Partida Rol por web

Huyeron. Todos y cada uno de ellos dieron la vuelta y, tras una última mirada, la dejaron sola, un último pilar contra el poder del dragón y su magia vil. Gruñó, hizo crujir su cuello, extendió los brazos y, al final de estos, como dos púas preparadas para dar muerte a la sierpe dorada, sus gujas gemelas.

– Prepárate, lagartija, pronto llevaré tu cabeza a Alextrasza.

Sonrió, mostrando los afilados dientes, y atacó.

Su baile mortal la llevó junto a Anacronos, que permaneció impasible, con una sonrisa reptiliana en aquél hocico surcado de afilados dientes, sabiendo lo que iba a ocurrir antes de que ocurriera. Y así fue. Las afiladas hojas, capaces de cortar la seda al vuelo o de partir un tronco por la mitad sólo con la fuerza de sus golpes, se detuvieron inservibles contra la dura piel del dragón, una y otra vez, hasta que la criatura soltó una risotada que precedió al zarpazo. 

Las garras de aquél ser brillaron, doradas, antes de impactar contra su pecho. La acometida la elevó en el aire, como si de un muñeco se tratara, y en medio de la caída todo sucedió a cámara lenta, lo vio como si de una simple observadora se tratara. El otro espolón de la lagartija se elevó sobre ella, con extrema rapidez, y antes de que siquiera pudiera protegerse la golpeó, empujándola contra el suelo que, de repente, llegó demasiado rápido. Su enemigo volvió a reír mientras se apartaba y se lamía, seguro de haber vencido o de hacerlo en los próximos instantes. Ella, incapaz de darse por vencida, escupió al suelo, una mezcla de saliva, bilis y sangre, se puso en pié, y gruñó.

– Vas... – tosió, la sangre machó sus labios, lastimada, sin apenas poder respirar, y volvió a caer de rodillas. Consciente de que estaba débil, de que seguramente tendría algún órgano interno dañado y podía morir en cualquier momento incluso si simplemente se quedaba quieta, se volvió a poner en pie, decidida al menos a caer con honor –. Vas a lamentar esto. 

Reunió sus últimas fuerzas,  se arrancó la destrozada pieza de armadura que cubría uno de sus hombros y que se había clavado en la carne, apretó sus gujas con fuerza, y volvió a saltar contra la sierpe. 

– Acabaré contigo, dragón. ¡Yo te enseñaré mi verdadero poder!

Convertida en un borrón, subió por el lomo de Anacronos, hasta sus alas. Rajó al fina membrana de una de ellas, mientras clavaba su hoja en la parte blanda bajo el brazo de su enemigo, allí dónde las escamas no ofrecían la misma resistencia. Sin tregua, siguió su camino, usó su arma para escalar por el cuello del reptil, clavando su filo en el cuello tras las púas que en otro momento habrían sido las orejas del elfo, y después, con un último esfuerzo, se alzó sobre el rostro de aquél ser vil y hundió el acero en su ojo.

Un espasmo recorrió el brillante cuerpo de Anacronos mientra éste gritaba de dolor, un alarido profundo que retumbó por toda la caverna y la hizo soltar las armas para taparse los oídos. Sin fuerza, sin agarre, cayó desde allí al duro suelo de piedra, dónde se quedó tendida, boca arriba, inmóvil, mientras a su lado caía la serpiente, ya sin vida.

– Cof... Cof... 

Apenas podía respirar. Sus ojos se cerraban lentamente, agotada. La oscuridad, lentamente, la invadía...

Lyareth salió victoriosa frente al enemigo más poderoso al que se había enfrentado ahora ahora.

Seguramente había liberado a la zona de una amenaza sin igual.

Una vez tomado un respiro, cosa que necesitaba debido a las graves heridas que presentaba su cuerpo, pudo revisar los alrededores hasta encontrar en un pequeño saco de cuero las piedras viles que les ofreció el ahora difunto dragón.

Apenas le dio tiempo a valorar sobre qué hacer ahora cuando un ruido extraño empezó a apoderarse de la sala.

