Partida Rol por web

Doña Golo quería ver qué sucedía, pero sólo tenía a Gülf y un par de goblins obstruyendo su paso. Y en ese momento, cierto picor a la altura de su cuello, como si hubiera algo que se moviera levemente, le hizo acordar el espíritu recolectado en la ciudad. Ese hombre rata, si se podía llamar así, no lucharía como un enano o como su Urbi, no, lucharía como un cobarde. O como un goblin. Seguramente serviría.

-Ve, muchacho, sé libre y desquita tu enojo con esos pequeñines- le dijo liberando al espíritu de su tótem recolector.

-¡Aprovecha Gülf!- le dijo al enano instigándolo a que cargara contra el que quedara.

—El secreto de la buena cocina es aplastar cabezas. Los remilgados de los medianos siempre me corrigen diciendo que las cabezas tienen que ser de ajo, pero por suerte no hay ninguno de esos callosos fumapipas por aquí cerca —ladró Gülf mientras preparaba su martillo de guerra y se abalanzaba contra el goblin que tan educadamente le había decido la señora Golo. 

Una sonrisa se dibujó en el rostro del enano. Por un pequeño instante deseó que pasase otra cosa. Pero fue eso, por un pequeño instante. Porque en el fondo quería eso. Pelea.

Así, sin pensarlo mucho, cargó con su martillo contra el goblin que blandía la cacerola. ¡Se iba a enterar de lo que costaba desobedecer el consejo de un enano!

Con una maestría que te da enfrentarte a esta clase de criaturas durante siglos, Gromenauer esquivó facilmente las defensas del goblin. No obstante, todavía era pronto para matarle. Dirigió el golpe hacia la sartén, que lo único que hizo fue estamparse en la cara del desdichado goblin.

—¡Ahora estás empezando a usar esa sartén con cabeza! —soltó el guerrero en tono burlón, mientras se preparaba para el contraataque de los gobos.

Gromenauer se deslizó entre los goblins con sorprendente velocidad. Tanto que sus oponentes se encontraron con un espacio vacío mientras el enano golpeaba con su maza la cara del cuatro goblin. Y suerte que tuvo el goblin, porque la sartén quedó inservible tras el mazazo del enano mientras el pequeño monstruo verde aullaba con la cara llena de sangre. Sin embargo la guardia del enano había quedado totalmente a merced de los otros diablillos, que se lanzaron a por él, saltando dos de ellos encima de su grupa mientras intentaban atravesar su armadura con los machetes en el forcejeo¹.

Gülf tuvo peor suerte. Intentando librarse de uno de sus oponentes no vio a tiempo como el otro trazaba un arco con su machete y lo golpeaba dolorosamente en el cuello². Tan dolorosamente que el clérigo se iba a acordar muchos inviernos de esa cicatriz... si lograba que su cabeza permaneciese sobre los hombros después de aquel día, cosa que los goblins no parecían dispuestos a permitir. Por suerte para él el espectro del hombre rata había acudido, de mala gana, a ayudarles por mediación de Golo. Por el momento parecía que aquel tipejo era igual de cobarde que en vida y se limitó a molestar con susurros al goblin del machete, haciendo que por un momento se olvidase de Gülf³. Así el enano podía atender mejor a ese machete desenfundado que ahora lucía brillante en las manos de su otro oponente.

Roark desenfundó su espada, por si las moscas, y se repasó la manicura de la mano libre con los dientes.

Justo delante de él se había montado un berenjenal de golpes, voces, chillidos, cosas volando y demás historias, pero él estaba justo fuera del follón. Como consecuencia, tal y como lo veía el ladrón, tenía dos opciones: o bien ponerse nervioso y empezar a pegar voces animando a sus compañeros, o tomárselo con calma y esperar a que la fila avanzase para así poder repartir algún mandoble...

... Obviamente, y a juzgar por la excelente manicura que le estaba quedando, había optado por la calma. Cambió la espada de mano y prosiguió con las otras uñas...

... Finalizada la manicura procedió a atusarse el bigote aprovechando el reflejo en el filo de la espada...

Haron no estaba precisamente de buen humor:

—Si los matan unos puñeteros goblins me voy a sentir MUY decepcionado.

—Bueno... creo que el Destino tiene cientos de mundos adicionales donde otros héroes logran grandes gestas. ¿No visteis ayer lo de Duskwall? Fue muy interesante porque...

—¡Si los matan los goblins voy a estar tan decepcionado que igual le meto los libros del futuro por el culo a Destino!— bramó el dios de la guerra haciendo callar a Random —¿Sabes lo que creo? Que Destino está jugando con fuego. ¡No se le puede dar tanto poder a los mortales! ¿Y si se enteran de...

