Partida Rol por web

El día se levanta una vez más, pero con lentitud, os levantais totalmente restituidos. No tenéis idea de cuantas horas lleváis durmiendo, pero ya va bien, Regina no parece haberse molestado a despertaros antes.

Alonso se despereza en su camastro, sintiendo el calor de los rayos del sol. Ya debía hacer rato del amanecer para snetir ese calor por el sol. Sale completamente vestido y de buen humor, buscando primero a Regina.

- Buenos días, buena Regina. No esperaba descansar tanto y no le escuché hacer un ruido esta mañana. ¿Quizás habría algo con lo que poder desayunar? - mirándola con ojos de perrillo chico - Tal vez en cuanto haya tomado unos bocados pueda usted enseñadme donde tiene el huerto y en que puedo ayudarla. Oh, también si fuera tan amable de indicarme donde vive el hombre que me trajo a usted, le estaría muy agradecido. Así este atardecer podré acercarme a darle las gracias personalmente.

Si ve salir a los cómicos, los saluda con total la naturalidad, como si la noche anterior no hubiera pasado nada importante.

- Buenos días tengan ustedes. Confío en que hayan descansado. - mira a Kamal - ¿Encontró usted el origen de eso que decía haber percibido?

Finalmente nos retiramos de los aposentos de Alonso sin saber muy bien qué ha ocurrido exactamente, pero agradecida de que se haya recuperado. No me ha parecido un mal hombre a pesar de todo, al fin y al cabo podrían decir lo mismo de nosotros.
A pesar de que las camas no son muy cómodas me rindo al sueño presa del cansancio del día, agradecida de pisar suelo firme.

A la mañana siguiente espero a que mis compañeros empiecen a incorporarse en sus toscos camastros para hablar con ellos.
-Buenos días...- saludo a ambos mientras intento ordenar un poco mi largo cabello con mis propias manos y alguna mueca de dolor -Kamal, debemos hablar sobre lo que sucedió ayer. ¿Estás convencido de que era magia negra? Podría haberse debido a alguna bendición como de las que nosotros mismos gozamos... Dijo que rezó a Dios- sé que quizá esa mención no le agrada, pero sabe de sobra que cuando rezo soy escuchada y a veces ayudada por la gracia divina. Me pregunto si Alonso podría estar tocado por otro ángel.

Una vez he terminado mis oraciones matutinas, contemplo cómo despierta Patricia y me pregunta acerca de la negrura que sentí ayer.

Buenos días tengáis ambos -digo a mis dos compañeros. Miro hacia afuera, hacia donde adivino que estará aquel hombre-. En verdad os digo que lo sentí. La brisa de viento que entró en aquel momento arrastraba consigo la risa maligna de algún brujo avieso, o quizás un demonio, pero fuera como fuese, no era nada bueno.

Dejo una pausa en la que me levanto y doy un par de pasos dentro de la habitación.

La fe es capaz de obrar los milagros más grandes, pero esa risa era de todo menos celestial...

El cómico, algo enmohecido por la resaca -demasiado vino la noche anterior- se incorpora pesadamente y mira a Kamal y a Patricia de hito en hito.

-Oaaaahhhhhhhw -bosteza, antes de comenzar-. Y sin embargo, a mí me pareció un tipo de lo más normal: algo fanfarrón, y, sin duda, ha caído rendido ante vuestra belleza, Patricia, pero eso es todo. Su exagerado comportamiento me parece más fruto del, mmm... flechazo, que de otra cosa. Aunque os concederé que anoche mi prodigioso intelecto, lo reconozco, estaba demasiado nublado por los efluvios del fruto de Noé, así que corregidme si me equivoco: Alonso esperaba encontrar una herida sangrante antes de quitarse la venda y en lugar de eso la halló sanada. Vos, Patricia, nada hicistéis, y sin embargo, la sorpresa del tal Luna parecía auténtica. Así que algo sucedió, y, evidentemente, no lo hizo él, pues no tendría ningún sentido orquestar su propia curación mágica delante de testigos desconocidos. Debió de ser aquella brisa que sentimos todos, y que vos, buen Kamal, identificasteis como maligna. Ahora sólo hay que resolver la absoluta incongruencia de que un agente del mal se dedique a sanar las heridas de un ferviente devoto de la virgen. -Sonrie, estupefacto- ¿Veis? AHORA sí tenemos un misterio entre manos.

Ladeo un poco la cabeza observando a Kamal mientras me da su explicación, aún algo dubitativa. No pro lo que dice, de lo cuál no dudo pues no tiene motivos para engañarme, pero sigo sin creer que Alonso sea un brujo oscuro, quizá peco de ilusa, no sería la primera vez.
Doy un respingo saliendo de mi ensimismamiento particular cuando Luis bosteza sonoramente, confiado y sin modales aunque lo cierto es que no me molesta.

