Muelles fríos, Plomo caliente

_{~Muelles de Metro City~}

Los muelles de Metro City son testigos de un acontecimiento sin igual. No, no se trata de ningún tipo de actividad delictiva. Eso no se saldría de la tónica general de una ciudad tan enfangada por la corrupción y la ausencia de ley y orden. Esta noche, las cosas están empezando a cambiar. Es, en concreto, uno de los almacenes del puerto, una gran nave aparentemente en desuso, el punto exacto del primer paso en el largo camino de devolver a esta metrópoli la esperanza.

_{~Tened en cuenta que la nave de la partida no es TAN grande, pero la imagen sirve para ver el ambiente interior~}

El lugar es inmenso, un tremendo laberinto de torres de almacenaje en contenedores y palés, con pasarelas por encima y varias grúas sobre raíles anclados al techo. También resulta bastante oscuro, pues la deficiente iluminación consta de algunas luminarias en el techo y focos en las paredes, pero resulta del todo insuficiente.

El lugar, lejos de estar abandonado, está lleno de gente. Sería imposible saber cuántos, pero hay sombras que se mueven por doquier, y figuras situándose en puntos estratégicos, tratando de abarcar el mayor control posible sobre el territorio que vigilan. Todos cubren sus rostros con máscaras con un lado de color negro y el otro amarillo, y llevan armas en sus manos y colgando de arneses a la espalda. Lo curioso es que muchos de ellos apuntan con sus armas al techo, mientras que otros corren de aquí para allá, como buscando algo. O a alguien.

En esas, estalla súbitamente una de las cristaleras del muro frontal, al tiempo que una luz fugaz se funde con las sombras del lugar. El foco que los matones están tratando de dirigir al techo intenta buscar la fuente del estallido, pero ésta se mueve demasiado rápida. De hecho, no tarda en situarse donde puedan verla, brillando sus motores con un fulgor azulado, mientras el metal amarillo y anaranjado se desplaza ante la atónita tirada de los asistentes a tal espectáculo. Por supuesto, la figura desaparece entre las torres de almacenaje, siendo solamente visible en todo su esplendor por quienes se encuentran justo en la zona de su aterrizaje.

_{~Una entrada apoteósica~}

Desciendes por las escaleras, alcanzando la planta baja del almacén. El mismo punto donde te encuentras parece estar libre de matones, aunque no sabes por cuánto tiempo. Lo que sí sabes es que debes moverte rápido, y tratar de pasar desapercibida el mayor tiempo posible. También que debes dirigirte a la zona donde Montaraz ha dicho que ha visto a Liss. Sin embargo, en medio del laberinto que supone el almacén, parece una tarea más complicada de lo que aparentaba desde arriba.

Recuerdas también la posibilidad de desactivar ese foco, como te pidió tu improvisado compañero. Sin embargo, al buscarlo con la mirada descubres una sombra descendiendo desde la estructura del techo por una especie de cable, con un arco a la espalda. Aterriza justo delante de un matón que le apunta con su arma, antes de caer inconsciente por el impacto de algo en su espalda, o nuca. No llegas a verlo bien, pero dirías que podría ser una tapa de metal de algún bidón, o algo así.

No tienes tiempo de averiguar nada más sobre ello, puesto que pierdes de vista a Montaraz ante el estallido de una ventana, que deja pasar un fulgor motorizado al interior del almacén, algún tipo de pequeño vehículo, un dron grande, no sabes muy bien el qué. Pero es metálico, con carrocería amarilla y anaranjada, y desaparece entre las torres de almacenaje del centro del almacén.

El lugar se ha convertido en un caos, y oyes a más y más gente correr de un lado a otro. Y estás segura de que pronto comenzarás a oír disparos. Si esta misión pretendía ser discreta en algún momento, ese momento ha pasado.

La incertidumbre de alza ante ti al ver caer a ese delincuente, inconsciente tras ser golpeado por algo pesado, metálico y ¿circular? La idea de que alguien se dedique a lanzar discos como tú disparas flechas se te hace harto ridícula, sobre todo porque el disco que has creído ver, al menos tal como te ha parecido, debe pesar bastante. Cargar varios como munición, además de engorroso, sería toda una proeza física.

