Partida Rol por web

Ureña, Febrero de 1354

Como bien sabe el que sabe ver, la Posada del Molinero de Ureña es mucho más de lo que parece a primera vista. Pues, el tosco dibujo que hay en su puerta, las aspas del molino que da nombre al lugar, representan también las asptas de la cruz de la Vera Lucis. Llegar allí y hacer ante Antón, el dueño, uno de los símbolos secretos de la orden equivale a conseguir inmediatamente refugio, ayuda y protección. toda un ala de la posada está reservada para etos clientes "especiales", que descansan entre misión y misión encomendada, están de paso o simplemente han sido convocados allí para recibir órdenes en un lugar seguro.

Cada uno de vosotros está allí por uno de estos motivos (sólo Dios sabe cuál de ellos), y habéis estado allí comiendo y durmiendo (refugiados y protegidos) casi una semana, sin demasiado que hacer salvo contar batallitas con otros fráteres también presentes (aparte de vosotros, jugadores), ejercitarse con las armas, estudiar, holgazanear y degustar el janete (potaje de carnero o cabrito en adobo de tocino y cebolla con salsa agridulce) que tan al punto y sabroso hace Antón.

Pues la muy bandida me enseñaba sus partes cuando aún tenía la Cruz de Cristo levantada. Menos mal que Fray Rigón hizo el resto al cortarle la cabellera. En el nombre del padre, del hijo... -Rogaba uno de los frailes contando una de las misiones.

 En la esquina más apartada del grupo, el silencioso Teofánes degustaba  con bocados juiciosos el potaje que le habían servido. Escuchando pacientemente las hazañas de los  compañeros, miraba a diestro y siniestro como sino quisiese perder detalle.

No deberian jactarse de sus hazañas...- pensó mientras engullía otro trozo de  carnero.-... apiadarse de la pobre alma que han salvado seria lo correcto.-

Agarró un trozo de pan de centeno dela bandeja donde reposaban los enormes trozos  cortados a conciencia por el posadero y comenzó a  juguetear con la miga  y dejarla  humedecerse en el potaje.

El bueno de Juan hacía ya unos días que gozaba de la hospitalidad de Antón y saboreaba, como si fuera el primer, el delicioso janete recién salido de la cocina. Sus ojos y su afán, por qué negarlo, denotaban que tenía un gran aprecio por la comida casera. Había pasado todos estos días sentado en la parte más concurrida de la taberna y, al parecer, no tenía ningún reparo en participar en conversaciones ajenas.

¿Y decís, mi buen señor, que os enseñó las partes? Pues no se ha visto tal insolencia sino en una mujer que se ha apartado de la guía del Señor. Y, a mi pesar, debo añadir que es práctica cada vez más habitual entre mujeres de toda clase que encuentran en hombres de poco honor y moral la presa perfecta. Sin duda nuestro Señor no ha hecho caer en vano en estas tierras las plagas más feroces para castigar tales prácticas, y otras no menos indignas -dice, como si ciertamente estuviera ampliamente versado en la interpretación de los mensajes divinos y moviendo enérgicamente el vaso lleno de cerveza-.

Cuando oigo semejantes palabras no puedo hacer otra cosa que dar un respingo, el estupendo guiso de Antón me tiembla en la cuchara y miro de reojo a los contertulios. Me imagino una escena morbosa, propia de mancebía, con una joven y lasciba mujer ofreciendo los restos maltrechos de su virtud a un hermano. No puedo sino pensar en la violencia que pudo recibir después, y si aquel hermano actuaba justamente inspirado por la gracia del Señor. El representar la imagen de la fémina y del instante en mi mente me llevan a santiguarme y a pedir perdón a Dios por el desliz de tener un posible pensamiento impuro. Pese a ello, mientras intento concentrarme en mi yantar la curiosidad no ensordece mis oídos.

Inocencio bebía un poco de vino y algo de queso de cabra mientras escuchaba a aquellos frailes. En verdad le hubiera gustado estar allí presente pues no es pecado carnal ver a una mujer como Dios la trajo al mundo, y son muchas las necesidades y debilidades del hombre. Inocencio pese a ser Frater no era mas que un hombre y, aunque detestaba las practicas heréticas y trataba de ser lo mas cristiano posible llendo a misa los domingos, confesando sus pecados y dedicando al menos un rato al día para orar. Aun así, como ya decía, Inocecio era un hombre y es de todos conocidos que las mujeres son una tentación para ellos...

