Partida Rol por web

Jules enarcó una ceja cuando Peter se refirió a él como Doc Muerte, no fue porque le molestara, más bien fue porque le hizo gracia el apodo. En la facultad le llamaban Doctor Cadáver y eso no era justo, su trabajo no solo consistía en examinar cadáveres. Doc Muerte, le pareció más apropiado.

-Estoy con el muchacho, igual hay algún cuerpo más allí escondido y podemos dar el asunto por concluido. -Sugirió como si tal cosa, aunque Jules sabía que no sería así, puesto que no parecía el modus operandi de su asesino.

Joanne seguía llamando mientras tanto a la puerta de la casa del viejo. Al no obtener respuesta comenzó a insistir golpeando más fuerte y también empezó a gritar su nombre.

-¡Señor Hill!, ¡Señor Hill!, soy la sheriff Baker, salga por favor, queremos hablar con usted. 

Obtuvo el mismo resultado. Derrotada bajó los escalones para reunirse con los agentes de nuevo. -No me extrañaría que estuviera ignorándome. - Les dijo malhumorada. -¿Puede alguno de ustedes rodear la casa y echar un vistazo?

Entre tanto el perro seguía ladrando y gruñendo y tirando de la cadena con todas sus fuerzas, como si deseara que esta ser partiera y pudiera darle un buen mordisco a aquellos intrusos.

Peter en vistas de como está yendo la cosa, y aunque su primera intención era examinar los alrededores, no puede desoír la petición de la sheriff.

-Yo iré- se ofrece, caminando a paso rápido hacia uno de los laterales de la casa, con energía, mientras saca su arma. Puro protocolo.

"Estas casas todas son iguales, suelen tener una puerta trasera y casi siempre abierta o sin echar la llave" piensa para sí mismo, mientras cruza, mirando hacia los lados y las ventanas que se pueda encontrar, en un intento de localizar al viejo Hill.

Peter se ofreció voluntario para rodear la casa e inspeccionar la humilde morada del viejo Hill. A través de las ventanas pudo ver que el interior de la casa presentaba el mismo aspecto ajado y descuidado que el exterior. Si todo lo que habían visto de Ashville hasta el momento les hacía creer que el viaje desde la ciudad les había trasladado también en el tiempo a una época anterior, en aquel caso, aquel viaje era todavía más intenso. El viejo Hill vivía atrasado en un pueblo ya de por si retrógrado.

Tal como sospechaba, Peter descubrió que existía una puerta trasera, y tal como esperaba, esta se encontraba abierta. Lo pudo ver a simple vista. Había una puerta mosquitera sin cerradura que estaba cerrada pero la puerta de la casa se encontraba entreabierta. Si quería entrar tan solo tendría que girar el pomo de la puerta mosquitera.

Desde fuera la percepción era que todo permanecía tranquilo, con la misma quietud que el resto de aquella granja, no había indicio alguno de que el señor Hill estuviera dentro de la casa.

La propiedad era como se la imaginaba, descuidada hasta el punto de que los escalones casi se rompían al subirlos. Y aquel perro parecía ser igual que lo que les habían contado sobre el dueño... desaliñado y con carácter agresivo. Claro que era el dueño el que tenía la culpa de aquello.

Pero el viejo no acudía a la llamada de la puerta, y Peter se dirigió a la parte trasera. John le siguió el paso.

-Espere agente Johnson, le acompaño.

Aunque no había indicios de peligro directo y John no creía que el viejo fuera el asesino, era mejor que nadie fuera solo... por si acaso. A fin y al cabo, por eso los policías siempre actúan por parejas. Al ver que la puerta parecía estar abierta hizo una seña a Peter para que se detuviera y se echó la mano al arma. Ya que si lo que lo que le habían contado era cierto, Hill no era de aquellos que se fiaran a dejar las puertas de su casa abiertas.

-Con cuidado- dijo a la vez que intentó abrir la  mosquitera para ver el interior.

John hizo girar el pomo de la puerta y procedió a abrirla, tanto pomo como puerta chirriaron para no defraudar con lo que se esperaba de ellos. Los dos agentes iban a entrar en la casa cuando escucharon una estridente voz cargada de odio proveniente del maizal.

Se trataba de Martin, que saliendo entre la espesura, comenzó a increparles y a gritarles.

