Partida Rol por web

Una vez dentro, antes de que se cierre la compuerta se asoma el sargento Carlson con su risa prepotente y su inquina contra la escuadra.

- Solo quería desearos suerte, sé que la vais a necesitar - dice mientras ensancha más su sonrisa. Sheriff, no seas duro con los nuevos...no tiene la culpa de estar en esta lanzadera.

Akira devolvió el saludo a Pedraforca, aunque eso no sirvió para calmar su preocupación. El Cabo parecía un poco perdido en lo que a pilotar se refería, y se dedicó a mirar el manual mientras sus compañeros se sentaban. Akira no le quitó ojo a Piñeiro por si el espacio cerrado le producía algún ataque, pero tan sólo parecía un poco nervioso y agobiado. Bueno, supongo que el hecho de que no le haya dado un brote psicótico ya es un avance. Espero que no se nos acaben las pastillas. 

Curiosamente, fue Piñeiro el que se inclinó para susurrar a Pedraforca y, al parecer, darle indicaciones. Que irónico que el que sabe pilotar lo tenga contraindicado por el médico. En fin, con sus consejos digo yo que Pedraforca nos llevará a tierra de una pieza. 

Sin embargo ni ese momento de optimismo duró mucho, ya que la cabeza del Sargento Carlson asomó por las compuertas. Akira rezó para que hubiera un fallo en los sistemas y las puertas se cerraran, decapitándole. Desgraciadamente, no sucedió, y Akira se limitó a mirar a la pared opuesta fijamente mientras aguantaba las ganas de coger el rifle de energía y pegarle un par de tiros. 

El Sargento Sheriff saca un apestoso puro de su bolsillo, lo enciende y mira a Carlson:

Hola Carlson. Tu madre tampoco tuvo la culpa de que salieras así, o al menos eso me dijo anoche. La tienes muy apenada y alguien debe consolarla. Ah y gracias por los buenos deseos. 

Girándose hacia Pedraforca:

Cierre la compuerta y pida permiso a la torre de control para el despegue

Intento ignorar a Carlson y sus provocaciones habituales.

Afortunadamente se ha dirigido directamente al sargento lo que me hace mas fácil conseguirlo aunque no lo logro completamente.

– A sus ordenes sargento Sheriff.

Activo los controles de las puertas cerrándolas.

Distinguir los iconos que activar en la pantalla holografica con los guantes de realidad virtual es fácil todos pequeños programas que realizan la tarea. En este caso tocar el pulsador de cierre como el activar el micrófono. El problema es si fallan saber hacerlos sin las ayudas programadas.

– Torre de control, aquí lanzadera Sikorsky Light Zeppelin C-LZ-386 preparará para despegar. Aguardamos su autorización.

Haber si con suerte esta justo detrás de las toberas el sargento Carlson cuando reciba las ordenes de acelerar.

En pocos segundos el altavoz deja salir una voz algo chillona e irritante: Lanzadera C-LZ-386, copiado. Aguardando las comprobaciones de lanzamiento del resto de transportes, por favor espere.

Piñeiro respiró hondo de nuevo. Se aferró a las agarraderas de seguridad mientras repasaba una y otra vez los ejercicios de relajación que llevaba meses practicando.

No le gustaba el empujón inicial de las naves al despegar. No le gustaban los espacios cerrados. No le gustaba el vacío del espacio. No le gustaba estar allí. Y lo que menos le gustaba de todo era que le trataran como a un loco. Tendría que intentar parecer normal, al fin y al cabo.

Se volvió hacia la soldado Filofrío:

-¿Q... quién es ese... Carlson? No parece muy... popular.

Lancel ya había estado en muchos despegues así que éste, a pesar de que el piloto no mostrara demasiada confianza en sus habilidades no le preocupaba. El veterano soldado era un fiel creyente del destino. Lo que tiene que ser será y lo que no su razón tendrá. Pensó mientras relajaba su cuerpo para evitar sufrir una lesión por el sacudón inicial cuando la nave emprenda vuelo. 

Un hombre del que sólo había escuchando -no cosas buenas-  un par de veces, asomó su cabeza por las compuertas para molestar a Sheriff. Evans sonrió orgulloso ante la respuesta de su superior, quien se ganó su respeto al poner en su lugar al que parecía ser todo un pedante. 

Piñeiro preguntó sobre Carlson y Lanza clavó su odio en esa conversación, a él también le interesaba conocer más de ese tipo, pues tenía el presentimiento de que no sería la última vez que lo vería.

Si bien Sheriff no siempre era la persona más amable del mundo, en esa situación era justo lo que necesitaban. Akira sonrió levemente (aún mirando a la pared) ante la contestación que le dio a Carlson, y le felicitó mentalmente. Se relajó un poco para el despegue, y pensó que, con aquellos dos y los nuevos reclutas, por lo menos tenía las espaldas bien cubiertas. La temblorosa voz de Piñeiro hizo que se volviera hacia él. Parecía estar haciendo esfuerzos por mantener la calma, así que Akira respondió suavizando un poco su habitual tono gélido. 

