Partida Rol por web

El cabo toma nota y observa con desgana al rastreador cuando este le pregunta.

Un juguetito salido de la Torre, parece que el tema es importante en ese momento aparece Ojete de Sireno de vuelta. Tu, sucio descastado ¿donde cojones esta Nabo y el puto carro?

Mejor será que Ojete tenga algo interesante que contar si no alguien lo va a asar a fuego lento.

Tras cinco minutos de seguir el rastro evidente del carro, llegas al camino que lleva a la ciudad. El carro se aleja prograsivamente, tomando algo de velocidad hacia Juniper.

Voy colocando finas hebras de mi capa en sitios estratégicos para que me sigan los demás. Sigo al carro a ver donde se dirige dentro de Juniper.

_ Señor hemos tenido que improvisar... Shnich, el carro estaba donde nos dijo, mi cabo. Pero estaba cargado con armas y equipo, ocultos bajo un montón de tierra. Ojete atropellaba las palabras, que escupía entre jadeos. Habían desobedecido una orden directa y quería explicarse antes de que Grajo le cortase las pelotas. Nabo esta siguiendo el carro en estos instantes, para obtener mas información. Estará dejando un rastro para que podamos seguirle el paso.

Se tomo un segundo para recuperar el resuello y continuó.

_ Yo me demoré investigando la granja. Allí tienen un tinglao para destilar licor casero. Aparentemente no hay nadie mas que un viejo, pero yo no me fiaría de que fuese así- No tuve tiempo para inspeccionar la casa, pues sabía que querrías el reporte lo antes posible y evitar que la distancia entre nabo y nosotros se extienda demasiado, Señor. Shnich!!

La carrera hasta el campamento base le había pasado factura. No si el jodido Cerebro tendrá razón y todo con la importancia del ejercicio diario...

Grajo, secamente, os hizo señales para que le siguieseis. Al cabo de un rato estabais cerca de la granja. Señaló a Caralombriz.

Busca rastros de por donde puede haber ido Nabo luego miró a Cerebro y Ojete señalandalos con alternativamente Quiero que registréis la casa, sin rastros.

Acto seguido se internó en el Granero.

Grajo repartió de nuevo las órdenes y desapareció en el granero.

_ Shnich... Caralombriz, busca trozos de su capa. Dijo que iría dejando jirones de ella, para que te fuese mas fácil seguirle la pista. Susurro el exmercenario, antes de que su compañero se alejara de aquel lugar.

_ Vamos, pedazo de animal. Yo iré por este lado, tu ve por el otro. Y por lo que mas quieras, intenta no hacer ruido.

Pedirle a Cerebro que fuera silencioso era como pedirle a una puta que no te cobrara, es posible que supiera hacerlo pero no era su estilo.

Sireno dió un pequeño rodeo para evitar ser visto desde las ventanas frontales, con movimientos lentos y ágiles. Entre el bigote, los ojos saltones y su manera de desplazarse parecía una comadreja.

Se aproximó al lateral para echar un vistazo desde un ventanuco y ver si había otra entrada por la parte de atrás.

Cuando escuchó que era algo que tenía que ver con la Torre escupió a un lado para alejar al mal fario. No le gustaba el asunto y en aquellos momentos regresó Ojete de Sireno solo para cabreo del Cabo.

¿Donde está el Nabo? Entre las piernas de cualquier moza seguramente.

Parecía que algo había pasado con el carro y Nabo y Ojete habían tenido que separarse, uno para seguir el rastro y otro para volver a avisarles. Todos juntos fueron hasta la granja y una vez allí el Cabo Grajo repartió nuevas órdenes.

-Asus órdenes Cabo. ¿Un carro cargao con Nabo detrás dejando trozos de la su capa? Eso ta chupao jefe.

Mientras el resto inspeccionaba la granja y el granero, Caralombriz comenzó a buscar el rastro que le habían ordenado.

Cerebro escucho las órdenes del Cabo y se dispuso a cumplirlas sin más dilación. Por ello, siguiendo al cabrón de Ojete, que parecía incapaz de recuperar el aliento tras la pequeña carrera, se dispusieron a intentar explorar la casa. Una vez llegaron a la misma, escuchó las indicaciones del Sireno sin decir mucho más, una de las ventajas de ser él, es que no tenía que pensar mucho y seguir las órdenes de otro siempre le resultaba más cómodo; le gustaba su vida simple, por qué negarlo. De esta forma asintió, y mientras resoplaba se limitó a decir a modo de respuesta gutural:

-Juuum -que quería decir que aceptaba pero no prometía nada; dado que un gigantón como él se moviera en sigilo, era un asunto bastante complicado.

Vio como su compañero se escurría como una sabandija, y él procedió a hacerlo por el otro lado como buenamente pudo. La verdad es que era una imagen un tanto cómica, ver a un tipo grande como él andando en cuclillas e intentando cuidar cada paso, parecía más bien un oso que tenía miedo de que un cazador lo pillara.

Cuando llegaba a una ventana, intentaba echar un pequeño vistazo, y así hacerse una idea del interior. Una vez llegaron al otro extremo, se volvió a encontrar con Ojete y se quedó mirándolo para saber cual sería su siguiente paso.

Localizas un rastro de pisadas que automáticamente deduces que es de Nabo, porque solo el camina dejando tan leve huella. Unos surcos delatan el paso de un carro excesiamente cargado y que tenía aparejada una mula que habia perdido un clavo de una herradura izquierda, posiblemente la de la pata delantera. En ciertos momentos, gracias a unas briznas de hierba levemente doblada, descubres que Nabo se ha separado del sendero para atar a un arbol unas vistosas tiras de tela.

