Partida Rol por web

No te haré tirar si solo buscas materiales comunes, pero si quieres encontrar algo más específico para romper la tapia sí. Esta vez te voy a pedir que nos salgamos un poco del manual. Vas a ser tú el que me diga qué pido de acción quieres realizar con el la entrada sellada y yo te responderé el atributo más adecuado. Puedes intentar destruirlo por medio de la fuerza bruta (menos tiempo pero mayor ruido), levantarlo haciendo palanca (menos ruido, más tiempo, puede cerrarse de nuevo), etc.

También depende de si quieres quedarte a combatir o huir. La decisión es completamente tuya. Los lobos pueden defenderse, y Magdala también lo hará tanto si le das un arma como si no.

Hagas lo que hagas, te describiré mañana la cocina y ya me dices lo que quieres hacer (aunque puedes hacerlo antes, claro).

Magdala y Arnault se dividieron en cuanto llegaron a la sala principal. La joven se apostó ante la puerta, tratando de observar discretamente por una de las ventanas. Con un gesto, indicó al guía que la cocina estaba detrás de la barra.

Con cuidado, atravesó las puertas vaivén y accedió a una sala llena de armarios, presidida por una enorme mesa llena de cubiertos y otros utensilios de cocina, y la zona utilizada para cocinar. Esta última consistía en una serie de grandes calderos, hornos de piedra y algunas planchas de hierro a modo de fogones que alguna vez había visto usar en el palacete Dumont.

Los armarios contenían todavía más ollas, sartenes, jarras y cuchillos. Los cajones de la mesa también tintineaban con la gran cantidad de cubiertos almacenados. Había un par de ventanas, pero eran demasiado pequeñas y altas como para que pudiera colarse nadie. Lo más lógico era que sirviesen de respiradero.

—Le mostraré la entrada, señor Babaccar —dijo mientras se ponía en pie. 

Parecía mucho más alerta que hace unos minutos, y no era para menos. El druida lo sorprendió mirando varias veces en dirección a las escaleras. Aunque no lo necesitase, su olfato le confirmó que Eduard estaba más preocupado por su hija que por su propia seguridad o la de la posada.

Salieron del almacén. Como era de esperar, el exterior estaba mucho más limpio y pulcro. Algo le dijo a Babaccar que la concentración de ratas de aquella noche era inusual, ¿se trataría de su mera transformación?

Eduard lo condujo hacia una sala no demasiado lejos de las escaleras. Se trataba de una bodega, a juzgar por los barriles almacenados. En el suelo, había una losa de piedra que no parecía coincidir del todo con las demás. Le costó unos segundos entender que el símbolo grabado sobre ella representaba una antorcha del revés. La vara miraba hacia abajo y la llama serpenteaba por esta como una lengua de fuego, enroscándose a su alrededor.

—Esta es. Estaba en el edificio cuando lo adquirí, hace ya unos cuantos años. Por los vecinos supe que se trataba de una antigua entrada a las catacumbas. La mayoría están tapiadas, pero algunas todavía siguen abiertas. Aún así, jamás me he atrevido a romper o levantar esta losa.

Babaccar asintió mientras observaba la marca en la losa con interés. Se les acababa el tiempo y no parecía que pudieran permitirse muchos lujos pero no pudo evitar la pregunta. Estiró la pata rascando la superficie de la losa, en el lugar en el que se encontraba la marca de la antorcha.

- ¿Sabéis si tiene algún significado especial más allá de que indique la entrada a las catacumbas?

Arnault se dirigió agazapado hacía detrás de la barra que Magdala le había señalado y se coló en la puerta que daba acceso a la cocina. Allí echó un rápido vistazo a todo lo que había en el lugar, muchos objetos los había visto de pasada en su hogar cuando los criados preparaban la comida de los Dumont, pero de la mayoría no sabía siquiera como funcionaban o qué misión tenían. Nunca hubiera imaginado que una cocina tuviera tantos accesorios y se preguntó para que servirían los diferentes tipos de cuencos y cucharones que colgaban del techo, así como los objetos especializados que pudo encontrar.