-Un imbécil-responde tras asegurarse de que los sistemas de comunicación con el resto de pelotones están desactivados-No sé qué le pasa con nuestra escuadra en concreto, pero no hace más que tocarnos las narices todo el día. De todas formas, deberías acostumbrarte a esa gente. El ejército está lleno de capullos prepotentes, y aunque no lo parezca Carlson no es de lo peor que uno puede encontrarse. Lo que no significa que no tenga ganas de pegarle un tiro y apuntarlo en las bajas de "fuego amigo".

Pasan uno eternos minutos hasta que la voz chillona vuelve a sonar por el comunicador:Lanzadera C-LZ-386, su despegue ha sido autorizado. Su orden de salida es el décimo, caliente motores y prepárese para depegar.

Nada mas recibir la autorización indico que he entendido el mensaje. – Procedo según sus instrucciones torre de control.

Me alivia un poco ser el décimo y no el primero lo que me da tiempo para relajarme mientras observo como maniobran para despegar las otras lanzaderas mientras activo la secuencia de conexión de todos los sistemas.

Cuando le llega el turno a nuestra lanzadera efectuó la maniobra sin problemas aunque no con la fluidez de los pilotos de la armada.

Piñeiro contuvo el aliento durante el despegue más por costumbre que porque fuera brusco. Por suerte, las drogas estaban haciendo efecto y el ataque de pánico que esperaba no tuvo lugar. Miró a su alrededor aturdido. Consultó el monitor de su asiento :

-Tiempo estimado. .. de llegada... dieciséis minutos catorce segundos.

A pesar de sus aparentes dudas, Akira no esperaba menos de Pedraforca llegado el momento. El despegue fue correcto, bastante suave para alguien con tan poca experiencia en pilotaje. Akira se volvió hacia Sheriff. 

-Señor. ¿Dónde aterrizaremos? Si las islas de tierra firme están muy pobladas, establecer un punto seguro de desembarco va a ser complicado. Lo mejor sería buscar una zona despejada donde no nos vean llegar. 

El Sargento Sheriff miró su placa de datos, y se la enseñó a Akira y Pedraforca. En la pantalla resaltaba en rojo un punto donde ponía "3ª Escuadra" y un punto verde donde ponía "Zona Asignada", con una flecha que salía del punto rojo señalando el verde.

"Pedraforca, aquí es donde tenemos que ir. A los mandos les gusta que nos ganemos la soldada con nuestro esfuerzo, así que han tenido la deferencia de no indicarnos si este punto está en la superficie o en alguna ciudad flotante. Vaya bajando y cuando veamos algo que parezca medianamente avanzado, nos acercamos y lo arrasamos.

Soldado Lanza, acaba de ser nombrado artillero de la lanzadera. Una vez entremos en la atmósfera, vaya al cañón.

Soldado Filofrío, échele un ojo a Piñeiro. No queremos que se nos ponga como Benito dentro de la lanzadera."

Asiento ante el sargento introduciendo las coordenadas en el sistema de navegación para que me vaya avisando si me desvió en el descenso pero manteniendo el control manual. – A sus ordenes sargento Sheriff.

Compruebo que estén activados los sensores que avisaran de si somos detectados por algún sistema o atacados.

Esta vez según los de inteligencia tienen un buen nivel tecnológico no son dinosaurios sólo con sus garras u dientes.

Siguiendo el orden de despliegue el cabo Pedraforca despega y sigue al resto de lanzaderas. El Orgullo de Terra se había aproximado a la atmósfera del planeta para facilitar la entrada y proteger a las pequeñas naves. Las ventanas muestran un planeta cubierto de nubes o gases con una tonalidad grisácea:

Nada más abandonar la nave base comenzáis a ver reflejos de color rojizo y pronto descubría que os están disparando desde ¿delante? Pedraforca comienza a realizar maniobras evasivas mientras intenta mantener el rumbo a las coordenadas facilitadas por el sargento Sheriff. La nave comienza a dar bandazos y alguno agradece que le interrumpieran antes de venir medio borracho a la misión.

Un haz de luz roza el ala haciendo temblar brevemente la lanzadera, la nave de la izquierda no tiene tanta suerte y veis como tras el impacto sus motores se apagan y comienza a caer en picado. Las nubes se espesan conforme avanzáis de y de alguna forma afectan a los sensores de la nave que comienza a dar alertas de colisión por todos lados.

Preparado como estaba, el Orgullo de Terra comienza a devolver el fuego enemigo aunque de forma un poco errática, al parecer ellos tampoco son capaces de fijar el blanco.

