Partida Rol por web

Una pesada mano se apoyó en los hombros de uno seminaristas. Nosotros, señores, tenemos que acompañaros hasta la iglesia. La mano pertenecía Tsibulia pero a su lado estaba Doroch y otros tres cosacos que aún no conocían, todos salieron rumbo a la iglesia.

Los nervios aumentaban a medida que se acercaban a la iglesia, por cuyas ventanas se lograba ver la débil luz de los cirios. No tardaron en llegar al vestíbulo. Los cosacos  abrieron las puertas e indicando que entraran, les desearon buenas noches y se fueron después de revisar que las puertas de la iglesia quedaran bien cerradas con los seminaristas dentro, tal como se les había ordenado esa noche debían velar el féretro de la difunta hija del centurión.

En el centro estaba el féretro, cubierto de paños negros; al lado había unos cirios que iluminaban tenuemente los iconos cercanos y dejaban al resto de la nave en la más completa oscuridad. Las ennegrecidas paredes demostraban claramente la vejez del templo. Los marcos de los altares y de las hornacinas de los iconos estaban rotos o agrietados, y ya no tenían el primitivo brillo. También las imágenes estaban desfiguradas, y parecía que miraban con tristeza la ruina que había a su alrededor.

Todo en la iglesia era lúgubre, viejo y tenebroso. Cada sombra que hacían los objetos a la luz de las velas podría hacerme imaginar todas las terribles criaturas de las leyendas. El estar velando a una bruja no mejoraba la cosa, solo hacia incrementar mi miedo. Nada más entrar, antes de nada. Saco el trozo de yeso que me dio nuestro nuevo amigo y dibujo un gran círculo donde nos vamos a poner los tres a orar. -Chicos mientras permanezcamos aquí rezando no ocurrirá nada ¿verdad? Acto seguido tomo algunas velas y las pongo alrededor del feretro, y de nuestro círculo para iluminar todo lo que pueda la estancia. Miro el féretro... ¿Deberíamos mirar? ¿Debería ver el rostro de la bruja antes de orar su marcha? Antes de poder negarme a ello ya estoy demasiado cerca del feretro para ver su interior.

Una fuerza misteriosa os obligó a contemplar aquel rostro de sobrenatural belleza. Un nuevo estremecimiento, esta vez más profundo, volvió a recorrer su cuerpo. En aquel rostro no se veía nada que fuera propio de un cadáver: ni la más pequeña mancha, ni la más leve deformación. Y aunque tuviera los ojos cerrados, daba la impresión de que lo estaban mirando... Por un instante se imaginó ver que una lágrima brillando en el ojo izquierdo, detenida por las largas pestañas. Y, en efecto, era una lágrima, que después, al deslizársele por la mejilla, se transformó en una gota de sangre.

Aterrorizado, retrocedió unos pasos, agarró rápidamente el libro de plegarias y comenzó a leer en voz muy alta, casi gritando. El eco de las sagradas palabras era lo único que resonaba en aquel recinto en el que durante tanto tiempo había reinado el silencio.

¿Por qué razón debemos de tener miedo? A ella le es imposible levantarse, puesto que los textos sagrados que recito se lo impiden. 

El rostro de la bruja Lucía hermoso y cándido como si se tratase de una pobre muchacha víctima de un desafortunado accidente pero nosotros tres sabemos que esto no es así. Demyan sin esperarmelo retrocede unos pasos y cuando miro la razón es espeluznante, del cuerpo sin vida surgen lágrimas de sangre, no tengo duda de que es otro hechizo. Lejos de unirme a la oración del más mayor de nosotros me quedo mirando a la joven desde una cierta distancia. -¿Estás viva?- pregunto inocentemente.

