Partida Rol por web

Por unos instantes, te parece percibir el olor de tres de tus compañeros: Le Maison, Kaleb y Volk. Sin embargo, son taponados al instante por un hedor desagradable que parece colarse por entre todas las grietas del pasillo. No necesitas ser un caballero del Santo Pendiente para saber que algo maligno se acerca.

Eduard asintió con su cabeza lobuna. Ambos dirigían al resto del grupo, junto a Tarannis. Magdala, Alek y Arnault iban detrás felicitándose mutuamente por su pericia durante el combate y lamentando la pérdida de la posada.

De pronto, Babaccar y el posadero se detuvieron. ¿Tal vez habían detectado algo peligroso? Desde luego, era imposible que se tratase otra vez de la Inquisición, ¿verdad?

Arnault había defendido al grupo lo mejor que sabía; no era muy bueno con la palabra, ni tampoco era un brillante genio urdiendo planes, pero en cuanto tenía una espada en la mano la cosa cambiaba. Sabía donde debía moverse para esquivar el golpe, donde colocarse para un buen contraataque, como debía mover el brazo para sortear la defensa de su rival. Había tenido que enfrentarse a un digno rival que le había plantado cara bastante bien, pero al menos lograron el objetivo, rescatar a Magdala y salir del enfrentamiento de una pieza. La intervención de las ratas había sido crucial, pero lo que había visto a continuación le daría pesadillas para una buena temporada.

Si todavía quedaba alguna reticencia en su raciocinio para creer que Babbacar y Eddard eran en verdad aquellas bestias peludas y sanguinarias con las que caminaba, toda duda se había esfumado al ver la transformación de aquella mujer y escuchar su voz dentro de su cabeza advirtiéndoles del peligro que corrían quienes se opusieran a sus deseos. Corrían tiempos oscuros, no cabía duda.

A pesar de sus preocupaciones, Arnault se sentía contento por haber combatido bien y mostrar su habilidad con la espada. Iba comentando aquello junto a sus compañeros cuando sintió que los lobos se detenían en seco de nuevo alertados por algún motivo. Rápidamente desenvainó la espada y quedó mirando hacía el mismo lugar que ellos, esta vez sin reticencias, listo para el combate.

-¿Qué ocurre? - Se atrevió a susurrar con un hilo de voz.

- Algo oscuro se acerca- comentó a Edouard.

El posadero asintió mientras sus orejas hacían movimientos que indicaban que también lo estaba percibiendo.

- Detecto la presencia cercana de mis compañeros. Si llegamos hasta ellos, seremos más fuertes, tendremos alguna oportunidad. ¡En marcha! No hay tiempo que perder.

Babaccar hizo una seña a Arnault, como invitándole a que los siguiera, y se lanzó hacia los túneles tratando de localizar a sus compañeros.

Babaccar le hizo una seña a Arnault para que le siguiese. Al parecer, había algo allí delante, hacia el fondo del pasillo, que le había llamado la atención. El otro lobo también parecía dispuesto a descubrir qué se ocultaba en aquel sombrío rincón.

Todavía al amparo del plano fantasma en el que se movían gracias a Lenguaraz, avanzaron siguiendo de cerca a las larvas. Aunque Volk había dicho que en aquella realidad no podían ser detectados, hasta el propio ladrón procuró hacer el menor ruido posible. Toda precaución era poca.

Torcieron un par de esquinas hasta encontrarse con Arnault. No obstante, no vieron a Babaccar por ninguna parte. En su lugar se encontraba una muchacha joven acompañada por Alek, el rhusiyano que habían conocido en la vieja carretera. Pero lo que más les impresionó fue ver quién lideraba al grupo: ni más ni menos que un par de lobos, enormes y negros, que avanzaban a la zaga de Tarannis, el simpático mastín de tundra. Uno de los lobos era de una envergadura muy superior, mientras que el otro parecía más flaco y débil.

La miasma los sorprendió, lo que les hizo ponerse en guardia. El anciano optó por no materializarse. Sin embargo, Le maison, Kaleb y Volk eran perfectamente capaces de distinguir su silueta.

Hécate comenzaba a cansarse de revolotear por aquella maraña de pasillos sin sentido. Se había desvanecido en cuanto vio a aquellos engendros, pues prefería mantenerse a distancia. Seguía sintiendo a Tancredo, pero de forma muy tenue. Eso la mosqueaba bastante. ¿Hasta cuando iba a tener que seguir a ese par de desagradecidos? Ni siquiera le ofrecieron un roedor a modo de golosina.

Gracias a su instinto, no tardó en encontrar la salida. ¿Dónde estaba todo el mundo? ¿Qué debía hacer? Desde luego, el hambre era demasiado insistente y ella se negaba a pasar un minuto más en aquel húmedo y frío laberinto.

[Ambientación]

Dispuestos a ayudar a sus amigos, Babaccar y Arnault avanzaron por el estrecho pasillo, liderando al grupo junto a Tarannis. La sensación general de pesadez e incomodidad se fue volviendo caza vez más patente. Algo se acercaba hacia ellos, reptando y gimiendo.