-¿¡Qué están haciendo, fisgones!? - Gritó el viejo. -¡Esto es una propiedad privada y no tienen derecho a invadir mi intimidad! ¡Salgan de ahí ahora mismo, malas ratas!.

El viejo llevaba un apero de labranza en su mano, concretamente una guadaña que había utilizado para cortar tallos podridos.

Todo lo que les habían dicho sobre él se quedó corto cuando lo vieron en persona. Su aspecto era el de un sucio y demacrado hombre que se aferraba a la vida por pura terquedad. Estaba extremadamente delgado, fruto de la mala alimentación, y su piel arrugada estaba salpicada de manchas seniles. Vestía con ropas antiquísimas, y sujetaba sus rotos pantalones con unos tirantes marrones que hacía años que debieron de haberse roto. Su mirada destilaba fiereza pese a su edad, y su carácter, sin duda, acompañaba a su mirada.

Peter afirma con la cabeza al oír la voz de su jefe diciéndole que le acompañará. El joven ex-marine adopta la posición de avance típica militar, caminando con sumo cuidado y mirando a lado y lado por si acaso. Deja pasar a John en primer lugar cuando localizan la puerta trasera y se sitúa justo al otro lado, como respaldo cuando la voz atronadora del viejo granjero les sale por la espalda, procedente de los campos marchitos.

Peter se gira, con el arma apuntando hacia la voz. El tipo parece tener tan mala leche como les dijeron, desde luego.
-Agentes del FBI, es usted el Señor Martin Hill?- le dice en voz alta y firme, aunque es obvio que es Hill, forma parte de la rutina el confirmar las identidades -Suelte esa guadaña, Señor- le pide con la misma autoridad de hace un momento. El joven, aún apuntando al viejo con el arma en una mano, intenta sacar la placa con la otra mano, para mostrársela. Más protocolo.

El huraño propietario hizo su aparición, y tenía el aspecto del tipo rudo que les habían descrito.

-Disculpe la intromisión, señor Hill- normalmente le tendería la mano, pero supone que en este caso no le valdría de nada dado el carácter del viejo- hemos venido a hacerle unas preguntas. Una vez nos haya ayudado nos iremos por donde hemos venido.

Quería apacigüar a Hill antes de atosigarle a preguntas, aunque no sabía si lo conseguiría.

Al viejo Hill no le sentó nada bien que le apuntaran con un arma y no tuvo reparos en hacerlo saber.

-Maldito mocoso de mierda. -Masculló con su acento sureño arrugando el ceño y golpeando con el mango de la guadaña en el suelo para quedarse en una posición muy desafiante. Lejos de soltar la herramienta la mantuvo firme frente a él con la hoja curvada cayendo hacía su hombro. Parecía la imagen de la misma Muerte.

-¡Dispara si tienes cojones!. -Le increpó desafiante. -Niñato de los huevos, yo ya cagaba balas de más calibre que ese antes de que tu nacieras.- Peter enseñó la placa del FBI y la respuesta del viejo Hill fue escupir al suelo.

Entonces John intervino tratando de ser amable pero Hill no atendía a razones. - Me importa una mierda sus putas preguntas. Fuera de mi propiedad. Iban a entrar a mi casa, seguro que a robarme. Hijos de puta. ¿Me apuntan con sus armas y ahora quieren hacerme preguntas?. ¡Fuera de aquí ahora mismo!. -Alzó la guadaña al aire.

Al escuchar los gritos y reconocer en ellos la inconfundible voz del viejo Hill, Joanne hizo un gesto a los otros dos agentes para que la siguieran y fue hacía la parte posterior de la casa para tratar de poner algo de calma.

-Tranquilo señor Hill, estos agentes solo quieren hacerle unas preguntas. No hace falta que nos alteremos. -Habló con voz sosegada y tratando de poner calma, hizo un gesto a Peter para que bajara el arma y levantó las palmas de las manos hacía Hill en señal de gesto pacifico.

-¡Ni tranquilo ni mierdas!- Le respondió a la sheriff. -Ya le dije la última vez que se largará de aquí y que me dejará en paz, puta de los cojones. ¿Tiene que llamar a este grupito de boy scouts para invadir mi casa?.

Se podía notar claramente que aquel hombre no estaba bien de la cabeza, y que no actuaba racionalmente.

