Partida Rol por web

El ladrón fue a añadir algo pero se lo pensó mejor. Cuando los enanos se ponían místicos era mejor no gastar bromas. Y allí había dos enanos que en ese momento estaban muy místicos. De hecho, Roark sintió un pequeño escalofrío cuando echó a andar tras Gromenauer. Incluso la luz mágica de la antorcha parecía encogerse e iluminar menos en aquel túnel.

No lo reconocería jamás, pero en ese momento esperaba que Arsenius ejerciera de dios y le echara un cable en vez de estar ocupado ejerciendo de borracho o ladrón por algún sitio...

Sin embargo acongojarse de más, por decirlo finamente, era contraproducente. Así que respiró profundamente un par de veces, dejó que la sonrisa burlona volviera a aparecer en su cara y avanzó por el túnel atento a cualquier indicio de peligro. -¿Habéis probado alguna vez el calamar a la Caribdus*? Exquisito.

Qué demonios, una broma para relajar el ambiente nunca estaba de más... -¡Ah! y echadle un ojo al bardo no se pierda otra vez...

Nuestros héroes descendieron por el túnel. Al principio era un túnel natural pero al poco tiempo empezaron a aparecer signos de manufactura. Columnas de piedra que casaban con la estructura original tan bien que incluso los que no eran enanos podían reconocer el buen hacer de esta raza para forjar estructuras dentro de la tierra.

Finalmente el pasadizo desembocó en una enorme estructura que dejó sin habla a todos. Incluso Roark se quedó callado un rato. Una cámara circular con una bóveda sostenida por pilares curvos de piedra que asegurasen que ni siquiera un terremoto colapsase aquel espacio.

Y todo eso para que en el centro de la misma hubiera tan sólo un objeto sobre un pedestal que había sido tallado de la roca pura del suelo. Era un cristal cuya forma rememoraba a los cuchillos de silex que en la antigüedad usaron todas las razas como armas primigenias. Pero aquella, como hemos dicho, estaba hecha de un cristal traslúcido de color ocre oscuro¹. Allí estaba: un objeto tan simple en un entorno tan peculiar. ¿Qué pintaba allí? ¿Por qué los goblins no se habían apropiado de él?

De aquella cámara no había más salidas, señal inequívoca que toda aquella estructura rendía pleitesía a aquel pequeño objeto. ¿Por qué?

—¡He leído los pensamientos de ese desgraciado!

Astinius a duras penas se mantenía en pie y su frase correcta a nivel fonético fue: 'elidoloshpenshamientodesedesgrasiao'. Haron se adelantó para cogerlo y, de paso, separarlo de aquel Odre de Vino Infinito que algún mortal había creado para él como ofrenda.

Random miraba ensimismado la escena que sucedía en Zork.

—¿Qué crees que pasará ahora?— preguntó Asindara apoyándose en el hombro del dios de la aventura.

—No lo sé.— confesó el interpelado —Éste es uno de los puntos donde hasta los dioses contienen el aliento.

El ladrón contuvo el aliento solo un momento. Era un cuchillo hermoso y, seguramente, muy muy valioso. Luego sus instintos tomaron el control: era un cuchillo muy hermosos y, seguramente muy muy valioso y estaba allí sin ninguna protección aparente. Así que respiró hondo y repasó la zona con la mirada sin dar ni un paso en el interior de la sala: ¿Trampas de presión en el suelo? ¿Aire titilando que revelase hechizos de protección activos? 

Mientras miraba, olía y escuchaba el entorno en busca de trampas, sus dedos se flexionaban solos empuñando la antorcha y la espada, preparándose para dar el camiazo en el pedestal lo suficientemente rápido como para dársela con queso a la trampa de presión. Claro que si había un resorte eso daría igual, al sacarla saltaría y ¡PAM! Un pedrusco gigante le caería en la cabeza...

... Bueno, mejor no pensar en eso...

Gromenauer miró el cuchillo. No era un material cualquiera, y alguien como él, que había combatido de todo y durante mucho tiempo, sabía qué era. Las leyendas más antiguas hablaban de él, leyendas casi olvidadas.

