Partida Rol por web

Cuando por fin alcanzaron el borde de la montaña vieron su objetivo en lo alto del camino. Efectivamente la Entrada de la Calavera era eso mismo: una enorme calavera de titán que se había incrustado de alguna manera en la ladera del monte para formar una entrada al subsuelo. La monstruosa boca tenía una quijada que se abría aproximadamente a seis metros del suelo, formando una entrada de unos cuatro de ancho. La vegetación había crecido a su alrededor intentando formar una inmensa melena de pelo oscurecido. Alguien había grabado unas colosales runas y quizás por la magia imbuida en ellas brillaban unas luces blanquecinas en sus vacíos globos oculares.

Llegaron al umbral y dos cosas les sorprendieron.

La primera es que en el interior de la boca había unas recias escaleras talladas. Escaleras de manufactura enana. Muy antiguas, casi primitivas, pero enanas.

La segunda eran las osamentas de media docena de caballos que habían perecido, sin duda, atados a las ramas exteriores como si sus dueños tuvieran en mente regresar pronto. Por desgracia para los equinos aquello no había sucedido y probablemente habían perecido de hambre y luego los buitres se habían encargado de ellos.

El gnomo, que continuaba colgado a la espalda de Morkai, se sorprendió al ver los restos de los caballos.

—¡Parecennuestras monturas! ¡Las de miexpedición! ¿Son estaslascuevas de lososcurandos? ¡El Cristaldelalma!

Aunque durante el viaje como cautivo se había mantenido silencioso ahora estaba realmente excitado.

Ignorando al bullicioso gnomo Tempest se adelantó unos pasos para mirar por encima de la fila de enanos, que ahora contemplaban el túnel que descendía.

—Estamos de suerte Roland.— le dijo a su compañero —Bueno, yo más... me debes cinco gramos de sales. ¡Las escaleras son lo suficientemente bajas como para que las mulas puedan pasar! ¡Ja! ¡Te lo dije! Fueran goblins o enanos los constructores no serían tan altas como unas escaleras humanas. ¡Pueden pasar! ¡Cinco gramos querido!

El chico estaba exultante. Ronald, por su parte, mostraba su habitual rostro inmutable.

El caso es que las mulas podrían bajar por ahí en fila. Al menos por esa parte de los túneles.

Otra cosa era que si se iban a adentrar por aquella cavidad abierta tendrían que definir el orden de marcha. Los enanos podrían avanzar de dos en dos e incluso luchar, aunque Stela, Morkai y Firfin lo tenían más complicado por la longitud de sus brazos.

Y luego estaba el tema de la luz. Nada iluminaba el descenso.

¿Qué haría ahora el grupo?

– Bien – exclamó Firfin recostado en una de las mulas, nadie había visto como había llegado allí, aunque la distracción que causaba aquella inmensa calavera y lo que había a su alrededor les hacia tontos a todos, quizá incluso al propio Firfin.

– El Kraken es sabio, oid su consejo. Mirad a los alrededores, todos muertos. El viaje termina aquí enanos, no creo que quieran seguir salvo que la vida de su pueblo dependa de ello. Los enanos solo dan su vida por su clan, por su pueblo, al menos la mayoría. Pero no por avaricia, salvo que hayan enloquecido. La avaricia de un enano no sirve si muere. Y si por sus miradas se que van a continuar allí adentro – soltó Firfin sin mirarles. – ¿Que estamos buscando realmente? – preguntó súbitamente, aunque sin esperar respuesta, sabiendo lo que los enanos le dirían, fingió que si responderían a sus cuestionamientos y habló en consecuencia – no esperad, no aquí, ya llegará el momento para hablar de esos detalles. Ahora hay que pensar, el Kraken es cauteloso. El tiempo está de nuestro lado. Esperad, veamos si los dioses mueven nuestros pasos o si seguimos siendo libres – exclamó recordando los súbitos acontecimientos de los días anteriores. ¿Les seguían vigilando los dioses?

En cualquier caso, antes de adentrarse allí, necesitaban respuestas, había que examinar el lugar, aunque la mula era cómoda, pronto tendría que caminar encorvado, sería mejor descansar.

