Partida Rol por web

Al entrar en la casa, Sireno, no produce ningún ruido y se interna en la habitación con paso lento. Tras unos segundos descubre al anciano que trabaja limpiando lo que parece un alambique casero que formase parte de algún tipo de destilería ilegal. El anciano no se ha percatado de nada.

Caralombriz se puso de inmediato a seguir el rastro, aquello le resultó pan comido, el carro iba lo suficientemente cargado como para dejar grandes surcos en el camino. Sonrió al encontrar el rastro de unos pies más ligeros que sin dudas seguían al carro guardando una distancia prudencial, sin duda se trataba de Nabo y sonrió aún más cuando comenzó a encontrar los trozos de vistosa tela que formaban la capa de su compañero y que este iba dejando de vez en cuando en las lindes del camino para alertar a sus compañeros.

Mejor no le digo que destrozó la capa pa ná.

Siguió lo suficiente el rastro para confirmar que el carro iba dirección a Juniper y que iba tan lento que Nabo se había permitido parar para echar una meada junto a un roble. Era hora de darse la vuelta y hablar con el cabo de todo aquello.
Cuando volvió a la granja buscó a su superior para informarle de todo.

-Pan comido cabo. Hasta un niño pue seguir a ese carro. Nabo va detrás dejando esto. -Enseñó uno de los trozos de la capa de Nabo.- Se dirigen a Juniper, pero van mu lentos si nos demos prisa les alcanzamos.

Grajo asintió con la cabeza.

En cuanto vuelva el resto nos encaminamos dijó con sequedad.

-¿Nos han robaol carro? Aquí nun se respeta ná o qué... ¿En cuanto los cojamos que facemos con ellos jefe?

No es que ellos fueran un gran ejemplo de buen comportamiento y buenas maneras, pero cuando les robaban sus cosas pues protestaban como cualquier hijo de vecino. Aprovechando que estaba a solas con el cabo le hizo alguna pregunta.

-¿Y si el fulano que pasa de vez en cuando cerca del claro descubre tol tinglao? Con la de chorizos que hay por aquí nus lo roba to.

No sabía muy bien para que era todo aquello que el Cabo Grajo había dejado en el bosque, pero seguramente fuera importante si había perdido el tiempo en poner todas aquellas cosas de aquella manera.

Grajo se encogió de hombros, lo del carro no era tan importante. El esperaba poder hacerse con el para introducir las armas escondidas pero ¿que podía hacer ahora?.

No tocarán nada, desde arriba se han encargado de darnos una zona segura dijo mientras miraba la casa Creo que ese inútil de Ojete la ha cagado y estamos haciendo el tonto

Luego señaló a Cerebro, visible en el umbral.

Avisales de que nos vamos, esto es una cagada.

Si el cabo quería aquel carro no les sería muy difícil recuperarlo, habían hecho cosas peores y el entrenamiento había sido duro, en cuanto a lo del bosque supuso que los de la torre sabían lo que hacían, él ya había dicho bastante. No dijo nada ante el comentario de Ojete, el cabo siempre pensaba que alguno de ellos la había cagado o la cagaría. Asintió y se dirigió hacia la figura de Cerebro que asomaba en el umbral de la granja.

-¡Eh Cerebro! Llama al Ojete, nus largamos de aquí, el cabo quier coger el carro, dejad de buscar lo que sea que buscáis.

Tratándose de Ojete seguramente estaba "limpiando" la granja mientras el cabo estaba fuera.

La voz de Caralombriz sonó fuera, demasiado alto. El anciano se movió rápidamente, se encaminaba hacía la puerta con rápidez mientras cogía algo parecido a una horca. Gritaba con voz quebrada algo parecido a:

¿Quién anda ahí? ¡Aquí no hay plata, solo soy un pobre labriego viejo y cojo! su forma de manejar la horca sugería que sabía como agarrar un arma.

Una voz de anciano sonaba en el interior, Caralombriz había alertado al viejo:

¿Quién anda ahí? ¡Aquí no hay plata, solo soy un pobre labriego viejo y cojo!

ralombriz le sorprendió escuchar la voz de un anciano y no la réplica de alguno de sus compañeros. Veía a Cerebro y suponía que Ojete de Sireno estaba en el interior.

Como mesté gastando una broma lo crujo.

Se acercó un poco más y decidió que ya fuera la persona que habitaba la granja o su compañero haciendo el tonto, no le importaba demasiado, había ido para llevárselos a los dos de allí.

-¡Ojete! ¡Cerebro! Nos vamos, aquí no hay ná que hacer ni que ver. ¡Conmigo cagando leches! -Decidió omitir cualquier referencia militar de su superior por si las moscas.- Grajo nos espera para ayer. Vamos a devolverle a Nabo su bonita capa.

No pudo evitar sonreír con esto último, sería gracioso ir recogiendo todos los trozos y dárselos para que se los remendara. El muy truhán se compraría una nueva, pero sería gracioso igualmente.

Hago una seña a Cerebro para que salga fuera, mientras Ojete se escabulle en la despensa sin ser visto.

Joder ya están aquí los problemas de siempre, y como no vienen de la mano de Caralombriz. ¿Qué coño habrá hecho este paleto ahora?

Ojete salió y se unió a Cerebro, encontrando a Caralombriz allí mismo. Grajo estaba apuntando el arco tensado. La flecha voló clavandosé en el hombro del viejo, derribandolo al suelo mientras soltaba la horca.

