Partida Rol por web

El viaje por mar duraría otros tres días.
Un periodo en el que la mayoría aprovechasteis para descansar, recuperaros de las heridas, y meditar sobre el desarrollo de la misión.

La visita a Chu Ye había causado profundas heridas que, por mucho que la Magia Divina hubiera sanado, aún seguían en el espíritu de muchos.
El ambiente festivo de otras ocasiones, fue sustituido por un ambiente tenso, enrarecido y sobretodo, con pocas palabras.

Aún así, vuestra sagrada misión debía seguir.
Y no podíais permitiros el lujo de dudar o mostrar abatimiento.
Nuevos pergaminos estaban aguardando, el primero de ellos el del Coraje, custodiado en el templo de Lushan en las actuales tierras de Tianjing.
Sólo había un pequeño y a la vez gran problema; el templo se encontraba en las profundidades del Bosque de Kaimuko.
Un lugar remoto, que Shen Long conocía perfectamente, al menos de nombre, puesto que ningún habitante de Tianjing osaría poner los pies en las profundidades del Bosque.
El motivo, no era otro que la presencia de numerosos seres primigenios venidos de las Grietas Exteriores, que en el pasado intentaron conquistar Golarion; los llamados qlippoths.
Unos seres monstruosos, perversos y cuya mayor amenaza era su ingente y virtualmente inacabable cantidad.

Lo bueno de esta vez era que, por suerte, quedaban antiguos mapas de la localización del templo.
O al menos eso esperaba encontrar Shen Long en las bibliotecas de Zetang, la Capital de Tianjing o, como también se la conocía, La Amada de los Cielos.

El puerto de Zetang no se podía comparar con cualquier otro de los que hubierais estado.
Y no por que fuera gigantesco, o por su bullicio.
Si no por su excepcional belleza.

De hecho, todo lo que llegabais a ver de la ciudad, parecía construido con mimo, sentido artístico y con buen gusto.
Simplemente, presenciar aquellos edificios, construidos de forma ordenada y con tejados de color azul celeste y oro puro, quitaban el aliento.

Sí, aquel lugar no era tan grande ni bullicioso como Kasai, la Capital de Minkai. Seguramente muchas otras ciudades de Tian Xia la superarían en ambos aspectos.
Pero estabais prácticamente seguros de que nunca ibais a ver un lugar tan hermoso.

Las calles estaban perfectamente limpias, con el suelo de piedra blanca perfectamente pulida que casi parecía reflejar el sol.
El olor a mar se mezclaba con un agradable aroma floral que parecía flotar en el aire.
Todo era tan perfecto, que casi teníais la sensación de que este lugar no podía ser real.
Una sensación que se hizo aún más grande cuando visteis un edificio a lo lejos, en la zona elevada de la ciudad, que Shen Long podía contar que se trataba del Liming Gong o Palacio del Amanecer.
Sus resplandecientes muros blancos, sus tejados de oro, y los jardines que lo rodeaban eran de una belleza imposible de describir.

De hecho, os devolvieron a la realidad los trabajadores del puerto con sus señas, usando banderas que por suerte Alfredo supo interpretar.
Ni gritos, ni comportamiento soez, no, incluso los trabajadores del puerto parecían refinados artistas que os dieron la bienvenida educadamente.

Por fin estaban en tierra, por fin. La travesía se le había hecho mucho más dura de lo que había esperado pero ya había terminado, esperaba. Y además el destino no era menos hermoso, magníficas construcciones y una sensación de calma recorría toda la ciudad. Hasta el jaleoso vanara tenía reparo en levantar la voz, a tenor del silencio que reinaba pese al bullicio.

¿Cómo lo harán? Deben ser por otro lado muy aburridos.

Shen Long les había trazado su destino, el edificio se veía flotar por encima del resto, casi sobresaliendo de entre las nubes que en realidad eran las copas de los árboles cargadas de flores.

Maravilloso.

Es lo único que pudo decir Wufan antes de ponerse en marcha hacia el templo.

Tianjing, tierra de celestiales, un lugar hermoso que jamás había sido conquistado y que, a pesar del tiempo, seguía manteniendo la misma esencia de cuando los seres de los cielos se habían asentado allí. Ya no eran ángeles, azatas, agathions y arcontes los que caminaban por aquellas calles cuidadas al detalle, pero los empíreos, su noble descendencia, había sabido mantener el status quo y la esencia del reino. Si había otro lugar en aquél continente que pudiera competir en historia, paz y belleza con su propio hogar, era aquél.

