Partida Rol por web

ESTACION ABANDONADA

TURNO DE WAKEMAN

Mira eso. Es ese tío... los gritos de uno de ellos te sobresalta emergiendo desde tu espalda. Es ahora cuando te percatas de que detrás tuya hay dos tios.

Joder!!! Míralo... Esta lleno de sangre.

Si. Si. Ese cabrón asesino. responde el otro. Este lleva una antorcha en la mano. El fuego vierte un manto rojo luminoso sobre el escenario.

Coño!!! Yon!!! Mira eso!!!

Maldito hijodeperra. Este tío se ha cargado a Predicador!!!!!!!

Estás en la estación. En lo que queda de ella. Un amasijo de rocas, ladrillo y metal abandonado a la corrosión del óxido y el musgo. Habías quedado allí con Predicador. Lo recuerdas ¿verdad?...Para hacer unos chanchullos en mitad de la noche. Pues bien tio ahora Predicador está muerto. Su cuerpo está ahí tendido nadando en un charco de sangre. Parece un puto cerdo el día de la matanza. Miralo. Miralo.

MIRALO

Estos dos tios han surgido de imprevisto. De la nada. Como dos serpientes entre los arbustos. Te han pillado con la guardia baja Señor Wakeman. ¿Has sido tu? Te lo has cargado tu ¿verdad? ¿No quería hacer negocios? ¿No te seguía el rollo? O es que te lo has encontrado aqui ¿Es eso? 

Maldito seas Wakeman. ¿Que coño has hecho? Tío que has hecho con...

¿Donde están sus putas PIERNAS?

¿Que has hecho con sus PIERNAS?

Joder. ¿¿¿Se te ha ido la olla??? ¿Le has cortado las piernas? ¿No? ¿Entonces como es que no están por ninguna parte? No jodas Wakeman, hace dos horas vi a Predicador por Albany y iba con sus piernas...

Bien Rue.

Bien.

Te diré una cosa.

Lo que ha pasado aquí será nuestro secreto.

Miralo Yon. Está herido. Sí. Seguro que Predicador se defendió... Es nuestra oportunidad. Demosle una lección

Estás herido Wakeman. No me preguntes aún como. Pero lo estás. Dime ¿Que heridas tienes? ¿Superficiales? ¿Graves?. Y después de eso dime ¿Que vas a hacer con estos dos tipos? Porque si Umbral se entera ya sabes lo que va a pasar. Jajajaj. Esta vez la has jodido bien. Quiero verte. Quiero ver como sales de ésta maldito cabrón.

Wakeman había salido a cazar. Generalmente era tratar de encontrar algún resto en las ruinas de un edificio o los amasijos de hierros que quedaban de algún vehículo pero otras veces consistía en asaltar a algún viajero incauto o algún pequeño redecto mal defendido.

En estos casos, junto con alguna provisión, solía regresar con varios kilos de carne que sabía que Umbral utilizaba para llenar el puchero de sus seguidores. Un puchero que en raras ocasiones probaba.

Esta vez había encontrado lo que parecía ser un par de perros famélicos, seguramente escapados de algún asentamiento y locos por el hambre, que le habían atacado y a los que había despezado con su machete casi antes de terminar el enfrentamiento. Su carne pesaba poco más de un par de kilos en el paquete que llevaba en su macuto...

Cuando escuchó las voces, sacó automáticamente su recortada. ¡Demonios! ¡¿Cómo habían conseguido colocarse a su espalda sin que los notase?! ¿Alguno de los mordiscos había sido menos superficial de lo que parecía?

Estaba ya girandose y apuntando un disparo bajo con el arma para encararse con ellos con su famoso saluda patentado de "¿Me hablas a mí, bastardo?" cuando procesó las últimas palabras del segundo hombre.

¿Han dado matarile a Predicador? preguntó acompañando las palabras con el alzamiento de su arma, como si las palabras saliesen de la boca del cañón en vez de la suya.

Su mano izquierda estaba ya bajo los andrajos que eran su abrigo, buscando su machete, cuando añadió. Empezad a largar qué cojones ha pasado...

Wakeman había salido a cazar. Generalmente era tratar de encontrar algún resto en las ruinas de un edificio o los amasijos de hierros que quedaban de algún vehículo pero otras veces consistía en asaltar a algún viajero incauto o algún pequeño redecto mal defendido.

En estos casos, junto con alguna provisión, solía regresar con varios kilos de carne que sabía que Umbral utilizaba para llenar el puchero de sus seguidores. Un puchero que en raras ocasiones probaba.