Ese material, de un nombre olvidado, era el material de la misma creación. Cuando los dioses crearon Zork, eso mismo fue lo que usaron para crearlo. Un material capaz de rasgar la materia como si de mantequilla se tratase. Roca, planta, carne, metal... Nada podía hacer frente a ese filo.

Pero su uso tenía un precio. Un precio muy alto. E igual que consumía todo lo que tocaba... Consumía a todo el que osaba empuñar su hoja. Solo un dios podía empuñar un arma así sin ser consumido. Pero por desgracia, no quedaban dioses en Zork, todos decidieron volver al panteón después de la primera batalla contra los azotamentes. ¿O tal vez sí y nadie lo recordaba?

En cualquier caso, y antes de que el ladrón se acercase al puñal, le grito—. ¡Espera humano! ¡No toques eso o te consumira! —tras decir esto, se aproximó a la hoja, para decir—. Tenemos que buscar la forma de coger esto sin tocarlo. ¡O moriremos intentándolo! ¡Sacad un tarro y un pañuelo, vamos, esto es lo único que puede detener a los azotamentes!

Golo sonrió ante las palabras de Gromenauer. Los espíritus sabían de qué hablaban, y esos conocimientos que emergían de aquella cabeza latosa eran una forma de confirmar lo que decían.

En ese momento recordó aquellas palabras que escuchó en susurros cuando vio por primera vez al enano: "Aunque parezca tosco y de pocas luces, su poder reside en su creatividad... su capacidad para crear su realidad". Aquella vez, no había entendido del todo, pero sabía que los espíritus obraban de maneras sinuosas. Ahora podía empezar a hacerlo.

Rompió un retazo de la tela que estaba oficiando de ropa, y miró a Roark.

-¿Se puede avanzar?- preguntó con una sonrisa de vieja esperando que le digan que la comida que preparó estaba riquísima, y que quieren más.

Gülf resopló.

—No hace falta ser una lumbrera para saber que un objeto desprotegido, de aspecto primitivo y oculto en una estructura antediluviana va a consumirte si lo tocas.

El clérigo se acercó con precaución, preparando uno de los saquitos de cuero que colgaban de su cinturón. Por dentro, la piel estaba purificada con agua del río Lethus, empleada por los inquisidores de la rama más ortodoxa de la religión de Lineras*. No todas las deidades eran igual de abiertas. En ciertas regiones de Zork, la Iglesia Ortodoxa de la Diosa de la Luz y la Justicia** condena cualquier manifestación mágica, así como razas no humanas. El agua del Lethus es perfecta para este propósito: atenúa los efectos arcanos y, en dosis importantes, hace olvidar al que la consume cualquier hecho relacionado con lo sobrenatural.

Sin duda, la bolsa no anularía el poder del cuchillo, pero atenuaría su poder lo suficiente como para portarlo.

—Recuerdo haber leído algo*** acerca de un mineral o un ámbar añejo y descolorido —dijo refiriéndose al extraño cuchillo—. Si estoy en lo cierto, creo que estamos ante un objeto de lo más formidable y metidos hasta el fondo en un buen lío.

Al ver a los enanos avanzar por la sala como si tal cosa, Roark hizo ademásn de llevarse la mano al rostro pero claro, tenía las manos ocupadas -¿¡MALDITOS ENANOS OS QUERÉIS ESTAR QUIETOS!? Como disparéis una trampa me vais a oír. Además llevarnos el cuchillo sin tocarlo es fácil, solo hay que cortar la parte de arriba del pedestal. Es mármol normal y corriente así que no será dificil...

El ladrón casi podía oír las trampas disparándose con cada paso de aquellos malditos ansias... Por eso los enanos no eran buenos ladrones, veían algo que les interesaba y no pensaban en nada más: derechos a por ello...

El clérigo atrapó el cuchillo de extraño cristal como si fuera una pájaro en la bolsa.

Roark contuvo la respiración.

Luego exhaló para volver a contenerla de nuevo muy rápido. Las trampas de gas podían durar décadas sin estropearse.

Pero no había trampa de gas. No había trampa de pinchos. No había desplomes, magia, cuchillas o criaturas venenosas.

Nada.