Ojete, ocupate de él que no quede rastro detrás. Miraba con expresión de enfado. Cerebro y Caralombriz, coged ropas del viejo y ponerosla encima. Os váis a Juniper y buscais al tarado de Nabo por donde pueda andar... nos reuniremos en los muelles esta noche.

Luego se dirije a Ojete:

Termina con el viejo y busca una taberna o posada cerca del puerto donde alojarnos

Cerebro siguió las instrucciones de Caralombriz y de Ojete y salió de la casa, cuando vio como una flecha cruzaba el aire e impactaba en el anciano. El gigantón lo miró impasible y se encogió de hombros, estaba acostumbrado a la crudeza de la vida, y los más débiles siempre eran los primeros en caer, por ello ni se inmutó pues sabía que aquello era lo natural.

Luego se reunió con el Cabo, y tras recibir las órdenes, entró nuevamente en la casa, se puso a buscar los armarios y se vistió con las ropas del granjero tal y como el jefe le indicó. Tras ello, al ver como el paleto también estaba preparado empezaron a seguir el rastro tras el cabrón de Nabo, que como lo dejaran mucho tiempo suelto, seguro que se olvida de la misión al ver a la primera granjera de suntuosos senos... "Maldito ninfómano" pensó vagamente mientras se ponía en marcha a la carrera intentando seguir el rastro y esperando que el comebichos no se quedara atrás.

Nabo asintió tranquilamente, mientras una media sonrisa se dibujaba en su rostro.
Cuando estos cabrones se enteren no se lo van a creer...
- Ahora mismo hay un único asunto que me impide estar a su disposición... pero ese asunto se solucionaría con un carro, cualquier carro a decir verdad.- dijo mientras fijaba su vista en el carro que transportaba los toneles de metal - yo soy una persona que cumple su palabra... y a lo de las putas no pienso decir que no. - terminó con una sonrisa satisfecha, que indicaba que estaba a punto de cerrar un buen trato.

En menos de un suspiro el Cabo había agujereado al viejo que pretendía atacar a Ojete de Sireno.

-Buen tiro Cabo, este gañán pensabase que le íbamos a robar sus mierdas, si no tien ni donde caerse muerto.

Asintió ante las órdenes del Cabo Grajo y se metió dentro de la casa para buscar algo de ropa mientras Ojete de Sireno remataba al viejo y se deshacía del cuerpo. No le fue difícil encontrar algo a su medida.

-Menua caminata, to por culpa de estos dos que no garraron bien el carro. -Al menos esta vez no podía echar la culpa a que Nabo se entretuviera con alguna mujer porque allí no había ninguna.- ¿C'acemos con el carro? ¿Lo recuperamos a la fuerza o le decimos donde ta y quien lo tiene?

Tras hablar con el Cabo Grajo sobre los pormenores se despidió de este y de Ojete de Sireno.

-Vamos Cerebro, a Juniper. -No le hacía ninguna gracia tener que ir a una ciudad, allí en la granja se estaba de maravilla, pero las órdenes eran órdenes.- A buscar donde está metio Nabo, entre las piernas de alguna... Como haya perdio de vista el carro le hacemos comer lo quei quede de la capa.

Tras una larga búsqueda llegáis a la ciudad. A lo lejos veis como el carro y Na Bo corretean por la ciudad. Al cabo de una larga caminata llegáis a una taberna llamada "El Lirio de Hierro". Vuestro amigo ha ido al callejón de atrás siguiendo al carro. Cuando os asomais lo veis hablando con un tipo calvo y de aspecto desagradable que va acompañado por dos matones del tamaño de Cerebro.

El rastro hasta la ciudad fue fácil de seguir y una vez dentro se habían acercado lo suficiente como para seguirlos con la vista. Al llegar a un taberna llamada "El Lirio de Hierro" se desviaron hacia el callejón trasero. Caralombriz echó un vistazo y descubrió a su amigo hablando con un tipo calvo y un par de hombres que imponían con su tamaño.

-Quieto parao Cerebro. Vamos ver que haz el Nabo antes de discubrirnos, esos tipos parecen familia tuya. ¿Tienes parientes en Juniper?

A Caralombriz no le apetecía meterse en un fregao si se podía evitar y supuso que su compañero tenía algún tipo de plan al meterse allí dentro con aquellos tipos, no quería que su irrupción se lo chafara. Desde allí observó bien el callejón para comprobar si en caso de que hubiera problemas podían usar alguna ventaja sobre aquellos tipos.

El hombre sonrió con frialdad. Hizó un gesto a uno de los matones que le acompañaban, este asintió y entró en la taberna.

Taco se encargará de que te puedas llevar este mismo... pero quiero resultados dijo con sequedad. Hay un tipo por ahí, es un imbécil llamado Assa que me debe un par de levas de plata, cobraselas o traeme sus dientes. Así empezaré a ver si hago una buena inversión en ti.

El tipo se introduzco en la taberna, acompañado del otro matón. Antes de cerrar la puerta, hizo un gesto a Nabo.

Todo tuyo, cuando acabes con él dejalo en un almacen que hay junto al recinto. Pertenece a un tipo llamado Reno.

- Le aseguro que no se arrepentirá...- dijo Nabo con su media sonrisa, mientras se encaminaba a coger el carro.

Cogió el carro, y asegurándose de que estuviese vacío, se dispuso a salir de la ciudad por donde había entrado, a ver si encontraba a esa panda de zoquetes por el camino.
Pasó mirando y memorizando bien cada burdel, taberna y tugurio en general... demasiado trabajo tenía ya, así que no estaba mal localizar donde tomarse un descanso rápido... o lento, según el dinero que llevase ese día.