Esta vez había encontrado lo que parecía ser un par de perros famélicos, seguramente escapados de algún asentamiento y locos por el hambre, que le habían atacado y a los que había despezado con su machete casi antes de terminar el enfrentamiento. Su carne pesaba poco más de un par de kilos en el paquete que llevaba en su macuto...

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Mientras regresaba, Wakeman miró la posición del sol y se dio cuenta que iba a llegar tarde y Predicador no era precisamente el tipo de persona al que le gustase esperar o al que quisieras hacer esperar, por lo que aceleró en paso en dirección a la vieja estación de tren semienterrada.

Entró por un conducto de ventilación, polvoriento y abollado, como solía hacer, no fuese a ser que un día Predicador decidiese prescindir de su compañía sin notificarselo antes, usando el viejo método del bala express.

Así fue como vio, desde varios metros de altura, a Predicador y a Umbral discutiendo acaloradamente, a grito pelado, hasta que comenzaron a empujarse violéntamente.

No sabía quién de los dos había tenido más cojones de presentarse solo a ese encuentro pero lo que le quedó claro es que Umbral llevaba la mano ganadora. Literalmente. Cuando Predicador se encendió más de la cueta, le soltó un sonoro bofetón a Umbral, quien, lejos de amilanarse como quizá hubiesen hecho muchas mujeres, soltó un rugido de rabia y lanzó su mano contra el pecho de Predicador.

Wakeman no estuvo seguro de qué había pasado exactamente o si lo que consiguió entrever, antes de tener que apartar la mirada para no ponerse a vomitar y delatar su presencia, había sido real o una proyección de Umbral en su mente. Pero el sonido de la carne desgarrandose y la visión de sangre y trozos de huesos volando por el aire acompañaría sus pesadillas durante mucho tiempo.

...................

Cuando volvió a recobrar la compostura, y estuvo seguro que Umbral había abandonado el recinte, se volvió a asomar a la rejilla y pudo ver el amasijo que ahora formaba el cuerpo de Predicador. Sabía que tenía que bajar allí y tomar todo lo que pudiera del cuerpo y las posesiones de su asociado o lo haría el siguiente cazatesoros que pasara por allí.

Siguió su ruta hasta una desvencijada escalera de servicio, limpiando con un viejo trapo las heridas que le habían provocado los dos perros hacía un par de horas. ¿Un par de horas? Casi parecía que eso sucedió en otra vida... Casi todas parecían superficiales pero había un par de mordiscos en el brazo izquierdo que necesitarían ser cosidos.

Abrió la portezuela de servicio que daba a los andenes, viendo que había un par de hombre ya allí.

Miralo Yon. Está herido. Sí. Seguro que Predicador se defendió... Es nuestra oportunidad. Demosle una lección

La mezcla de rabia por haber perdido un asociado y potencial aliado y de impotencia por la demostración de poder que había visto en Umbral comenzó a bullir en su interior, enfocándose en ese par de imbéciles que parecía querer erigirse en jueces o vengadores del ahora caído mito de la zona.

Sacó su recortada, apuntado al pecho del último que había hablado, mientras su mano izquierda estaba ya bajo los andrajos que eran su abrigo, buscando su machete; sabía que éste último no le sería de ayuda al 100% por las heridas del brazo pero prefería asestar un golpe debilitado a no dar ninguno. Wakeman era como esos perros salvajes, prefería morir matando.

Las palabras salieron de su boca cargadas de rabia y escoltadas por un reguero de saliva. Espero que tengáis un pequeño ejercito de mercenarios ahí escondido para cubrir esa apuesta...

¿Vas a usar eso? dijo señalando con su tubería la escopeta de Wakeman. No me puedo creer que seas tan estupido. Esa cacharra hace un ruido de cojones. Se escuchará en dos kilometros a la redonda tío. Vendrán a ver lo que ha sucedido. Ella vendrá y querrá saberlo.

¿Que vas a hacer Wakeman? ¿Vas a usar tu escopeta? ¿Estas seguro? Ya sabe el ruido que hacen esas puñeteras y viejas armas. Estos tíos no parece que se vayan a amedrentar así como así. Tendrás que ser mucho más expeditivo. Dime ¿Que vas a hacer?

Veo que prefieres que sea por las malas. gruño Wakemane cambiandose de mano las armas, sosteniendo el machete ahora con el brazo.

Hizo crujir el cuello, los chasquidos de las vértebras parecieron escucharse por todo el recinto, mientras avanzaba con la mirada fija en los dos tipos que habían decidido sellar su destino ese día. ¿Creéis que ella se va a preocupar por vosotros, escoria?