Sin embargo, al igual que en Jinin, en aquél lugar se escondía un oscuro secreto. Mientras que el Árbol de Plata protegía su país de las incursiones de las Tierras Oscuras, allí era el Bosque de Kaimuko el que hacía de frontera con otro lugar aún más peligroso si cabe: las Grietas Exteriores, que conectaban con el Más Allá y el Abismo y las huestes de qlippoth que de allí llegaban. A pesar de lo idílico que resultaba su destino, no podían olvidar que no sería fácil alcanzar su objetivo, y cuánto antes lo hicieran, mejor.

Por ello, estuvo completamente de acuerdo en visitar las bibliotecas de Zetang, pues si hallaban un mapa que les guiara directamente y sin contratiempos hasta el templo dónde se ocultaba el siguiente pergamino, tal vez tuvieran la suerte de hacerse con él sin necesidad de un enfrentamiento.

—¿Nos separamos para abarcar más terreno? —preguntó el elfo a Shen Long, que parecía conocer aquello. Él les diría dónde sería más probable hallar la información que buscaban, y si era buena idea investigar desde varios ángulos.

Arashi observó el impresionante paisaje de Tianjing, una ciudad de una belleza arquitectónica que parecía desafiar el tiempo. Las estructuras, finamente labradas y elevadas, parecían tocar el cielo, llenas de detalles exquisitos y una majestuosidad que hablaba de la grandeza de su historia. Sin embargo, bajo toda esa grandiosidad, podía percibir una fragilidad subyacente. El lugar, por más hermoso que fuera, daba la impresión de necesitar una protección constante para mantenerse a salvo de las amenazas externas.

El semiogro reflexionó sobre el equilibrio entre belleza y poder. A su entender, una ciudad tan magnífica requeriría la protección de muchos magos poderosos, capaces de mantener a raya cualquier peligro que se presentara. Pero a medida que caminaban por las calles de Tianjing, no podía dejar de notar la aparente calma y serenidad que reinaba en el ambiente. Era como si la ciudad viviera en un estado de paz perpetua, ajena a los tumultos del mundo exterior.

- No podemos confiarnos - dijo en voz alta a sus compañeros, rompiendo el hechizo de la quietud que los envolvía. - Este lugar puede parecer seguro, pero su fragilidad es evidente.

Entonces propuso una estrategia clara y directa:

- Debemos ir todos a la biblioteca y buscar información sobre la ubicación exacta del templo de Lushan. Si nos permiten acceder a todos nosotros a los archivos, podríamos ahorrar mucho tiempo trabajando juntos.

Seijuro se empapó de la belleza y serenidad de la ciudad. Los comentarios de Arashi le devolvieron a la realidad. Todo ello también estaba en peligro, i más importancia le daba todo ello a su misión. La opinión del samurai respecto a sus próximos pasos no era fuerte. Si la principal fuente de información era la biblioteca, ahí se dirigiría, pero no debían perder tiempo por mucho que quisiera disponer de algunos momentos contemplativos paseando por la ciudad.

Keiko no podía dejar de contemplar embelesada la armoniosa belleza que les rodeaba por doquier, de inspirar el aire fresco y puro e inhalar el aroma de las flores, de admirar las limpias calles y los pulcros edificios de Zetang y los perfectos modales de los habitantes de aquel reino, tan perfecto que apenas parecía real. 

Y nada enardecía más su corazón que la visión majestuosa y serena del Palacio del Amanecer, surgiendo de entre las nubes rosadas de los árboles en flor y alzándose hacia los reinos celestiales de los que sin duda era un reflejo perfecto. 

Aquella era una muestra de un mundo regido por el bien, de como podría ser toda Tian Xia si el bien se imponía y lograban desterrar el mal de Daiguro y sus secuaces de una vez por todas. Sintió que la misión de recuperar las Lecciones era aún más crucial, pues sería un paso más para lograr que la serena belleza y la armoniosa paz de Tianjing se extendiera a todos los reinos de Tian Xia. 

Pero según les había contado Shen Long, había una mancha oscura que mancillaba esa belleza perfecta, que amenazaba esa paz, como un punto de negro yin en el blanco inmaculado del yang. Keiko no sabía qué clase de demonios eran esos... kurifoto... pero por la descripción que les hizo el sacerdote debían ser verdaderamente terribles. El mal siempre se negaba a permitir que la belleza y la inocencia quedaran sin mancillar. 