No. No está viva. Yo vi cómo murió. Yo…. nosotros…. la matamos. Para tranquilizarse empezó a cantar en voz alta los textos sagrados de nuevo, pero sin dejar de mirar alguna que otra vez el féretro, como si se preguntase cuándo iba a suceder lo que temía, y pensando en la forma en que podría defenderse. Algunas veces interrumpía el rezo y quedaba todo en silencio, pero no había el menor ruido que turbase el silencio. No se escuchaba el correr de las ratas, ni cantaban los grillos, ni el crujir de la madera vieja por la humedad. Lo único que se oía era el continuo gotear de la cera cayendo de los cirios.

Y en ese mismo instante veis horrorizado cómo la muerta abre los ojos y clavando su mirada de odio sobre el que en ese momento lee las sagradas escrituras. Acto seguido, la muerta se incorporó del todo, salto del ataúd y con rígida solemnidad se puso a caminar con los brazos abiertos, como si fuera a agarrar a alguna persona invisible. Un instante después comenzó a dirigirse hacia el atril donde descansaban las escrituras.

Cuando veo a la bruja abrir los ojos y levantarse el terror recorre mi cuerpo pero consigue reaccionar el solo metiéndose dentro del círculo de yeso.

"Bien Anatoli, aquí estarás seguro, estás seguro, estás seguro..." me repito una y otra vez para no tener miedo.

Entonces me doy cuenta de que la bruja no está interesada en nosotros, se dirije directamente hacia el atril a por los manuscritos. ¿Qué serán? Pensé que serían la biblia o algo así pero quizá sea algo que daña a la bruja.

Rápidamente saco las últimas fuerzas de valor que me quedan y salgo corriendo hacia los manuscritos para cogerlos de un salto poniéndome justo detrás del atril.

-¡Chicos llamad su atención de alguna manera!- grito a mis compañeros de seminario por si ellos también quisiesen ser valientes. "Debo conseguir tiempo para ver que contienen estos papeles."

El seminarista, temblando de puro miedo, comenzó a caminar con paso inseguro en dirección contraria al atril mientras y empezó a decir oraciones que le había enseñado un monje que durante toda su vida estuvo dedicado a ahuyentar espíritus malignos y derrotar a brujas, o eso le había contado el viejo monje.  

La difunta se giró rápidamente en dirección a los rezos y empezó a caminar con paso lento pero firme. Sus ojos estaban llenos de pura ira y poco a poco se acercaba cada vez más a Demyan.

La mala suerte o puede que fuera el puro miedo que sentía el mayor de los seminarista hizo que corriera a una esquina, quedando atrapada por la bruja que iba cerrando su cerco a medida que avanzaba. El seminarista estaba atrapado y si no pasaba algo pronto la bruja llegaría hasta él.

Por otro lado, Anatoli se mostró reacio a salir de la seguridad que le proporcionaba el circulo, pero al ver que no era el objetivo de la bruja reunió el suficiente valor para llegar hasta el atril. Este estaba lleno de telas de araña y polvo, hacía años que no se usaba, el primer libro que había en el atril era un viejo breviario.

Demyan atrae a la bruja hacia el rincón donde intenta resguardarse. El tiempo apremia y si no hago algo pronto le pueden ocurrir cosas terribles a él y después quizá a Alexsey. Debo ayudarles.

Abro el breviario buscando alguna oración que paralice a la bruja, quizá alguna página marcada o alguna pista de cual puede ser la correcta. Al fín y al cabo no tengo tantos conocimientos aún como pueden tener mis compañeros.

La bruja volvió a girarse desconcertada al escuchar los rezos, y finalmente, después de amenazarlo con un dedo, regresó al féretro y se tendió en él. 

El silencio volvió a inundar la iglesia, solo roto por las entrecortadas respiraciones de los seminaristas.  

El corazón de Demyan Khout latía con fuerza y un frío sudor caía de su frente. ¿Qué podemos hacer? No, no hay duda que es una bruja. 

Con la oración la bruja volvió a su féretro y se quedó tranquila, "Dios amansa a los más fieros y duros enemigos".