En un abrir y cerrar de ojos, la cámara se vio repleta de Silíthidos que como una plaga comenzaron a ocupar el lugar. Lo primero que hicieron fue abalanzarse sobre el cuerpo inerte de Anacronos y empezaron a devorarlo como carroña que era.

Dichas criaturas parecían coléricas, descontroladas, y no parecía que iban a saciarse con el dragón.

Tenías que darte prisa, si realmente aquellas criaturas eran capaces de alcanzarte te devorarían como estaban haciendo con el dragón. Teníais la forma física adecuada para hacerlo, pero había un inconveniente: el terreno, al ser irregular, podría traer como consecuencia algún traspiés... 

Tu vida dependía de demasiados factores...

A diferencia de su compañera, no sintió culpabilidad alguna por dejar a la psicópata atrás, que ya amenazó tantas veces con matarlo de diferentes maneras. Aunque no era por ello, quizá se sentiría mal más tarde. El problema radicaba en que su  mente había pasado a un modo básico de supervivencia que consistía en correr en dirección opuesta al enjambre que lo seguía, espoleado por el miedo y la adrenalina. 

Tan cegado estaba por el miedo, que no vio cuando encajó la bota derecha entre dos piedras y se cayó de bruces al suelo, partiéndose la nariz del impacto sufrido.

Se dio media vuelta y vio el enjambre corriendo hacia él. Intentó desabrocharse la bota, pero cuando por fin sacó el pie, los primeros insectos ya se abalanzaron sobre él. 

Notó varias mandíbulas incrustarse en su torso y soltó un alarido doloroso, con toda las fuerzas que le permitía sus pequeños pulmones.

-¡Corred, no soy más que un aperitivo! Fueron sus últimas palabras antes verse enterrado entre quitina.

Aunque parecía casi un milagro, conseguisteis ayudándoos entre ustedes acelerar el ritmo hasta llegar a la salida del Aguijón del Infierno.

Ahora estabais a salvo, o por los menos aquellos que podían moverse por su propio pie. Dejar atrás a Lyareth fue una elección sabia teniendo en cuenta la gravedad de la situación. Por lo menos a simple vista ya no estabais en el aguijón del infierno. No había indicios de que los Silithidos os persiguieran más allá de la entrada del complejo subterráneo, de modo que Anacronos cumplió con su "palabra" de dejaros escapar con tal de que informarais a Alextrasza.

Vuestro camino de regreso al campamento fue arduo y largo, pero al menos estabais vivos para recorrerlo. Grande fue vuestro descubrimiento cuando observasteis que en las puertas del campamento había varios dragones rojos, parecían ser jóvenes ya que su tamaño no era ni mucho menos tan impresionante como el los adultos que sobrevuelan la torre del Reposo del Dragón.

La elfa nocturna que os atendió por primera vez estaba junto a uno de esos dragones. En cuanto os vio salió corriendo en vuestra búsqueda

- No sé qué habéis hecho allá abajo, pero estos tres dragones han venido aquí para informarnos de que debemos abandonar el campamento, no me ha dado motivos pero me comentaron que os estaban esperando para llevaros de regreso, que después vendrían más para sacarnos al resto. ¿Podéis explicarme vosotros qué ha ocurrido? ellos no han querido decir nada al respecto y estoy comenzando a cabrearme - dijo con palabras serias.

Recuperó la consciencia apenas unos segundos después de haberla perdido, aunque para ella pareció una eternidad lo que estuvo sumida en la oscuridad, perdida en las tinieblas, sumida en la fina línea entre la vida y la muerte. Suspiró, al ponerse en pie, al caminar hacia el saco que encontró en los alrededores, al abrirlo para ver lo que contenía, y el resoplido se convirtió en un gruñido al echárselo a la espalda y darse la vuelta.

La cueva, en un instante, se había llenado de rabiosos y descontrolados silítidos, devoraban al dragón muerto, e impedían su paso. Reuniendo sus últimas fuerzas, cogió carrerilla y empezó a correr.

Saltó, esquivó las pinzas de varios de los mosntruos, y clavó su espada en dos de las criaturas, rajando sus mandíbulas antes de que terminaran de cerrarse sobre ella. Abrió un hueco en la marabunta de seres, y escapó por el mismo lugar por el que sus compañeros habían huido minutos antes.