Todos los dioses hicieron gestos para silenciar al enorme y enfurecido Haron. Éste calló repentinamente mientras las caras de las deidades se giraban hacia lo alto. Casi como si temieran que unos dioses superiores a ellos mismos estuvieran escuchándolos y pudieran descubrir algo que no debieran.

—Muy decepcionado.— concluyó Haron mientras todos volvían a mirar la caótica escena bajo tierra en Zork.

—¡Inenarrable pedazo de mierda seca! —ladró Gülf, tratando de resistir el dolor de la machetada. 

Ese maldito goblin había tenido la horrenda suerte de no poseer un machete de mejor calidad. La carne de un enano como Gülf era recia y rugosa, como la de cualquier hijo de la piedra que se precie. Y como buen hijo de la piedra que era, iba a hacer una de las cosas que más le gustaba hacer: reducir a un piel verde a pulpa con un martillo.

Con una sonrisa de satisfacción, aprovechó que la criatura estaba distraída por uno de esos extraños espectros de doña Golo. Un único golpe bastaría. Por supuesto, acompañó su atronador martillazo de un hermoso recital de improperios obscenos.

Gülf no estaba para tonterías. Despachó de forma violenta, sangrienta y especialmente escabrosa a uno de sus oponentes. Esto, al menos, le dio un punto de satisfacción frente a la fea herida de su cuello.

Gromenauer no estaba dispuesto a ceder contra los enclenques goblins. Si querían derribarlo... Que lo intentasen. Les demostraría lo que era un recio enano a estos gobos que no sabían apreciar sus sabios consejos culinarios.

Así, el guerrero se preparó para los golpes. El primero goblin se chocó contra él igual que si se hubiese encontrado un muro de piedra. El segundo le agarro de su pierna, pero era como intentar doblar un roble. Y el tercero se lanzó contra él agarrándole del brazo, intentando que fuese al suelo.

Pero de nuevo, todo los intentos eran nulos. ¿Todos? Bueno, igual todos no...

Aprovechando que el espíritu estaba molestando al goblin, y Gülf se había despachado al otro a la manera enana, Golo se escurrió aprovechando su tamaño para ayudar a Gromenauer.

-Permiso... permiso...- fue diciendo a medida que interponía su escudo ante el golpe que pudiera venir.

Observó el lugar, y pensó que la fogata serviría. Levantó el escudo y la lanza, abiertos para mostrarse más grande de lo que era.

-¡Deténganse criaturas inmundas, y escuchen el rugir de la llama que consumirá sus vidas!- gritó a todo lo que esos pulmones viejos podían gritar, que era mucho, gracias al entrenamiento con el explorador que recibía las lecciones más de una vez.

Pero la llama no emergió como esperaba, ni rugió como debería. ¿Qué había pasado?

-¿Sössis?- susurró hacia el tótem, manteniendo la postura para aparentar -Este es tu pie para entrar...-

Roark empezaba a aburrirse allí esperando, así que suspiró y se apoyó en la pared de la cueva mientras observaba la pared de enfrente... 

Quietos todos... Ese saliente en la roca, el de justo enfrente, junto a la mata de musgo... Natural, natural, lo que se dice natural no era. ¿Un pasadizo secreto? Fue a girarse a sus compañeros, pero estaban demasiado ocupados peleándose con los goblins, así que se encogió de hombros, empuñó la espada con fuerza, apretó la roca y...

Viendo cómo doña Golo se escurría para ayudar a Gromenauer, Gülf preparó su martillo para acabar con el goblin que quedaba bloqueando la entrada.

—¡Humano! —ladró, refiriéndose a Roark—. Se te acabó hacer el vago. Ven y cuélate, ¡yo me encargo de que no escape ni uno!

De un revés, trató de aplastar el craneo del segundo goblin… con patético resultado.

Gromenauer no estaba dispuesto a ceder ante unos malditos goblins enclenques. ¡Y por Haron que lo logró! Los tres pequeños pielverdes tropezaron contra la masa corporal del enano como si hubieran topado contra una pared. Habrían caído derribado sin más si no fuera porque los demás se empeñaban en ayudar a Gromenauer.

Concretamente la vieja Golo se había puesto a hablar con el fuego —¿qué demonios verían todos los hechiceros chiflados en las llamas?— y no vio venir al goblin que, rebotando del guerrero enano, la empujó directamente hacia la la zona de la chimenea¹. El piel verde, por su parte, regresó a los brazos del enano que de pronto se vio acunando a un bien feo retoño que jugueteaba con un machete². Otro de los goblins cayó al suelo cuan largo era, pero el tercero siguió la trayectoria hasta tropezar con Gülf. Esto hizo que que el clérigo acabase en el suelo, momento que el goblin al que se enfrentaba usó para lanzarle un nuevo machetazo³. Por suerte Unbenennbar pareció salir de su trance y decidirse a ayudar al clérigo, con lo que se interpuso ante el goblin antes de que lo rematase⁴.

