Partida Rol por web

En medio de la vorágine que supone un enfrentamiento como ese, Misery pierde completamente de vista a su compañero Montaraz. Tampoco es que pudiera prestarle demasiada atención, pero sólo puede desear que lo que el arquero ande haciendo sea de ayuda a su pequeña, quien de repente parece haber dejado de gritar. Sólo se oyen los sonidos de la lucha encarnizada y los gritos apurados de los matones que tratan de saber qué es lo que está pasando.

Poco de eso importa, pues la justiciera está llevando  cabo su propio duelo individual, uno que necesita terminar lo antes posible. Mueve sus bastones con rapidez, tratando de descargar una rápida lluvia de golpes sobre la delincuente de la espada, pero la mayoría de ellos son esquivados fácilmente, y el golpe que sí logra propinar es bloqueado por el antebrazo de la mujer. Ese golpe, aún así, debería haber dolido, pero no da esa sensación. De hecho, la justiciera apostaría a que el traje de la mujer está reforzado, puede que tanto como el suyo propio. Eso haría que el combate se alargase demasiado, que permitiese la llegada de otros miembros de su banda, y que el reloj de su pequeña corriera demasiado...

La delincuente, sin embargo, no parece interesada en hacer perder el tiempo a su contrincante, sino en derrotarla de alguna manera. Es rápida, impulsiva, y se lo está tomando como algo personal. Con un movimiento vertiginoso, lanza una nueva estocada a la justiciera, que impacta en su muslo y la obliga a dar un paso atrás, aún sin haber logrado pinchar más allá del traje. Sin embargo, aprovecha ese instante de desequilibrio y, sorpresivamente, suelta la espada. Se abalanza contra la otra pierna de Misery y se impulsa sujetándose a ella clavando una rodilla en el suelo. Antes de darse cuenta, Misery tiene a la mujer detrás de ella, rodeándola con sus brazos e impidiendo que pueda emplear los bastones.

Eres mía, pelirroja... -Susurra entre dientes, satisfecha- ...nos vamos a divertir...

El arquero busca una mejor posición desde la que enfrentar el peligro inminente. No le cuesta descender de las alturas en que se encuentra, aprovechando el trayecto para disparar su arco una vez más. Un matón que aparece a la carrera por detrás de unas cajas, pistola en mano, recibe un poderoso proyectil en mitad del pecho, cayendo de espaldas.

Montaraz aterriza en el suelo con cierta gracia, justo a tiempo de ver aparecer a varios hombres más. Aún están lejos, y podría aún emplear su arco para hacerles frente a la distancia, pero antes de hacerlo se permite identificar a los recién llegados. Se trata de dos matones "estándar", hombres con ropajes paramilitares y máscaras de plástico. Sin embargo, tras ellos llega un tercero, que no es moco de pavo.

Se trata del mismísimo jefe de esos delincuentes, el tipo del casco rígido, que parece ir armado hasta los dientes, aunque no ha sacado arma alguna y parece estar ajustándose los guantes en sus manos. Mientras que sus hombres corren hacia el arquero, él camina con paso ligero pero tranquilo.

¡Lo quiero con vida! -Exclama de repente, haciendo dudar a sus hombres, que sin embargo, apresuran su paso- Lo que le haré padecer a ese inglesito servirá de ejemplo a quienes se nos opongan...

No hay rastro de Misery, aunque la última vez que Montaraz la vio estaba realmente ocupada con aquella mujer. Lo que llama la atención del justiciero es que ya no se oye a la niña gritar.

Pues sin pensármelo demasiado decido atacar de frente, e ir a por el líder. Si lo derroto...el resto huirá o eso espero. Con calma apunto al líder y disparo la primera de las flechas. No lo pienso demasiado, y viendo que la primera parece ir dirigida correctamente intento lanzar una segunda pero algo falla y la cuerda de mi arco se rompe con un sonoro ¡cranck!

Mierda... mascullo para mis adentros mientras pienso que la acabo de cagar a lo grande. Sin mi arco y ellos armados no sé que será de mí. La situación va a pasar de ser jodida a tremendamente jodida.

Tengo otra cuerda de repuesto pero el problema es que en esta situación no puedo ponerla a la velocidad que me gustaría. Así que tocará enfrentarme a ellos mano a mano o mejor dicho espada a mano. Con el arco todavía agarrado firmemente y situado a cierta distancia veo como se acercan a mí. Con la mano derecha llevo mi mano al pomo de mi espada curva preparado para usarla llegado el momento. 

