Partida Rol por web

Mayo 1670 - Mediodía

Port Royal era una colonia vibrante, a diferencia de los pequeños asentamientos, se trataba de una ciudad marcada por el estilo inconfundible del Caribe. Con un predominante barrio portuario donde la actividad no cesaba, durante el dia con el comercio y trabajo usual y por la noche con las tareas más oscuras o festivas. En esta época el transito de barcos era menor, casi todos estaban navegando aprovechando el buen tiempo y los habitantes merodeaban por el interior. Aun así la colonia estaba construida en un espacio tan reducido que costaba moverse por ella debido al gentio.

Al cabo de unas horas todos estabais juntos, por unos u otros habíais coincidido hasta formar un grupo bastante variopinto. Aquellos que venían por su cuenta llegaron de la mano de José "El Despiadado", el comerciante que le había guiado por las compras en la colonia. Conocía bien las tiendas y una vez terminadas las compras parecía estar interesado en formar parte de una tripulación en busca de fama y dinero.

Había personajes para todos los gustos y estaba claro que no andaban escasos de habilidades o experiencia dependiendo de cada caso. Sin embargo algo si faltaba, un buque. Podían pasar días hasta que un barco llegase al puerto y quien sabe si os acogerían para formar parte de la tripulación, ¿qué hacer mientras tanto?

Increíble... Nunca pensé que regatear fuera un arte tan complicado! -exclama Carmen, alabando el comportamiento de José ante esos comerciantes. Hoy está contenta. El sol pega fuerte el Caribe, y aunque está acostumbrada a los calores de España, no puede evitar notar su calor. Se desprende de su chaqueta y se estira cual gata mientras piensa en el futuro que le espera. Por fin libre! Seguro que las olas de este bravo mar barren la incertidumbre de mi corazón. -piensa al notar, a su vez, la brisa marina. Carmen abandonó España asustada y con temor. Las cosas volverán, quizás, a su cauce, pero mientras no lo haga podrá seguir viviendo.

Entonces se gira hacia sus nuevos compañeros y cambia su expresión risueña por otra algo más decidida. Mi nombre es Carmen, aunque en el barco del que llegué me apodaron "La Española". Llamadme como queráis, no hay problema. -concluye, esperando que sus compañeros se presenten o cuenten algo de su pasado.

¡Yoho, yoho! ¡Un gran pirata soy! ¡¡VAYA, CUANTA GENTE!! -digo mientras miro a mis nuevos compañeros- Al parecer, estamos todos listos, prestos y dispuestos para el... -Alzo la cabeza, y veo que no hay nadie que parezca un capitán. Ninguno tiene sombrero de capitán, espada de capitán, y por supuesto, un loro en el hombro. NO. Definitivamente, no hay capitán- Una cosilla ¿Dónde está el capitán?... Y lo más importante... -digo poniendo bocabajo la botella que tengo en la mano- ¿¿ALGUIEN TIENE RON??

- Hasta los grandes hombres han de empezar por trabajos hediondos, nauseabundos, desgradables y rodeados de los más variopintos y extraños personajes antes de llegar a lo más alto- me digo a mi mismo mientras examino a la hueste de indivíduos que me rodean en esta reunión en Port Royal. Ellos son mis nuevos compañeros. Ellos son quienes me acompañarán en mi actual empresa. Ellos son los que, si los hados lo disponen, ascenderán conmigo hasta rubricar nuestros normbres en la historia de la piratería.

- Nuestros nombres... ¿nombres?... Tendré que presentarme como es debido -

- Buenos días a todos. Mi nombre es Francisco, Francisco Iturriaga. Algunos me llaman "el sabio". Es todo un honor encontrarme junto a tan capacitados compañeros - paso mi mirada por los componentes masculinos de nuestro grupo - y todo un placer embarcar junto a tan bella compañía - miro ahora a las dos mujeres que nos acompañan

Decir que Rojo estaba borracho tal vez sería decir demasiado. Pero era indiscutible que había bebido en abundancia. Llevaba ya varios días allí, tratando de encontrar un barco que precisara de los servicios de un primer oficial serio, y con buen olfato para las cosas de la mar.

Pero Port Royal solo le ofrecía peleas absurdas, putas y ratas. Cada día que pasaba estaba mas pobre y de peor humor, y ambas cosas eran una muy peligrosa combinación.

Rojo, como era llamado por casi todos, casi siempre a sus espaldas, era un hombre alto, con aspecto de haber pasado en el mar toda su vida. Su pelo rojo, llamaba poderosamente la atención, y era largo y anudado con una coleta, al estilo de los oficiales de la armada inglesa. Sus ropas, de buena factura, y limpias, tenían pinta de tener más de un remiendo.

¿Qué hacía allí esa mañana? Lo mismo que tantas otras: buscar un barco para volver a su patria, la mar. Y tratar allí de lograr riquezas, gloria y fama

- Soy Adam, Adam Alan Parker. - digo mirando a mis compañeros. Una mujer... bueno, estamos en tierra. Las mujeres están bien para tierra. Y esta está de hecho mas que bien , pienso.- "Un placer, señorita Alvarez. Un placer también, Don Francisco, aunque vuestro apodo, si me permitís es un tanto soberbio" - digo en perfecto español, y con bastante cortesía. Tras esto miro al Despiadado y a "Bocaseca" y vuelvo a hablar en inglés- Saludos a ambos. ¿Qué se planea por aquí? ¿Hay señales o rumores de algún barco, o en su defecto de algo con lo que ganar dinero mientras esperamos?