Y eso sí que preocupó al ladrón: porque la gente no suele proteger los objetos malditos. Los dejan allí para que los primeros pringados que pasen por la mazmorra, cueva, castillo o templo se lo lleven, y con él todos los problemas.

¡Y aquellos enanos estaban empeñados en llevarse aquel objeto que a todas las luces era peligroso!

Gülf esperaba que el agua del río Lethus aguantase lo suficiente. Gromenauer tenía razón con respecto a aquel arma. El motivo de que supiera tanto sobre ella se le escapaba al clérigo. Él había leído sobre el tema en la Vieja Biblioteca pero ¿aquel guerrero? ¿de dónde había sacado la información?

Se decía que aquella arma estaba forjada a partir del cuerno de una deidad olvidada, del último Dragón de Cristal, que había perecido enfrentándose a las hordas de los Azotamentes. Pero Gülf había leído que el arma debía ser activada de alguna manera para poder ser usada. Seguía siendo peligrosa aún sin su carga, pero si querían que fuera efectiva contra sus enemigos los Azotamentes tendrían que buscar una manera de cargarla de Magia del Dolor. ¿Dónde o cómo? Ah... eso sí que ya no lo sabía.

El ladrón meneó la cabeza mientras mascullaba por lo bajo algo así como "malditos enanos, me van a provocar un infarto con sus heroicidades" pero, como no se había disparado ninguna trampa, se relajó...

Durante 0,31 segundos exactamente, si alguien lo hubiera medido, claro.

Por un momento pensó en volver a repasar la sala, esta vez en busca de inscripciones del tipo "Tonto el que coja el cuchillo" o "la maldición de las siete diarréas caerá sobre aquel que se haga con el cuchillo". Porque no todos los constructores de mazmorras eran tan cabrones como para dejar un objeto maldito a mano sin avisar primero. La mayoría sí que lo eran, pero algunos dejaban un claro aviso de lo que podría pasar si te lo llevabas...

Y por probrar...

Sin embargo, la antorcha debía seguir asustada porque apenas daba luz. El ladrón no vio nada aparte de piedras, musgo y hongos.

Se encogió de hombros y se encaminó a la salid -Vámonos antes de que se nos acabe la suerte...

La vieja puso los brazos en jarra al ver pasar al enano y tomar el objeto así como así. Bueno, con el agua del Río, pero así como así al fin de cuentas.

-Me hubieras dicho antes y no rasgaba mi elegante túnica- dijo con el ceño fruncido.

Pero era un enano su interlocutor. Sabía que no habría una respuesta a su queja, al menos no más que una mirada por encima de la barba y un caminar recio hacia el objetivo. Siempre se hacían tan los seguros, bien que los ponía uno en un bote y se convertían en gelatina.

-Qué rico una gelatina...- dijo la vieja, al tiempo que seguía a los demás. Recordó justo una receta que hacía su abuela con huesos molidos, lino pasado por agua, claras de huevo, carne de mula aplastada a pisotón limpio y macerado por varios días. Una delicia.

-Vamos, muchacho, que si no alumbras voy a terminar masticando tierra-

Continuaron su camino.

A medida que se adentraban en el bosque y la luz empezaba a descender se dieron cuenta de que según sus cálculos tocaría hacer noche en la Laguna de los Muertos. Eran aventureros y por eso no les podía sorprender este hecho.

Así que cuando llegaron al claro y la vieron se quedaron pensando que quizás no era tan mal sitio para pernoctar. De hecho si en vez de Laguna de los Muertos se llamase Claro de la Media Luna el lugar parecería casi idílico para pasar la noche.

Pero se llamaría de los Muertos por algo ¿no?

El caso es que era un espacio muy amplio, rodeado de la arboleda, en el centro del cual había una laguna que ocupaba un espacio aproximado de un par de estadios de Blood Bonul¹. Y todo estaba tranquilo.

¿Pernoctarían allí? ¿Harían guardias? ¿Qué harían con el elfo?

—Propongo atar todavía más al elfo y hacer guardias —sugirió Gülf—. O eso, o le ponemos un grillete con una campanita, pero seguro que termina buscándonos problemas otra vez.