Cuando el fráter terminó de contarle la historia de la lujuriosa y posteriormente decapitada apóstata, otros fráteres aparte de vosotros se unieron a los comentarios de repulsa y rechazo y risas burlas por tales blasfemias que os contó ¡muy pérfidas por cierto!, al tiempo que exponían sus propias proezas en misiones más o menos complejas que les habían sido encomendadas. ¿Habríase visto? Sin duda la "Hermandad con la Luz verdadera" gozaba de buena salud interna al contar todas aquellas barbaridades condenables, castigables y por supuesto, castigadas.

La semana completa de estancia pasó, sin demasiados cambios, por lo que ya estábais un poco hartos de soportar tantas historietas en las que a veces se contaban cómo se habían "calzado" ellos solitos a toda una secta de adoradores del Diablo que asaba a sus víctimas. Es por ello que, en el momento justo llegó don Bernardo, secretario del Pater Burgui. Subió a vuestra estancia y os comentó:

Como ya sabéis -comenzó-, los partidarios de los bastardos de Alfonso llaman a los seguidores del joven Pedro "emperegilados", pues dicen que no es hijo del rey, sino de un judío llamado "Pero Gil"... Bien pudiera ser; que no sería el primer ilegítimo que lleva corona, y bien poco caso le hacía Alfonso a la reina María de Portugal... Pero eso a la Fraternitas nos importa bien poco.

Nos importa bastante más que el tal Pero Gil existe realmente, aunque pocos lo saben, y se dice que tiene hechizado al rey. Pedro está prisionero en Toro, así que nuestro judío está sin protección. Uno de los nuestros, un muchacho que no es precisamente un hijo predilecto de Nuestro Señor, llamado Jacob, lo ha localizado en la aljama* de Toledo, escondido por su sicario, Samuel Leví. Jacob os espera en Talavera y os introducirá en la judería... A partir de ahí, ya sabéis que hay que hacer: a por el judío Gil.

Bernardo hubiera seguido hablando, pero un rosario de gritos de rabia, dolor y terror procedentes del piso de abajo lo interrupieron.

Durante la charla del Frater Bernardo, Teófanes se mantuvo en silencio, apartado del resto del grupo y asintiendo con la cabeza todas las instrucciones que recitaba el anciano. En cuanto los gritos de terror  llegaron a sus oídos, dio un respingo como un  perro que ha descubierto su presa.

Tan rápido como sus piernas le permitían, Teófanes salió raudo  de la estancia alertado por los gritos  que provenían del  piso de abajo. Con tiempo de alcanzar su fiel  cuchillo , bajo las escaleras casi asaltos.

- ¿Que  acontece?- exclamó mirando a diestro y siniestro buscando a su alrededor  lo que hubiera desencadenado esos gritos.

Tras escuchar los pormenores de la misión, Ambrosio se preguntó ensimismado por unos instantes qué clase de magia podría tener hechizado al Rey y a qué se debía la taimada maniobra del judío, ignorando los súbitos gritos que venían de abajo. Sin embargo, tras ver a Teófanes salir disparado por la puerta, reaccionó y no pudo hacer otra cosa que asomarse con cautela, garrote en mano, aquello no sonaba a accidente o a reyerta absurda entre hermanos que han abusado del vino. Aquello no sonaba a que la noche fuera a acabar en plácido sueño en mullida cama.

Justo cuando Juan iba a responder al Frater Bernardo pues debía dar su opinión al respecto pero los gritos procedentes del piso inferior interrumpieron sus reflexiones.

¡Ah, malditos gañanes! ¿Es que no se puede tener una conversación tranquila en este lugar? He visto a muchos caer presa de vino y la cerveza pero por nuestro Señor que no he oído a nadie gritar con semejante voz por haber perdido la cuenta de los vasos.

Inocencio se levantó raudo, pero no salió del cuartillo. No quería parecer un loco yendo abajo como si les hubieran asaltado unos bandidos cuando lo mas probable era que alguien estuviese relleno como una barrica de vino y de ahí todo ese follón pero aun así era poco común que en aquel lugar alguien llegase a ese estado, normalmente el resto de hermanos eran mas bien comedidos y poca gente "del exterior" visitaba la posada. De todas formas quería ver que estaba sucediendo.

