Partida Rol por web

El alguacil no termina de entender lo que insinúa Nara sobre Jose, sobre los escritos que dejó y sobre que no acabasteis bien. No hay tiempo, tenéis que salir de Moraime cuanto antes. Clemente os promete que buscará a Jose, y que si le encuentra cuidará de él como de vosotros; os protegerá a los cuatro. Entrega una mochila a Tulio, y se despide de cada uno de vosotros.

Mientras tanto Tulio se prepara y os dice que le sigáis a una estrecha habitación trasera en la casa del Alguacil, una especie de trastero. No hay ventanas, ni salida; por un momento os extrañáis, pero entonces Tulio aparta un baúl de madera viejísimo y deja ver una trampilla en el suelo, la abre y desciende por unas escaleras a la oscuridad.

Tulio va primero. Abajo hay una especie de antigua bodega (la casa del Alguacil es una casa vieja, anterior a todo esto), con las paredes de mampostería y el suelo de tierra. Hay algunas cajas de madera apiladas y un mueble con estantes vacíos. Sobre vuestras cabezas Clemente se despide con un gesto y cierra la trampilla. En este instante Tulio enciende una linterna que ilumina la pequeña estancia. Retira el mueble de la pared y os deja ver la boca de un estrecho, angosto y largo túnel, que parece cavado bajo la ciudad. Todo está muy oscuro y húmero.

Susurrando: - El último que ponga el mueble tapando la entrada, como estaba. Esto es poco profundo, así que no hagáis ruido o nos escucharán arriba.

Todo va muy de prisa. Otra vez el peligro nos pisa los talones. Todavía trato de caer en el problema que nos hemos metido. Los zombies son mucho más simples, pienso. El pequeño cuarto y el estrecho túnel me ponen bastante nervioso, tengo que repetirme una y otra vez: “Si quisieran encerrarnos no se tomarían tantas molestias.” Pero la sensación de encierro no me abandona y me pone los nervios de punta.

Me arrastro detrás de Tulio, me es muy difícil pasar pues el túnel es muy estrecho y el sombrero no ayuda. Tengo que hacer un gran esfuerzo y rasparme los brazos para mantenerme silencioso. La incomodidad y los nervios me están presionando.

Todo va muy de prisa. Otra vez el peligro nos pisa los talones. Todavía trato de caer en el problema que nos hemos metido. Los zombies son mucho más simples, pienso. El pequeño cuarto y el estrecho túnel me ponen bastante nervioso, tengo que repetirme una y otra vez: “Si quisieran encerrarnos no se tomarían tantas molestias.” Pero la sensación de encierro no me abandona y me pone los nervios de punta.

Me arrastro detrás de Tulio, me es muy difícil pasar pues el túnel es muy estrecho y el sombrero no ayuda. Tengo que hacer un gran esfuerzo y rasparme los brazos para mantenerme silencioso. La incomodidad y los nervios me están presionando.

Se encienden mis alarmas cuando veo que vuelven a meternos en un cuartucho diminuto y estoy a punto de echar mano al machete cuando veo que abren la trampilla. ¡Qué estrés! Ni un momento de sosiego en este mundo.

En el túnel, voy concentrada en no hacer ni un solo ruido y me deslizo como una sombra.

En este mundo no hay descanso, ¿encontraremos alguna vez un sitio tranquilo y en paz? ¿Llegaremos algún día a sentirnos del todo seguros?

En este túnel tan estrecho no podría disparar pero sí podría defenderme un poco con el machete...

Como era la última, hice caso a Tulio y volví a poner el mueble tal como tocaba: tapando la entrada tras de mí.

El ambiente, allí abajo, era opresivo... por fortuna, yo era chiquitita y, dentro de lo que cabía, no me sentía tan apretujada que si hubiera sido Nara o Gaspar.

Espero que no sea muy largo...

Eso sí, ¿el refugio era bajo tierra? Esperaba que no... estar encerrada bajo tierra durante días era suficiente como para que nos volviéramos locos. Esperaba que solo fuera un pasadizo largo por el que salir de la ciudad sin que nadie lo supiera.