Pero no tienes tiempo para perder en esos pensamientos. Desenganchas el cable de tu gadjet y el motor lo recoge rápidamente mientras te preparas. Oyes pasos de aquí para allá, gente corriendo de un lado a otro, gritándose instrucciones sin ton ni son. Desde luego, los matones del lugar están completamente descolocados y desorganizados, lo que es una ventaja. Muchos, de hecho, parecen continuar buscándote por el techo.

Es entonces cuando oyes el estallido de cristales, y ves esa figura entrar en el almacén y desaparecer en algún punto del centro de la nave, aterrizando o estrellándose. No alcanzas a ver lo que es, pero rezas para que sea algo de ayuda para vosotros, y no para ellos.

Tras descender y ser salvado in extremis de convertirme en un colador de carne y hueso toca encontrar a la pelirroja y luego evitar ser descubierto por los malos. Me ajusto bien la capucha y me muevo con suma cautela intentando mantenerme en las sombras de cada pasillo. Me muevo con cuidado, evitando hacer ruido. Ahora mi supervivencia depende de mi capacidad para ser silencioso, para acechar desde las sombras.

Cargo una flecha en el arco aunque no apunto con el, si me encuentro a alguno espero tener un segundo al menos para disparar contra el enemigo, si no usaré mi espada para segar su vida. Sigo moviéndome por los pasillos pero no logro divisar a la pelirroja, puede que se esté escondiendo...o herida...aunque eso es imposible porque no he escuchado tiros y creo que es capaz de aguantar en el cuerpo a cuerpo con esos matones sin lugar a dudas. La pelirroja los tiene bien puestos...si ella fuera Marian sin duda habrían salvado a Robin Hood.

Logré acceder a la planta baja sin contratiempos, ni siquiera parecía haber ningún matón cerca, pero faltaba lo más complicado: llegar hasta mi pequeña.

Desde las alturas todo parecía más sencillo, tenía una mejor perspectiva de lo que tenía en frente, pero por muy difícil que resultara ser aquel laberinto al que debía enfrentarme, lo superaría. Tenía que hacerlo.

Cueste lo que cueste.

Antes de afrontarlo traté de comprobar si podía ayudar al encapuchado con lo del foco, viéndole bajar desde las alturas en una especie de cable. Ya no necesitaba ayuda con aquella luz, pero al aterrizar se topó con un enmascarado armado en frente. Por fortuna, algo golpeaba a este de forma casi inmediata, dejándolo fuera de juego; al parecer una especie de tapa metálica. No pude saber qué sucedió después, pues una ventana estallaba entrando en el almacén una especie de dron o vehículo metálico que se perdía entre las torres.

Esperando que el arquero estuviera bien, comencé la búsqueda de mi pequeña, armándome con mis bastones. Procuraba avanzar rauda y sin hacer ruido, aunque el no conocer el camino y la posibilidad de encontrarme con enemigos en este me impedía avanzar todo lo rápido que me hubiera gustado.

Aguanta, cariño, mamá va hacia allí...

Realmente no estás segura de hacia dónde vas. El lugar es tan grande, los pasillos tan estrechos, y los puntos de referencia tan escasos, pero sólo logras avanzar en una dirección en un intento de encontrar una pista que te indique hacia dónde dirigirte. ¿Tus pasos te acercan a tu hija, o te alejan de ella? Esa idea te abruma con cada metro que avanzas, pero quedarse quieta tampoco parece una opción.

De repente, oyes pasos delante de ti. Pasos de varias personas, a la carrera, pero deteniéndose a tomar posiciones. Sabes que no están lejos, y puedes suponer de quienes se trata. Te agazapas, temiendo que en cualquier instante doblen la esquina y te descubran, pero los pasos se detienen y se hace el silencio. Podrías darte la vuelta y buscar otro camino, continuar e ir a por ellos, o incluso hacerles salir. Puedes hacer muchas cosas, pero no sabes cuál de ellas te acercará más a salvar a tu hija.

Buscar justicia en Metro City no es una tarea sencilla.

Ser madre... tampoco.