-Voy a echar un ojo a esa gente, seguramente alguno halla bebido mas de la cuenta-tras decir esto se dirigió a la puerta para bajar.

Bernardo hubiera seguido hablando de no ser por esos gritos. Su cara tornó blanca por tal interrupción, aún más por el lógico hecho de aquellos fráteres de asomarse y ver qué pasaba más abajo. Una vez asomado y alguno de vosotros aún bajando las escaleras hacia el primer piso, los ruidos se intensificaron y contemplásteis la puerta de la entrada completamente destrozada; la estancia, donde estaba la mayoría de parroquianos y clientes corrientes... ¡envuelta en llamas! (incluyendo a aquellos clientes...)

Pero lo mas soprendente, sin duda, no fue tal agravio; en medio del propio fuego se encontraba una criatura con cuerpo de serpiente, de varios metros de altura... ¡y con tres cabeza! Sin duda alguna ni en la mejor y más increíble de las historias en pos del Altisimo que los otros fráteres habían expuesto durante toda la semana lograría superar lo que vuestros ojos estaban contemplando: una cabeza de serpiente, otra de hombre y otra de gato, las cuales se balanceaban al parecer muy satisfechas de si mismas.

Inocencio retrocedió raudo hacia el cuarto y agarró su espadón y su escudo. Miro de reojo su armadura mientras salía del cuarto, no le daría tiempo a ponersela. Sin esperar a sus compañeros bajó a trompicones por las escaleras y miro a aquella bestia. Era una criatura horrible, le recordaba a algunos viejos cuentos pero nunca había visto nada parecido...y hay que mencionar que para Inocencio no le era ajeno el conocer tales demonios. Sin pensarlo salto por encima de las ascuas y se abalanzó contra las cabezas tratando de cercenarlas de un tajo.

-¡Por San Jorgeeee!

Juan no pudo ahogar a tiempo un grito que resonó en toda la taberna. Aquella escena era indescriptible, nunca había escuchado y, mucho menos, visto tal bestia en su vida. Bestia o demonio o fuera lo que fuera. De una cosa estaba seguro, era maligno, una de las criaturas del abismo convocadas por el mismo Satanás para acallar la voz del Señor en la Tierra. Y de otra cosa también estaba seguro, no dejaría que sus hermanos murieran en esta situación sin estar a su lado.

¡Maldita bestia del Diablo, no catarás el janete que se sirve en esta posada, no dejaré que le hinques el diente a tan deliciosa comida! Dios se apiade de nuestras almas -acabó mientras se santiguaba-.

No sabía como podía luchar contra ese engendro, rebuscó en sus bolsillos y sacó su honda, dispuesto a asestar una pedrada a la descomunal criatura.

Con mirada fría y severa, Teófanes mantuvo la posición al ver la criatura del averno que  amenazaba  a sus compañeros y a el mismo. Había sido testigo de cuentos,bravuconadas y demás leyendas donde relataban con exactitud algunas de  las viles criaturas del señor oscuro.  Levantando la guardia con tan solo su fiel cuchillo, la mente del  silencioso Teófanes  busco rauda alguna información sobre la criatura.

Sin embargo, la criatura se movía rápidamente y  apenas daba tiempo a  pensar alguna estratagema para lidiar con tal aberración. Con decisión, Teófanes tragó saliva, se limpió el sudor de la frente con la  manga de la mano libre.  Se disponía a entablar combate con  la criatura cuando  vio a uno de sus compadres saltando a través del fuego y atacando a la criatura. 

- ...   Pobre loco... - pensó mientras  se arrastraba sigilosamente  para sorprender a la criatura por la espalda. Aquel compañero le había dado la oportunidad de cubrir un flanco  de la monstruosa criatura.

Al ver semejante cuadro, Ambrosio se santiguó y pidió al Altísimo que le diese valor y le iluminase en esas horas sombrías. Procuró no dejarse llevar por el miedo y meditó acerca de qué podía saber de aquella bestia, de sus poderes y debilidades a través de su conocimiento de la magia.
Tras esto, pensó en las posibles salidas del lugar que pudiesen permitir la huida a los hermanos sin menoscabo de su integridad física.