La joven kensai asintió en silencio a las palabras de Arashi. Siempre le había gustado leer, y en los monogatari y los shōsetsu había encontrado su camino a otros mundos, a otras aventuras, cuando el camino de la espada aún le estaba vetado. Y si la biblioteca del palacio era un lugar tan ordenado y bien cuidado como el resto de la ciudad, sería algo magnífico de ver. Pero, a decir verdad, Keiko habría preferido deambular libremente por aquella ciudad y descubrir todos los hermosos rincones que sin duda ocultaba. Quizá en compañía de Alandrel. 

Pero no habían llegado hasta allí para pasear y tenían una misión que cumplir, un deber sagrado, así que aparcó sus deseos sin dudarlo y se mostró de acuerdo en ir con los demás a la biblioteca e intentar descubrir lo más rápido posible el paradero del Templo de Lushan.

Como al resto de sus camaradas, para la tiefling la visión de aquel lugar era algo embriagador. Una urbe incrustada en el paisaje verde con maestría para deleite de los ojos de los recién llegados. Interiormente pensaba que aquello debería de costar una fortuna en trabajadores para mantener aquel Edén.

Ante las palabras de Arashi de visitar la biblioteca, torció el gesto pues no era muy del agrado de aquellos lugares donde se acumulaba el saber en papel y pergamino, en lugar de en cicatrices pese a que parecía la mejor opción.

- Mmmmmm. También podríamos preguntar en algún templo cercano, dudo que este lugar carezca de ellos, con tanta opulencia... - Añadió.

El paseo por las calles de Zetang no hizo si no confirmar la indescriptible belleza del lugar, así como su calma y paz.
Parecía casi imposible que existiera un lugar así, pero sí, era real.

Quizás lo único que rompió esa sensación de estar paseando por los cielos, fue las miradas que más de una vez recibió Lena.
Y no precisamente de curiosidad.
Aún así, los habitantes de Zetang parecían lo suficientemente educados como para no insultarla abiertamente, aunque se notaba que la mayoría preferían cambiar de acera al verla, o bien cuchicheaban cuando pasaba.

Más allá de eso, la guía de Shen Long evitó que tuvierais que dar vueltas preguntando por la localización de la biblioteca, que iba a ser vuestra primera parada.

El lugar estaba algo alejado del centro de la ciudad, en una zona poco concurrida. De nuevo, la belleza del edificio y del jardín y lago que lo rodeaban, no os dejaron indiferentes.
Las puertas estaban abiertas de par en par, y no os pareció ver a ningún guardia.
De nuevo, Arashi tuvo aquella sensación de vulnerabilidad, preguntándose qué pasaría si alguien provocaba un altercado o le daba por robar aquellos manuscritos tan valiosos que albergaban sus estanterías.
¿Vivían tan aislados del mundo que no sabían lo que era el peligro? ¿O tenían algún método mucho más discreto de proteger sus posesiones?
Por ahora, el Semiogro no podía saber la respuesta.

A diferencia de otras ocasiones, Alfredo desembarcó con vosotros, pensando que era imposible que el Valeroso sufriera contratiempos en ese puerto tan seguro.
El Tengu lo miraba todo fascinado, y a la que lo perdíais un momento de vista, se entretenía mirando objetos de los mercados o charlando con los transeúntes.

Yun Mei bostezaba de vez en cuando y aunque por cómo observaba las calles y sus edificios se adivinaba que apreciaba su belleza, en alguna ocasión soltó algo del estilo de… …sí, muy bonito pero aquí la gente se debe morir de aburrimiento. Seguro que hasta en las posadas no beben sake ni Shochu, si no té… dijo en voz no tan baja.

Hakko caminaba como paseando como si nada, lo cual ya era raro para la escurridiza Kunoichi. De vez en cuando le hacía preguntas a Shen Long sobre su patria, algunas incómodas adrede.
¿Y aquí la gente… cómo liga? ¿Hay que escribir una carta de amor? cuando conseguía poner nervioso al Aasimar, volvía a caminar cerca de Arashi, disfrutando de aquel paseo.

La Princesa Yeomi observaba todo con fascinación, a veces incluso se detenía embonada observando algún jardín o edificio.
Con timidez, volvía a caminar, principalmente cerca de Seijuro, quien tenía la sensación de que la belleza de la Princesa aún resplandecía más en aquel lugar.

Y sí, también os acompañaba Klavdra. Sólo que para evitar miradas como las que recibía Lena, caminaba bajo un hechizo de Alterar el Aspecto, pareciendo una humana de no tan anodino aspecto.

