Partida Rol por web

-Ay! Cagoentó!!!!

Xena me mete una dentellada en el dedo, y me lo cercena.... no me lo puedo creer, retiro la mano, de la que mana la sangre, y antes de que pueda pensar nada, intenta seguir pegándome bocaos.

Por fortuna, Xose está ahí, y la deszombifica de un certer golpe... pero... me miro la mano sangrante, y luego a él, con el pánico en la mirada...

Joder, no se si estoy jodido o no!!

Me tiemblan las piernas, pues conozco el destino que puede que me espere.... y por un momento pienso.., si no seremos los primeros en pasar exactamente por esto. Pero hay algo más apremiante...

-Xose! Vete, insensato! Puede que esté condenado!!

Veo a Xena caer, y veo como Xervasio se lamenta, herido en sus dedos, infectados probablemente por el ataque de la que había sido nuestra compañera... ahora reposaba en tierra santa ... Al menos eso la hubiera tranquilizado. 

Ahora estaba invadido por el miedo, y no sabía si debía huir, o intentar hacer algo por Xervasio...el me estaba diciendo que huye de, que lo dejase de lado... Habían pasado apenas unos segundos desde el ataque y se me ocurrió una idea, que no sabría si funcionaria... Pero quizás...

-Asco de todo, maldicion... ¡Dime qué tienes un cuchillo en la mochila joder...! ¡Vamos a cortarte la maldita mano y ver si puedes salir de estas... Ya naos largamos si podemos... si no, te la intentaré arrancar con el tridente. 

No quería dejar de intentarlo, así que rebusque en la mochila rápidamente, y me dispuse a cercenar aquel miembro infecto, algo por encima de la muñeca, casi en el codo... Por si había subido la ponzoña. Le di a morder el bordón, y rasgué un bajo de mi chaleco para hacer un torniquete ...

Ahí están vuestras mochilas, y todas vuestras cosas. También hay un cuchillo. Xose empieza a cortar. Xervasio no soporta el dolor y cae al suelo inconsciente. Xose sigue cortando. Hay sangre por todas partes.

En ese momento, con todo el movimiento, entre las diferentes basuras que había ahí, vi de pronto mi mochila. Como loco, me dirigí hacia ella, la cogí, y saqué mi cuchillo. Me puse a cortar, y aquello era una verdadera carnicería... Había demasiada sangre, y probablemente Xervasio estaría a punto de...

De hecho, se había desmayado, mientras yo intentaba salvarle, y era posible que... No despertase... Me concentré mucho, sin hablar, sin decir nada... Pero no sabría si saldría de ello...

Limpias el corte y lo cauterizas con la ayuda del cuchillo y de una vela. No son las mejores condiciones higiénicas para hacer esto, pero al menos la herida está cerrada.

Xervasio está inconsciente, con el pulso muy acelerado. Tiene sudores y la temperatura por las nubes.

No reacciona a tus estímulos.

Las puertas de la cripta siguen abiertas.

Había conseguido lo justo, que era eliminar el miembro infectado y cauterizarlo... minimamente. No estaba orgulloso del resultado. No lo había hecho nunca, pero era lo único que podía haberlo salvado... o quizás, no. Estaba mostrando síntomas parecidos a los de Xena... Así que, por lo pronto, sólo me quedaba esperar, atentamente a ver qué ocurría, y si algo podía ver de lo que le pasaba... quizás era sólo la fiebre de su operación, o quizás... se estaba transformando... y por eso no respondía a los estímulos... 

En cualquier caso, no quería que me pasara como a él con Xena, así que me alejé un poco, acercándome hacia la puerta abierta de la cripta, para... si fuese necesario, salir corriendo y cerrarle la puerta en las narices... Ahora, las reliquias... eran lo de menos. Me puse la mochila... 

Lentamente abro los ojos...

Antes siquiera de dar un parpadeo, como un resorte, me lanzo contra Xose; la distancia es de apenas un par de pasos, pero daría igual que fuese solo uno, o si fuesen mil, el efecto sería el mismo.

Extiendo los brazos hacia él, pese a que uno termina en un muñón; ni me doy cuenta, ni me importa, ni se lo que es un brazo siquiera... Solo quiero carne...

Mi boca, abierta, muestra un pozo que ahora es sanguinolento, y los dientes ansían cerrarse sobre carne.

Solo importa eso.... CAAARNEEEEEE .... pero de mi garganta no sale grito alguno, pues no respiro, no necesito ya llenarme los pulmones... cuanto puedo emitir es un gruñido inconexo... Si al menos pudiese relamerme....

Lo peor, lo peor, estaba pasando. Me había quedado solo. Le vi la mirada, vacía, deseosa, junto a sus dientes, de mi, de carne fresca a la que corromper...  Xervasio... Había caído, y... Yo tenía que salvarme... Tenía miedo, pánico, terror verdadero, encerrado en el medio de la ciudad muerta, en su verdadero corazón, sólo, sin nadie en quien apoyarme... ¿Correría o lo mataría? 

Empuñé mi tridente, el arma que ahora era lo poco que me separaba de la locura, y apunté a su cabeza, mirando en lo que se había convertido aquel hombre por intentar salvar a Xena... -¡Lo siento Xervasio! ¡Perdonadme los dos! - Mi voz reflejaba algo de angustia, tristeza, y rabia... ¡Desaparece, malnacido! -​​​​​​-Dije, golpeandole...

Eliminas a Zervasio. Tu desesperado intento de evitar que el virus se extendiese por el resto de su cuerpo ha sido en vano. Tus amigos yacen en el suelo, con sus cabezas perforadas por ti, cubriendo el suelo de sangre. Estás agotado, ensangrentado. Te sientes lejos de todo, y muy solo, estás en las mismísimas profundidades del infierno, rodeado de enemigos, lunáticos, infectados... Alrededor de este lugar, en decenas de kilómetros, sólo se extienden la muerte y la devastación.

En torno a ti están las cosas de tus compañeros, todas, desperdigadas, sus armas, sus ropas, sus enseres. Y también las cosas de otros tantos, que como vosotros, osaron adentrarse en la Zona para recuperar este tesoro. En mitad de este desorden, de esta locura, una puerta enrejada se muestra frente a ti. Alzas la vista y la ves. Ahí mismo, delante tuya, al otro lado de una reja: la Reliquia.

Delante del gran cofre decorado de plata, que contiene la caja de madera forrada de terciopelo rojo, que a su vez contiene los restos del apóstol, hay, alineados, ordenados, una cantidad incontable de recipientes, idénticos al que Xena cargó durante todo el camino. Corres a buscar el vuestro, el que el Abad Hutor os entregó, y lo abres. En su interior hay restos humanos, huesos, joyas, notas, pequeñas cruces de madera y metal, palabras profundas, deseos, esperanzas...

Tardas en comprenderlo: lo que habéis estado haciendo era entregar una ofrenda al Apóstol, de parte de los frateres. Hutor sabía que nunca regresaríais.

FIN