Te mueves silenciosamente entre los pasillos, tratando de cubrir el mayor terreno posible. Pero realmente no estás seguro de hacia dónde vas. El lugar es tan grande, los pasillos tan estrechos, y los puntos de referencia tan escasos, pero sólo logras avanzar en una dirección en un intento de encontrar una pista que te indique hacia dónde dirigirte. ¿Tus pasos te acercan a la niña, o a la pelirroja, o te estás alejando de lo importante?

Tus temores a ese respecto se desvanecen rápidamente. Tensas tu arco, agazapándote contra un hueco en la estructura de almacenaje, al ver pasar a la carrera varios tipos por el pasillo que tienes delante. Todos van armados, pero llevan demasiada prisa, excepto uno que se detiene ofreciéndote su espalda, y que parece impartir instrucciones a los demás, apurándolos a correr. Con gestos y susurros, parece estar indicando posiciones donde éstos deben situarse, a lo largo de ese pasillo. Tras colocar al último de ellos, él mismo continúa su carrera para tomar posición.

Algo te dice que ese pasillo al que te dirigías, está ahora bien vigilado. Si no has contado mal, deben ser cinco o seis matones armados, dispuestos a cierta distancia unos de otros. ¿Podrías con ellos? ¿Merece la pena? Puede que sí, o puede que cambiar de ruta fuera más sensato. Aunque no es la sensatez lo que te ha llevado a ponerte ese traje.

Estaba decidida a encontrar a mi pequeña, a cuanto hiciera falta para ponerla a salvo, pero el deseo de hallarla no era suficiente. Me faltaba información, esa con la que acostumbraba a trabajar, pero no había tenido tiempo de preparar aquella incursión. Los únicos datos con los que contaba eran los recabados desde la altura en penumbra minutos atrás, y estos no me daban ninguna seguridad, avanzaba, pues no podía hacer otra cosa; pero no tenía manera de saber si iba por el camino correcto.

No me detuve hasta escuchar pasos algo más adelante. Me agazapé para no ser vista, pero nadie terminó apareciendo frente al lugar en la que me encontraba. Había oído correr a varias personas, y todas ellas se habían detenido, seguramente para tomar posiciones. Eran varias las opciones que se presentaban entonces ante mí, pero tan sólo una de ellas me aseguraba el poder seguir buscando a mi hija.

Sabía que eran varios los enmascarados que debían encontrarse cerca, pero no tenía forma de saber cuántos. De haberlo podido estimar, y determinar que no eran demasiados, hubiera corrido el riesgo que acarreaba un enfrentamiento directo. Pero en aquellas condiciones, sola, contra varios matones que casi seguro portarían armas de fuego, resultaba inviable.

Decidí salir de mi escondite y retroceder, buscando otra vía por la que poder encontrar a Liss. Alerta, atenta a cuanto sonido y movimiento me rodeaba y sujetando los bastones lista para atacar si era necesario, continué avanzando tratando de que nadie advirtiera mi presencia.

¿Dónde estás, princesa?

Dar un rodeo o ser directo...difícil elección. Pero hay que arriesgarse, y me acerco silenciosamente ocultándome en las sombras intentando que no me vea nadie. Mi idea es eliminar al primer con un tajo de mi espada en la garganta y luego parapetarme para poder disparar una flecha contra el que más cerca esté.

Es una pena no tener flechas incendiarias, deberé incluirlas en mi colección así que como algunas bombas de humo para ayudarme en mi tarea. Con eso mi equipo mejoraría bastante y podría causar el caos en esta situación.

Me acerco lo máximo posible al matón mientras observo a ver si encuentro algo inflamable que pueda crear caos y desconcierto en las filas enemigas. Si puedo liarla y hacer que corran como pollos sin cabeza es lo mejor, organizados son un peligro.

Con pasos cortos y precisos, logras fácilmente acercarte para asomar tu mirada al pasillo lo más posible sin ser detectado por el matón apostado ante ti. Necesitas conocer el terreno para sacarle ventaja, algo que debes haber leído en algún libro de estrategia. ¿Sun Tzu? Seguramente, aunque ese libro seguro que tendría consejos mucho más concretos que aplicar, y no lo has leído lo suficientemente a fondo.