Le sonrío afablemente y escucho su teoría arrugando un poco la nariz cuando menciona el interés de Alonso por mi persona, lo cuál tomo como una de sus muchas bromas.
Al final no puedo evitar reír por lo bajo por la forma de expresarse de nuestro buen amigo, consiguiendo que cualquier altercado funesto parezca un enigma divertido y entretenido que resolver.
-A mí tampoco me pareció malvado, y su reacción fue de tanto asombro o más que nosotros... Además no le escuché reírse en ningún momento- observo el techo distraidamente y meditabunda antes de levantarme definitivamente y sacudir la paga de mi ropa.
-Como bien dice Luis no comprendo porque alguien tan oscuro querría curar a una persona de forma desinteresada a menos que sea para engañarla- mi ceño se frunce ligeramente ante esa idea y el poco peso que tiene.

Escucho a mis dos compañeros en silencio, casi inmutable, acostumbrado ya después de más de un mes de convivencia a sus particulares maneras y ademanes. Realmente, la compañía de Luis hace más ameno el viaje y los más o menos graves sucesos que nos acompañan a cada paso, pero, preocupado como estoy, no puedo más que suspirar, casi resoplando por la duda y la impotencia de no poder saber nada con certeza.

Yo tampoco lo entiendo, pero hay quien tiene el favor de seres malignos. Lo último que supe del rey destronado de Granada es que hacía tratos con los que beben sangre, y se vende como un hombre devoto a Alá.

Vuelvo al lecho donde he dormido y me siento, con la mirada fija en el vacío.

Pero quizás... no sé, quizás haya que darle un voto de confianza a ese hombre. En cualquier caso, ha visto una curación milagrosa y cree que es obra vuestra, Patricia -al pronunciar su nombre despego la vista de la nada para dirigir mi mirada hacia ella-. Además, seguro que ya sospecha que nosotros tenemos cuando menos conocimiento de algunas cosas arcanas, ¿no es eso un posible señuelo andante para la Inquisición?

Osorio se frota los ojos legañosos con fruicción. Parece algo más espabilado que hace unos minutos, pero no demasiado, si bien ha escuchado atentamente a Kamal.

-Si habla, sí. Pero por lo que sabemos de él, no debe ser un tipo muy aficcionado a tratar con la autoridad. Al parecer, sufrió esa herida en circunstancias no demasiado limpias... Y por otra parte, su constante devoción a la virgen me escama. He conocido idolatrías dentro de la ortodoxia católica, pero no tan notables como ésta: no creo que Luna nos denuncie al Santo Oficio porque él mismo se estaría exponiendo. Sin embargo, eso no quiere decir que confíe en él. -Se incorpora del lecho y hunde sus manos en una jofaina llena de agua tibia, para lavarse la cara- Independientemente de todo esto, amigos, tendremos que decidir hacia dónde vamos a ir. No creo que Barcelona sea un destino seguro en estos momentos. ¿Qué pensáis?

El agua resbala por su rostro, borrando todo rastro de sueño de su expresión, que retorna a la apicarada complicidad de siempre. De pronto, parece recordar algo y se dirige a Kamal con los ojos exorbitados.

-¿Los que beben sangre? ¿Boabdil? ¡Por el amor de Hashem! ¿Es esa la razón por la que no habéis partido al exilio con él?

Me quedo mirando a Osorio, sorprendido por la pregunta, después de haberme olvidado del comentario tras su discurso.

Oh... no, no fue por eso. Simplemente, cuando vi Granada destruida por la guerra, me di cuenta de lo absurdo que era todo. Y ese hombre sólo se limitaba a seguir como un niño caprichoso al que le hubieran quitado un juguete. Me di cuenta que Alá no podía querer una guerra así, que era la falta de unidad lo que causaba tanto dolor y tantas muertes. Me alejé, y me gané un enemigo. No sería la primera vez si veo aparecer en la noche a un vampiro o a algún mago mercenario.

Suspiro, algo cansado de recordar aquellos tiempos difíciles.

Y bien, por esa época me encontré conmigo mismo y gracias a que tuve quien me enseñara, me uní a los Batini.

Mi cuerpo se sacude de arriba a abajo con un escalofrío de incomodidad ante las palabras de mi compañero árabe y judío. Sin duda somos un grupo muy variopinto y tiene que haber discrepancias entre nosotros. La facilidad con la que pronuncian una blasfemia tras otra me hace componer una expresión extraña, arrugando un poco la nariz con desagrado, por lo que giro mi rostro contemplando una de las paredes como si fuera lo más fascinante del mundo.
Por suerte les tengo el suficiente aprecio y respeto como para que no llegue a ofenderme de verdad, de hehco incluso les perdono porque yo también cometo muchos errores, nadie es perfecto...

-Vampiros, diablos... Lo decís como si fuera lo más natural del mundo- acabo por increpar cruzándome de brazos.
Quizá para un guerrero tan hábil y un hombre que sabe ver el lado cómico de todo lo que le rodea la situación resulte fácil. A mí en cambio me aterra, y doy gracias al Señor por no estar sola.

-Creo que deberíamos aceptar la oferta de Regina, no creo que encontremos otra tan generosa... Al menos por un tiempo, mientras pensamos un poco mejor si queremos o debemos hacer algo más- no dudo en volver al tema que nos atañe, acercándome a la puerta y sujetando el picaporte dispuesta a salir, sintiéndome algo tensa.

