito de parecer amable yo también. 

¿Qué estás bebiendo tú?

Nunca antes me había mareado en barco. Todos los veranos mamá y papá organizaban cruceros, la verdad es que me encantaba, no solo por viajar, si no porque conocía muchísima gente. Esta vez me acordé de eso, pero era completamente distinto. El olor a pescado, el poco espacio e incluso las sacudidas del mismo barco, provocaron que vomitase en más de una ocasión. Ahora era cuando creía que me debía haberme quedado en casa, me dolía la tripa horrores y ese malestar no desaparecía de ella. Quiero salir de aquí, quiero salir de aquí... Di unos pasitos acelerados cuando el barco atracó, estampándome contra uno de los hombres, levanté mi mirada pidiendo disculpas y después me aparté suavemente acomodando mi ropa, sacudiendo la misma.

Al bajarme sentí como el agua calaba mi abrigo de marca. Mamá se había empeñado en que fuese perfectamente vestida y sobre todo abrigada, pues en la época que estábamos y hacia donde íbamos no sería para ir en vestidito de tirantes. Algunos mechones cayeron sobre mi rostro, soltándose de la coleta, pero no le di importancia. Al contrario que otros, saqué de mi pequeña mochila un paraguas del tamaño de un estuche, al abrirlo me cubrí, pero mis ojos viajaron hacia la mujer de pelo plateado Yo puedo correr si eso... me acerqué con una gran sonrisa, mientras se lo pasaba.- Tome señora, yo pegaré una carrera hasta la mansión.-No dejé que se quejase, ni que tampoco negase. El paraguas quedó de manos de Jane antes de que saliese corriendo hacia el lugar. Mis pasos fueron rápidos, pero no lo suficiente como para evitar acabar bañada literalmente.

Una vez dentro, pidiendo permiso me retiré hacia la habitación. Me aseé perfectamente y después me vestí una vez más. La ropa sucia la dejé en un pequeño cesto en el cuarto de baño ¡Apestaba a pescado! Salí de la habitación para reunirme con el grupo. En esta ocasión iba más formal, un vestido de color oscuro, una chaqueta a juego y unas polainas para proteger las piernas del frío. Mi cabello estaba suelto, recogido por una diadema negra con un lazo. Se agradece el calor del fuego Me acerqué hasta el mismo y me senté sobre la alfombra, dejando las manos cercanas a las llamas intentando calentarlas.

Mis ojos de vez en cuando viajaban hacia esos que hablaban, pero cuando encontré hueco me "presenté" para nadie en concreto, más bien en general.- Yo me llamo Nicoletta Di Alessandro. Hago cuarto de la ESO y voy al conservatorio de música desde que tengo 6 años.-Elevé un poco mis brazos, sin saber que más decir. Tampoco es que conociese a nadie, por lo que no podía saber cuales eran sus intereses.

- No pasa nada, igual he malinterpretado yo... - Y me corta Nicoletta en media frase. Observo a la niña, ya la había visto antes de embarcar y pude observar en el barco que no se le daba demasiado bien el tema del oleaje.  

- Hola preciosa, estás... muy elegante. - le dije mirándola a los ojos tras hacer un breve repaso de sus ropas de niña pija. 

- Ron Victor, siempre ron. - Y sonreí al joven. 

Asiento al comentario de Jerzy, quitándole importancia a nuestro intercambio anterior. Iba a hacer mi valoración sobre el ron (algo sobre fiestas de menopáusicas y piratas de pelis de Disney, supongo... siempre las improviso) cuando alguien más habla. 

Giro la cabeza hacia la niña que se acaba de presentar. Es una sorpresa ver a alguien tan joven por aquí... aunque claro, si ni siquiera sé para qué estamos aquí tampoco puedo juzgarlo. Al menos va bien vestida. O vestida, que ya es un logro por aquí, por lo visto. 

Aliviado de que alguien haya dicho algo que me permita escapar de la conversación con Jerzy, sonrío y saludo a la chica. 

Encantado, Nicolette. Soy Victor. Tienes un gusto excelente, si me permites que te lo diga. 

Connor avanzó tranquilamente hacia el barco mientras otros pasajeros subían con él, los miró, como siempre, por encima del hombro, sin duda él era mejor que todos los demás y lo sabía.

