Partida Rol por web

Guío al protestón flambeau hacia las escaleras y le detengo antes de llegar para echar un ojo disimuladamente e informarle.

A pesar de que noto cómo me evita, me apresuro a contestarle:

Sois una joven dama de la nobleza, y nosotros un puñado de nómadas —aunque él no fuera actor, sí que coincidía en el cambiar de lugar constantemente—. ¿Os habéis enfadado con vuestro padre o vuestra ama de llaves que queréis asustarlos con esta rebeldía?

El más agraciado de los tres tipos mira a Patricia y sonríe:
-¿Y que más da cuales sean sus motivos? ¡Yo no sabría negarle nada a tal ángel!-
Y en un gesto de cortesía, y de lujuria contenida, coge la mano de Patricia y se la besa.

Sigues el mismo camino, temiendo encontrarte con alguien, pero consigues llegar a la escalera. En la cual ahora no hay tres guardias, sino cuatro, aunque no está el gigantón. Parece que ha habido un relevo.

-Hace tiempo que mis padres murieron... No quiero asustar a nadie y dudo que consiga causar otra cosa que alivio con mi marcha. Necesito algo de libertad en mi vida, no me importa lo arriesgado que será- queda perpleja y algo aturdida ante la actitud impetuosa y abierta de Caesario. Retira su mano con cierta brusquedad después de que él la bese, se la ve cohibida y se nota que no está demasiado acostumbrada a tratar con hombres, mucho menos a gestos de ese tipo.

Se queda unos segundos sin saber si sentirse halagada u ofendida, pero ya que no le agrada enfadarse a menos que sea indispensable se limita a sonreír tímidamente y esperar que decidan realmente si puede acompañarles durante parte del trayecto.

-¡Maldita sea! Ha habido un cambio de guardia, ¡¡ahora hay cuatro!! ¿Y ahora qué? Todavía no sé qué demonios tengo que buscar ahí arriba y no creo que merezca la pena crear una distracción para atraer la atención de los guardias y alertar a toda la casa ¿o sí? -pregunta inquisitivo el muchacho, molesto por no saber siquiera el motivo de lo que está intentando hacer.

-Yo ya estoy como decis, "con la oreja tras la mosca" con todo eso... si no fuera porque estoy ofligado mandaría todo esto a hacer puñetas.-

Y eso es lo que parece, porque parece que las diatribas de los dos compinches han sido escuchadas por la guardia, que se acercan y rodea al duo con gestos algo amenazadores.

-No deberían estar aquí.- Dice uno de ellos.

Como rogándole, miro a Osorio: él tiene una labia infinitamente mayor a la mía y podría convencer a la chica de que no se empeñara en acompañarlos, y más teniendo en cuenta la arriesgada empresa que tienen ahora mismo entre manos.

-Veníamos a hablar con el guardia de la escalera, ya sabéis, un hombre muy alto y corpulento. Sabía algo que mi señor debía conocer... -dice Belasko a la desesperada.

Una pelea aquí no es una buena idea, alguien va a resultar herido y no me gustaría ser uno de ellos. Ummm, ahora que lo pienso, acabo de inculpar al gigantón, que estuvo solo un rato. Eso por estar donde no debía, jeje -pensó para sí.

-¿Hablar con Francesc sobre que? Quizá deberimos acompañarles a la salida.-

Y ves como Joseph acaricía el mango de su espada por el rabillo del ojo. Con una mirada parece dispuesto a luchar, y parece que cuenta contigo para ayudarle.

Belasko asiente como si sus sospechas fueran ciertas -Así que crees poder inmiscluirte en los asuntos de los nobles como te place- dice el muchacho con seguridad, mientras se acerca con decisión al envalentonado -Tú ponle una mano encima a mi señor o a mi y comprueba lo que pasa, es más...- añadió apuntándole con el dedo a escasos centímetros de su cara.

Aprovechando que el soldado estaba distraido por la "mágica" acción del dedo de Belasko ante su cara, el muchacho aprovechó el último paso para lanzar todo su peso sobre una rodilla, la derecha, dirigida directamente a las partes menos nobles del nada noble soldado.

El golpe da en las partes más sensibles del guardia y pronto se ve reducido a un amasijo tembloroso de dolor en el suelo, parece que los armeros no pensaron en proteger dichas partes al diseñar la coraza.

Como si Belasko hubiera encendido la mecha, todo se convirtió en una explosión de violencia y caos. Joseph desenvainó rápidamente y cruzo su espada con las picas de los guardias, trabandose en una ardua pelea donde se repartían estocadas con rpesteza y rabia. Sin embargo eso no quería decir que toda la acción fuera para el Flambleau, ya que uno de los guardias parecía interesado en acabar personalmente con Belasko.

El cómico mira a la muchacha con una seriedad muy poco acostumbrada en él. Parece que acusa la mala actuación que ha hecho y eso le hace parecer más severo de lo normal.

-Mi señora, no está entre nuestros planes abandonar Barcelona, por el momento. Buscaremos más actuaciones aquí, aunque -dice, resoplando- después de lo de hoy dudo de si querrán volver a contratarme para algo... En cualquier caso, parece que no estáis buscando compañía, sino alguien que azuce a los bueyes del carro en que huiréis. Sois joven, y como dice mi amigo Kamal, de buena familia... perdonad mi franqueza, pero si os unís a una compañía de cómicos dará igual que os mantengáis más pura que una Virgen de madera, a ojos de todo el mundo seréis peor que una ramera: habréis perdido vuestra doncellez sin ni siquiera gozar de ello y jamás podréis encontrar un marido, al menos no uno de vuestra posición... -Los ojos de Osorio se posan en la joven, con afecto- Creo que no habéis pensado bien lo que deseáis...

-¿Acaso cree que eso me importa lo más mínimo? Por supuesto, los hombres siempre haciendo gala de su arrogancia y prepotencia, no sé porque esperaba algo diferente de ustedes, tiene razón, no lo había pensado bien- se gira en redondo y sujeta el bajo de su vestido para salir de la sala a paso decidido y rápido, bastante ofendida sin duda, pero si no quieren llevarla no piensa rogarles, eso lo tiene claro.

Patrícia se pierde de vista del grupo de actores y sale del enorme palacete, mirándolo de reojo un instante antes de proseguir con sus pasos acelerados adentrándose por las calles de Barcelona mientras se arranca los objetos de valor del vestido, joyas, la diadema con hilos de oro y las piedras enzarzadas que resulten más llamativas.

Esperaba algo más de amabilidad pero se ha dado cuenta rápidamente de su error. Nobles o humildes parece que todos los habitantes de la ciudad están en el mismo estado de decadencia así que acude al único lugar que le queda, aunque no era su preferencia puesto que aquí tampoco podrá gozar de libertad, eso tendrá que quedar reservado para fantasías y sueños rotor.

Se dirige al convento de las monjas Clarisas, la ofensa la hace estar más decidida y segura que nunca.

La situación se había complicado en segundos y Belasko, aunque había llegado a emplear los puños alguna vez, jamás se había metido en una pelea de esta magnitud. Se había pasado la vida esquivando los peligros y utilizando su astucia, pero eso esta vez no parecía ayudarle demasiado. Demasiados adversarios, demasiado rápido, demasiado...

-Eh, por favor doncella no os vayais.- Suplica con acento del sur el hombre apuesto. Sin embargo se da por vencido en seguida cuando Patricia abandona el lugar.

Belasko tropieza y teme ser ensartado y gravemente herido. Pero el soldado no parece tan diestro como creía el joven vascon y la punta le hace un leve arañazo, uno que pica pero que no hace más que enrojecerle la mejilla izquierda.