Partida Rol por web

Consciente del peligro, Alandrel siguió al resto con cuidado, no sin antes pedir algo a los guías.

—Avisadnos cuándo estemos a punto de entrar a la zona de magia caótica, quiero prepararme antes.

Su visión mágica le permitiría ver antes de entrar las áreas de magia muerta, pero no estaba seguro de si detectaría las de magia salvaje, así que confiaba en los dos exploradores para que les alertaran. Cuando eso pasara, pararía un momento a protegerse ante lo que estaba por venir.

Con aquello en mente, llegaron hasta una zona pantanosa de aspecto siniestro. El elfo no era el más ágil del grupo seguramente, pero esperaba no causar demasiadas molestias al grupo; por suerte, tampoco tenía demasiado de lo que preocuparse, pues si pisaba mal y comenzaba a hundirse, sus habilidades le permitirían salir de ahí fácilmente.

Chen Dao encabezaba la marcha con la solemnidad de quien conoce los secretos traicioneros del terreno. Su andar era lento, medido, casi ceremonial. Cada paso era una decisión calculada y su voz se alzó con la severidad de quien ha visto a otros desaparecer entre el lodo traicionero.

Arashi, que marchaba apenas unos pasos detrás, observaba con atención los movimientos del guía. Su mente, entrenada tanto en los caminos de la magia como en los sutiles hilos del instinto, se mantenía alerta. Sentía el leve temblor de la energía mágica en la punta de los dedos, deseoso de lanzarse a conjurar protecciones en cuanto hallara el mínimo respiro. El terreno era traicionero y cada segundo de distracción podía costar una caída... o algo peor.

— ¿Sabéis? Este lugar tiene un encanto muy... pegajoso.

Dijo continuando, por ahora parecía evitar lo peor del camino.

Shen Long canalizó la energía de Irori para curar a sus compañeros heridos.

Shen Long caminaba con dificultad en aquel pantano, las cosas no eran fáciles y nunca le había gustado tener los pies mojados, y ahora los tenía cubiertos de lodo.

- Me temo que este viaje hará que coja un resfriado.

Las canalizaciones de Shen Long hicieron que lo peor de las heridas de Lena se cerrasen, dejando solo algunos rasguños, aparentemente.

Mientras avanzaban por aquel pantano apestoso, la medio oni trató de estar atenta al camino para no hundirse en aquellas aguas que, solo los dioses sabían que criaturas albergaban. Por fortuna, sus reflejos no la habían abandonado en aquel momento, o eso parecía.

El Samurai prosiguió el camino cuando todos estuvieron preparados. Agradeció a Shen Long que le sanara las heridas y siguió las indicaciones de los guías a rajatabla. La tarea no era difícil, pero un desliz podía ser fatal. Aparte de lo peligroso y lo ominoso del camino el ambiente estaba tranquilo y no había grandes cosas de las que preocuparse. Se lo tomó como un ejercicio de meditación y concentración en perfecto equilibrio con atención a lo que pudiera aparecer a su alrededor. Asistió tanto como pudo a sus compañeros si daban algún paso en falso, así también se dejó ayudar cuándo era él el que tropezaba.

Cruzasteis el pantano con bastante soltura, pues a excepción de Hakko, Wufan y Seijuro, el resto no os desviasteis del camino.
El Vanara se teletransportó cuando notó que empezaba a hundirse, mientras que al Samurai fue a ayudarlo Yeomi… con la desgracia de que la Princesa también comenzaría a hundirse.
Hakko, por su parte, lanzó una cuerda a Arashi, esperando que tirara de ella.

Estamos entrando en la zona de Magia Salvaje, apresuraos… respondió Chen Dao al elfo.

Alandrel lanzó los conjuros con celeridad, pero cuando estaba a punto de lanzar el último, las aguas del pantano comenzaron a dibujar círculos.
Estos eran cada vez más grandes, hasta el punto que podíais notar el movimiento de las aguas.

Tenemos que salir de aquí… murmuró Chen Dao, su máscara mirando las aguas ¡Ahora! y apenas terminó de gritar, un inmenso cuerpo salió de las profundidades del pantano, levantando una gran cantidad de agua y barro, y provocando un fuerte oleaje.

