Partida Rol por web

A Occand no parece gustarlo por su agrio gesto la amenaza de Kamal, pero prosigue:

-¡Dejad de pelearos! ¡Ha pasado algo grave! A la damisela que ha subido... la sobrina de Enric Fontana. ¡Un oscuro individuo la ha cogido! ¡No se puede perder tiempo en disputas estupidas! ¡Seguidme! La vida de una doncella está en peligro.- El tono parece sincero.

Y hace ademán de vovler a desandar lo andando y volver hacía arriba.

Primero nos detiene y ahora nos quiere hacer subir. Ese hombre es imbécil... o está tremendamente asustado

La expresión ceñuda y un tanto desconcertada del vascuence acompaña a un alejamiento no muy convencido de la refriega, vigilando las acciones de los soldados con los que estaba enzarzados, y espera a que éstos se reincorporen y corran tras su señor. La "invitación" parecía para todos, aunque era incierto qué pasaría después de haber subido. En todo caso, echó una mirada a Joseph, que estaba agarrado por el gigantón y se dispuso a actuar si éste no acababa con su abrazo.

Patrícia ahoga una exclamación de sorpresa ante su estúpida exclamación. Por un momento había albergado esperanza pero por otra parte imaginaba que ese hombre no era precisamente lo que se puede denominar... "habitual".

-¿El poder absoluto? Usted está corrompido por ese poder que menciona, no me uniré a una causa oscura y cruel. Espero que Dios se apiade de su alma...- se santigua con rapidez y nuevamente coge la extensa falda con ambas manos para levantarla y tener algo más de facilidad de movimiento. Ya ni siquiera le preocupa que puedan vislumbrarse partes impúdicas cómo los tobillos.

Retrocede y empieza a descender con cuidado cómo si la cosa no fuera con ella, mirando sólo de reojo a Gui esperando que la deje marchar de una vez. Cada vez parece más obvio que el pobre hombre está algo desquiciado, quizá debería tener algún tipo de atención médica.

Difícil empresa para Patricia cuando el mismo Gui se interpone en su titubeante camino. Ni corto ni perezoso saca una larga hoja y apunta a la dama con la punta de esta.

-Dejemos la teología para más tarde. Ahora os portareis bien... ¿no?-

Y a su vez se desabrocha la capa.

El anfitrión sube lo más rápido que puede, duras penas por su peso y tamaño, las escaleras de nuevo y no deja de exhortar a la gente que le siga.

Los guardias por su parte parecen obedecer a su amo, dejando para otro momento la pelea y por sus gestos diríais que tienen tan poca idea como vosotros de que depara la noche. Alguno de ellos se pone en marcha y sube también.

-Es lamentable que tenga que ganarse mi respeto a base de fuerza bruta y amenazas, haría mejor en intentar agasajar a las personas con buenos modales. Es un consejo- dice con una frialdad poco habitual en ella antes de limitarse a asentir, ceñuda e incómoda con la situación, cómo es evidente. Después se limita a seguir los pasos de Gui con desgana.

Si cree que no habrá más oportunidades en las que él baje la guardia... Ella no es una "doncella" estúpida que se deja mangonear por cualquiera, y menos con un pecador que secuestra al primero que encuentra. Debería ser detenido de inmediato... Pero para variar la sociedad del mundo que la rodea la ha vuelto a decepcionar.

Bajo la espada, ¿una damisela? ¿Acaso la que vi corriendo por los pasillos? Dejo caer una mirada de reojo a Luis.

Creo que se refiere a la chica con la que hablamos antes, la vi correr por estos pasillos... Vamos.

Sigo los pasos de Occand, sin soltar el arma ni dejar de aferrarme a mis conocimientos, atento a lo que pueda ocurrir, incluso una emboscada orquestada por el anfitrión, del que aún no dejo de sospechar.

Antes de subir las escaleras Belasko acude a su señor para comprobar su estado de salud. Aunque no había habido armas involucradas en su refriega con el gigantesco soldado, sin duda había recibido más de un golpe. No obstante, se le notaba en la cara las ansias de subir a comprobar lo que ocurría, de enterarse de qué habría causado tal cambio de actitud en el orondo noble.

Gui te extiende su capa y sin dejarte de amenazarte con el filo de su hoja, demasiado cerca de tu garganta para tu gusto, te dice.

-Coje un extremo-

Titubeas pero no ves muchas salida, solo al dudar ha acercado el filo hasta el punto de sentir el frio metal en tu cuello. Coges de un extremo y el da la vuelta, busca atarte de las muñecas para que no seas peligrosa. Con algo de pericia consigue dejarte los brazos sujetos. Con esto te resultará más difícil huir, o interferir en sus planes.

Joseph tiene la cara hecha un mapa, tiene un ojo hinchado y parece algo aturdido, y aun con todo eso dice:

-No te preocufes, eftoy fien. Peores heridaf he sufrido, que no huya efe cofarde.-

Subis al tercer piso, Caesario cojea ostensiblemente. Kamal reconoce la puerta que vio el otro día a un lado, cerrada, parece que no es allí dónde os dirigís. Tomando una lampara, el anfitrión os lleva hacía una terraza no muy grande, que domina los tejados vecinos.