Las palabras, por momentos empalagosas, de Kraken hicieron aflorar una sonrisa en el rostro de Aren. Estaba claro que el humano quería averiguar el destino de la expedición. Y también que era consciente que los enanos no estaban dispuestos a brindar más información que la necesaria.

Moviendo su rostro arriba y abajo, en un claro gesto de asentimiento que era común a todas las razas, por lo menos las que el conocía, aseveró — Hay razón en tus palabras. Este no es el lugar de hablar de eso — 

Con todo, no estaba en la naturaleza del explorador simplemente esperar a que los dioses les indicaran el camino. Ellos ya tenían sus instrucciones por lo que descendió de su montura y dándole una palmada a Rakard le susurró — Espera un momento, ya vengo — antes de acercarse a las escaleras y observar el ancho de la misma.

— Deberíamos organizarnos. No solo el pasillo es bastante angosto, sino que el lugar es bastante oscuro. Nuestra gente es capaz de moverse en la oscuridad, pero creo que Uds. no pueden hacerlo y Rakard tampoco. En el equipo había algunas linternas — recordó — e incluso podemos fabricar antorchas por si nos hacen falta. Pero hay que decidir quien las lleva — añadió teniendo muy en claro que el no sería uno de ellos. Después de todo necesitaba ambas brazos para utilizar su arco

Bajando los primeros escalones su vista taladró la oscuridad, tratando de averiguar cuanto pudiera sin alejarse de la boca del túnel — Veamos si hay algo interesante... — 

Oh, vaya, parte de el Plan era llevar antorchas. El nuevo Morkai (había estado todo el día como muy relajado y muy tranquilo, lo que casi daba más miedo que alivio, aunque el último era innegable) habló:

──Morkai puede llevar antorcha──. Enseñó la garrota, ──Morkai solo necesitar una mano para pelear, la otra valer para llevar cosas.

Revisó primero los restos de los caballos intentando ver algo, pero allí ya no había nada. Solo eran huesos brillando blancos como el nácar en contraste con la oscura piel arrugada. Oten fue entonces hacia el colosal cráneo de titán. ¿Con que fin alguien se había tomado las molestias de incrustar aquella calavera en el terreno? Negó con la cabeza, no lo sabía. Examinó a continuación las runas grabadas en las cuencas de los ojos que bajo la noche brillaban con aura mística. Tampoco llegaba a entenderlo. Entró por la quijada y al examinar las escaleras no tardó en reconocer signos inequívocos de su origen: el desnivel de los escalones, el tamaño de los peldaños. ¡Sí! ¡Habían sido concebidas para piernas y pies enanos!

Entonces el gnomo despertó y desde las espaldas de Morkai afirmó que eran los restos de su expedición. Oten lo miró incrédulo ¿Era verdad lo que decía? ¿Escondía ese Valle el mítico Cristal Alma?

Oten se despojó de los guantes de viaje y estuvo un rato reflexionando para si mismo, como si dudara o como si intentara evaluar algún peligro pero finalmente se agachó y puso sus manos desnudas sobre la piedra

-Roland y Tempest llevarán las antorchas-dijo Stela-Son más altos que los enanos y la luz llegará más lejos. 

Se acercó a una mula y descargó un bulto alargado. Deshizo los nudos y empezó a desenvolver la lona.

-Pero Morkai y yo estamos en desventaja ahí dentro: es demasiado estrecho y no podemos blandir nuestras armas en condiciones. Son túneles hechos por y para enanos. 

Abrió el paquete mostrando varias picas. Cogió una y le pasó otra al semiogro.

-Cuando sólo puedes ir hacia adelante y hacia atrás, hay que usar una de estas, mantener la formación y ensartar a cualquiera que se acerque. Somos lo bastante altos y las picas lo bastante largas para pasar por encima de los enanos. ¿Podrás hacerlo, grandullón?

Oten sentía como la piedra le contaba cosas en susurros que sonaban como la gravilla deshaciéndose.

Fueron los enanos de Kat-A-Dor-An quienes erigieron este lugar. Expulsados de las Montañas hicieron de éste su hogar.

De los que buscaban la Piedra sólo dos sobrevivieron, aunque otros no murieron.

En lo más profundo se esconde la Escuraverme.

Kat-A-Dor-An... el Clan Maldito¹.