Aunque parecía casi un milagro después de la proeza anterior, conseguiste acelerar el ritmo hasta llegar a la salida del Aguijón del Infierno.

Ahora estabas a salvo. Luchar cara a cara contra Anacronos fue un acto de valentía y ahora tenías la conciencia tranquila.

Por lo menos a simple vista ya no estabas en aquel maldito refugio. No había indicios de que los Silithidos te persiguieran más allá de la entrada del complejo subterráneo y además habías conseguido una muestra de esas misteriosas piedras que tenía el dragón en su posesión.

Tu camino de regreso al campamento fue arduo y largo, pero al menos estabas viva para recorrerlo. Grande fue tu descubrimiento cuando observaste que en las puertas del campamento había varios dragones rojos, parecían ser jóvenes ya que su tamaño no era ni mucho menos tan impresionante como el los adultos que sobrevuelan la torre del Reposo del Dragón.

Uno de los dragones se separó del grupo en cuanto te vio. Muchos otros estaban alzando el vuelo a gran velocidad, parecía claramente que estaban evacuando el campamento.

- ¡Cazadora! ¿De dónde provienes? - comentó extrañado al verte en solitario.

- Estamos evacuando a todos los centinelas y aventureros, ordenes directas de Alextrasza, parece que este lugar ya no es seguro... y veo además que estás herida ¿qué ha pasado? - preguntó, no sabías si siguiendo órdenes o por mera curiosidad.

Te llamó la atención comprobar que por los alrededores no estaban tus compañeros, tampoco ninguna cara conocida del campamento ¿estarías todos bien?¿habrán sido evacuados?

-Los silítidos estaban siendo controlados por alguien inteligente. Este sitio es demasiado peligroso. Dijo con voz ácida, sin ganas de hacer bromas después de lo sufrido y del camino de regreso por el desierto. -No deberíamos contar más detalles sin la presencia de la reina de dragones, pero vuestro peligro es tan real como inminente. Acompáñanos y lo sabrás todo. 

Tras una agotadora huida por los tuneles, que me habia dejado sin aliento, fue una alegria comprobar que el dragon cumplio su palabra, y ningun silicido nos persiguio fuera del nido. Aun asi, durante toda la agotadora caminata de vuelta no pude evitar mirar costantemente en todas direcciones, temiendo que Anacronos o sus esclavos se arrepitieran en el ultimo momento y decidieran volver a acabar el trabajo. Solo cuando el bastion Cenarion fue visible me calme un poco, y aun asi la vision de tantos dragones rojos daba a entender que algo no iba bien

Alguien inteligente, dice...- digo en voz alta cuando el goblin contesta a la kaldorei, a la que habia ignorado previamente.- Es un maldito dragon del vuelo de bronce! la situacion es bastante mala, asi que id recogiendo vuestras macetas. 

Pese al arduo camino a través del desierto, sin comida ni agua, mirando a su espalda cada pocos pasos temiendo que los silítidos salieran en su búsqueda, pese a las penurias pasadas y sentir que estaba a punto de morir, olvidada en las arenas hasta que algún insecto la encontrara y la devorara, pese a todo ello, alcanzó el puesto de los elfos nocturnos. Hubo un instante que creyó que, ni aún así, lo lograría, pero lo logró. El sol aún ardía en el firmamento derramando su luz y calor sobre su cuerpo, sus músculos aún dolían y las ampollas reventaban al caminar, aún estaba viva cuando alcanzó el campamento, apenas, pero lo estaba.

– A... Agua... – susurró mientras caía de rodillas, dejando caer el saco a su lado, mientras observaba al dragón apenas alzando la vista, no porque no lo necesitara, sino porque no podía –. Agua – volvió a repetir, esta vez más fuerte, unos segundos después, tras humedecerse la boca con la poca saliva que logró juntar. 