El túnel es angosto, Tulio es flaco pero alto, y debe encorvarse y agachar la cabeza para no golpearse. Gaspar, más corpulento, roza los lados con los hombros y el techo con el sombrero. Nara debería tener problemas para desplazarse con su arco, el carcaj, el machete, el bate... pero sorprendentemente se mueve tan grácilmente como Sunhee, más pequeña y escurridiza. Las paredes están húmedas y el suelo encharcado a trozos, e inevitablemente os mancháis de barro.

El primer tramo es muy corto, apenas unos metros y se bifurca a izquierda y a derecha. Tulio toma a la derecha y enfila un tramo muy largo excavado directamente en roca. Arriba se oye un murmullo sordo, algo que serían voces. Sunhee debe apresurarse para no quedar atrás, la luz de la linterna apenas le llega para ver. Este tramo da paso a otro, igual de largo, cuyo lado izquierdo es un muro de mampuestos extremadamente recto, y cuya pared izquierda y techo va alternando trozos de roca picada y tablas de madera. Tras esto el túnel zigzaguea un poco volviendo a estar enteramente picado en la dura roca oscura del lugar. El trayecto es siempre horizontal, ni subís ni bajáis.

Tras un asfixiante e interminable camino, Tulio vuelve a hablar:

- Tiene un poco más de cien metros, ¡y casi un año entero tardamos en hacerlo! Ya estamos fuera.

Tulio empuja otro mueble que da paso a otro sótano de otra casa, el aire es como más liviano que en el túnel, y os podéis estirar. Cuando salís lo vuelve a colocar. Una pequeña ventana pegada al techo deja entrar algo de luz exterior; está atardeciendo y pronto será de noche. Tulio se sienta en una caja de plástico y os indica con la mano que hagáis lo mismo.

- Saldremos cuando sea de noche. Ya no queda nada.

Tulio parece parco en palabras, incluso tímido. De la mochila que le entregó Clemente saca una botella de agua y bebe.

- Bebed. -os ofrece la botella con una sonrisa, tratando torpemente de ser amable.

Mientras bebéis (si bebéis) os cuenta que por delante tenéis aproximadamente una hora y media de caminata nocturna, bordeando Moraime por el sur, atravesando campos de maíz y bosques, todo esto evitando ser vistos, hasta llegar a Hoke, el refugio.

Durante la espera os cuenta que Hoke era un puesto de observación cuando la frontera con la Zona estaba mucho más al noroeste. Luego se reutilizó como punto de abastecimiento en la ruta de montaña, que finalmente dejó de utilizarse al recuperarse la carretera de Moraime-Loroño, en mejor estado. Finalmente fue el hogar de una gran familia de campesinos que trabajaba las tierras adyacentes. Tras el brote se ha convertido en un lugar olvidado y abandonado, carente de valor estratégico; además ya nadie usa esa ruta por lo abrupto del terreno y el mal estado del firme.

Bebo agradecida y me preparo mentalmente para hora y media de alerta continua, llevaré el arco cargado y tendré que ir muy concentrada para no ser sorprendida.

Conoces bien la zona y os habéis tomado muchas molestias con el túnel secreto, ¿Por qué? ¿Habéis sacado a más gente de la ciudad en secreto?

Yo también bebí. Después de todo, más valía estar bien hidratada teniendo en cuenta toooodo lo que tendríamos que andar hasta llegar al refugio. Una hora y media no era mucho en realidad, pero... teniendo en cuenta que viajaríamos de noche, tal vez esa hora y media se convirtieran en dos horas o más.

Esperaba que Tulio supiera bien guiarnos, parecía que sí.

–¿Hay zombies por esta zona? –pregunté, inocentemente.

Tenía curiosidad. Tulio no parecía preocupado por los zombies, sino porque nos descubrieran otras personas. Entendía que las entradas a Moraime estuviera bien protegida, ¿pero también lo estaban las rutas adyacentes a la ciudad? ¿No se necesitarían muchas personas para eso?