Mientras Roland y Tempest preparaban las antorchas Stela le lanzaba una pica a Morkai. El grandullón la empuñó y comprobó su ligereza, pasándola por encima de los enanos. Era un buen arma para el plan de la mercenaria.

Aren se había adentrado unos metros en la oscuridad. Efectivamente aquella construcción era enana: antigua, casi se diría que primitiva, pero sólida. Las escaleras descendían en la oscuridad y parecían desembocar en un laberinto de estrechos túneles. El explorador se dio cuenta de una cosa: el lugar estaba totalmente limpio en el interior. No había telarañas, ni nidos de insectos, ni nada de la habitual vida que normalmente poblaba un subterráneo natural que hubiera estado abandonado o descuidado. Era como si la propia naturaleza renegase de aquel lugar.

En la superficie Oten apartó las manos de la superficie de roca. Su rostro estaba serio, aunque eso no era ninguna novedad.

—Las piedras han hablado y los espíritus me cuentan hechos y noticias terribles. Esas escaleras, este lugar… Son obra del clan maldito de Kat-A-Dor-An— Oten pronunció estas últimas palabras con un susurro como si fuera un secreto o algo que temía decir en voz alta.

—Prestad atención, mirad donde pisáis… Nada bueno nos espera ahí abajo—

"Los enanos son un pueblo guerrero y fiero y la mayoría de las páginas de sus libros de historia están llenas de guerras y batallas, no solo contra sus enemigos acérrimos como orcos o trasgos, también conflictos entre clanes y tribus enanas. En uno de estos capítulos se habla de los hechos que ocurrieron hace mucho tiempo en los Picos de Tornham, un lugar famoso por sus gemas y sobre todo por sus rubís.

Dos clanes de enanos tenían la concesión real de la explotación minera del lugar y los problemas y disputas no tardaron en surgir. Al principio solo fueron las típicas discusiones por las lindes, pero la cosa fue a más  hasta que el cabecilla de uno de los clanes fue asesinado. Los hechos no estaban claros, pero, por supuesto, las acusaciones mutuas comenzaron, le siguieron las escaramuzas y los sabotajes y todo aquello acabó por convertirse en la semilla de la que germinaría un conflicto militar que duró casi 20 años.

Uno de los clanes involucrados en las guerras de Tornham, fue, como casi todos los enanos saben, el de Kat-A-Dor-An, terrible y nefasto nombre que aun hoy se evita pronunciar por considerarlos herejes y malditos. Y es que, movidos por la codicia y la sed de venganza, sus líderes recurrieron a la hechicería prohibida para derrotar a sus enemigos. Se dice que despertaron fuerzas que nunca antes se habían nombrado, se habla de demonios, magia negra, sacrificios y otras atrocidades.

Y aunque el Clan Maldito fue finalmente vencido y desterrado de las Montañas, tal es el miedo y pavor que los enanos sienten al pronunciar ese nombre que aun hoy los Picos de Tornham permanecen herméticos, sellados con rituales y plegarias, sin que nadie se haya atrevido a adentrase en sus entrañas aun cuando las promesas de piedras preciosas y riqueza son tan seguras como el viento"

-Si no nos hubieras pagado por acompañaros, casi diria que no quieres bajar.

Stela no estaba impresionada. Habia acompañado a otros grupos en misiones parecidas y siempre era la misma historia: que si la tumba de un hechicero no muerto, que si la guarida de un mastodonte-dragon, que si un templo maldito por dioses olvidados... todo era siempre tremebundo para justificar que hubiera algun tesoro. Parecia como si las fuerzas del mal necesitaran de subterraneos para poder campar a sus anchas cuando habia sitios como la Sede del Consejo de Gaenor donde los monstruos llevaban pajarita, pluma y pergamino. Y con aquellos no valian las bolas de fuego.

Organizo rapidamente al grupo. Entrego una antorcha a Roland y otra a Tempest.

-Sonrie, Roland-le dijo al porteador que miraba aquello con cara de dolor de estomago-Hay que bajar las mulas por la escalinata. Si pones esa cara, se van a asustar antes de tiempo. Ya se que no sera facil pero no podemos dejar a esas pobres bestias a la intemperie.

Intentaba parecer tranquila pero de todo aquello lo que menos le gustaba era bajar a bestias de carga a un subterraneo. Una estampida de mulas en un corredor estrecho podia resultar muy peligrosa.