El caso es que puedes ver un poco de lo que tienes delante. No hay bidones de productos químicos inflamables, eso habría sido demasiado conveniente, ni hecho a propósito para la ocasión. No, el almacén parece estar dedicado a materiales sin relevancia, cosas que no revisten peligro. No obstante, sí que ves algo que podría suponer una seria distracción. En lo alto de una de las torres de almacenaje, varios bultos de formas irregulares están sujetos mediante un complejo sistema de cordelaje, para evitar que se caigan. Son como piezas para montar algo, a saber el qué, ni te importa. El caso es que, si lograses acertar a la cuerda, todo el sistema se desmantelaría, y gran cantidad de esas piezas se precipitarían. Según calculas, irían a caer justo sobre uno de los matones que montan guardia, y el escándalo serviría de distracción suficiente para pillar por sorpresa a los demás.

Aunque es un tiro no demasiado sencillo...

Te mueves veloz por los pasillos del almacén. Dirías que has logrado encontrar más o menos el camino hacia la zona que Montaraz había detectado desde el techo, aunque no puedes estar segura del todo. Al cambiar de camino, has logrado evitar a varios matones, y un par de ellos más se cruzan en tu ruta sin lograr ver a la justiciera que se esconde de ellos entre los palés y cajas amontonadas.

Hasta que logras verlo. Al asomar a un nuevo corredor, ves a lo lejos que éste finaliza en una explanada iluminada con varios focos industriales, una especie de rectángulo de grandes dimensiones que seguramente sirva para la entrada y distribución de materiales. No en vano, a un lado de la explanada hay una gran persiana en el muro, seguramente dando acceso a un muelle de carga para camiones, o incluso para descargar desde barcos directamente.

Sólo ves a tres de los secuestradores en la zona, pero pronto te das cuenta de que no son unos matones cualquiera. El primero que llama tu atención es el más corpulento de los tres, cargado de armas y con un traje táctico aparentemente pesado. Su máscara, en lugar de parecer hecha de goma, es rígida como un casco protector. Ya le viste en la fiesta, dirigiendo la operación de secuestro. Es el líder de esos cabrones.

A su lado se encuentra alguien cuya máscara también parece rígida, aunque al contrario que su jefe deja al descubierto su nariz y su boca. Se trata de una mujer, algo que se hace evidente porque sus ropas, también tácticas, se pegan a su fina figura. Además, una larga cabellera castaña brota de la parte trasera de su máscara, justo en el centro de las empuñaduras de dos espadas cruzadas a su espalda.

El tercero es un matón con la misma máscara que los demás, pero que mientras observas no tarda en quitársela, mostrando un rostro anodino con un fino vello facial y el pelo excesivamente corto. No obstante, el tipo es de amplias espaldas y se ve su fortaleza física.

¡Vuelve a ponerte la máscara! -Grita la mujer, con autoridad, y su voz te resulta extrañamente familiar- ¿Tan difícil te resulta entender las órdenes?

No deberías gritar así a quien te ha salvado ese escuálido culo tuyo... -Le advierte el tipo, dedicándole una despectiva sonrisa.

Estás jugando con fuego... -Advierte el líder, con una voz cavernosa, distorsionada por efecto del casco- Lo sabes, ¿verdad?

Eh, no quiero faltarle el respeto a tu chica, jefe. -Se defiende el tipo, alzando las manos- Sólo digo que ese soldadito metido a politicucho ha estado a punto de desbaratar toda la puta operación. Si no llego a ocuparme yo del tema, no tendrías a la niña y ahora tu chica estaría en la cárcel. Que estoy seguro de que la sacarías de ahí, pero vamos, un poco de agradecimiento...

Era tu puto trabajo, imbécil. -Le espeta la mujer, cruzándose de brazos- No esperes una palmada en la espalda, joder, y vigila a la criaja.

Es entonces, en ese preciso momento, cuando el líder de esos malnacidos se mueve, desplazándose a un costado. Y al hacerlo, se aparta de la línea de visión con que logras verla. Allí está, en el centro de esa explanada, sentada en una desvencijada silla de oficina y sujetándose los brazos como si tuviera frío. Liss, la pequeña Liss, tu Liss. Ni siquiera está atada, sencillamente la habrán amenazado con lo que le pasará si intenta huir. ¿Huir a dónde? Debe estar aterrada...