Apenas podía hablar. Los labios no era lo único que tenía seco, pues hacía horas que hasta la sangre de sus heridas había dejado de manar por ellos. La lengua era más un estropajo en carne viva que cualquier otra cosa que pudiera haber sido antes, y la garganta dolía con el simple trabajo de dar una bocada o intentar tragar algo por instinto, como si tuviera algo más que arena para tragar. Sin embargo, no podía quedarse callada hasta que la trajeran el agua, tenía una misión, y debía compartir lo que había descubierto. Al fin y al cabo, podría ser que fuera la única  que quedara con vida para contarlo.

– Anacronos – dijo al fin, tras un rato, con la voz ronca y pastosa, pero en voz alta y audible al menos, entendible incluso –. Anacronos, el dragón dorado. El controlaba a los silítidos con esto – empujó el saco hacia la roja sierpe que tenía frente a ella –. Pero ya no. Anacronos, está muerto, yo le maté, y el enjambre lo devoró delante mía. Él... – intentó levantarse, gruñó, tosió, cayó de culo, y se quedó sentada –. Creo que se había unido a la Legión Ardiente – terminó diciendo, cansada –. ¿Qué está pasando aquí? ¿Dónde están...Todos?

El dragón te miró sorprendido. Le costaba creer que alguien había sido capaz de derrotar a Anacronos.

- Aguarda, todas las preguntas tendrán respuesta en su momento, ahora lo que más urge es que puedas recobrar tu estado de salud... - dichas aquellas palabras notaste como de aquel dragón que a simple vista no parecía tan poderoso, emanó un aura de color verde que se "traspasó" a tu cuerpo. No solo te curó todas las heridas, sino que también eliminó toda muestra de cansancio, sed y hambre. ¿Era éste el poder de los elegidos de Alextrasza, la dadora de vida?

Casi sin preguntarte, el dragón te subió de manera brusca a su lomo y emprendió el vuelo.

- Alextrasza está inquieta - comentó mientras batía sus alas a gran velocidad

- Se está evacuando el campamento porque se ha hecho un llamamiento generalizado a todas las fuerzas del bien. Nuestros hermanos están alzándose contra nosotros, en cuanto descubrimos que el vuelo bronce controlaba esta zona preferimos evacuar a los efectivos para asignarles destinos más propicios. Anacronos puede que haya caído, pero no será el único dragón con poder en la zona  -

- Están consiguiendo aliados entre los mortales con fines que desconocemos pero tememos igualmente. Se ha convocado una reunión de emergencia y se ha hecho un llamamiento a otros héroes de Azeroth -

- Guarda esa bolsa que trajiste, estoy seguro que la reina lo considerará de ayuda... - sugirió

- Alextrasza será quien te diga cual será tu siguiente movimiento, mi objetivo simplemente es traerte de nuevo a la Torre, el resto ya no es preocupación mía - sobrevoló más rápido las gélidas tierras.

- Se cree que a cada día que pasa, mayores son las pérdidas en cuanto a aliados, así que vigila tu vida -

La torre del reposo del dragón se veía en el horizonte al igual que el frío viento helado recorrió tu cuerpo debido a la altura a la que estabas volando y su gran velocidad.

El regreso al campamento cenarion fue rápido pero para Garroom, el haber abandonado a Lyareth no le gustó, apenas tuvo tiempo de decirle nada cuando empezaron a correr por culpa de los silítidos. Al llegar al campamento, el grupo observó a tres dragones rojos a las afueras, aquello suscitó dudas en los tres, pero no fue hasta que hablaron con la segunda al mando del campamento el motivo de que estuviesen allí. Kwylix y Alessia ya habían hablado demasiado y Garroom poco tuvo que decir al respecto, salvo que tuvieron que abandonar a Lyareth y que, al menos, Garroom se arrepentía de ello. 

Asintiendo ante las palabras de Alessia, la situación era bastante mala. Había que irse de allí. Garroom se acercó a uno de los dragones y conversó con él hasta que Alessia y Kwylix decidieran el momento de irse. 

La elfa no dudó en morderse un labio ante la impotencia de no poder saber con más detalle qué era lo que ocurría y más aun reconociendo que el grupo no estaba completo. Los dragones os dirigieron miradas de complicidad, os estaban esperando y no parecían tener toda una eternidad para vosotros.