Se mantuvo todo el viaje quieto, callado, sin decir nada, solo sonreía cuando veía a alguna que otra chica realmente guapa o a la pequeña vomitar "Menudo grupo que está montado... da pena ¿A todos éstos les ha llamado el mismo que a mi?" Miró un poco por encima a los presentes, un musculitos (Jerzey), un hippie de los 80 con ese pelo largo y algún que otro palurdo mas que parecía haber por ahí, los meneos del barco no ayudaron mucho a poder seguir disfrutando de las vista y aunque él había viajado bastantes veces por el boxeo, nunca había tenido un viaje tan movido, por suerte a lo lejos se empezaba a ver la isla.

Una vez bajaron de esa "Barca", se dirigieron a buen ritmo hacia la casa, suficiente se había mojado ya como para querer pillar una pulmonía, en unos días tenía que ir a hacer "una cosa para una persona" y no podía enfermar, era importante. Al fin en la casa se dirigió sin hablar con nadie a la habitación y sorprendentemente alguien había acertado con el traje gris que había sobre la cama -Sorprendente...- Dijo en voz alta para nadie "Bueno, soy alguien famoso, es normal que se conozca mis gustos jaja" y después de una buena ducha se puso ése traje precioso y bajó las escaleras.

Ya con una sonrisa por ir mas cómodo, se dirigió a las pocas personas que éstaban en la sala -¡Buenas! jaja menudo viaje ¿eh musculitos?- dijo dando una palmada en el hombro del hombre semidesnudo y sirviéndose una copa... tras otra, miró al hippie y a la niña -¿Todo bien? ¿Alguien sabe algo de nuestro anfitrión?- Su mirada se dirigió hacia Olivia, la persona que les había traído aquí -Y hola a ti también Oli- Connor no se presentó y no porque se le olvidara, era demasiado famoso como para que tuviera que hacerlo.

Caroline se empeñó en permanecer junto a Wheton durante el viaje, las tormentas fuertes tenían algo que la hacían sentirse pletórica. Disfrutó de los saltos del barco durante los primeros minutos, después pasó de ser blanco pocelana a verde y no volvió a sonreir hasta que puso rodillas en tierra y casi besó al barquero, el barco y el tablado de madera que hacía las veces de embarcadero.

Con la ropa mojada pegada al cuerpo y el pelo chorreando echó un ojo a los alrededores, el jardín, relativamente cuidado, y casi a oscuras, estaba lleno de aves marinas. Inició el camino hacia la mansión con calma, evitando los charcos de barro con  paso seguro y se apresuró, tiritando, a darse una ducha bien caliente.

Bajó oliendo a jabón, con su propia muda -siempre llevaba ropa interior en el bolso, por si acaso- y la ropa que había encontrado en su habitación.

Pidió una manzanilla y se acercó al fuego, dejando que el calorcito la reconfortara y le secara el pelo.

-Hola. ¡Menudo viajecito de bienvenida! Me llamo Caroline Wheat, siento no haber podido presentarme antes.

Miró con curiosidad al hombre en ropa interior, aunque no encontró extraño que hubiera preferido no ponerse una ropa que no era suya. A la adolescente, al trajeado, y al chico sombrío que ya habían comenzado a charlar con la anfitriona pelirroja.

El viaje no fue nada extraño para Hugh. Cuando aún conservaba la vista había viajado en condiciones peores, y ahora que no podía ver notaba que su sentido del equilibrio se había agudizado.

Desgraciadamente, Simba no se sentía tan cómodo en esa situación. El labrador de color negro llevaba ya varios años siendo su compañero, pero en ese tiempo apenas habían ido de viaje, y nunca fuera del país. Aunque jamás le dejaría en la estacada, Hugh podía sentir como temblaba cuando el barco zozobraba.

Con cuidado se movió a un rincón y se sentó con su amigo intentando tranquilizarle.

Cuando por fin el barco atracó, ambos esperaron a que la mayor parte de la gente desembarcara antes de levantarse. Cogió su mochila (por si acaso), dejando la maleta, abrió su paraguas, y con una mano cogiendo éste y con la otra al perro se bajó lentamente del barco.

Al contrario que el resto, él no podía correr, por lo que se tomó su tiempo de camino para la casa. De hecho, cuando llegó, muchos ya se habían cambiado y habían empezado a hablar entre ellos.

Antes de presentarse se dirigió a una butaca junto al fuego y se sentó ahí. Saca una toalla de la mochila y con ella secó al perro, que desgraciadamente nunca conseguía mantener cubierto con el paraguas.

- Yo soy Hugh Taylor, encantado.