Raspado y repleto de barro, agradezco cuando Tulio anuncia que ese martirio ha terminado. Ahora toca esperar. Bebo el agua con ganas. El hombre me cae rápidamente bien, habla poco y se esfuerza por ser amable. No hace preguntas, eso me hace sentir cómodo, debe ser el primero que no está desesperado por sacarnos algún tipo de información... o nuestras cosas.

Visto que habrá que esperar unas horas procurando no llamar la atención pregunto tranquilo - ¿Les importa si me hecho una siesta? - Prefiero estar descansado durante la noche. Acomodo el sombrero sobre la cara e intento dormir un rato.

Ante la pregunta de Gaspar: - Vamos a salir ya mismo. Una hora más o menos. -calcula mirando por la pequeña ventana.

Gaspar se tumba sobre el suelo y se duerme casi al instante.

- Conoces bien la zona y os habéis tomado muchas molestias con el túnel secreto, ¿Por qué? ¿Habéis sacado a más gente de la ciudad en secreto?

Ante la pregunta Tulio parece incómodo y piensa antes de responder: - Los fráteres tienen ojos por todos lados. Y algunas cosas es mejor que no las vean. -y no dice nada más, os tendréis que contentar con eso.

–¿Hay zombies por esta zona?

El joven sonríe ante la inocencia de la pregunta.

- ¡Claro que hay! -ríe, ¿tímidamente? Luego se vuelve más serio, al darse cuenta de que la pregunta va en serio:- Hay que preocuparse siempre por ellos. Los normales y corrientes son lentos y tontos, pero hay otros que son peligrosos. El mes pasado uno rápido saltó el muro y se comió a unos viajeros, donde la posada de Quintana... se lió... pero lo terminamos. Esas cosas pasan. En verdad cerca del pueblo hay menos, pero hay. En el campo hay más. En Hoke algo menos porque está en alto, pero eso depende.

Durante cuarenta minutos no para de hablaros de zombis, siempre entre susurros. Parece emocionado de poder hablar con gente, y el joven tímido de antes de paso a un joven acelerado que apenas os deja hablar. Os habla sobre otros incidentes, similares al que os acaba de contar del zombi rápido: brotes en alguna vivienda, muertes por heridas mal curadas que acaban muy mal, refugios enteros arrasados y abandonados... También os cuenta sus teorías sobre cómo cree que los zombis se mueven por el terreno, prefiriendo cuencas de valles y espacios abiertos, evitando los altos cerros, siendo más rápidos y avispados en verano y más lentos en invierno. La mayoría vienen del sureste, de la frontera de la Zona, aunque los frateres paran a bastantes, según él. También os habla un poco de su vida en el exterior, como explorador solitario; casi siempre va solo, en silencio, sin ser visto. Ha aprendido a rastrearlos y a evitarlos.

Ya ha oscurecido. Por la ventana sólo entra una tenue luz, de las estrellas o la luna. Apenas alcanza para reconocer vuestros cuerpos apoyados en la pared del sótano.

- Gaspar, despierta. ¡Vámonos!

Tulio coge la mochila y se pone en pie. Sin encender ninguna luz sube hacia una trampilla de madera, ayudándose de unos peldaños de metal en forma de U clavados en el muro. Arriba no hay nadie, no se oye ningún ruido. Es una casa pequeña de una sola estancia. Abandonada, polvorienta, al menos aparentemente. Por una rendija de una de las ventanas podéis ver Moraime, y algunas luces que asoman por encima del muro; la puerta oeste, una torre... no está tan lejos. Tulio os hace señas para que le sigáis en silencio. El aire afuera es muy frío.

Desde la casa hasta el maizal hay apenas una decena de metros, y a pesar del abrigo de la noche un guardia con buena vista y algo de suerte podría detectaros. Una vez en los cultivos la altura del maíz os ocultará. Tulio cruza primero, da varias largas zancadas y os espera entre los maíces.

Lo que Tulio me cuenta me parece interesantísimo, y sus escapadas solitarias. Sunhee y yo podíamos aprender mucho de él. Le escuchaba intentando sin éxito disimular mi entusiasmo y admiración: por fin alguien joven y aventurero de quien aprender y a quien seguir. 