Varios disparos resuenan en el almacén, tiros de pistolas que rebotan en metal, incluso un disparo de escopeta. Y acto seguido, una explosión, que resuena por todo el almacén, haciendo temblar los cristales, las paredes, y las torres de almacenaje.

Continué con mi avance tan rápido como podía, tomando un nuevo rumbo que me parecía el acertado, aunque no tenía forma de estar segura de ello. El corazón me latía con fuerza. Cada metro recorrido, cada mirada en una dirección y otra, debían significar un nuevo paso hacia mi pequeña. De lo contrario, puede que llegara demasiado tarde.

Había logrado evitar algunos matones de camino, esperando no toparme ninguno más cada vez que me adentraba en un nuevo corredor en busca de mi hija, no podía permitirme que nadie se interpusiera en mi camino.

Finalmente di con aquel lugar, o eso esperaba, la zona que desde las alturas me había indicado el encapuchado. Se trataba de una gran explanada rectangular al fondo de un corredor, iluminada por focos industriales, que parecía ser una zona de cargra y descarga a juzgar por la gran persiana que pude ver en una pared.

Por un momento pensé que los tres secuestradores que vi allí eran tres matones más, pero en seguida me di cuenta de que no era así. Allí estaba el cabecilla de todo aquello, a quien había podido ver en la fiesta, con varias armas y un traje que parecía ofrecer una gran protección. También había una mujer con máscara rígida, aunque esta dejaba mostrar parte de su rostro, que portaba dos espadas a su espalda. Por último, había un matón cuya máscara era como la del resto de matones, pero que debía tener mucha más fuerza que estos. En definitiva, un grupo contra el que poco o nada podía hacer.

El matón que llevaba la máscara que no era rígida se la quitó, comenzando entre los presentes una discusión a la que presté suma atención. A parte de la confirmación final de que mi hija continuaba cerca, lo que más me llamó la atención de la discusión fue la voz de aquella mujer, la cual me resultó familiar, y la mención a lo sucedido con Allan; quedando claro que el matón que mostraba su rostro y la mujer habían estado directamente involucrados en el secuestro de mi pequeña, siendo aquel tipo el que había agredido a mi protegido.

Apretaba mis puños alrededor de los bastones, llena de rabia, aguardando a ver si decían algo sobre dónde o cómo se encontraba Liss; cuando el líder se apartó, permitiéndome verla. Mis manos se aflojaron de inmediato, aunque sólo lo justo, continuando sosteniendo mis armas con firmeza; mientras observaba con un agridulce sentimiento a mi pequeña. Me alivió ver que estaba bien, aunque tenía frío, pero me horrorizaba pensar qué le habrían dicho para lograr que se estuviera quieta en aquella silla; Liss debía estar aterrorizada.

Aparté mi cabeza del corredor y me pegué contra la torre de palés, respirando profundamente antes de volver a observar aquel escenario. No sabía si se trataba de que era mi hija la que estaba en medio de aquella explanada con aquellos tres cerca, o que la situación era terriblemente complicada, pero no estaba nada segura de cómo proceder. Sin embargo, no tenía mucho tiempo para pensarlo, menos aún con la que se estaba montando en aquella nave; llegándose a escuchar hasta una explosión.

Tanto jaleo dejaba clara una cosa, la situación se estaba complicando para aquella gentuza. Con suerte, el líder y su chica terminarían acudiendo a ayudar a los demás, pero no podía aguardar a eso. Si no llegaba a suceder, necesitaría ayuda, con lo que me dispuse a buscarla.

Con cautela, recorrí el corredor en el que me encontraba tratando de captar dónde se encontraba el punto de conflicto más cercano, trepando por los palés si era necesario, con la intención de pedir ayuda a quien fuera que se encontrara enfrentándose a aquellos malnacidos.

El disparo es difícil y solo me cargaría a uno de los matones...pero la distracción sería interesante. Pero si fallo, cosa probable, sería una diana andante bastante golosa para mis enemigos. No puedo perder demasiado tiempo en pensar en lo que pasaría si fallo así que me dedico a apuntar al cordelaje concentrándome lo máximo que pueda.

Respiro hondo mientras me concentro en la pequeña "diana". Cuento regresivamente de 10 a 0 para soltar la cuerda en el momento en que llega a cero. 

