Partida Rol por web

Tu madre asintió y salió junto contigo del coche. Los tres comenzastéis a correr como posesos.

En ese momento, oiste un aullido torturado en algún lugar detrás de vosotros, cada vez más cerca. Fuera lo que fuese, os perseguía, seguía vuestro rastro.

- Olivia... - Dijo tu madre. - Hay mucho que explicar, pero ahora no tenemos tiempo. Debemos llevarte a un lugar seguro. -

Intentaste hacerte una idea de lo que estaba ocurriendo, pero fuiste incapaz. Sabías que no era un sueño. En tu vida te había ocurrido algo tan raro. Tu madre te cogió de la mano y giró bruscamente hacia la izquierda. Os adentrásteis más y más entre los árboles que lentamente se estrechaban, dejando a un lado granjas sombrías, colinas boscosas y carteles de "recoja sus propias fresas" sobre vallas blancas.

- Ahora nos vamos al Campamento Mestizo. - La voz de tu madre sonó hermética; intentaba no asustarse para no asustarte a ti. - Al sitio dónde tu padre quería que fueras. -

Olivia simplemente siguió a su madre todo el camino, corriendo y esquivando lo más rápido que podía los obstáculos. Intentando no pensar en el monstruoso ser que podía estar siguiéndoles.

La escucha y asiente. No era el momento para hacer las preguntas. Debían guardar fuerzas para conseguir llegar a salvo, al parecer a ese famoso "Campamento Mestizo". Si su padre quería que ella fuese ahí, ahí iría. Confiaba en él más que en cualquier otra persona.

Comenzaste a correr como una posesa hacia el bosque. Martin te había cogido de la mano y más que corriendo, te llevaba levantada. Tus pies casi no tocaban el suelo mientras os internabáis en el bosque. Los árboles parecían cerrarse sobre vosotros a medida que ibáis corriendo hacia el interior y no se sentía más que el ruido de vuestra entrecortada respiración mientras avanzabais hacia el interior.

Avanzabais tan deprisa que apenas oíais o veíais nada, pero en ese momento, Martin se paró en seco y señaló hacia el bosque.

Y en ese momento viste lo que le inquietaba.

Una decena de ojillos rojos te miraban en la oscuridad. A ambos. Pero sin moverse.

El fauno te miró a los ojos y te sonrió.

- No temás. Ratas. Amigas. -

Dijo mientras sonreía.

- Pero no gustar carne humana en su dominio. Ir con cuidado. -

Apenas había recuperado el aliento que ya lo estaba perdiendo sintiéndose asustada y presionada por tantos ojos. Pero las palabras de su amigo la tranquilizan, en parte y asiente temerosa. Si él lo decía...

¿Y ahora qué? Pregunta. ¿Queda mucho para el campamento? Pregunta de nuevo, mirando varias veces hacia atrás, en busca de algun ruido o imagen de lo que sea que les perseguía.

- No, está justo detrás de esa hilera de ár... - Dijo Martin cortándose al final.

Tras unos metros de caminata, algo, alguien, o alguna cosa asustó a las pequeñas ratitas que estaban entre los arbustos, ya que todas salen corriendo en vuestra dirección. Tu guardían te coge del brazo y hace que te quedes quieta en el sitio, mientras cientos y cientos ( por no decir miles ) de ratas pasaban a vuestro alrededor sin importar mucho que estuvieráis en sus dominios.

El rudio que se sentía un poco más adelante, seguro que había sido el causante, aunque por su naturaleza... ¿cómo puede un simple tintineo entrecortado cada dos por tres por un *clack clack* puede asustar a las ratas?

No era de extrañar que las ratas se asustaran por cualquier cosa, aunque el rostro del que tenías a tu lado y sobre todo, el ver aparecer una especie de flauta en las manos de Martin casi de la nada, te han hecho sospechar de que aquí pasa algo...

Lo cual confirmaste cuando algo paso volando por encima de vuestras cabezas el coche en el que habéis venido y un sonoro bufido llenó el ambiente.

Tu madre se giró por un momento hacia atrás y después, lo único que escuchaste fue su voz gritando...

- ¡Corred! -

Olivia no salía de su asombro.

Su cabeza y sus ojos no dejaban de dirigirse hacia un lado y al otro. Ya de por sí todo era un caos, pero en los últimos segundos se había puesto peor. Que las ratas corriesen era mala señal. Lo había visto en las películas y "cuando el río suena..."

El grito de su madre le provoca un escalofrío y sin esperar a que tiren de ella, es ella la que coge a cada uno de un brazo y empieza a correr como una posesa hacia el lugar que Martin había indicado.

Corristéis a gran velocidad, esquivándo árboles y más árboles.

Te dolía el pecho por la falta de aire, ya que no parabáis ni un segundo a recuperarlo cuando de repente, de entre la espesura del bosque, unos pasos, un ruido de cascos te sacó de tu concentración, y también a tu madre y a Martin.

Delante, a unos cien metros, viste salir de los árboles al toro más grande y más feo que hayas visto en tu vida. Supusiste que era un toro por los cuernos, y también por el enorme aro de plata que tenía en su nariz, aunque tenía una clara diferencia: caminaba erguido en sus dos patas traseras que eran tan gruesas como un árbol anciano.