Estoy muy motivada y con ganas de aventura, así que salgo como una auténtica sombra de la casa y me deslizo en el maizal. En todo momento, mi arco cargado listo para defendernos de cualquier cosa. Vigilo alrededor sin parar en todas direcciones.

Meternos en el maizal era sinónimo de un buen escondite, y una buena forma de moverse sin miedo. No había forma de que nadie nos viera allí dentro, lo cual era genial. Pero... por alguna razón, meterme en el maizal tampoco me gustaba, menos sabiendo que por allí habían zombies.

Si hay alguno por aquí cerca...

Sería casi imposible verle. Pero bueno, estábamos todos juntos, así que no había nada que temer. Por si acaso, yo saqué mi cuchillo de supervivencia y me preparé para lo peor. A Tulio se le veía muy confiado, y eso me inspiraba confianza, pero... el exceso de confianza a veces podía ser el peor enemigo.

Además, había algo que me había llamado la atención de lo que había dicho antes:

¿Zombies saltadores?

Parecía una broma de mal gusto. Hasta ahora sólo había visto zombies normales... de esos lentos y atolondrados. No me imaginaba un zombie que pudiera correr o saltar...

Conseguí hacer aprnas una cabeceada y ya teniamos que partir de nuevo. La verdad que mantenernos en movimien me tiene concentrado. Tulio cruza el maizal primero, parece sencillo. Ni siquiera noto a Nara moverse, Sunhee es también una sombra. No parece difícil. Trato de imitar a Tulio con largas zancadas.

Una vez os reunís en el maizal, Tulio os pide, cuchillo en mano, que mantengáis los ojos bien abiertos, algún zombi puede aparecer de la nada.

- Nara, mejor usa un cuchillo, o ese machete de tu cinto, aquí en el maizal, en las distancias cortas. Yo iré delante. Nara detrás mía, luego Sunhee y Gaspar en retaguardia. Gaspar, protege a Sunhee, está herida, no la pierdas de vista. ¡Vamos!

Luego os guía a través del campo y bajo la luz de la luna, a paso muy rápido. El primer tramo transcurre sin problemas, desde las casas hasta la carretera. Ahí os detenéis, Tulio espera a Sunhee y Gaspar, que se rezagan al ir la chica herida. La puerta sur está lo suficientemente lejos como para que no os vean, aún así Tulio mira a ambos lados detenidamente antes de cruzarla e internarse en el maizal de enfrente. Le imitáis, y volvéis al ritmo de marcha rápido y en silencio.

Tulio y Nara van ahora un poco más adelantados, Sunhee y Gaspar empiezan a rezagarse de nuevo, a Sunhee cada vez le cuesta más no perder de vista a Nara, por momentos no la ve, luego vuelve a verla... hasta que se topa de bruces con un zombi extraviado; para en seco, Gaspar sigue corriendo hasta ponerse a su altura y, en un acto reflejo, la aparta interponiéndose entre ella y el zombi.

Tulio organiza la expedición, me toca cerrar el grupo, muy atento a Sunhee. Voy pegado sin perderla de vita. Me preocupa que vayamos algo lento y Nara se nos aleje cada tanto. Desde la advertencia de Tulio llevo la hachuela en la mano, es más práctica que la llave en lugares estrechos.

Voy tratando de ayudar a Sunhee, para que andemos más deprisa cuando de la nada cruza en nuestro camino un zombi. Consigo apartar a mi compañera, el muerto parece perdido, no llegó por habernos escuchado, sólo estaba ahí. Cubro a mi amiga e intento acabar con el enemigo.

Gaspar ataca al zombi golpeándolo fuertemente con la hachuela y desmembrándolo. Aún así el zombi se sigue moviendo y lanza una dentellada a Gaspar, alcanzándole en el hombro, afortunadamente Gaspar lleva un chaleco de cuero que impide que los dientes del pútrido se claven en su tierna carne adolescente; ha estado cerca.