El despegue había sido tranquilo, al parecer el cabo estaba siendo modesto al mostrarse tan preocupado por la tarea que le habían asignado. Con la serenidad de alguien que ya ha vivido una situación así muchas veces Lanza se relajó y se dejó llevar por el bamboleo que producía el movimiento de la nave. 

Cuando Akira mencionó el llegar a una zona de despegue donde nos los vieran llegar Lancel sonrió, él sabía que de seguro ya estaría un contingente listo para darles una "fiesta de bienvenida" y el tiempo le dio la razón. Al entrar a la atmósfera del planeta fueron recibidos con varios disparos que obligaron a Pedraforca a mover la nave de un lado a otro para evitar ser alcanzados. Con dificultad Evans avanzó hasta los cañones y se puso en posición siguiendo las órdenes del Sargento.- En posición señor. Dijo mientras comenzaba a maniobrar las armas de la nave y con la vista buscaba el origen de los disparos. Salgan de su escondite ratas, ¿donde están? 

El momento de optimismo, como solía pasar, duró poco. En cuanto entraron en la atmósfera la cosa comenzó a ponerse fea, los disparos atronaban en todas direcciones y su transporte hacía lo imposible por esquivarlos, mientras la nave de su izquierda reventaba en mil pedazos. Espero que fuese la nave de Carlson, pensó Akira para sus adentros. 

Los problemas no se detuvieron ahí, sino que las malditas nubes no paraban de dar falsas alarmas de colisión y entorpecían la visión y la tarea de devolver el fuego se hacía casi imposible. Mierda. Ni Lancel ni los artilleros del Orgullo de Terra parecen ser capaces de acertar con aquellas malditas nubes. Si hubiera alguna manera de disiparlas, aunque fuera poco...

Tras cumplir las órdenes de Sheriff y vigilar a Piñeiro por si le estaba dando un ataque psicótico o algo (por fortuna, no era el caso) recorrió con la vista la nave. Allí, cerca de su asiento, había un panel, cerrado con una tapa metálica. Rememoró sus clases de pilotaje: tras aquel panel se hallaban los controles auxiliares de ventilación y turbinas. Llevada de una idea súbita, se desabrochó los cinturones, manteniéndose aferrada con toda la fuerza de la que era capaz a las diversas agarraderas que había por la nave.

-Dejo mi asiento-informó-Voy a ver si nos libramos de estas malditas nubes.

Avanzando agarrada a las distintas barras, poco a poco alcanza el panel. En vez de abrirlo para operarlo manualmente, extrae el pequeño micrófono del control por voz del sistema, para no tener que tocar botones de los que no recuerda su función. Coge el pequeño aparato y le grita:

-¡Revierte la ventilación y enfoca las turbinas hacia fuera!-Akira esperaba que el aire despedido de esa manera dispersara las nubes a su alrededor y les diera algo de visibilidad o por lo menos eliminarla las falsas alertas de colisión. Sin embargo, nada ocurre, y al mirar el micrófono descubre que, sin querer, ha arrancado el fino cable con el que va conectado al panel. Akira maldice sonoramente en su idioma materno, y, empleando el cabrestante de la armadura, se ata a una de las agarraderas, a fin de tener las dos manos libres para volver a intentarlo a la próxima ocasión (esta vez manualmente). 

-Todo irá bien. Todo irá bien. Todo irá... bien. 

Pero a las palabras de Piñeiro les faltaba convicción. Realmente todo iba bien. 

Aunque intentaba apretar los dientes, no conseguía sentirse nervioso. Apoyó la mano con indolencia en el hombro del cabo :

-¿Cuándo llegamos?

Siguen descendiendo a ciegas entre los gases intentando alinear el punto de aterrizaje marcado pero hay demasiados haces rojos para salir ilesos. Un disparo impacta en todo el morro y la lanzadera comienza a perder energía; primero se apagan las luces ambiente, luego los sistemas de puntería y al final se van desconectando los motores...

Las continuas falsas alertas hacían que aún fuera mas errático mi descenso ya que a cada momento recibía un aviso del sistema de navegación solicitando que consiguiera el rumbo ya que me desviaba de la ruta programada. Esto les debía dificultar también a ellos los cálculos para sus defensas.

Lo mas alarmante era que Orgullo de Terra no consideraba prioritaria nuestra área de descenso ya que no llegue a ver ninguna explosión debajo nuestro. Comienzo a alegrarme cuando parecen que comenzamos a salir de las nubes y veo mas lejos cuando recibimos un impacto en el morro de la lanzadera que primero parece no tener efecto al no destruirlo pero poco a poco se van desactivando todos los sistemas de la nave comenzando a descender sin control.

– Aseguraros en vuestros puestos y prepararos para el impacto he perdido el control de la lanzadera.

Mientras lo digo continuo intentando reactivar los repulsores de emergencia.