Arnault era un joven impetuoso e impaciente, por lo que no llevó a cabo una búsqueda muy exhaustiva ni minuciosa. Quería encontrar rápidamente aquello que pudiera resultar útil para escapar de allí, haciendo palanca con algo para abrir la puerta de salida que había mencionado Magdala y que según ella se encontraba sellada. Movió algunos objetos, y rebuscó entre ellos en búsqueda de algo que pudiera serle de utilidad. Aunque trató de no hacer demasiado ruido con aquellos malditos chismes que sonaban como una pandereta cada vez que eran movidos.

—Pues no sé mucho acerca de estas cosas. Una vez le pedí a uno de esos pomposos de la Universidad que lo examinase. No fuera a ser que la posada estuviese encima de algo peligroso, ¿entiendes? Al parecer no es una runa ni nada parecido. La antorcha es un símbolo que representa la vida, pero esta está invertida. Los magos suelen invertir los iconos para representar lo contrario. Por lo que este glifo representa la muerte, pero parece ser una marca común para las catacumbas. Nada por lo que uno deba preocuparse.

Hizo una pausa para dirigir su mirada hacia el piso de arriba, preocupado.

—En los pasadizos de las catacumbas hay muchos símbolos como estos. ¿Quién los puso? Nadie parece saberlo.

Babaccar volvió a examinar la imagen y, finalmente, alzó sus patas en el aire para golpear con fuerza la losa. Para su sorpresa, apenas escupió un poco de polvo acumulado. Todavía no dominaba demasiado bien su nueva apariencia y se sentía algo torpe en sus movimientos.

Arnault comenzó a rebuscar entre cajones y estanterías. Había cuchillos, cucharones y todo tipo de jarras y platos. Primero pensó que una espátula serviría para hacer palanca, pero lo descartó enseguida: aquellos chismes servían para cocinar, no para levantar tapias. 

Cuando estuvo a punto de darse por vencido, harto de ser tan sigiloso, vio algo que le hizo contener una carcajada. No comprendía cómo no la había visto antes. Aunque estaba oculta tras un barril, era perfectamente visible. Con cuidado, cogió la pala para la nieve y comprobó que era perfectamente rígida. No era una palanca, pero serviría.

Mientras se acercaba a la puerta para regresar con sus compañeros, escuchó una voz femenina que venía de la entrada de la posada. Estaba hablando con Magdala, pero su tono era mucho más frío y autoritario que el de la joven.

—Buenas noches, pajarito. La Inquisición desea hacer una inspección en este establecimiento. Déjenos pasar o me temo que usaremos la fuerza si es necesario —dijo la inquisidora.

El tintineo de las armas y el murmullo y carraspeo de los soldados, confirmó que la mujer no estaba sola.

La tapia es demasiado dura para ti. El cuerpo del lobo es mucho más fuerte y resistente que tu anciano cuerpo humano, pero parece insuficiente para mover la tapia. Aunque quizá sea demasiado temprano y no te has acostumbrado a tu nuevo poder.

Arnault sostenía cada cucharón, espátula e instrumento de cocina en la mano y lo miraba de hito en hito antes de descartarlo por su aparente fragilidad. En su mente se imaginaba la cómica escena: sosteniendo un cucharón como si fuese una legendaria espada para abrir la tapia que les impedía la huida y viendo como el utensilio se doblaba ante sus ojos con el mínimo esfuerzo como las cucharas de los prestidigitadores de las ferias que acudían a Montnoir en la época de fiestas y simulaban tener poderes mágicos.

Cuando más absurdo le parecía todo aquello, descubrió tras un barril una gruesa y contundente pala para apartar la nieve y casi tuvo que ahogar una carcajada por lo obvio. Se preguntó entonces si no hubiera sido más adecuado ir a los establos y hacerse con una de las horcas para colocar el heno de los animales. Suspiró con la sonrisa todavía dibujada en el rostro y negó con la cabeza recordando la imagen del cucharón contra la tapia, recogió la pala y se dirigió a la puerta para regresar al sótano.

