Partida Rol por web

Supongo que me toca quedarme vigilando el fuego estaba sentado sobre una piedra cerca de la fogata. Agarró una larga rama que había cogido previamente y empezó a quitarle los  brotes y ramitas y cuando terminó y solo quedaba un largo palo, lo partió por la mitad y empezó a afilar una de las puntas. Lo clavó en el suelo y empezó a hacer lo mismo con otra rama. De vez en cuando reaviva el fuego y cuando lo hacía las llamas se movían y despedían minúsculas ascuas naranjas y amarillas que eran arrastradas por el viento hasta que se enfriaban y desaparecían. 

Clayton propuso quedarse para vigilar el fuego y el improvisado campamento. Mientras, el Coronel y el Profesor se marcharían a cazar algún animal,pues había que hacerlo antes o después para no perder la compostura ni las fuerzas. Tras tomar el primero su arma, Clayton quedó sólo, junto al crepitar del fuego.

Os alejásteis por uno de los lados del campamento. La noche seguía emitiendo ruidos indeterminados, propios de animalillos, insectos y aves nocturnas. No sabríais si el que hubiera un depredador por la zona fuera bueno o malo: si os acechara no sería propicio, pero tal vez sería una buena fuente de proteínas. El caso es que anduvísteis entre los arbustos, y oísteis tambien un riachuelo correr a cierta distancia. La noche profunda de la selva era en sí muy acechante.

Te quedaste sentado, afilando puntas de palos y ramas, tal vez para defenderte de cualquier sopresa, tal vez  para utilizar como tenedor en caso de que tus compañeros trajeran algo. El fuego crepitaba delante de tí, la humedad era constante, y el ruido de animalillos, insectos y aves nocturnas amenizaba "la velada" nocturna selvática. No te hizo mucha gracia quedarte solo, pero tampoco querías andurrear por la selva como los otros dos aventureros.

- Volveremos pronto señor Clayton.

El coronel se despidió de su viejo amigo y se adentró en la jungla, seguido del profesor en busca de lugares tranquilos que pudieran albergar algún gran animal que llevarse a la boca. Había leído algo en el avión sobre la fauna de la zona. Pensaba en un tapir, ese sería el premio gordo. Prácticamente lo mismo que un cerdo cebado. Pero también valdría un mapinguari, una nutria gigante o similar.

Aunque también era consciente de que aquella zona le convertia a uno mismo en presa con gran facilidad. Boas, caimanes, arañas, hormigas... Desde lo más grande a lo más pequeño podría sentir la tentación de comerte.

Por señas, le indicó al profesor que andase encorvado, mientras de vez en cuando comprobaba que no hubiese nada a punto de saltar sobre sus cabezas.

Finalmente, llegaron a la vera de un riachuelo. El coronel se acuclilló y examinó el entorno.

Elijah seguía lo mejor que podía las instrucciones del Coronel. Sin embargo, el sigilo en situaciones de estrés no era su fuerte y más estresante que adentrarse en la jungla oscura como boca de lobo, había pocas cosas que se le pudieran ocurrir. Realmente no sentía miedo, al menos no a morir o resultar dañado, pero que la búsqueda de Mary se viera afectada por un encuentro inesperado con algún depredador, le preocupaba sobremanera. Además, no estaba acostumbrado al flujo de adrenalina que la caza provoca y ciertamente, eso lo incomodaba.
Pronto arribaron a la orilla de un pequeño cuerpo de agua y el Coronel se agachó examinando algo. Elijah permaneció de pie y en silencio, con el rifle apuntando al suelo como le había sido indicado. Su mirada se movió en varias direcciones creyendo haber escuchado algo.

Adentrándoos en la selva y sus sonidos, no pudísteis sino parecer vosotros mismos los depredadores, puesto que agudizásteis el oído, la vista y el resto de sentidos focalizándolos en el terreno. Tras unos minutos de buscar levemente por el terreno (sin todavía intentar buscar casi desesperadamente en la noche huellas), una figura en movimiento se coló en vuestra línea de visión: era un jaguar.

El Coronel extendió la mano para que el profesor Frostwood, rifle en mano, no avanzase más, y ambos os agachásteis. De cuclillas, parecía que lo teníais a tiro, pues el animal estaba a poquísimos metros, unos cuatro o algo menos. Lo bueno es que no os había oído llegar, y estaba bebiendo a lengüetazos en el riachuelo contiguo... Tal vez no os había siquiera detectado... AÚN.

Vio como el coronel y Frostwood se alejaban y adentraban en la selva. Viajar con Silvermann a un lugar como aquel era una garantía. Un seguro de vida. Desaparecieron justo cuando terminó un tercer pincho de madera. Lo clavó en el suelo con la punta afilada mirando hacia arriba junto a los otros dos. Luego agarró una de las frutas que había dejado el profesor y la comió despacio mientras intentaba distinguir alguna constelación en aquel cielo plagado de puntos luminosos. 

El coronel dejó de respirar por la nariz, abriendo mucho la boca. Tomó un puñado de arena seca y comprobó la dirección del aire. Las condiciones para abatir al Jaguar eran perfectas.

Pero Silvermann bajo el arma, y se dedicó a admirar el animal, iniciando un juicio crítico. Los tigres solían beber después de comer y se preguntó si el jaguar compartia dicho comportamiento.

Era un animal precioso y no deseaba matarlo. Si estaba bien alimentado huiría en cuanto le detectase y no presentaría batalla. Si por el contrario estuviese hambriento...

Había otra razón para no disparar sin necesidad. La detonación espantaría a todos los animales que razonablemente pudiese querer ver para llevarse a la boca.

El coronel, finalmente hizo señas al profesor para que apuntar con su arma a la cabeza del animal y disparar a su señal y solo a su señal.

La cabeza del hermoso felino apareció en la mirilla mientras aún trataba de dilucidar su estaba hambriento.

Al encontrarse con el enorme felino, el Profesor se quedó más callado si era posible, incluso juraría que hasta su corazón latía en silencio absoluto.

Como pudo, intentó descifrar las señas del Coronel. Al parecer, debía apuntar al jaguar, pero no estaba seguro de cuándo disparar o si debía hacerlo, por lo que decidió esperar una señal más explícita, mientras apuntaba.

La presencia del depredador era imponente. Elijah tenía malas experiencias con los gatos domésticos, pero no podía dejar que aquello lo condicionara. Era un animal magnífico, sin dudas, tal vez incluso una magnífica cena.

una cosa era saber los aspecto depredadores de los jaguares, y otra conocer en ese preciso instante si había comido, pues estaba el animal únicamente como deambulando por allí. No obstante, el profesor Frostwood pudo comprobar la intuición y el buen saber del Coronel, pues éste supo que aún no había comido, que aunque no era del todo de costumbres nocturnas, aquel jaguar... tenía hambre.

En esos momentos, mientras observabas algunas estrellas entre las hojas de palmeras y otros árboles, oíste un chasquido. Casi te atragantas con la pieza de fruta del susto. Giraste instintivamente tu cabeza hacia el ruido, justo detrás de tu espalda. Había sido un chasquido, como alguien que pisa una rama y ésta cruje o se parte. Y había sido leve y conciso. ¿Serían tus amigos ya de vuelta?

El coronel miró el profesor, y vocálizo con la boca y un gesto la cuenta de tres. Dispararían a la vez. Los pellejos del jaguar colgaban demasiado, se dijo. Con gestos con el pulgar le indico la cuenta al profesor. Uno, dos... Tres.

Elijah observó la cuenta regresiva del Coronel, era hora de disparar. Era la primera vez que quitaría una vida... si daba en el blanco...