Partida Rol por web

Armand ha estado paseando por la alianza, disfrutando de la relativa libertad que se le ofrecía, y visitando también a todo el resto de sodales. Sólo por la noche, cuando era imprescindible para descansar, regresaba a su celda. El quaesitor se mantenía pensativo y preocupado, valorando todo lo que se había dicho, y cuando esa mañana fue convocado junto al resto, la respuesta de Remiel y Excelsius le preocuparon tanto como la reacción de Papagena. Al ver como esta tras un nuevo enfrentamiento, se acercaba a la puerta, el mago alzó su voz

- Papagena, no te vayas. Me encantaría luego hablar contigo- tras estas palabras miró con seriedad al vampiro- Marius... ¿quién es un enemigo superior? Tu pregunta incluye ya la respuesta, pero lo cierto es que no conoces el futuro. Me interesa más la pregunta que tu superior, un mago renegado de mi orden, no ha querido responder. ¿A quién sirve aquél a quien tu sirves? Parece curioso que alguien con tu leyenda, con tu reputación, no sea más que el servidor de un servidor, ¿no te parece?

Escucho la discusión que se traen los Magus con el vampiro sentado en mi jergón, componiendo una sonrisa amarga. Miro mi mano y compongo el gesto que representaba la rama Ignem y me quedo contemplando mis dedos. Era un gesto tan familiar y tan extraño al mismo tiempo... Una espina que era incapaz de arrancarme.

Sería tan fácil recitar unas palabras y comenzar a lanzar llamaradas a los vampiros, ¿verdad, Marîe...? Pienso, como si hablara a mi esposa muerta ya hacía años. Tan sencillo como fue hacer arder a los bandidos que nos atacaron. Tan simple como fue provocar que ardieras tú... Pienso, y aprieto los dientes con desagrado.

Tras eso me levanto y lanzo una mirada siniestra al vampiro con la mano apoyada en el marco de la puerta.

- No os saldréis con la vuestra. -le digo con tono totalmente tranquilo- Dalo por sentado. Quizás yo muera o lo hagamos todos los aquí presentes, no lo se, pero la Orden aguantará como lo ha hecho siempre. Quizás algún día caiga, pero no será cosa vuestra. -digo con seriedad, como si supiese algo que nadie más o como si estuviese tan frustrado que no necesitaba un argumento para afirmar tal cosa. Probablemente pensarían que lo segundo, de hecho.

Vuestras muestras de desafío provocan una carcajada en el vampiro. Una carcajada extraña, silbante y aterradora, que no muestra atisbo de felicidad-Ya veo...desafiantes hasta el final. Vuestro coraje es admirable, lo admito, aunque no os vaya a servir de nada. 

Sin embargo las palabras de Armand parecen despertar algo de ira en el pétreo corazón de Marius. Se acerca a él, con ese movimiento rápido e invisible que ya habéis visto varias veces desde que estáis aquí.

-Yo no sirvo a ese patético saco de huesos llamado Arcturus-sisea con irritación-y el día que deje de ser útil para "Él" será un gran placer destriparlo y esparcir sus restos por el suelo. Puede que ahora haya de servirle, pero el no es mi dueño, ¿HA QUEDADO CLARO?

Los colmillos se acercan al cuello de Armand, un movimiento tan rápido e inexorable como la misma muerte. Un hálito frío se instala en la habitación mientras contempláis los últimos momentos de vuestro compañero, es una certeza que os carcome el alma. Es la hora de la muerte.

Por eso, a pesar de que hace ya cinco minutos que se marchado, a pesar de que Armand sigue respirando entrecortadamente mientras se agarra el cuello intacto, nadie se atreve a moverse ni decir una palabra.

Lo único que sabían del libro era lo que les habían contado sobre él, antes y después de encontrar a su ladrón. Al fin estaban ante él y al fin podría echarle un vistazo y hacerse una idea de lo que realmente era por sus propios medios. Era afortunado que el maduro mago fuera tan mediocre o de lo contrario podría haber prescindido por completo de su ayuda. Aunque, a decir verdad, una simple opinión externa, por ajena a los conocimientos necesarios para fundamentarla adecuadamente que estuviese, podía ser de ayuda en un momento dado. Eso también había que valorarlo.