Fuera es de noche, pero la luna gibosa ilumina bien los tejados con una luz fantasmal. Desde esta perspectiva Barcelona parece terrible y siniestra, las gárgolas de los tejados parecen dispuesta a saltar sobre los incautos y las espiras y chimeneas parecen horadar blasfemamente el cielo.

En una cúpula no muy alejada, posiblemente a algo menos de media milla, hay dos figuras que esperan. Una es de una doncella sin duda por su amplia falda, la otra es de un hombre vestido de oscuro.

Coge la capa con cierta desgana y la incomodidad de sentir el filo del arma junto a su cuello.
Tras acabar de atarle las muñecas Patrícia las mira inquisitivamente por varios lados. ¿Tanto teme que se escape? Es extraño, y un poco absurdo... Porque si Dios está de su parte y decide volver a ayudarla de poco servirán unas simples ataduras pero por el momento se limita a seguirle de forma silenciosa y algo más lenta que antes si cabe, puesto que no puede sujetarse el vestido y por tanto avanzar resulta más que difícil.
En realidad la costosa tela de lujo está quedando reducida a poco más que jirones manchados. Si sale de esta su tío se encargará de que desee no haberlo hecho, de eso no le cabe duda.

-¿Habéis dejado que ese brujo tras el que iba secuestre a esa damisela? ¡Si hubiésemos podido pasar esto no hubiera ocurrido! -exclama Belasko.

Mientras dice esto y sin prestar mucha atención al noble, estudia las distancias, el espacio entre los tejados y cómo poder llegar hasta aquel oscuro personaje de la forma más rápida.

De hecho ya no os moveis, Gui mira por donde habeis venido. Veis que hay gente en la terraza.

Ya vienen.

Las calles de la Ciutat Condal son estrechas, la mayoria lo suficiente para que pase solo un hombre montado, eso hace que entre terrazas y tejados se pueda pasear, con algo de habilidad, impunemente.

-¿Quiénes son?- pregunta dando un pequeño traspiés junto su captor, mirando la calle que queda bajo sus pies a poca distancia. Quizá empujarle y caer sobre él... Pero sería muy peligroso además a pesar de todo lo ocurrido y de cómo la trata no se siente capaz de hacerle daño a nadie de una forma tan directa y contundente. Sería un asesinato, ¿no? Qué terrible, ni hablar.

Sacude la cabeza quitándose esos oscuros pensamientos de la cabeza, su cabello ondula alocadamente con el viento nocturno y su diadema empieza a tambalearse peligrosamente con la intención de caer después de tanto movimiento y actividad para las cuáles no está diseñada.
-¿Y qué pretende conseguir conmigo?, ¿algún documento o libro?- aventura por simple deducción, es lo único que se le ocurre que pueda tener relación con Belasko puesto que fue precisamente eso lo que perdió aquel día que se encontraba en el hospital.
-¿Y si lo consigue me dejará ir sin más?- empieza a preguntar mirándolo con insistencia y cierta impertinencia. Si no puede escapar tampoco se va a quedar callada sin hacer nada.

Gui mira a la gente que se apiña en la terraza sin dejar de mirar de reojo a Patricia.

-Yo solo sirvo a los intereses de mi Señor. Mi señor es como un tigre, alguien tan terrible que el Infierno lo vomitó. Ya reino una vez en una tierra distante y volverá a hacerlo.

Lo que queremos me lo dará Occand, nos lo debe. O sino Occand será destripado como el cerdo que es... o convertido en un juguete del Rey Diablo.-

Apenas sin dejar reaccionar a sus palabras, el muchacho vestido de escudero toma la resolución de saltar del tejado donde se encontraba al siguiente. Cuando lo ha hecho, sin aparentar apenas esfuerzo alguno, se gira un momento hacia atrás, comprobando si le sigue alguien, instando con la mirada a que así lo hagan.

Patrícia se queda mirándole unos segundos, perpleja ante tanta blasfemia continuada en tan poco tiempo. Sin duda el tal Gui había firmado su sentencia para ser condenado hacía tiempo.
-Aún está a tiempo de arrepentirse y redimirse. Suélteme y deje de adorar al Oscuro. Dios es benigno y le perdonará- asiente y le sonríe con dulzura aunque en realidad no tiene esperanza alguna de que le vaya a hacer caso así que suspira hondamente.

-¿Y harán lo mismo conmigo? Es cruel sin motivo, y lo peor es que se limita a obedecer órdenes de un Diablo sin más. ¿No se da cuenta de que ese no es el camino?- Patrícia insiste en intentar razonar con él y convencerle, bastante segura de que acabará recurriendo a la violencia. Cómo hacen todos los que no atienden al diálogo, es algo que sabe de sobra debido a su tío.

-Dios no tiene nada que ver con esto.-

Una de las figura ha saltado sobre los tejados y se acerca.