Entonces escuchó una voz femenina hablando con Magdala, e instintivamente se llevó la mano a la espada. Agarró con fuerza la pala y se detuvo a escuchar para descubrir con horror que la Inquisición era quien requería inspeccionar el lugar. Intuyó que todavía tenía tiempo de regresar a la puerta que daba acceso al sótano sin ser visto y se deslizó hacía ella lo más rápido que pudo. Bajó las escaleras con suma cautela y se dirigió a los lobos en un tono bajo, casi susurrante, pero apremiándoles a actuar cuanto antes.

-¡Vamos! - les urgió a los lobos, aunque se sentía algo estúpido hablándoles a unos animales (por mucho que realmente no lo fueran). -La Inquisición está aquí, debemos irnos. -Alzó la pala para indicar que tenía la "llave" del acceso al exterior.

El lobo más flaco rascó uno de los marcos de madera para advertir la atención de Arnault. Tanto el druida como Eduard habían ido a  una bodega, a juzgar por los barriles almacenados.

En el suelo, junto a los lobos, había una losa de piedra que no parecía coincidir del todo con las demás. Tras fijarse unos segundos, vio un símbolo grabado sobre ella. Representaba una antorcha del revés. La vara miraba hacia abajo y la llama serpenteaba por esta como una lengua de fuego, enroscándose a su alrededor. El glifo estaba lo suficientemente erosionado por la humedad como para pasar inadvertido si no se buscaba a propósito.

Aquellos animales le miraron expectantes al ver la pala que el joven les mostraba. 

Arnault cogió la pala y se situó frente a la losa discordante en el suelo de la posada, miró al lobo esperando confirmación y cuando este le asintió colocó la pala en la ranura de la baldosa recorrió con el canto todo su contorno para delimitarla claramente. Después llevó la pala hacía el extremo más cercano y estudió la situación. Aquella losa pesaría bastante, probablemente, y debían ser especialmente cuidadosos para levantarla sin armar mucho escándalo y sin romperla, si querían escapar sin dejar rastro.

-Bien... -Dijo mirando al lobo negro que le había indicado la posición de la baldosa. -Voy a necesitar de vuestra ayuda. Debemos levantar esto con sigilo. Yo levantaré por esta esquina y vosotros... tratad de... sujetar la losa. -Se preguntó si los lobos serían capaces de hacer algo así teniendo zarpas y no manos. 

Pese al tamaño, la losa cedió con relativa facilidad. Algo de polvo se levantó, pero, tras un rápido y preocupado vistazo de Arnault, decidió que no desentonaba con el resto de la bodega. No quería arriesgarse a que los cogieran por algo tan estúpido. Ambos lobos ayudaron a Arnault a levantar y apartar la piedra ayudándose con la fuerza de sus lomos. Les aguardaba una escalera de piedra que nadie había pisado en años.

Cuando los tres estuvieron a resguardo en la fría oscuridad de las catacumbas, Arnault bajó con cuidado la losa. Antiguas runas titilaban en las paredes de viejo granito, pero el joven habría preferido tener una antorcha a mano. Las escaleras daban directamente al centro de una pequeña sala circular con cuatro salidas. 

Babaccar estiró la cabeza tratando de olfatear el entorno, en busca de alguna pista que le indicase cual era el mejor camino a seguir.

La catacumbas huelen a humedad, a antigüedad y a muerte. Huelen a huesos olvidados y a miedo. Pero también puedes oler la amargura del miedo en la distancia, y el dolor y la rabia. En esencia, son las mismas emociones que experimentaste durante tu visión. Parece que Eduard también la nota. Quizá la notase todas las noches y ello terminó atormentándolo. Algo retorciéndose en la oscuridad, entre granito y barrotes[1].

También logras oler seres que se arrastran y a varios grupos de personas, pero su rastro es demasiado débil como para poder seguirlo con claridad; aunque sabes que no están demasiado lejos[2].