Abstraído dentro del barullo del mercado, Recuerdo los últimos meses... la salida de Inglaterra a bordo de aquel apestoso cascarón y su más apestoso capitán, el trayecto hasta el caribe realizando tareas desagradables pero que poco a poco fueron poniendo callos en mis manos y sal en mi piel. La llegada al caribe, los días duros en que tenía que arriesgarme al máximo en las acrobacias para ganar algo que comer, y luego por fín la suerte, el capitán Mc Murphy al que le caí en gracia y me permitió volver a embarcarme e hizo que otros me fueran enseñando cómo moverme y trabajar en un barco hasta llegar a hacerlo sin dudar. La llegada hace casi un mes a port Royal, donde el capitán me dejó para seguir su rumbo, y los días de descanso y de juergas que me llevaron a topar con esta cuadílla y unirme a ellos en busca de más juerga y finalmente de la vuelta al mar...
Sí, tíos, vamos a echar un trago, a mí también se me está quedando la boca seca de tanto andar. Emm, bueno, no me miréis así, no soy un bicho raro, estaba con vosotros anoche en aquel tugurio, ¿recordáis? ah, vale, el nombre... bien, me llamo Jack O'Conolly, aunque a veces se me conoce por el Temerario, pero eso son habladurías.

Mientras algunos de los personajes entablaban conversación otros podían observar como la mujer conocida por "La Española" era el centro de atención. Miradas lascivas que no llegaban a más al estar en grupo con ella, tan solo algún comentario obsceno lanzado anonimamente de entre la multitud llegaba hasta vosotros. Al estar juntos notais una protección, si bien todo parece en orden, prestando un poco de atención se puede ver a raterillos escogiendo a posibles victimas, gente buscando problemas y otras personas de mala calaña. Posiblemente por la noche sea peor aun. A pesar de todo el orden parece ser mayor que en otras colonias que conoceis, ¿será verdad que los ingleses se toman muy en serio el tema de la disciplina? Sin tener una idea clara sobre que rumbo tomar unos gritos rompen la relativa calma que hasta el momento habia.

Por una callejuela que viene del puerto que da a mar abierto baja corriendo un muchacho con los brazos en alto y gritando sin cesar.

Ante sus gritos la gente se agolpa y un nerviosismo comienza a sembrar los rostros de los que os rodean.

¡Barcos! ¡Muchos barcos! ¡Los españoles ya están aquí! Va gritando mientras se acerca hacia vosotros sin intención de parar.

Agarro el muchacho por el brazo cuando pasa a nuestro lado.

- Para muchacho. ¿Cuantos barcos son?. ¿Donde estan los soldados del fuerte?

- Estupendo. Realmente estupendo. Con la suerte que tengo seguro que entre alguno de esos barcos está aquel en el que me correspondería estar. Mierda, como me apresen me cuelgan por traición a la corona. -

Miro a Rojo y al asustado muchacho que atrapa con su mano

- ¡Contesta muchacho! -

Todo parece un gran lío en medio de un aparente orden pero está bien, bastante agradable el asunto; al menos para tipos como nosotros. De pronto un pequeño chico se acerca a voz en grito diciendo que barcos españoles se acercan, aunque no me parece una buena idea, me acerco al Rojo y al Sabio que le piden respuestas al joven. Los miro con cara de pocos amigos, me encuclillo, pongo una pierna en el suelo y con voz más relajada pregunto al chico cuántos barcos son y espero que me responda si no quiere una colleja.

-Ya sabes, quieren hacernos creer que son duros...-bromeo con el niño.

Bajando por la misma calle que el chico, al que veo que la gente se agolpa a hablar con él,yo doy un rodeo y aprovecho descuidos para coger "prestadas" cosas que despierten mi interes en los puestos (baratijas sin importancia, o alguna fruta).
-Vaya! olor a gente, ron, miedo?- afino los oidos y me dirijo a mirar a la que llaman "La Española"

Aunque el muchacho no tiene intención de parar es sencillo pararle los pies entre varios de vosotros. Ante las preguntas el chiquillo os contesta de forma apresurada y tras librarse con soltura de vosotros continua por su camino.

Mientras tanto observais como casi todas las personas se dirigen hacia la entrada principal del puerto. En sus rostros se refleja la preocupación y unos pocos llevan todo tipo de armas.

¿Cómo? Son muchos, no he podido contarlos. Los soldados les habrán visto también... Yo voy a avisar a mi padre...

Dice de forma apresurada, casi sin aliento. Hasta que se escapa corriendo hacia el interior de la colonia.

Carmen observa como el chico se marcha corriendo y frunce el ceño. Se pone la chaqueta otra vez y empieza a pensar que podrían sacar de estas nuevas. Si tuviéramos un barco quizás podríamos aprovechar la confusión para el pillaje... -expresa en voz alta a sus compañeros- Aunque si son demasiados los españoles que se dirigen a Port Royal, quizás lo mejor sería escondernos o quedarnos en tierra.

Vosotros diréis, que sois los mas experimentados. Igualmente, contad con mi ayuda. -concluye Carmen, con una mirada decidida. No va a quedarse de brazos cruzados.