Partida Rol por web

El hombre que va en cabeza de la comitiva, se acerca a las feligresas y pregunta:

-¿Donde está el Mosen? Queremos ver su lecho de muerte, para averiguar que ha pasado.-

Las dos mujeres solo señalan la dirección y este hombre y un par más de valientes entran en la habitación donde está el cadáver.

Alonso sigue a los hombres mostrandose entre cursioso y temeroso (probablemente como ellos). Al ver el interior de la habitación, se santigua y muestra su asombro por tanta violencia.

Parece que la multitud se dirige justo al lugar del que hace apenas un rato hemos salido Luis y yo, por suerte.
Espero pacientemente a una distancia prudencial del lugar sin moverme, pues creo que llamaré menos la atención detenida entre las sombras que moviéndome.
Cuando al fin la comitiva se divide y cada uno toma su lugar, asiento a Luis y empiezo a caminar para salir de la iglesia.

Desde mi punto de vista ya hemos visto todo lo que había que ver aquí, y tampoco es que seamos investigadores o algún similar.

Una vez fuera, espero a que salgan mis demás compañeros, mirando de reojo el interior y todo el revuelo que se ha formado con la muerte del párroco.

En cuanto salen, los miro en silencio, como esperando algo que tengan que decir, o en su defecto, que partamos de nuevo a nuestro alojamiento o a buscar alguna forma de conseguir dinero.

Rápidamente salen los mismos que han entrado en la habitación, portan en sus manos unos una camisa y el otro la hacha ensangrentada.

-¡Mirad es la hacha de Pepinno! ¡Y esta camisa tiene la iniciales de los Del Piero! ¡Esta vez han llegado demasiado lejos!- Dice el batlle con gran enfado.

El rumor se extiende como una infección por toda la congregación, se escucha crujir de dientes, los puños se aprietan de ira.

Pronto la congregación se convierte en una turba sedienta de sangre que sale a trompicones de la iglesia.

El judio observa salir a la furiosa comitiva con el ceño fruncido, antes de volverse a sus compañeros y susurrar:

-Esto no me huele nada bien. El supuesto asesino no sólo usa un arma que puede incriminarle, sino que además la deja en el lugar del crimen. Y por si fuera poco, también una prenda con sus iniciales. Sé que esto no es asunto nuestro, pero si un buen hombre ha sido asesinado sólo para poder inculpar a un tercero, y sí vuestras sospechas, mi buen Kamal, son ciertas, quizá no haya sido una casualidad que acabáramos aquí...

Osorio detiene a uno de los miembros de la turba con rostro circunspecto, intentando aparentar la mayor de las preocupaciones.

-¿Peppino del Piero? Os ruego disculpéis mi ignorancia, pero soy forastero en este pueblo. ¿Quién sería este tal... Del Piero? ¿Y por qué querría nadie matar a un santo varón como era el Mosén?

Tras los gritos del batlle conseguimos salir de la iglesia reuniéndonos con Kamal en el exterior, sintiéndome inmensamente aliviada a sabiendas de la protección que me brindará y de que según parece ya han dado con el culpable. Parece.
-Las pruebas eran demasiado claras... Creo que alguien quería librarse de ese pobre hombre, quizá por su futuro matrimonio- respondo a las sospechas de Luis compartiéndolas con él, lo suficientemente bajo para que tan sólo me oigan ellos. Todo parece demasiado fácil y bien planeado para poder acusar a Pepinno sin "discusión" posible.

Mi ceño se frunce hasta esta idea y suspiro hondamente. Puede que sólo me lo esté imaginando todo y realmente sea tan sencillo como aparenta.
-O tal se enfureció porque el párroco no quería desposarles- concedo con un ápice de duda antes de negar con la cabeza.
-Deberíamos volver a la taberna- digo finalmente en un intento de quitarme todo ese embrollo de la cabeza. No debería meterme donde no me llaman, siempre me sucede lo mismo... Pero sin embargo ya es tarde, esta vez es Osorio el que toma la iniciativa de irrumpir en los sucesos que nos rodean.

Alonso se une a la turba, añadiendo sus propias maldiciones e injurías a los italianos.

Osorio solo obtiene diferentes frases de diversa gente entrecortadas por la ira, la razón no es algo que abunde ahora mismo:

-¡Esos Del Piero son lo peor!-

-¡Ladrones de gallinas, estafadores y ahora encima asesinos!-

-¡Justicia!¡No hay que esperar a los agentes del Rey, hay que aplicar justicia!-

La turba se dirige inclemente hacía la costa, parece que hacía donde mora la familia Del Piero.