Por otro lado el reconocimiento de lo obvio no había manchado su entendimiento. Excelsius se sabía brillante y genial. Que se lo dijeran era sólo algo de reconocimiento merecido pero obviable. Sin mediar palabra, meditabundo y tal vez un tanto receloso, Excelsius avanzó hacia el lector y su tesoro.

Armand es, sin embargo, el primero en reaccionar. Su cara ha adoptado un aspecto lívido y, sin embargo, logra que una sonrisa acuda a su rostro.

- Si algo le daña, es que parte de su máscara de poder puede resquebrajarse- dice el quaesitor mirando a todos los presentes- Y nos ha dicho también otra cosa: que nuestros aliados están mucho menos unidos a pesar de sus palabras que nosotros. Sodales, es posible que no podamos abandonar este lugar. Pero si es la hora de morir, moriré como un mago de la Orden de Hermes. ¿Y quién sabe? Tal vez haya a pesar de todo esperanza

Armand parece pensativo como si, pasado el pavor que le invadió al presentir la muerte, tuviera ahora algo rondando en su cabeza

-Puede que compartas su destino... grog -casi escupo esa palabra para referirme a Marius, normalmente no la usaría pero este contexto me parece más que apropiado- ¿o crees que siempre serás útil? No dejarás de servir hasta que no seas útil... y llegado ese momento... -me paso un dedo por la garganta-.

El único problema es que nosotros no éramos útiles, al menos mientras nos negamos a colaborar con esa investigación tan fructífera de la cual no quería saber nada. Si hablaba de esa manera de uno de sus aliados, o de su superior ¿qué importaba?, a saber qué es lo que tendrían pensado para nosotros.

-Habla por ti, Armand. Yo no pienso morir aquí -respondo mirando a Marius, casi no le he quitado ojo desde que ha llegado tan hablador-.

Arcturus asiente a las palabras de Remiel con satisfacción y se retira para dejaros ver el libro con comodidad. A pesar de los años transcurridos, tanto el pergamino como las cubiertas están en perfecto estado y desprenden un olor que os hace sentir como en cualquier biblioteca de la Orden. Las paginas están llenas de grabados e imágenes coloreadas con mimo y paciencia a lo largo de mucho tiempo, representan los efectos de diferentes hechizos y de algunos lugares. El texto, sin dejar de ser claro y organizado, está bellamente adornado. Y por supuesto, no está en latín común, sino oculto tras un código.

-¿Hermoso, verdad?-comenta el anciano a vuestra espalda-lo cierto es que esperaba algo más sobrio proviniendo de un Bonisagus, pero ha sido una agradable sorpresa. No negaré que ha sido difícil descifrar este lenguaje, pero he tenido retos mayores; Magnus o parecía demasiado interesado en ocultar los contenidos de este diario. Sin embargo, esta parte...-pasa unas cuantas hojas y os muestra un texto totalmente distinto a los de antes; las letras se entrecruzan y cuesta distinguir unas de otras-se me resiste y estoy seguro de que aquí están las repuestas que busco.

Excelsius arqueó las cejas viendo el contenido del libro. Un bello ejemplar, sin duda. Aunque lo importante no eran los dibujos (que por otro lado parecían iluminar bastante bien lo que se decía por escrito), lo cierto es que eran bonitos. Se concentró en el texto. ¿Problemas? ¿Qué clase de Bonisagus era este? La clave parecía más bien un sistema de abreviaturas personalizadas, sólo hacía falta ponerlas en su contexto, vamos, como estaban, y saltaban a la vista lo que significaban. El genial Jerbiton se concentró en la lectura, absorto en ella durante todo el proceso, a veces resultando un tanto molesto por querer pasar las hojas demasiado deprisa para el otro lector. Una interesante lectura...

Remiel observó el libro con atención. Apenas podía creer lo que veía; era como si La Respuesta A La Vida, El Universo Y Todo Lo Demás se desplegara ante sus ojos. fascinado, dejó que su mente vagara por las páginas del libro, en donde cada ilustración, cada carácter, incluso cada mancha de tinta parecía tener un significado, un propósito que por la gracia de Criamon él lograba Entender.