Indico a Noren y Oten que se pusieran delante de ella y el semiogro. Sin duda, Aren se adelantaria como avanzadilla. Miro a Kraken:

-¿Donde prefieres estar, maese Kraken? ¿En la vanguardia donde tus habilidades pueden ser de utilidad o en la vanguardia protegiendo las nalgas de las mulas?

Luego dio unas breves lecciones a Morkai sobre el uso de la pica:

-Usa esto por encima de las cabezas de los enanos. No, no la uses para pegar de arriba abajo. Asi, para pinchar. Si alguien se acerca a los de primera linea, atraviesale la cara. Asi, luego recuperas la pica y vuelta a empezar. Puede no parecer muy impresionante pero he visto cargas de caballeria blindada detenidas por campesinos armados con estas cosas.

— Eso son malas noticias — no puedo menos que exclamar el explorador al escuchar hablar del clan maldito — Las historias hablan de que usan magia negra y tienen relación con demonios y cosas peores — explicó a quienes, por no ser enanos no tenían forma de saber del peligro del que hablaba el clérigo de Kramor — Esperemos que solo sean eso. Historias — trato, sin embargo, de minimizar el riesgo. Después de todo tenían que atravesar esos túneles.

— Y no, no es miedo, pero si debemos tener cuidado. Acabar con el clan maldito nos llevó décadas e incluso así, parece que no lo conseguimos del todo. Y más allá de su maldad no dejan de ser enanos. Saben como combatir en los túneles — intentó explicarle a la mercenaria — Aunque esa idea de las picas es interesante — no puedo menos que reconocer — Quizás una táctica "humana" sea lo que necesitemos para poder sorprenderlos —  

Sin embargo, Aren sabía que no tenía sentido demorarse mucho más. Debían continuar, por lo que encajó las mandíbulas y se preparó para avanzar — Rakard no ve demasiado bien en la oscuridad, así que mejor se mantenga detrás de esas picas. Eso si, si lo ven muy nervioso déjenlo pasar — les explicó — A veces, cuando quiere acercarse hasta mi es un poco bruto. Yo intentaré descubrir lo que pueda adelantándome un poco, pero sin alejarme demasiado. Preferiría que nos mantengamos al alcance de nuestras voces — 

Entregándole una antorcha al semiogro, como este había sugerido, observó a los porteadores — Como acordamos en su momento, no pretendemos que corran peligro, Uds. sólo ocúpense de que las mulas no huyan — les pidió — pero, por su propia seguridad, no dejen que nos alejemos demasiado. Del resto nos ocuparemos nosotros — Completó demostrando más seguridad que la que realmente sentía.

Casi sin darse cuenta el enano tomo el papel para el que estaba entrenado, el de explorar a la vanguardia del grupo — No dejen que me aleje demasiado — insistió antes de sacar una flecha de su arco y prepararse para, si resultaba necesario, disparar mientras el resto del grupo lo alcanzaba — Si veo algo esperaré que me alcancen o, si puedo, volveré sobre mis pasos para avisarles — se explicó antes de avanzar, decidido pero atento, hacia la oscuridad de los túneles.

──Morkai coger antorcha con una mano, manejar mondadientes ──se refería a la pica, que para él era un palo con punta── con una mano sin problema.

No le daba mucho miedo que digamos todo eso de clanes malditos y bla, bla. Respeto si, claro. Había peligros en el mundo, no lo sabía él ni nada, si a veces los capturaban y los traían a la arena para que se alimentaran de reos. Pero Morkai estaba acostumbrado a la perspectiva de ser él uno de los "malos" a los ojos del personal. Uno de esos seres que habitaban las comarcas "salvajes y desconocidas" para los hombres, claro, no para los que vivían ahí. Los pueblos civilizados que hablaban en esos términos de esas cosas solían exagerar un montón. Pfff. Igual habían caído en el canibalismo, comiendo carne de enano, o habían convocado a algún demonio del inframundo. Que si, que era un peligro con patas uno de esos, pero...

Pensaba con intensidad y veía bien que se contradecían unos a otros. Preguntó a Stella: ──¿dónde estar "el plan"? Morkai no saber. ¿Poner delante o detrás de oso? ¿Oten delante o detrás? Stela explicar, por favor.