Martin y tu madre detuvieron la marcha enseguida, mientras que el toro, o lo que demonios sea eso, salió corriendo hacia vosotros, en una carga mortal...

Olivia apenas podía creerse lo que veía. Ni siquiera podía respirar y ya estaba volviendo a correr de nuevo.

¡Corred! Grita a su madre y amigo. No se le ocurría ninguna manera de acabar con aquel bicho. Quizá no supiese subirse a un árbol, aunque podría acabar derribándolo. Mientras corría seguía pensando.

¡Martin! ¡¿Funcionará la pluma?! Pregunta sujetándola con la mano con fuerza.

Todo pasó tan deprisa para tí que casi ni te das cuenta lo que pasaba.

- ¡Destápala! - Gritó Martin con toda su fuerza.

Y rápidamente le quitas el tapón a la pluma...

Automáticamente, lo que antes era una paper mate de 10 dólares, ahora es una espada corta de unos ochenta centímetros de hoja que brilla extraña bajo la luz de las estrellas.

Pero como he dicho, todo transcurrió deprisa.

El toro, o lo que sea eso, cargaba contra ti casi a una velocidad endiablada...

Y sus pitones apuntaban a tu pecho...

Olivia hace caso a Martin, aunque la cosa esa está demasiado cerca y sus cuernos amenazan con atravesarla.

El toro embiste con fuerza, pero tú, parece que vieras todo a cámara lenta por un momento y te arrojas a un lado, dando una voltereta por el suelo mientras el monstruo pasa por tu lado levantando la tierra del bosque. Rápidamente, giras sobre ti misma, para no darle la espalda al monstruo con la espada en tu mano y ves como este sigue su recorrido hasta chocar con sus cuernos contra un árbol, en dónde queda clavado por uno de sus pitones en el tronco.

Sus manos se apoyan sobre la corteza, intentando sacar su cuerno de dentro del tronco, dándote la espalda...

Martin te coge de la mano y te mira a los ojos.

- ¡Vamos! ¡Salgamos de aquí rápido! ¿O es que lo piensas atacar? -

Parece que Olivia se lo piensa unos segundos. Lo tenía múy fácil para acabar con él. Pero así... así no tenía gracia. El animal estaba atrapado y de espaldas. Matarle así no tendría ningun mérito.

Se gira hacia Martin y asiente.

¡Corramos! ¿No debe estar muy lejos el campamento, no? Pregunta. Ya había oído que estaba detrás de una fila de árboles, pero no sabía como media las distancias su amigo.

Salis corriendo como alma que lleva el diablo hacia el otro lado, mientras el toro intenta quitar el cuerno de dónde lo tiene clavado. Corréis a toda velocidad, para sacarle una ventaja de unos cien metros al toro, pero en ese momento, el monstruo logra desclavarse del arbol y ahora parece más furioso que antes.

Miráis un segundo para atrás, y el rostro de tu madre lo dice todo.

Martín también esta asustado, pero no dice nada, sólo muestra en su rostro el pánico y el sudor que le cae por la cara. Por lo menos, es bastante rápido con su forma original.

El minotauro no tarda mucho en encontrar vuestro rastro y sale corriendo hacia vuestra posición ganando cada vez más terreno. En poco tiempo lo tendréis encima otra vez...

¡Seguid corriendo! Grita a pleno pulmón.

No tarda en encontrar un árbol alto. Su plan es llamar su atención subida al árbol, y cuando esté arremetiendo contra éste, le intentará acertar con el arco o la pluma, o lo que fuese eso que sujetaba con fuerza en la mano.

Tu madre y Martin te hicieron caso cuando veían que era lo que intentabas hacer. Además, se separaron corriendo uno a cada lado, para que el Minotauro no sepa a quién seguir. Aún así, venía cargando con toda la fuerza de sus patas, que levantaban tierra a medida que avanzaban.

Lograste subirte a un árbol y desde allí, veías como el monstruo se acercaba. Lo tenías a casi cien metros y la distancia se hacía cada vez más corta, pero sabías a ciencia cierta que pasaría por debajo tuyo en cualquier momento.

Tu madre continuó recto, mientras que Martin corría en zig zag hacia la derecha, pero el toro enfiló hacia ella, con los ojos inyectados en sangre...

Y estaba a punto de pasar por debajo tuyo...

Olivia se prepara para saltar en el momento justo, debía calcularlo bien, o su madre correría peligro.

En caso de fallar, saltaría igualmente, llamando la atención del animal, para que dejase a su madre en paz.

La flecha vuela certera hasta el lomo del animal, el cual ruge de rabia cuando el metal brillante se clava en su dura piel. El monstruo detiene su carrera al instante, mientras intenta quitarse, en vano, la flecha que lleva clavada entre los hombros, justo debajo del cuello. El minotauro, viendo que era imposible sacarse la saeta de la espalda, levanta la mirada hacia dónde estás subida.

Sus ojos son un pozo de fuego, paracen dos remolinos de lava, completamente rojos por la furia.

El animal, deja de momento a tu madre en paz, y se lanza hacia el árbol dónde estás parapetada, con la sana intención de golpearle para que tu caígas al suelo.

El minotauro rasca con sus patas traseras el suelo y sale cargando hacia el árbol, el cual golpea con una tremenda fuerza, como si un tren chocara contra otro, y sientes que estás a punto de perder el equilibrio...