Antes de que pudiesen doblar la esquina, unos jirones de bruma oscura comenzaron a arrastrarse hacia ellos. No tardaron en cubrir gran parte del suelo y las paredes. Pero lo peor estaba por llegar. Los tenues gemidos se volvieron cada vez más agudos e insistentes. Eran aullidos de hambre y dolor. 

Entonces los vieron.

Eran larvas del tamaño de un perro, con el cuerpo hinchado y pálido. Se retorcían y chillaban de una forma repugnante. Pero lo peor eran las caras: parodias de rostros humanos, desencajados, que se abrían en muecas inquietantes.

Todas babeaban el mismo miasma, cálido y humeante. Babaccar no necesitaba su poderoso olfato para saber que aquel líquido era corrosivo. El propio granito que pisaban parecía lamentarse y resquebrajarse. 

Arnault sintió enseguida que algo no iba bien y desconfió casi inmediatamente de la extraña neblina que se acercaba a sus pies, incluso llegó a usar la espada para ahuyentarla o disiparla de su alrededor. Supo casi de inmediato que  tenían un origen maligno, y no quiso que la niebla rozara siquiera su cuerpo.

Pero pronto la niebla dejó de ser el problema; la mayor amenaza acudía reptando por el suelo y babeaban algún tipo de extraño líquido corrosivo. Instintivamente retrocedió un paso para ganar algo de espacio mientras los extraños bichos se acercaban a ellos. Arnault nunca había visto algo semejante, incluso en los extraños tiempos que corrían últimamente y con las extrañas cosas a las que ya se había tenido que enfrentar o con las que se había encontrado. Uno de sus compañeros, mismamente, le acompañaba ahora con forma de lobo. Miró a sus compañeros, quería saber si iban a huir o encarar el peligro para actuar en consecuencia.

Kaleb sentía cómo el miedo volvía a él. Contra las larvas se había sentido casi seguro, luchar no era algo a lo que le tuviera miedo, pero no podía dejar de pensar en el muñeco, en la sensación de perder cualquier tipo de control de su cuerpo, y en que su vida transcurriera allí en ese vacío que tal vez era su mente.

Casi se le escapa un sonido al ver a sus compañeros. Estaban yendo a la boca del lobo, y eso que había dos de ellos a su favor, y no lo sabían.

-Deberíamos actuar ahora... ¿no creen?- preguntó algo inseguro ahora el gnomo en apenas susurros -Deberíamos caerle al viejo con todo...-

Le Maison se preparó mentalmente para atacar al viejo. Esperaría a que estuviera fijándose en el resto de sus compañeros para atacarle.

-Sí, espera sólo al momento más favorable y le atacamos a la vez cuando no se lo espere.

-Si nos acercamos lo suficiente, no va a hacer falta que luchemos- dijo el gnomo -Con la ayuda de Lenguaraz podemos acercarnos todo lo que queramos, inclusive aparecer alrededor suyo, ¿no es cierto?- preguntó finalmente mirando a la serpiente, y después a Volk.

Ahora no podía desenvainar, porque si se soltaba de la mano, o aparecía Le Maison, o aparecían ambos. Por eso tenía que mantenerse sujeto, sintiéndose un niño temeroso...

El ofidio asintió.

—En efecto. Mientras no os despeguéis de Volk, nadie os verá. En cuanto me baje de sus hombros me quedaré vigilando el muñeco, si queréis. Sin la impronta de ese brujo es hasta adorable, ¿no creéis?

El gnomo sonrió sarcásticamente.

-Uf... sí, me encantaría cargarlo sobre mis hombros y jugar al titiritero- dijo sardónicamente -Pero te agradecería que lo cuidaras, seguramente se lleven bien...- y le guiñó un ojo.

-Creo que lo mejor sería que aparezcamos alrededor suyo- miró a Le Maison -Tú con la espada frente a él, Volk con el cuchillo en su garganta y yo con mi estoque pinchándole las nalgas...-

Le Maison prefirió no pensar en todo lo que podría salir mal y asintió al plan -Que así sea. Preparémonos y hagámoslo Tenía sus dudas sobre una serpiente que hablaba, aunque tras haberles salvado la vida, poco podía objetar.

Le Maison se acercó junto al resto del grupo y susurró -A la de tres, una dos y ... tres. En ese momento desenvainó su espada y dio un buen tajo al maligno decrépito, dejando las sutilezas para Kaleb y Volk.

Los sentidos mejorados de Babaccar enseguida se dieron cuenta de lo que se les venía encima. Con un ágil salto, el lupino evitó la extraña bruma corrosiva que parecía envolver a aquellas criaturas surgidas de algún reino de pesadilla. El druida miró a Arnault y a Edouard asintiendo con la cabeza. Aquellas criaturas eran la pista que necesitaban para saber que estaban en el camino correcto hacia el epicentro de los problemas de la ciudad.

Babaccar volvió la vista atrás. No, no había opción. Solo hacia delante encontrarían la solución a todos los problemas. No todo iba a ser fácil. Era hora de la acción.

Babaccar se lanzó al cuello de una de las criaturas, esperando que el rápido ataque les cogiese por sorpresa. Si actuaba rápido, Arnault y Edouard podrían lanzar sus ataques antes de que el ácido de la criatura les alcanzase.