Me quedo mirando a Patricia, viendo su incomodidad y me acerco:

Son cosas que comparten el mundo con nosotros, debemos aceptar que no sólo existe la virtud.

La miro con cierto afán protector: Pero no temáis, estamos los tres aquí, y ya hemos pasado más de un trago. En fin, yo estoy también de acuerdo en aceptar la oferta de la posadera, al menos por el momento. Salgamos.

Hago un gesto hacia la joven, incitándola a abrir.

-Lo sé, yo misma lo he visto y combatido, pero no es la parte de la existencia que más me gusta recordar- suspiro hondamente para después asentir a las palabras de Kamal con una ligera sonrisa, puesto que sé que lo ha dice para reconfortarme.

Me insta a abrir con un pequeño gesto pero en lugar de él extiendo los brazos para darle un abrazo que dura muy pocos segundos.
-Gracias- le sonrío más animada y tranquila, y finalmente salgo al exterior empezando a descender escaleras hasta llegar a la cocina, donde espero encontrar a Regina.

Al sentir sus brazos rodeándome, abro los ojos, sorprendido, sin saber si sentirme violentado, aliviado, halagado o cómo. Sin embargo, me doy cuenta de que, a pesar de la incertidumbre, sé que es una muestra de afecto y me relajo, aunque me siento incapaz de contestar.

La veo salir y me quedo en el quicio de la puerta unos segundos antes de recobrar por completo la compostura y salir hacia la cocina, en busca de Patricia y atento por si veo a de Luna.

Imagino que a estas alturas Alonso ya estará en la cocina desayunando. Allí lo puedes encontrar mientras desayuna (imagino que algo de pan con vino XD), a la par que juega con una moneda moviéndola de derecha a izquierda, y viceversa, entre sus dedos con mucha destreza.

Al veros os saluda con total la naturalidad, como si la noche anterior no hubiera pasado nada importante.

- Buenos días tengan ustedes. Confío en que hayan descansado. - mira a Kamal - ¿Encontró usted el origen de eso que decía haber percibido?

Bajo las escaleras con relativa rapidez, atravesando parte de la taberna para llegar a la cocina y dándome cuenta entonces de la luz diurna que ilumina el lugar.
Es más tarde de lo que creía pero quizá se deba a que nos hemos demorado un poco en la habitación.

-Buenos días para vós también- respondo a Alonso con una sonrisa amigable, no muy convencida de que su pregunta vaya a suavizar la tensión con Kamal, pero sea como sea es algo que sólo les atañe a ellos así que me limito a guardar silencio dejando que sea mi compañero el que hable mientras salgo al pequeño huerto esperando encontrarme allí con Regina para confirmar su generosa propuesta.

De repente escucháis algo de alboroto fuera. Pican a la puerta, Regina abre apresuradamente, y se escucha murmullos por el pasillo. Regina sale precipitadamente fuera de su posada y vosotros la seguís sin tener mucha idea de que pasa. El pueblo tiene un aspecto extraño, transfigurado. La gente está en la calle, con gesto apesadumbrado, algunos hombres parecen crispados, como si no supieran que hacer, las mujeres rezan por las esquinas presas de un terror supersticioso mientras que otros cruzan murmullos que parecen más bien sollozos.

-...¿quien podría hacer eso?...-

-Era demasiado bueno...-

-¡O Dios Mio!-

Solo sacáis en claro cuando Regina dice, como intentando ella entenderlo también:

-Han matado al párroco.-

Osorio mira a Kamal y a Patricia significativamente. Es nuestro sino -parece querer decir-, allá donde vamos siempre hallamos una manera de llamar a la muerte por su nombre de pila.

Luego se dirige a Regina, intentando poner en su mirada la mayor empatía posible.

-¿Cómo ha sucedido? Y, sobre todo, ¿cuándo?

Regina señala como ausente, parece que debe asumir esta noticia aun más que el grupo de forasteros. Señala en dirección a una vieja iglesia de aspecto románico, pero con añadidos de épocas posteriores para agrandar la sala central y los aposentos del párroco y posibles sirvientes. Posee un campanario central que sujeta una gran cruz de piedra, un tanto desmesurada para lo humilde de la parroquia.

La gente del pueblo se congrega alrededor del edificio con miedo reverencial, sin entrar en el edificio por temor a encontrar algo horrible. Aunque la muerte de un ser humano es siempre horrible, parece que el pueblo tuviera miedo al castigo divino debido al asesinato de su sacerdote.

Alonso guarda la moneda con la que jugaba sugiendo al grupo. Al descubrir la noticia y ver la reacción de Regina, se acerca a esta y la abraza con ternura, dejándola sentir calor humano y, sobre todo, protección que es lo que más busque en ese momento.

- Tranquila, Regina. No tema. Ese malhallado no escapará a la ira de Dios por su crimen. Nadie más que él tiene nada que temer. El buen Dios sabe que todos nosotros somos buenos creyentes. No hay nada que temer.

Si Alonso nota que Regina acepta el consuelo que le da y busca más refugio entre sus brazos, este le mesa suavemente los cabellos y le susurra para que se tranquilice.