Si no fuera porque no estaría bien, Peter ahora mismo le pegaría un tiro en la cabeza al viejo ese, sólo para acabar con su agonía de viejo amargado y gruñón. Pero no estaría bien. Aún así, no baja el arma, ni en broma. No responde a sus provocaciones verbales o gestuales. Sólo se mantiene en silencio, apuntando. Había tenido sargentos mucho peores que ese viejales.

Pero aparece la sheriff pidiéndole al joven ex-marine que baje el arma y la guarde, así que lanza una mirada a su jefe, John, esperando que dé una orden: seguir apuntando, disparar como a un perro rabioso, o bien bajar el arma.

-Baje el arma, agente- dijo John, algo sorprendido de que siguiera apuntando a aquel viejo- no hemos venido a amenazar a nadie, solo a hacerle preguntas.

Pero John intuía que ni con esas colaboraría, así que decidió jugar la carta de nombrar a las víctimas por si a Hill le daba por hablar de ellos ya que la ira podía hacer soltar la lengua.

-No llevará poco tiempo, solo son unas preguntas sobre su relación con James Elmore y Robert Bale y la última vez que estuvo en contacto con ellos. Porque a estas alturas ya sabrá que lamentablemente han fallecido.

La situación se mantuvo tan tensa que el aire se podía cortar con un cuchillo hasta que las palabras de John convencieron al joven ex-marine para que bajará su arma y mantuviera la calma. Solamente fue una fracción de segundo, pero en ese preciso instante una sonrisa triunfal se dibujo en los labios del viejo chiflado Hill.

-Muy bien -dijo el viejo con una insólita voz calmada que sonaba incluso cortés. -Y ahora que ya han bajado las armas... ¡Váyanse a tomar por culo!.

Peter baja el arma tras oír la orden de su jefe, John, aunque no se le quitan las ganas de pegarle un tiro al viejo, que cada vez es más gruñón. Empieza a entender los serios problemas que tienen en el pueblo con este tipo. Cuando el viejo vuelve a ser grosero ante el intento de John de iniciar una conversación sensata acerca de los asesinatos, Peter mira de nuevo a éste.

-Igual está más hablador si le detenemos y le llevamos a comisaría... -propone, sonriendo algo torcidamente -Estoy seguro de que le sentarán muy bien estas pulseras, hacen juego con el color de sus ojos- añade muy calmada y fríamente.

El individuo no iba a colaborar, las amenazas e improperios así lo decían. Pero antes de llevárselo a comisaría o llevar a cabo acciones más drásticas, decidió hablar con la sheriff alejándose algo de la zona para que Hill se tranquilizara y no los pudiera oír.

-Usted le conoce, ¿sabe si podemos hacer algo para entrar en razón? Si no me temo que tendremos que pedir una orden para registrar este lugar o interrogarlo en comisaría.

Sabía que un "tipo duro" como aquel respondería mal a la fuerza. Pero si su instinto fallaba y él era el asesino no podían dejarlo que campara a sus anchas.

Joanne se muestra decepcionada con la situación. Sus expectativas, que habían sido altas durante el camino hasta allí quedan completamente destruidas cuando contempla la tensa escena que se vive en la granja Hill.

-No creo que entre en razón. -Dice mientras el viejo los mira desafiante, sobretodo a Peter, a quien a tomado más "cariño". - No debí decirles que rodearan la casa, -se lamenta,- esto solo ha hecho que Martin se ponga hecho una furia desde el principio.

Peter sigue en la misma posición, sonriendo algo desafiantemente al viejo Hill, esperando que su jefe, John, le diga qué hacer, si seguir con las preguntas aquí o bien lanzarse como un tigre sobre el abuelo y derribarlo como si fuera un bolo. En estas situaciones, siempre sale su naturaleza marine a la luz, no puede evitarlo.

Salina siguió a Baker hasta que se topó con tal escena, que parecía salida de un chiste malo. Aunque en sus años como policía la mujer había visto cosas peores, no dejaban de sorprenderle. No sabía si intervenir o no, pero por quedarse callada tampoco iba a ganar nada, así que decidió participar.

-Disculpe señor Hill, pero no le estamos hablando como ladrones, ni como ciudadanos. Le han hablado como agentes de policía. Y no creo que el que nos obligue a llevarlo a comisaría y a interrogarlo allí le venga muy bien a usted, ni a...su trabajo. ¿Por qué no responde unas simples preguntas que queremos hacerle, y así nos vamos y le dejamos tranquilo?