Se mantenía callada caminando detrás de Alandrel, casi pareciendo una sirvienta o algo así.
Si Zetang le parecía hermoso o no, era todo un misterio.

Ya en la Biblioteca, Shen Long propuso dividiros para abarcar más terreno.
Habían cuatro pisos repletos de estanterías con manuscritos, pergaminos, libros y tomos de todos los campos imaginables.
Desde recetas de cocina de Tianjing, a libros de historia, e tomos mágicos.
Tarde o temprano os percatasteis de que la biblioteca no estaba del todo desprotegida. De vez en cuando, pasaba un Aasimar de aspecto sonriente, tanto que parecía ir con los ojos cerrados.
Para los celestiales, era bastante anciano, pero para la mayoría de vosotros apenas se veía un poco mayor que Shen Long.
Caminaba con las manos a la espalda y saludaba con una reverencia a aquellos que se fijaban en él. Por supuesto, no iba armado.
Si ese hombre podía hacer algo más que recomendar o indicar la localización de un libro, era un misterio.

Así, los minutos pronto se convirtieron en horas intentando encontrar información sobre el antiguo templo de Lushan, lugar en el que se suponía que se encontraba el Pergamino que buscabais.

Arashi se sentía inesperadamente cómodo mientras recorrían las calles de Tianjing. La ciudad, con su intrincada arquitectura y sus habitantes tan concentrados en sus asuntos, no parecía particularmente perturbada por la presencia de un semiogro entre ellos. No recibía las miradas de temor o repulsión que solía atraer en otros lugares. Era una sensación extraña, casi liberadora, que le permitió relajarse un poco más de lo habitual. Por un momento, su mente divagó hacia la idea de encontrar una taberna acogedora y disfrutar de una buena bebida. Sin embargo, el deber llamó antes de que pudiera concretar ese pensamiento, y el grupo se dirigió rápidamente a la biblioteca.

Una vez dentro, el ambiente de la biblioteca, con su aire polvoriento y la luz suave filtrándose a través de los ventanales, los envolvió en una atmósfera de concentración silenciosa. Los estantes, repletos de manuscritos antiguos y libros encuadernados en cuero, parecían extenderse hasta el infinito. El hombretón, aunque impresionado por la vasta colección, no pudo evitar sentirse un poco fuera de lugar.

Los minutos se transformaron en horas mientras intentaban localizar cualquier información relevante sobre el antiguo templo de Lushan, un lugar envuelto en misterios y leyendas. Sabían que allí se encontraba el Pergamino del Coraje, el objeto que tanto anhelaban. Pero entre la cantidad abrumadora de textos y los fragmentos dispersos de conocimiento, la tarea se tornó más desafiante de lo que habían imaginado.

Arashi, con su tamaño imponente y manos enormes, se encontró en una lucha constante con los delicados libros y pergaminos. Los volúmenes que para los demás eran manejables, para él eran casi ridículamente pequeños. Intentaba pasar las páginas con la mayor delicadeza posible, consciente de que un movimiento brusco podría arrancar las frágiles hojas de sus encuadernaciones. El semiogro no estaba acostumbrado a este tipo de trabajos minuciosos. Aun así, se dedicó a la tarea con el mismo esfuerzo que pondría en cualquier batalla.

- Ya lo tengo, lo siento, estoy a punto de encontrarlo. Está aquí mismo...

Fue musitando en voz baja.

Keiko se sumió en un mutismo casi reverencial al adentrarse en la monumental y laberíntica biblioteca. Imaginar la cantidad de pergaminos y vitelas reunidos en un mismo sitio era mareante.

Dedicó toda su atención a la búsqueda de la información que necesitaban, resistiéndose a la tentación de sumergirse en los textos y poesías que iban descubriendo sus delicadas manos y sus curiosos ojos.

Alandrel caminó envarado todo el camino, sabiendo a Klavdra unos pasos por detrás de él. La drow había decidido, pese a todo, acompañarles, y se había decantado por pegarse a él. Si era por diversión para poner a prueba su paciencia, por tenerle a mano para apuñalarle por la espalda de manera traicionera como solían hacer los suyos, por algún sentimiento de hermandad realmente inexistente, o por algún otro motivo incierto, el caso es que él no tenía ni idea. Ni quería saberlo. Prefería hacer como que la elfa oscura no existía, algo a lo que, al menos, ayudaba el disfraz mágico.