Ha dicho que me quiere vivo...es mi única oportunidad. Si decide que me disparen estoy muerto...vamos a hacer que se acerquen.

Con más cojones que sentido común decido mirarlos fijamente y con el mismo acento inglés que antes les comento:

- Que contrariedad...bueno así podremos dilucidar nuestros asuntos de una manera más personal. A su elección les permito elegir entre el nombre arte del boxeo siguiendo las reglas de Broughton o con la verdadera destreza usando mi amado alfanje...ustedes deciden caballeros.

Me mantengo firme esperando a ver si respuesta y rogando al cielo que si me disparan una luz cegadora nuble sus ojos o mejor aún les dé por meterse la pistola en la boca y apretar el gatillo.

Los sonidos provocados por el combate que debía estar en marcha, así como las voces de los matones, era todo lo que se escuchaba en aquel lugar. Los gritos de mi pequeña habían cesado, sin poder saber si aquello era buena o mala señal. Deseaba con todas mis fuerzas que se tratara de lo primero, y traté de convencerme de ello. Creer lo contrario me causaría más dolor que cualquiera de los golpes de esa maldita enmascarada, dejándome probablemente a su merced.

Mi hija sigue vive, y me necesita.

Mi determinación era inmensa, pero a veces eso no era suficiente. Lo sería en un mundo ideal, pero Metro City distaba mucho de ser un lugar idílico. En aquella urbe, los malos ganaban demasiado a menudo.

No lograba golpear a la enmascarada, y cuando lo logré, ni siquiera se inmutó. Su traje tenía que estar reforzado, probablemente a un nivel similar al del mío, como poco. Apreté mis dientes, tratando de pensar con rapidez. Tenía que acabar rápidamente con ella, y aquello no parecía ir a ser posible de aquella manera, tenía que cambiar de estrategia.

Aquella monstruo volvió a atacarme, logrando alcanzarme, aunque nuevamente tuve la suerte de que el traje lograra protegerme. Me preguntaba cuando se me acabaría la suerte cuando fue aquella malnacida quien cambió de estrategia de forma inesperada.

Aprovechó el haberme hecho retroceder para tirar su espada y abalanzarse sobre mí, apresándome de manera que me impedía usar los bastones. La muy psicópata me susurró al oído mientras me retenía, regodeándose por haberme inmovilizado y hablando de lo que nos íbamos a divertir.

No respondí, limitándome a tratar de liberarme. Hacerlo sosteniendo mis bastones parecía ser más complicado, con lo que me vi obligada a soltarlos para tratar de escapar, el tiempo era crucial. Sin embargo, por más que forcejeaba, no lograba liberarme.

Mierda...

Montaraz dispara su arco. La flecha cruza el espacio entre los dos matones que corren hacia él, haciendo que se detengan bruscamente y miren a su espalda. La flecha impacta en el hombro del que parece ser el líder, que detiene sus pasos y, lentamente, desvía su rostro enmascarado para contemplar la flecha que permanece clavada en su traje. ¿Ha llegado a atravesar la protección del mismo? Si no lo ha hecho, tiene que haberse quedado realmente cerca. Y si lo ha hecho, no habrá profundizado demasiado en la carne de ese tipo. El delincuente no hace el menor amago de sentir dolor. Lo que sí hace es arrancársela de un brusco tirón, echándola al suelo. No parece manchada de sangre.

El arquero vuelve a tensar tu arco, dispuesto a disparar un segundo proyectil, pero la cuerda se rompe en el peor instante posible. Tiene cuerda de recambio en el carcaj, pero montar el arco es un procedimiento que necesita de cierta concentración, imposible en medio de una pelea.

¡He dicho vivo! -Grita con firmeza el jefe, haciendo que ambos matones se guarden las armas y, aprovechando el desafío del justiciero, cierren sus puños como auténticos boxeadores, dispuestos a decidir la contienda a golpes.

Misery no logra ver el rostro de la delincuente que la tiene sujeta, pero es consciente de la sonrisa que se dibuja en el rostro enmascarado de la malnacida. La muy cabrona lo está disfrutando, al tener a la justiciera a su merced. Sin embargo, las cosas no son tan sencillas. Misery está sujeta, eso es verdad, pero la delincuente no puede hacer otra cosa parte de mantenerla sujeta, pues entonces la pelirroja podría soltarse. Casi se podría decir que hayan quedado en tablas, pero sólo casi.