Sin esperar a que los demás pudiesen objetar, se desembarazó de la mochila y echó un buen vistazo al lugar. ¿Laguna de los Muertos? ¡Seguro que era el invento de algún listillo que quería alejar a los crédulos y así poder reservarse para él semejantes vistas! Aunque tampoco estaba de más hacer guaridas, tanto por el elfo como por posibles amenazas que pululasen por el bosque…

…Como más elfos, por ejemplo.

El ladrón asintio a las palabras de Gülf. -También habría que hacer una fogata más grande de  lo normal, todas las lagunas de los muertos que conozco se llaman así porque dentro hay  muertos que, a veces, se levantan, salen y matan y todo eso y ya se sabe que el fuego viene bien con los no-muertos.- Reflexionó un poco -Bueno, casi todas, la de Herrin en realidad se llama asi por un error de traducción y la de Nueva Porcia porque en la Vieja Porcia había una y por tradición llamaron así a una al construír la nueva ciudad... Curioso, porque a la Vieja Porcia la arrasó una horda de no-muertos salidos de la laguna de los muertos... La de la Vieja Porcia, quiero decir...

Tras desechar eso con un encogimiento de hombros indiferente, eligió un buen sitio para su mochila, una zona de hierbas mullida junto a una buena y sólida roca, se aseguró de que no estaba invadiendo la madriguera de ningún bicho, y procedió a reunir leña para la fogata...

Pronto aquello se iba pareciendo a un campamento. Una bonita (y enorme) fogata iluminaba la zona donde estaban acampados, con las mochilas alrededor de la misma. Jinger Bello, por su parte, estaba atado convenientemente a un árbol cercano. El tipo no había dejado de quejarse sobre como era tratado pero una mirada de reojo de Gülf acompañada de un casual movimiento de la maza de Gromenauer había convencido al bardo de que quizás no eran tan maltratado como podría serlo en realidad.

Después de cenar y reponer fuerzas el grupo se preparó para pasar la noche. ¿Cómo harían las guardias?

Roark, que se había situado estratégicamente entre la fogata y el lago, sopesó la situación. Lo normal era que los bichos tontos atacasen de noche cerrada y, los listos, antes del amanecer. Además los fuegos tendían a irse apagando a medida que pasaba el tiempo.

Un mago o un erudito habrían hecho una complicada ecuación para buscar el momento menos peligroso, lo del ladrón era más por insitnto. -Yo me quedo la primera guardia.- pero funcionaba.

—Yo haré la primera guardia —anunció Gülf—. Prefiero dormir del tirón o que solo se me despierte cuando haya acción de verdad, pues hoy apenas he derramado sangre impura.

Escupió al suelo. Una vez terminó de establecer su parte del campamento y ayudar a los demás, se sentó a rebuscar su petaca de brandy enano y una ración de carne seca.

—¡Guten Appetit!

Mientras los demás preparaban el campamento, después de todo, ella era una anciana, se sentó sobre un tronco y observó los alrededores. Sin cerrar los ojos se podían percibir los espíritus deambulando, dándole vida a cada cosa en ese claro, y en ese pantano. Bueno, se llamaba de los Muertos, pero no quería decir que todo estuviera muerto. 

Cerró los ojos un momento, y luego se acercó al borde de una charca. Tomó lodo y comenzó a moldearlo. Mientras lo hacía, le comenzó a hablar al espíritu que residiría en ese tótem.¹

-Dime, ¿cómo te llamas? Ya verás que hermoso receptáculo haré para ti, verás mundo, conocerás a otros espíritus, otros charcos...- y siguió la vieja al tiempo que recordaba la primera vez que modeló con arcilla. ¿Cómo se llama ese espíritu?

Era joven y bella... o al menos joven, no recordaba bien. Su pretendiente, le guiaba las manos y podía sentir su calor espiritual por la nuca.

Fue un momento muy romántico, lástima que no pudieran llegar a más.

Luego de una hora, o más, no sabrían decir realmente, la vieja volvió radiante, rejuvenecida.

-Bueno, ¿quieren que prepare algo para comer?- dijo con una sonrisa de oreja a oreja -Me dio hambre...-

Hasta que finalmente vio la "pelea" entre Gülf y Roark por la primera guardia.

-Elijan como quieran, yo puedo hacer la segunda- su tono era alegre.