Para cuando llegaron a la majestuosa biblioteca, parte de aquella aprehensión se le había pasado, gracias a que su atención se había visto atraída hacia las magníficas vistas de aquí y allá; la belleza y la paz de Tianjing le recordaban a su propio hogar. También, salvando las diferencias, las gentes con las que se cruzaban. Ya dentro, la sensación se acrecentó; no en vano, en su tierra natal había pasado mucho tiempo en lugares como aquél. No había sido consciente de cuanto echaba de menos Jinin hasta ese preciso instante en que deseó poder tener tiempo para sumergirse en aquél océano de sabiduría, en aquellos conocimientos acumulados durante siglos.

Sonrió al ver en los ojos de Keiko un brillo muy parecido, y cuando Shen Long propuso finalmente separarse para abarcar más terreno, sus propios pasos le llevaron cerca de la joven espadachina, junto a la que se colocó sin decir nada. En aquél silencio compartido iba implícito su deseo de estar con ella en aquella importante búsqueda que pronto comenzaron.

Mientras soportaba estoicamente las miradas ajenas, cosa a la que ya estaba bastante acostumbrada, Lena se dedicaba a seguir al grupo y observar de aquí para allá.

No tardaron en llegar a la biblioteca, donde el plan consistía en buscar información sobre el paradero de los pergaminos, para empezar. Fue por eso que, pese a su poca experiencia en aquellos lugares, trató de imitar a sus camaradas y buscar en tan basto almacén de información.

Tianjing era una ciudad hermosa, él lo sabía bien, aún así siempre le daba buena sensación su visita. Siempre menos hoy, algo rondaba en la cabeza de Shen Long. El hasta ahora silencioso clérigo de Irori no mostró su preocupación a sus compañeros, a pesar de todo el tiempo pasado con ellos no encontró el momento para decirlo y, a pesar de su paciencia, esta se le estaba acabando. Sólo alguien que conociera a fondo al Aasimar podía detectar su preocupación oculta. Preocupación que se agrandó con la compañía de Alfredo, que desembarcó.

Las preguntas incómodas de Hakko le distrajeron de esa preocupación y a pesar de ser molestas en este caso agradeció interiormente su compañía, respondiendo de forma cortés a sus dudas. Conversación que se vio además aliviada por Sumeragi Seijuro.

Una vez en la biblioteca, antes de ponerse a buscar concienzudamente, se acercó al anciano aasimar que andaba por allí y le preguntó de forma educada y discreta disculpe señor, estoy buscando información del templo Lushan que se encuentra en las profundidades del bosque Kaimuko ¿me podría ayudar de alguna forma a obtener esa información?

Los traslados por la ciudad los hacían Seijuro y sus compañeros a paso rápido. No tenían tiempo que perder, y todo el grupo era plenamente consciente de la urgencia que los acuciaba. A pesar de ello la sensación era de paseo y disfrute del entorno.

- Algo tiene ese pueblo y no se que es. No creo que podamos ni debamos replicarlo completamente a nuestra tierra, pero seguro que hay mucho que podamos aprender de ellos. - Comentaba durante la marcha el samurai a su hermana Keiko y a la princesa Yeomi, de la que disfrutaba también de su compañía durante el "paseo" por las calles. Con tal pensamiento en mente aprovechaba Seijuro todas las interacciones que podía tener con los habitantes de la ciudad, mostrándose abierto y curioso preguntando sobre el gobierno de esta tierra y su historia, e intentando indagar que es lo que hacía el lugar tan placentero. Igualmente así inquiría al Aasimar Shen Long cuándo este no estaba siendo hostigado por Hakko, que también estaba bastante relajada. Trasladar esa supuesta despreocupación en la defensa a su feudo de la misma manera sería una gran negligencia. Seguramente había alguna magia detrás que lo protegiera de vecinos hostiles pero podría intentar replicar el civismo y prosperidad que se respiraba en el ambiente si conseguía encontrar de dónde provenían.

Por supuesto no descuidaba sus obligaciones para con la misión dedicando completamente sus energías una vez ya dentro de la biblioteca, dónde todos colaboraron en la investigación como un equipo compacto.

Pasear por las calles de aquella ciudad era de lo más embriagador... y de lo más aburrido. La suma perfección de los edificios y el comportamiento de sus gentes le hacía pensar a Wufan que no iba a encontrar nada interesante allí, o al menos que le llamara la atención.