¡Qué gran mente tuvo que ser la que creara aquel volumen! Dio gracias al Destino por haber elegido ponerse al lado de Arcturus y tener así la posibilidad de Comprender el Diario. Remiel apenas se consideraba digno de tocar sus páginas; afortunadamente, Excelsius le hacía este favor - aunque dada la impaciencia del Criamon por devorar su contenido, iba un poco lento para su gusto. Aunque se guardó muy mucho de romper con una palabra malsonante la Magia de aquel momento.

La combinación de vuestras mentes hace que lo que en principio era tarea casi imposible al final se resuelva en poco mas de 3 horas. Estáis tan concentrados que ni os acordáis de vuestros sodalis. Arcturus también ha colaborado enormemente, seguramente el podría haber resuelto el enigma por sí solo, pero no así, no tan rápido.

Nada más llegar al bosque fui escoltado por dos shides que me instaban a acudir en presencia de su Reina. Resistirse a su invitación habría sido una temeridad innecesaria, de modo que me deje llevar. Fui conducido a través de un regio para llegar a sus salones, magnificas obras de arte forjadas en mármol y huesos humanos. En el camino fui tentado a beber de sus fuentes y a saborear sus platos, más ya estaba preparado para tal circunstancia. Al ver que sus engaños no funcionaban conmigo, la Reina se interesó aún más por mi persona.........

...........Al final mi sinceridad, combinada con los meses allí pasados, la persuadió y tras una serie de acuerdos accedió a hablarme del Laberinto. Era un momento que llevaba esperando con dicha mucho tiempo, tras solo vagas menciones en antiguos volúmenes. Me habló de sus mecanismos, de como gracias a él los elfos elegían a sus soberanos entro los más aptos (algo de lo que los humanos tenemos mucho que aprender) y de las formas específicas para acceder a su interior. Me sorprendió la complejidad de tal espacio, que parece bailar entre el mundo mortal y Arcadia, con sus caminos y pruebas que no dejan de modificarse y que nada tienen que ver de un momento a otro. Por desgracia, esto hacía imposible detallar el lugar y sus propiedades con exactitud, por lo que me contenté con los detalles de la Reina sobre sus propias experiencias.........

...........Frisaba el quinto año de mis visitas cuando la Reina se acercó a mi, misteriosa e inesperada, como siempre. Me reveló que los elfos solo pueden acceder al Laberinto cada 200 años, cuando este se abre de manera natural. Pero obviamente deduje que gracias al Don la puerta podría abrirse y cerrarse en cualquier momento, en ese mismo instante entendí su reticencia a hablarme del tema. No quería dar a entender que los simples magos mortales pudieran ser más poderosos que los elfos. Y era cierto. Por mis investigaciones comprendí que solo los magos dotados de mayor poder podrían forzar una apertura. Tras tomar las debidas precauciones, me adentré en su interior y las pruebas resultaron ser mucho más duras de lo que yo mismo creía. Estas son las notas que tomé mientras estuve allí........

Nada más terminar de hablar de hablar Oskari un resplandor azulado se aparece delate de vosotros. Tomados totalmente por sorpresa, no podéis hacer más que taparos los ojos con las manos para intentar evitar esa luz que amenaza con dejaros ciegos. Pero el fulgor va disminuyendo lentamente hasta hacerse lo bastante soportable como para mirarlo directamente y entonces os lleváis una sorpresa mayúscula.

En el centro mismo del fulgor se distingue una diminuta figura humana, salvo por un par de grandes alas de escarabajo que le crecen desde la espalda y que son tan grandes como ella misma. La figura se desplaza un par de pasos hacia adelante, luego la misma distancia arriba y abajo. Movimientos muy rápidos, casi imperceptibles para vuestros ojos.

Y entonces comienza a hablar, con un insoportable pito agudo y un volumen que contradicen su pequeño tamaño:

-Siete erais. Cuatro solo ahora. ¿Resto donde estar?

-O sea, que en esencia estaríamos hablando de un mago, ummmm, ¿cómo se llamaba? Bueno, quien-sea, que va a hablar con unos duendes que resultan ser de corte invernal, oscuros o algo así, pero que tienen acceso a un regio muy poderoso en el que se hacen pruebas, que hacen que de allí salgan sólo los mejores, o algo así. Hay un acceso, pero sólo se abre cada 200 años. Por fortuna la magia hermética podría crear una entrada alternativa y ayudar a explotar el lugar de esta manera. Interesante. ¿Y no se pararon a pensar en lo peligroso que podría ser para los que fueran allí? -reflexionó en voz alta el Jerbiton.