¿Y Roark? Pues justo en el momento en que le abrían paso por la entrada había descubierto un pasadizo secreto en la caverna. Un túnel se abría ante el descendiendo en forma de húmedo tobogán que descendía casi vertical hacia una zona mucho más profunda. Aquello era demasiado sofisticado para los goblins. ¿Quién lo habría hecho? ¿Merecía la pena el riesgo de deslizarse por él?⁵

Gromenauer sonrió al ver que se quitaba a los goblins de encima, mientras se daba la vuelta para decir al grupo que no eran tan duros. Lo que no vio al hacer esto fue al ser que rebotaba y se lanzaba a por él.

Y aunque intentó devolver el golpe para que rebotase de nuevo, los deportes de devolver pelotas eran cosas de gnomos, no de enanos, y falló el golpe por completo, comiéndose al goblin de nuevo.

¿Por qué en este combate todo iba de comer cosas?

Al ladrón se le iluminó la cara al ver el tobogán. ¡Eran las típicas cosas que llevaban a tesoros! Señaló hacia las profundidades y giró la cara hacia la sala en la que se disputaba la pelea para avisar a sus compañeros... Y lo que vio fue un desastre: un puñado de goblins se estaban cargando a los aventureros.

¿Pero como era posible que un puñado de goblins comecebollas pudieran con un grupo de aguerridos aventureros?

Suspiró y volvió a mirar al tobogán. Los tesoros tendrían que esperar. Aferró su estoque y se acercó sigilosamente hacia la espalda de Gromenauer para atravesar al goblin que se encontraba aferrado al casco del enano tras rebotar contra el suelo.

-Peero... ¿qué?- musitó al sentir el golpe del goblin... -¡Mierda!- exclamó cuando las llamas comenzaron a quemarle la trenza cuidada y las ropas no tan cuidadas.

Soltando la lanza y el escudo, se desvistió lo más rápido que pudo, y le lanzó las prendas en llamas al goblin que le había empujado, rompiendo la epicidad de su entrada a la cueva. Estaba frustrada, pero sin ningún pudor ante la desnudez que ostentaba.

Gülf no recordaba la última vez que se había enzarzado en un toma y daca como aquel. Empezaba a coleccionar mechetazos, sangre y viscosas porciones de cerebro de goblin a partes iguales. ¿Qué mayor diversión podía pedir un enano?

Por alguna razón, doña Golo parecía tenía un extraño fetiche con el fuego, pero no podía ayudarla hasta que no hubiese dado buena cuenta del pequeño bastardo verde. Una ristra de sesos más para decorar sus ropas.

¡La que se estaba liando en aquella habitación! El goblin abrazado a Gromenauer le pegó un machetazo en el cuello que lo habría afeitado en seco de no ser por la buena armadura que llevaba encima. En ese momento de entre las sombras salió Roark dispuesto a echar un acero. Y vaya que lo echó: concretamente atravesando el ojo el goblin pero desde atrás. Furibundo y cubierto de sangre goblin Gromenauer estampó a su retoño contra el suelo.

Enfurecido Gülf se levantó del suelo para decapitar a otro de los molestos hombrecillos. Unbennbar por su parte remataba al que ya había contenido ¡Estaban limpiando con eficacia la sala! Con tanta eficacia que los dos restantes salieron por patas por el túnel que ahora dejaba libre Roark. Cuando son superiores en número pueden ser una molestia pero el valor de los pieles verdes no es su principal virtud.

Ahora que la cosa se había calmado todos miraron extrañados a Doña Golo. ¿Por qué estaba en pelotas?

—Casi habría preferido que me cocinasen los goblins a ver esto.— afirmó Jingel Bello todavía atado en el suelo.

Doña Golo puso los brazos en jarra, hasta que se dio cuenta que una trenza tenía una leve llama, la cual apagó con una de sus callosas manos.

-¿Es que nunca vieron a una mujer desnuda? Vaya caballeros que ninguno me ofrece algo para taparme- dijo con rostro agrio -Especialmente el supuesto trovador... ¿así que de esa forma intentas seducir... lo que intentes seducir?-

La vieja no tenía ningún tipo de pudor, aunque sí se sentía malhumorada por no haber servido más que como exhibición anatómica. Y como buena ofuscada, se la había agarrado con el que menos tenía que ver y hacer, más que por el comentario desafortunado.