El sendero conduce al camino principal y desde allí parece que han llegado hasta Juniper. Por lo que ves, el carro le lleva a Nabo unos cinco minutos de ventaja pero no puede ir muy rápido por el peso que lleva. Antes de entrar al camino, tu compañero se detuvo y orinó junto a un roble para luego continuar con su seguimiento.

Desde las ventanas véis una habitacion grande, tiene una mesa con dos sillas y una cama pequeña en un lateral. La chimenea está apagada, aún así uno de los tubos de salida echa humo. La otra habitación es una especie de despensa, hay poca comida pero de buena calidad. No véis a nadie desde las ventanas, podéis examinar las otras dos tranquilamente pero al analizarlo parece que hay una habitación que no es visible porque carece de ventana.

Tras caminar durante un par de horas llegas hasta la entrada de la ciudad. Apenas hay unas barreras que sirven para cortar el paso a las carretas que llegan a la entrada. Uno de los guardias revisa el cargamento y los deja pasar. en ese momento, la carreta a la que sigues alcanza la barrera y habla un momento con los guardias que tras unos minutos le franquean el paso.

Cuando llegas a la barrera, los guardias te miran con desinterés y te hacen pasar. Parece que no hay mucho interés en quien entre y quien sale salvo por las carretas. La ciudad parece un hormiguero, no es muy grande pero es fácil distinguir que hay muchas diferencias sociales. La urbe se divide en dos partes, una alzada sobre una colina y otra en una hoyanca donde se aprecian casas pobremente construidas y al final el puerto. Alzado sobre una colina en las afueras se alza un castillo de alabastro, parece a medio construir y simplemente mirarlo produce una sensación de inquietud.

Nabo siguió al carro hasta el mismo corazón de la ciudad. Si de verdad llevaban armas, los guardias estaban al tanto, pues lo habían dejado pasar. Todo esto debía ser informado al cabo de inmediato.
Siguió al carro dentro de la ciudad, intentando saber que demonios llevaba y a donde.

Tras unos minutos, el carro llega a una taberna cerca del puerto. Allí tiran el estiércol en un callejón y empiezan a descargar unos barriles metálicos.

Nabo se acercó con sigilo para ver que eran esos barriles metálicos, aunque no parecían armas como había dicho Ojete.

Te logras acercar al carro, nadie ha percibido tu presencia. Los barriles, al mirarlos mejor y acercarte, parecen contener algún tipo de licor. No hay rastros de armas. El problema es que ahora estás solo y aislado en una ciudad desconocida.

En el momento que te alejas del carro un hombre, acompañado por dos gorilas se acerca a ti. Sus ropas son ricas y los dos gorilas que le acompañan lo tratan con especial respeto.

Eh, tu... pareces no ser de por aquí antes de que te de tiempo a ponerte a la defensiva hace un gesto de apaciguar. Tranquilo, me interesaria tener una relación "profesional" contigo. Pagaría bien, claro esta.

Dijo lanzando a tus pies varias monedas de plata.

¿Qué cojones...?
Nabo observó las monedas que caían ante sus pies. Una sonrisa avara salió de sus labios, mientras pensaba en las posibles ventajas de esa relación para la misión.
- Soy todo oídos

Krage se rió, su risa era desagradable como el graznido de un cuervo. Se acercó con calma al carro.

Verás, no me andaré con rodeos dijo haciendo aspavientos con la mano izquierda Quiero hacerme con ciertos negocios en la zona y me interesaría librarme de algunos tipos, ajustarle las tuercas a otros y cobrar ocasionalmente alguna deuda a algún mal pagador

Señaló a los tipos que le acompañaban.

Ellos te podrán decir que cuido de los míos dijo con una sonrisa que invitaba a dudar de lo último Alojamiento, cama, comida, putas... lo que necesites siempre que me seas de provecho.

Al comprobar que todo está en calma, le hace señas con la mano a su compañero para indicarle que van a entrar en la casa y que mantenga el sigilo. Una vez dentro Ojete le hace la seña para mantenerse alerta en la posición, mientras él investiga la otra habitación.

Armado con su cuchillo caminó despacio como un gato ante su presa. Agudizó su oído, por si el aire le susurrara voces de personas.

Bueno pues no parece que comience mal la misión, si con esta gente obtenemos buena información pronto regresaremos a casa y nos olvidaremos de tantos problemas. Así que será mejor ser discretos y rápidos... Pero dudo que ese viejo esté solo, menos mal que Cerebro me acompaña.

El gigantón siguió a Ojete en silencio en cuanto éste entró en la casa. Le hizo caso y se quedó en guardia cerca de la entrada "Mantener la posición... sí, eso es fácil" pensaba mientras cumplía las órdenes y se ocultaba tras algún mueble, asegurándose que nadie se acercara. De ser así lo noquearía y después avisaría al Sireno.

Por ello sacó su espada y agarrándola fuertemente por la empuñadura, se quedó atento por si alguien entraba y estuviera deseoso de probar la parte de su arma. Realmente tras el viaje en esa maldita alfombra estaba deseando golpear a cualquiera, y le encantaría ver aparecer a cualquiera para que le alegrara el día.

No obstante no le pasó desapercibido el movimiento increíblemente de su compañero en el sigilo... No le cabía duda de que si quiera matar a alguien sin ser detectado podría hacerlo con facilidad.