Parecía que se habían quedado solamente en la introducción del texto; Arcturus les había puesto la miel en los labios, pero no les había permitido saborearla de lleno. 

Sabemos que el Magus descubrió un poderoso Regio que sin duda debemos apresurarnos a explorar; pero lo que a mí me intriga son las pruebas que tuvo que superar para llegar hasta el corazón del mismo. Deberíamos seguir leyendo y tratar de averiguar qué notas tomó allí y cómo se enfrentó a las pruebas que se le presentaron.

Remiel se relamía ante la posibilidad de descubrir aquella fuente de poder, que a cada paso que daban parecía más y más real.

Todas estas historias no son solamente cuentos; hay algo auténtico aquí detrás. - Había llegado la hora de abrir aquella misteriosa puerta y ver qué se encontraba detrás. - Excitante, ¿no te parece? - comentó con una sonrisa a su compañero Excelsius.

Apoyado en el marco de la puerta como estaba, el destello azulado me fríe las retinas (y menos mal que no estaba mirando directamente a donde apareció), y tras guiñar los ojos miro en la dirección de donde provenía, cubriéndome parcialmente los ojos con una mano, con los ojos aún guiñados en una mueca algo cómica, y mi educada y serena respuesta inicial es:

- ¿Pero qué coj...? -comienzo, sin llegar a concluir la frase- ¿Y tú de donde sales? -pregunto, y suspiro, bajando la mano y normalizando el gesto- En cualquier caso, el resto deben de estar en los aposentos del mago de pacotilla ese, Arcturus. -respondo.

Total, mejor confiar en el hada hiperactiva esta que en los vampiros. Al menos las hadas tenían alguna buena intención.

De vez en cuando.

-Y tanto, como suponíamos esto es algo que no puede dejarse pasar. Leamos un poco más... -contestó Excelsius, concediéndole a Remiel la razón y compartiendo sus ansias por continuar con la lectura y profundizar en el tema. Ojalá tuviera la posibilidad de desentrañar todos los misterios del texto sin interrupciones, pero parecía que eso no iba a ser posible.

Ese cobarde acaba de irse con el rabo entre las piernas, y dos de nosotros han decidido ir voluntariamente al otro lado, no queda mucho que hacer salvo esperar a que regresen, si es que lo hacen. Me siento en el suelo, con la espalda apoyada contra la pared, empiezo a atusarme la barba quizás por nerviosismo, quizás por no saber esperar.

Un fogonazo azul inunda la habitación, demasiado fuerte como para obligar a mirar a otro lado. Cuando el brillo desminuye puedo distinguir la figura diminuta que no para de aletear.

-Estamos en problemas y nos mandan una luciérnaga hiperactiva, genial -hablo con sarcasmo sobre la criatura que acababa de aparecer. Su voz era como un silbido molesto, menos mal que no hablaba demasiado-. El resto se han ido con el enemigo... -respondo con desgana sin levantarme del suelo. Esto no podía llegar a buen puerto-.

Remiel asiente, feliz y sonriente. Un brillo ligeramente perturbador ilumina sus ojos; pocas veces tiene la ocasión de consultar un volumen que casi nadie ha leído antes, y mucho menos entender. Tener aquella posibilidad era algo... realmente mágico.

Un regio oculto, una fuente de poder, unas pruebas misteriosas... me siento como el mismísimo Merlín antes de cruzar las Puertas de Avalón.

Las Puertas de Avalón... Remiel había dicho aquello llevado por la emoción, sin pensarlo siquiera. Pero... podría ser esto lo que realmente relata el libro? Un lugar de increíble poder, que necesita de un poderoso mago para abrirse, escondido de los ojos de la mayoría y relacionado con los Sidhe. ¿Se estaba convirtiendo en realidad la fantástica leyenda? ¡Qué fantástico tapiz se desplegaba ante sus ojos! Y a Excelsius y a él se les había concedido el honor de ser una hebra dorada en todo el entramado. Remiel estaba no ya feliz; estaba en éxtasis.