Al escuchar las palabras "agentes del Rey", Alonso parece despertar un poco de su odio. No quiere que los italianos se vayan sin cástigo pero tampoco quiere poder tener problemas luego con los hombres del Rey, sin ser necesario. Se mezcla entre la turba y trata de contener su odio para no llamar más la atención de nadie con sus insultos a los italianos, aunque tampoco tiene muy claro si alguien se habrá dado cuenta, ya que todos parecen más que enfrascados en su odio hacia los Del Piero.

Le susurro en respuesta a Osorio:

Tenéis razón, pero no creo que un ataque directo contra toda esa multitud nos ayude, ni a nosotros ni a ese tal Peppino. Sin embargo... -miro a Patricia y alzo la voz-. Acompañadme, quizás podamos adelantarnos a esa gente si somos prestos a hacer algo por ese hombre.

Voy hacia uno de los laterales de la parroquia, alejándome del gentío, en busca de la intimidad que nos dará estar ocultos. Una vez allí, esperando a mis compañeros, busco mi brújula y luego miro a Patricia en cuanto llega(*).

Si no recuerdo mal, vos teníais experiencia en el manejo de las fuerzas, ¿o me equivoco?

Asiento a Kamal a pesar de no comprender por el momento qué es lo que se le pasa por la mente, sujetando el ya raído vestido para acelerar mis pasos hasta darle alcance en el lateral de la parroquia.
-¿Cuando vais a dejar de tratarme de vos?- pregunto de forma retorica, dando a entender que a estas alturas no me resulta necesario una forma tan protocolaria para hablar entre nosotros, pero sé sobradamente que no es el tema importante ahora así que tampoco le doy demasiada importancia ni insisto.

-Supongo que podría decirse que sí aunque no sea experta... ¿qué necesitas?- miro la brújula con atención y después a Kamal sin comprenderlo demasiado bien. Lo cierto es que no sé como funciona ese utensilio.

-Cierto, muy cierto. Además, parece que Luna se ha unido a la turba. Seguiremos con vuestro plan en otro lugar; una multitud enfurecida acaba confundiendo los motivos de su ira, y no sería la primera vez que me pillan en medio de un guirigay que nada tiene que ver conmigo.

Y sin más, acompaña silenciosamente a Kamal y a Patricia lejos de la multitud. Durante el camino parece pensativo y silencioso. Finalmente, murmura como paraq sí.

-Definitivamente es extraño. Entre las gentes de bajo suelo es un signo inequívoco de que alguien está endemoniado, pero yo no lo había creído nunca. Al fin y al cabo, para esa misma gente yo como niños cristianos y escupo sobre los crucifijos... -cuando sus compañeros le miran sin comprender una palabra, Osorio sonríe y aclara-. Allí, entre la turba, he divisado a un individuo con una llamativa mata de pelo rojo. No sabría decir si es importante o no, pero nunca vi un color de pelo tan... agresivo...

Crees ver una testa pelirroja al frente de la turba, al irte. No estas muy seguro de su papel en ella, pero su pelo rojo tal fuego te llama la atención.

Las palabras de Patricia me arrancan algo de rubor en las mejillas y por un momento me siento como un joven que rebasa sólo por poco la docena de años de edad, pero lo peor de la sensación es que no esperaba tal reacción de mí mismo. Sin mirarla asiento.

Bueno, intentaré trataro-... tratarte de tú, si te resulta más cómodo... -miro a la brújula a falta de cualquier otra cosa en la que fijarme, avergonzado por mi falta de seriedad para conmigo mismo-. Bueno, yo puedo buscar a ese tal Peppino, espero no tardar demasiado. Dicen que anda en la playa, así que primero lo buscaré, y posteriormente, me gustaría que me ayudárais. Quiero decir, que me ayudes... para que simplemente le digas, llevando tu voz a través del puente que abriré, que se vaya si quiere evitar el peligro. Con algo de suerte creerá que es un mensaje divino. Y sí, nos exponemos al Azote, pero quizás sea lo mejor que podamos hacer por ese pobre hombre si, como sospechamos, debe ser inocente.

Evadiendo la mirada de Patricia, miro a Luis.