Su rostro parecía draconiano o lagartiano, así como su cuerpo, de escamas de un color negro, pero tenía por su cuerpo multitud de tentáculos, gruesos como árboles.
La suciedad del pantano cubría su cuerpo, pero podíais ver sus ojos de reptil buscando víctimas con las que llenarse.

Alandrel no llegó a conjurar su último conjuro, y puede que el más útil dada la situación. Aquél enorme monstruo surgió detrás suya, en un punto dónde apenas un minuto antes había estado él.

Pese a todo, el elfo mantuvo la calma y analizó a la criatura antes de nada. Ya fueran a derrotarla o a intentar huir, saber sus puntos fuertes y débiles ayudaría para seguir con vida.

El grupo avanzó a través del pantano con una sorprendente soltura, como si los dioses hubieran decidido concederles un breve respiro en medio de aquel paraje hostil. El lodo gorgoteaba con cada paso, y el aire, cargado de humedad y silencios antiguos, parecía aferrarse a la piel como una segunda capa.

Hakko, que era ligera como el viento en combate, era ahora traicionada por un suelo que no ofrecía sostén, resbaló y quedó atrapada en una trampa de barro espeso. Sin perder un segundo, Arashi se acercó. Con manos rápidas, agarró la cuerda.

—¡Aguanta!—gritó, mientras sujetaba el extremo con ambas manos, sus músculos tensos bajo la capa de barro que ya le cubría hasta las pantorrillas.

La cuerda se estiró con un tirón súbito cuando Hakko logró aferrarse, pero Arashi pensó que no bastaría solo con su fuerza. Miró hacia atrás, hacia quienes sabía que podían superarlo en ímpetu físico y alzó la voz con urgencia.

—¡Lena! ¡Seijuro! ¡Dadme una mano! Esta chica va a tener que invitarnos a sake después.

La torpeza de Wufan fue ilusoria, se recompuso rápidamente y pese a que el suelo se abrió ante el monstruo consiguió sacar a luz sus reflejos saltando para anticiparse a él. Silbando, llamó a la nube, subiendo encima para ganar ventaja en combate y evitar el pantano antes de golpear a la bestia.

Estaba claro que esto no era un paseo campestre. A pesar de no estar amenazados por bestias ni demonios el terreno era ciertamente traicionero y Seijuro quedó atrapado a pesar de los avisos de sus guías. Un pedazo de lodo que parecía suficientemente firme atrapó su pie, y luego al de Yeomi cuando fue a ayudarle.
Y eso fue en el peor momento de todos, por qué cuando estaban luchando por salir empezó a temblar el suelo, y fueron testigos de como una bestia inmensa, cubierta de lodo y con unas fauces capaces de tragarlos sin siquiera masticar emergió del pantano. Se armó el caos entre todos ellos, ya que no eran los únicos que habían quedado atrapados.
Arashi pidió ayuda a Seijuro, pero bastante tenía él con lo suyo. Esperaba que otros pudieran ayudarle.
Él mientras tanto trataba de salir, estirándose y ofreciendo el máximo de su superficie para poder empujarse hacia arriba y hacia afuera tal como si estuviera nadando y salir a algún pedazo de suelo más firme, ayudándose con la princesa, y a su vez ayudándola, haciendo equipo con ella para salir juntos de ahí. Había un monstruo a combatir, y tal y como estaba no sería capaz de hacer mucho.

Shen Long, ya lo había dicho, era alto y delgado, y guapo, y estilizado, y elegante, y tenía un aro de luz sobre la cabeza. Y además era un gran orador.

Pero no era fuerte, ni ágil, más bien torpón.

A pesar de toda su voluntad, cuando quiso darse cuenta su estatura era como las demás, no es que hubiese decrecido, sino que sus pies estaban ya a una altura negativa respecto a la superficie.

Al ver el caos que se desataba a su alrededor, Keiko desenfundó a Takahane con su fluidez habitual mientras con su otra mano cogía la matagama que había recibido en el templo de Shizuru al recibir la bendición de la diosa, para invocar su protección mientras el grupo se decidía entre salir huyendo de la terrible bestia o hacerle frente.