Y le puso esos ojitos tan tiernos de la otra noche, todos llenos de ansia por aprender.

-Tú quédate junto a mí y no salgas de la formación-explicó Stela dibujando un rectángulo con el dedo. Bajó el tono de voz antes de añadir-y... ¿ves la calva de Oten? Intenta no darle con la pica.

—Grrrr— gruñó al escuchar a Stela

—Humana...— dijo  

—Creo que eres tú la que más tiene que preocuparse por ver donde mete su pica Morkai— el idilio entre ambos no habia pasado desapercibido ni siquiera para el gruñón y siempre serio sacerdote que veía con curiosidad el ritual de cortejo que el semiogro había desplegado para conquistar a la mercenaria

Sin duda Morkai procuró captar las palabras de Oten, e hizo gala de una discreción maravillosa para alguien de su raza, porque el hecho de que Oten dijera a Stella que se tenía que preocupar de que Morkai le clavara el palillo de dientes ese que le había dado, a cualquier otro le habría ofendido bastante. Morkai no era ningún traidor. En otra época, más joven, le habría abierto el cráneo de inmediato.

Le miró con el ceño fruncido, de nuevo queriendo comprender. Luego meneó la cabeza y siguió nadando entre misterio y misterio.

Firfin miró con enfado a la mujer, demasiada confianza para su gusto. No obstante reía con gusto, hacer enojar el enano era algo que le alegraba el día, y la mujer había encontrado un punto débil. Las palabras del enano eran por cierto ofensivas, pero sabía que a Stela poco le importarían, y más aún, reflejaban el enojo y lo ofendido que se sentía el enano.

– No hagas caso mi fiel amigo – dijo Firfin al gigante que sostenía la pica como si fuera un bailarín con lanza – los enanos tienen una forma de contar chistes muy peculiar, simplemente evita picar a cualquiera de nosotros con la punta de la pica – le detalló con una leve sonrisa.

– No conozco nada sobre dicho clan enano, pero si que conozco algo sobre los gigantes que habitaron y habitan esta tierra. Antes fueron grandes civilizaciones, solo mermadas en el tiempo por un sin fin de calamidades. Mi vida me ha llevado a escuchar múltiples cosas, es la forma en que sobrevivo, no soy un amante del conocimiento, pero si quieres matar a alguien o robar algo, el conocer es fundamental, te ahorra tiempo y sangre. No entraré en detalles – exclamó con la mano en alto fingiendo que a los demás le importaban sus palabras, aunque puede que si fuese así, al menos de forma vaga.

– Hay una leyenda, que me contó una vez un hombre que termino con una segunda boca en el cuello, una larga historia. El miedo hace decir a la gente muchos disparates y entre ellos muchas verdades. El caso es que los tesoros son valiosos, y los tesoros de los gigantes son gigantescamente valiosos. Esperen – dijo súbitamente el ladrón meneando la cabeza, – no, no era eso de lo que iba a hablarles. El caso es que una de estas calamidades fue una gran plaga de ratas. Pero no de las ratas que moran en Gaënor, que se que son nefastas, yo mismo me he tenido que enfrentar a ellas con las manos desnudas – contó alzando las manos como si sostuviera a una que intentaba mordele.

– Bueno, esa es otra historia. A lo que voy es que aquella plaga de ratas que asolo a los reinos de los gigantes fue una plaga de ratas gigantes, de hombres rata más bien. Algunas incluso tan grandes como Morkai según se dice, aunque la mayoría deberían ser del tamaño de un enano o algo más arriba. Se dice que esas ratas han infestado las viejas ciudades subterráneas antiguas de múltiples civilizaciones, entre ellas las de los enanos. Espero equivocarme, pero un cementerio de gigantes me preocupa más que un conjunto de enanos demoníacos. En cualquier caso, es claro que no nos esperan cosas buenas allá adentro.

– Por cierto, iré detrás como siempre, cubriendo la retaguardia. Aunque me gustaría que Oten marchará justo delante de mi, así podré salvar su calva de ser necesario. No, perdón – soltó de repente fingiendo estar apenado. – Más bien el podrá salvar mis nalgas – meditó entonces en la situación, fingiendo de nuevo estar muy apenado por ofender al pequeño enano. – más bien, juntos podremos protegerles a todos ustedes –.