Bueno, siempre hemos tenido eso en común. Sin embargo, no sé, quizás podamos fijarnos en eso más tarde. Creo que ya me resigno a que la situación nos obligará a hacer algo para descubrir la verdad, debe ser nuestro destino escrito. Y por lo que veo, Osorio, me has pegado tu verborrea. Empiezo a pensar que no soy ni sombra de lo que era -mi tono sigue siendo serio, sin muchas inflexiones, en cierta manera estoico, como se espera de un soldado, pero cierto es que el trato con mis compañeros me ha obligado a ser más comunicativo para que nos podamos entender. Por suerte, me demuestro todos los días que la Unidad es posible, y si la gente tomara el ejemplo de un musulmán, un judío y una cristiana juntos por un bien común, no habría guerras, por santas que se quisiesen llamar.

Suspiro y vuelvo mi mirada a la brújula: Bueno, lanzaré mi vista hacia la playa antes de que esa gente pueda llegar.

Me concentro en la playa por la que pasamos al bajar de aquel barco y miro hacia el cielo, buscando que mi vista se vuelva la de un águila que pueda otear todo desde arriba para acercarme al lugar que busco, al encuentro, como el águila de sus presas, de mi objetivo que es ese Peppino que vimos ayer.

Te concentras y dejas ir tus sentidos místicos, aquellos que no están entre los cinco sentidos conocidos por la gente, en la búsqueda en pos de Peppino. Temes que al verlo solo una vez y en un estado lamentable no puedas encontrarlo, pero tu brújula se pone en marcha y empieza a dar vueltas como si asintiera, de repente señala a una dirección, pero no a la que esperabas, en la costa, sino a una dirección en el nordeste.

El judío alza las cejas, fingiéndose ofendido.

-¡Aciagos tiempos son estos si a la sobria elocuencia le llaman verborrea! -Rezonga, divertido- En fin, no os distraeré: tratad de localizar a Peppino. He visto como funciona la muchedumbre enfurecida demasiadas veces como para dudar de su letal eficacia: no le darán tiempo a explicarse. En cuanto al tal Luna... creo que forma parte del populacho. Sin duda la cadena de acontecimientos es demasiado extraña como para no recelar...

No puedo evitar una sonrisa de diversión tras la reacción de Kamal, tan inesperada para él como para mí misma, aunque enseguida me contengo para no incomodarle más y asiento de vez en cuando a su explicación, aunque creo que carece de importancia puesto que su mirada se desvía a cualquier punto que no me incluya en estos momentos.
-¿Simplemente...?- repito sorprendida por lo que me pide, alegando que sea algo de lo más simple cuando apenas he podido comprender del todo su plan. Parece ingenioso a la par que descabellado, pero últimamente hemos sido capaces de hacer tantas cosas que vale la pena probar.

-Quizá sea ese extraño hombre de el que contagie la furia de su cabello al resto de aldeanos, explicaría porque no le prestan atención a él... No sé, después de ver a un hombre convertirse en curvos y escuchar la idea de Kamal creo que cualquier cosa es posible- claro está con la suficiente fe. Pero sé que existen otros métodos más blasfemos, oscuros o sencillamente extraños para conseguir resultados similares.

Observo a Luis mientras digo eso, después vuelvo mi atención a la brújula para seguir la mirada de Kamal sin distinguir nada más que el cielo y las nubes que lo cubren, así que espero...

Mi vista se pierde en dirección al nordeste, como marca mi brújula. ¿Acaso ese hombre no está en su casa?

-Creo que no se encuentra en la playa. Mi brújula indica otro camino. Sigámosla.

Comienzo a caminar, siguiendo las indicaciones de la brújula, en busca de ese tal Peppino, sospechando que quizás tenga más suerte, después de todo, y se encuentre lejos del lugar donde la muchedumbre quiere prenderlo.

La brújula de Kamal os va guiando por las calles llenas de grava del pueblo dejando la plaza mayor, con su gran pozo central, detrás. Aunque no es tan grande ni de lejos como Barcelona, al no estar apiñadas las casas hacen que sea un poblado más grande de lo que parece a simple vista. Muchas casas son de uno o dos pisos, con pequeños jardines o huertos adosados y cercas para unos pocos animales. Muchas cuelgan redes encima de su arco den entrada o arpones, como intentando recordar la naturaleza esencialmente marinera de la población.

Y la brújula señala una de estas casas.

La casa de piedra es grande para la media de Badalona, con dos pisos y una pequeña torre que debe de servir de granero. Sin embargo tiene un aspecto vetusto y mal cuidado, como si hubiera pasado muchisimo tiempo desde que se construyó, y en muchos lugares la piedra batalla con el musgo reseco y la hiedra sin mucho éxito.

A primera vista no parece haber nadie.