Finalmente dejasteis atrás a aquella elfa que no tardó en comenzar a reagrupar a sus hombres y mujeres que estaban en la fortaleza incrédulos de lo que ocurría en realidad. En cuanto os subisteis a los lomos de los dragones estos alzaron el vuelo casi sin mediar palabra, cogieron una gran velocidad y en cuestión de segundos estabais surcando los cielos, convirtiendo Silithus en una pequeña mancha color arena.

El rumbo estaba claro, volvíais al reposo del dragón para informar de lo sucedido, pero el hecho de que ya os estuvieran esperando significaba que la situación iba a empeorar por momentos...

El dragón sobre el que montabais dedicó unos segundos a dirigirse al grupo.

- Alextrasza está inquieta -

Comentó mientras batía sus alas a gran velocidad

- Nuestros hermanos están alzándose contra nosotros, en cuanto descubrimos que Anacronos estaba en aquella gruta, decidimos ir rápidamente en vuestra búsqueda, no estáis preparados para un enfrentamiento así y mucho menos a tener más bajas de los pocos héroes que están dispuestos a ayudar - No había duda de que se estaba refiriendo al dragón que os encontrasteis en el aguijón del infierno.

- Anacronos no es más que uno de ellos pero hay más. Están consiguiendo aliados entre los mortales con fines que desconocemos pero tememos igualmente. Se ha convocado una reunión de emergencia y se ha hecho un llamamiento a otros héroes de Azeroth - se hizo una leve pausa.

- Alextrasza será quien os diga cual será vuestro siguiente movimiento, mi objetivo simplemente es traeros de nuevo a la Torre, el resto ya no es preocupación mía - sobrevoló más rápido las gélidas tierras.

- Se cree que a cada día que pasa, mayores son las pérdidas en cuanto a aliados, así que vigilad vuestras vidas -

La torre del reposo del dragón se veía en el horizonte al igual que el frío viento helado recorrió vuestro cuerpo debido a la altura a la que estabais volando y su gran velocidad.

-Un dragón. Un maldito dragón del vuelo bronce. Dijo mientras surcaba los cielos, agarrándose firmemente a uno de los hijos de Alexstrasza. -Era imposible pensar que algún miembro de los vuelos, salvo el negro, pudiera tener algo que ver. Si los enemigos pueden nuestras acciones en el tiempo, estamos jodidos. Se quedó pensativo. -¿A cuánto va el bonus por peligrosidad? Esto va cada vez a peor, y debo guardar algo bajo el colchón, por las vacas flacas, ya me entiendes. 

-Y un plan de contingencia.

No dijo nada cuando, de improviso y a través de la poderosa magia de los dragones, fue totalmente curada, restaurada de su delicada y frágil situación y devuelta, prácticamente, de entre los muertos. No dijo nada, pero en sus ojos se vio el asombro y el honor que suponía ser merecedora de semejante atención por parte de una sierpe. Pero no dijo nada, nada más de lo que tenía que decir.

Y cuando acabó, suspiró. Pensar que su acción acabando con Anacronos podría haber sido en balde, que otra lagartija dorada tomaría el mando tras su muerte, la hizo gruñir de frustración, cerrar los puños hasta que quedaron blancos, y maldecir en silencio a la Legión Ardiente y sus estúpidos peones. Aquello parecía estar descontrolado, poniéndose peor demasiado rápido, y ella estaba en medio de todo. Sola. Ni siquiera sabía si sus compañeros –a los que empezaba a apreciar antes de que la abandonaran a su suerte– seguirían vivos o no.

El frío repentino la hizo olvidar sus pensamientos y abrazarse a sí misma. Habían llegado a Rasganorte en tiempo récord, y Alextrasza debía de estar esperando.

– Mientras haya esbirros de los demonios con los que acabar, mi vida no importará – dijo al cabo de un rato. Luego se quedó en silencio, y tras otros minutos, volvió a hablar –. Los demás Cazadores deberían saber esto. Tal vez la madre de dragones debería intentar liberar a mi maestro – sentenció al fin, inquieta ante los acontecimientos.