10...noto como mi corazón se acelera al empezar la cuenta atrás...9...intento controlar la respiración para que mi pulso no se dispare...8...me concentro en la diana, es pequeña pero es posible...7...noto una gota de sudor que se empieza a formar en mi sien derecha...6...noto como mi corazón empieza a disminuir su ritmo...5...respiro hondo...4...solo soy capaz de ver el objetivo...3...exhalo con calma...2...me preparo para soltar la cuerda...1...termino de exhalar...y 0...suelto la cuerda y veo como la flecha sale disparada hacia la diana. En ese momento la gota de sudor cae por mi mejilla pero me concentro en sacar otra flecha del carcaj y la preparo en el arco para hacer mi entrada triunfal y empezar a disparar contra mis enemigos y cruzar ese pasillo. Debo ayudar a liberar a esa niña como sea.

Has alcanzado una compleja encrucijada. Tu pequeña está ahí, al alcance de tu vista. Y sin embargo, no eres capaz de llegar hasta ella. Demasiados obstáculos, delincuentes poco comunes que se interponen en tu camino y a los que no crees poder derrotar. No en solitario. Necesitas ayuda, necesitas a Montaraz, o a quien sea que esté causando todo aquel alboroto.

Retroceder para poder volver a avanzar, eso es lo que necesitas. De modo que recorres el corredor donde te encuentras, alejándote para tu desgracia de tu niña, a por la que deberás regresar mejor pertrechada. Con ayuda para derrotar a esa gente, o con una buena distracción para pasar sin que se enteren. Y una vez que has tomado suficiente distancia para no temer ser vista desde la explanada a la que precisas llegar, tomas velocidad y saltas sobre las distintas torres de palés, para encaramarte a las torres de almacenaje y poder observar lo que sucede, localizar aliados.

Es en cuanto te alzas sobre una de ellas, cuando ves precipitarse una torre de almacenaje a bastante distancia, al otro extremo del almacén. Debe haber sido, o eso calculas, el resultado de la explosión que has oído, y es que en esa zona parece haber bastante actividad. No es el único lugar donde oyes lucha, ya que a no tanta distancia oyes cómo bastante material se precipita e impacta contra el suelo. Y por los gritos, sobre alguien más.

Puede que sea, o es directamente, el disparo más importante que has tenido que realizar en toda tu vida. A medida que tensas tu arco, aguantando la respiración, te das cuenta de la gran dificultad que entraña, pero también de la importancia que tiene. No hay segundas oportunidades, ante algo así. Una vez que dispares, estás convencido, ellos se darán cuenta de que estás ahí. O aciertas, y cuentas con la ventaja, o erras y se te echarán encima.

Ese tipo de pensamientos, sin duda, no ayudan.

Aún así, te convences de tus propias opciones. Te concentras, tensas la cuerda todo lo humanamente posible, tanto que llegan a dolerte los dedos mientras la aguantas, apuntando a tu objetivo. Es difícil, peor puedes hacerlo.

Y entonces la sueltas, y te da la impresión de que todo pasa a cámara lenta, a pesar de tratarse de algo tremendamente vertiginoso. La flecha surca el aire, por encima del matón que está ofreciéndote su espalda, del corredor, hacia la cuerda sobre otro matón que sostiene todo ese material. Te quedas sin aliento cuando la flecha impacta, dando la impresión en un principio de que has fallado por poco. Pero entonces, como el propio silbido de la cuerda de tu arco, te llega el sonido de una especie de chasquido, al tiempo que ves con satisfacción cómo la cuerda termina de romperse y todo ese material se precipita hacia el suelo, cayendo sobre el matón que se aposta debajo y que grita antes de verse sepultado.

Ves al matón que tienes más cerca correr hacia su compañero, apuntando con su arma hacia lo alto de la torre, como si creyera que quien le ha echado todo ese material encima se encuentra en ese lugar. No tardas en comprobar que los demás matones también corren a asistir a su compañero, con idénticas precauciones.

En el interior del almacén se suceden los escándalos. A la explosión que ya ha resonado se une la caída de una torre de almacenaje en un extremo del almacén, y otro estruendo provocado por la caída de material desde gran altura en otro punto alejado de éste. Ese lugar parece una zona de guerra.