Shen Long los estaba guiando y no se iba a inmiscuir, pero lo mejor sería llegar a la biblioteca, encontrar rápido el pergamino y poner de nuevo rumbo hacia el siguiente. El vanara miraba a uno y otro lado, ¿tendrán al menos tabernas?

Seijuro intentó descubrir el secreto de la paz y prosperidad que se respiraba en Tianjing, o por lo menos, en su Capital Zetang.
Y por ahora, no pudo obtener una respuesta clara.
Aunque si tuvo claro que la población era mucho menos que en Minkai, y eso ayudaba a controlar a la gente.
Tampoco vio locales de juego, prostíbulos camuflados como casas de té, ni soldados pegando gritos en la calle.
Parecía que los malos vicios de su patria, se habían curado aquí.
De vez en cuando, muy de vez en cuando, veía a algún humano entre la basta población de Aasimar. Hacían trabajos básicos, como limpieza de calles, atender a los clientes en las tabernas o ayudar en el puerto a descargar barcos.
A primera vista podía parecer que eran discriminados a realizar trabajos de bajo nivel, pero Shen Long sabía que eran refugiados de naciones donde su vida era amenazada a diario, como Shenmen, Chu Ye o Po Li.
En Tianjing eran recibidos con los brazos abiertos, y podían tener vidas dignas mientras ayudaran a la comunidad.

También vio, aunque eso era obvio para todos, algún que otro guardia. Eran reconocibles por su reluciente armadura blanca con detalles en oro, y daba la sensación de que no querían dejarse ver demasiado para no romper la calma del lugar.

Si os cruzabais con alguno, sencillamente os saludaban con una reverencia, sin mostrarse especialmente alterados por la presencia de Lena y Arashi.
Sea como fuera, la búsqueda de la información sobre Lushan fue una ardua tarea, sobretodo para aquellos que no solían frecuentar las bibliotecas.

A Seijuro normalmente se le habían dado los textos y libros que debía leer. Poca costumbre tenía en buscar y rebuscar información.
Dando tumbos por la biblioteca iba cruzándose con sus compañeros y preguntando si alguien había descubierto algo de interés o si podía asistir de alguna forma, quizá ayudando a transportar tomos, de mensajero entre sus compañeros o realizar otras tareas que pudieran ayudar.

Después de horas de buscar entre montones de libros, Arashi se dio cuenta de que sus esfuerzos no habían dado frutos. Sus grandes manos habían sido más un obstáculo que una ayuda en esta tarea. La frustración empezó a burbujear en su interior, pero trató de mantener la calma. Sabía que lo habían intentado, y eso era lo que importaba.

- Esto no está funcionando, complican la organización adrede - dijo con la voz baja. - Hemos pasado demasiado tiempo aquí y no hemos encontrado nada útil.

Hizo una pausa, su mirada vagando por las altas estanterías, como si contemplara un enemigo invisible al que no podía derrotar. Luego, una pequeña sonrisa apareció en su rostro.

- Propongo que vayamos a beber algo. Un buen trago puede despejar la mente, y quizá así se nos ocurra un nuevo enfoque para la búsqueda.

Cuando el resto de sus camaradas parecían darse por vencidos, Lena dejó escapar una leve sonrisa. No por alegrarse de que sus investigaciones no dieran fruto, sino por el hecho de poder ir a una taberna a tomar algo. La simple alusión a salir de allí y beber algo reconfortaba a la tiefling que contestó a Arashi.

- Buena idea. Tal vez con la cabeza despejada podríamos probar a preguntar a algún lugareño. Seguro que en las tabernas locales y con el alcohol suficiente alguien podría darnos la información que buscamos. - Comentó a modo de contestación a su camarada.

- Lena, no sé si esto servirá de ayuda al sacerdote, pero creo que debería echarle un vistazo.

Si no les dejaban sacar el libro, llamaría a Shen Long para que lo ojeara antes de irse. Por suerte, cuando los encontró, el resto de sus compañeros pensaban como él, algo que que lo agradó sobremanera.

- Si, es una buena idea.- Y quizá la mejor que había escuchado en mucho tiempo.- Algo de alcohol nos despejará la mente. Y coincido en que este lugar es embriagador, pero algo me dice que no es mera casualidad.

- Pero antes, vimos un libro que por fin hablaba de Lushan, no desvelaba donde está pero si que aunque su destino está perdido, jamás ha sido corrompida y que alguien que siga el Camino de la Iluminación podría abrir sus puertas. Quizá sea conveniente que le echaras un ojo, Shen Long.