-Debemos seguir leyendo. Es la única solución para que no despierte.- le cedo el libro a Alexsey para que lea mientras yo echo un vistazo a la bruja. ¿Cómo puede ser? Ha resucitado.

El rostro de la chica se torna cada vez más tenebroso, ya no solo es que sea una bruja sino que ahora su palidez al ser extrema hace que parezca más inumana todavía.

Miro a mí alrededor, esto no puede ser casual. Tiene que ser algo de este pueblo, de este lugar. ¿Por qué nosotros? Esto no puede ser simplemente una casualidad. Mientras dejo a mis compañeros leyendo el brevario para que la bruja no se vuelva a levantar, decido echar un vistazo a la iglesia, en busca de alguna imagen, de algún escrito que pueda iluminar mis dudas.

Los turnos de rezo se iban sucediendo uno tras otro, primero Anatoli, luego Demyan, finalmente Alexsey y luego otra vez Anatoli. Los turnos se volvían cada vez más pesado y en más de una ocasión os encontrasteis durmiendo sobre el breviario.  

Cuando, de repente, el ataúd se elevaba por sí solo y, con un espantoso silbido, se puso a volar a lo largo y ancho de la iglesia, produciendo un viento huracanado. Varias veces se dirigió hacia el círculo como un bólido, pero siempre se detenía al llegar al círculo sagrado.

Estoy cansado, casi dormido, las horas pasan y los minutos cada vez pesan más. ¿Cuándo acabará la noche? ¿Cuándo acabará este martirio? Desde hacía un buen rato todo estaba en calma, los rezos mantienen dormida a la bruja y todo parece estar bien pero de pronto...

Me sobresalto. La bruja se ha puesto a volar encima de su ataud por toda la iglesia, es una escena terrorífica pero por una parte mi mente infantil la permite ver graciosa, como si se tratase de alguno de nuestros juegos imaginarios.

-¡Qué quieres! ¡Dinos que es lo que quieres!- le grito a la bruja desde el interior del círculo.

Alexsey se despierta sobresaltado por los gritos. ¿Qué pasa? Pregunta aun con legañas en los  ojos. Había sido el último en leer y por tanto le correspondía estar descansando.

La mala suerte quiso de al levantarse Alexsey saliera del círculo. Rápidamente la bruja fijo su atención en el niño y el ataúd salió disparado contra él. Alexsey, desesperadamente, trato de esquivar el extraño vehículo volador que arremetía una y otra vez con él. El niño corría de un lado a otro de la iglesia, esquivando el ataúd que una y otra vez caía desde las alturas como un agila sobre una cría de conejo.

La fatalidad se cernía sobre el pobre Alexsey, que en un intento desesperado de salvación corrió hacia el altar mayor con la mala suerte de tropezar con las tablas del suelo y caer, golpeándose la cabeza contra el altar.

El muchacho dejo de moverse y un charco de sangre comenzó a formarse a la altura de su cabeza.

En ese momento se oyó el lejano canto de un gallo, el ataúd regresó a su lugar, la bruja se recostó, y el paño negro cayó violentamente sobre aquel cuerpo diabólico, cubriéndolo en su totalidad. 

Casi sin percatarme del cantar del gallo y de la vuelta a la normalidad de la bruja, salí corriendo hacia Alexsey.

-¡Noooooo!- grité asustado, no podía ser, no podía estar muerto. Rápidamente llego a su cuerpo y tomo su pulso. Ese charco de sangre era lo suficientemente delatador pero tenía que asegurarme, no podía ser que mi amigo hubiese muerto, no justo al pasar la noche.

Mi cuerpo se estremece al ver que ciertamente el joven ha perdido la vida y podría haber sido yo perfectamente. Lágrimas recorren mi rostro, no le conocía de hace mucho pero eso no quita que no le haya cogido cariño.

-Descansa en paz amigo...