Vamos, sigue debatíendote, pelirroja. Así me gusta... -Le dice prácticamente al oído, mientras hace fuerza para mantener la presa- ¿Qué creías que iba a pasar? ¿Que entrarías aquí, con tus palitos de juguete, tus gafitas tan cuquis y tu trajecito ajustado, y me robarías lo que es mío? Hay que ser realmente ilusa... -Por el tono de su voz, parece estar disfrutando de lo que ya saborea como una victoria- Me pregunto qué debería hacer contigo... Tal vez entregarte a mis hombres, dejar que se diviertan un rato... o tal vez no, mejor ser yo quien me divierta...

Misery se encuentra tan ocupada tratando de liberarse, que apenas logra vislumbrar la aparición de uno de los matones enmascarados desde la esquina donde finaliza una de las torres de almacenaje. Pero peor aún logra ver cómo un objeto esférico aparece de la nada y le golpea violentamente, haciéndole caer al suelo sin sentido. El objeto, por efecto del impacto, rebota hacia arriba, y antes de caer es interceptado por una sombra oscura y azulada que cruza el pasillo a gran velocidad, alguien que recoge ese objeto mientras continúa su frenética carrera en la que, Misery termina siendo consciente de ello, se ve perseguida por varios matones más.

¿Amigo tuyo, guapa? Pues sufrirá el mismo destino...

No conseguía soltarme, y así nada podría hacer para ayudar a mi pequeña, aquello estaba claro; pero también vi pronto claro que aquella tipeja tampoco podía hacer nada salvo mantenerme sujeta. Sin embargo, para ella aquello resultaba suficiente para impedirme lograr mi objetivo.

La muy psicópata lo estaba disfrutando. Podía imaginar su siniestra sonrisa aun encontrándose a mi espalda, mientras se regodeaba en cómo forcejeaba y me ridiculizaba. Incluso su tono de voz denotaba lo que estaba disfrutando con todo aquello.

Poco después de que la enmascarada comenzara a divagar sobre qué hacer conmigo, no sabía si en un intento de asustarme o simplemente por puro sadismo, pude ver de refilón mientras continuaba forcejeando a uno de los matones siendo derribado por...

¿Qué diablos es eso?

No lo vi nada bien, con lo que me resultaría imposible saber de qué se trataba exactamente, pero no era la primera vez aquella noche que veía cómo uno de aquellos indeseables era derribado de esa manera. Me sorprendí al ver que el objeto era recogido por alguien desplazándose a toda velocidad que era perseguido por varios matones. Lo sentía por aquella sombra oscura y azulada, pero que le siguieran varios de esos malnacidos significaban menos matones pendientes de mi hija e interponiéndose en el plan del encapuchado.

Ese que tan bien estoy llevando a cabo...

Pensé con sarcasmo. Sólo esperaba que aquella sombra no saliera mal parada. Realmente tenía pinta de apañárselas bastante bien, si no fuera por lo lejos que se encontraba y la velocidad a la que había desaparecido, quizás le hubiera pedido ayuda.

- ¿Tú qué crees? Quizás que combata contra escoria como vosotros sólo sea una casualidad. O puede que haya venido mejor preparada de lo que crees... - le dije a la psicópata cuando me preguntó por el borrón que acababa de derribar a uno de los suyos, sin dejar de forcejear para tratar de liberarme, algo que no lograba por el momento.

Bueno, al menos no me han disparado o acuchillado. Tocará defenderse con puños y piernas. Espero que sirvan de algo los vídeos de defensa personal de youtube, las mil películas de artes marciales que he visto y las cinco clases gratuitas de Krav Magá que me ha tragado en mi vida para este momento. Eso y entrenar con mi padre de enano a pegarle a sus manos como si fuera un auténtico boxeador, porque los que tengo enfrente algo me dicen que saben de que va el tema.

- De uno en uno o los dos al mismo tiempo... - digo con acento para saber si será una pelea justa o no, aunque viendo que los dos se preparan ya tengo la respuesta.

Me acerco a ellos con la guardia alta y lanzo un directo de izquierdas estilo Rocky Balboa al primero que se me ponga por delante, luego un gancho de derechas al segundo intentando aparentar que sé de que va el tema. El problema es que dos contra uno no será fácil para mí, si la pelea dura mucho no tengo muchas posibilidades así que tendré que recurrir a trucos sucios y eso no me disgusta del todo.

El justiciero conocido por unos pocos como Montaraz, pronto deja claro que lo suyo es algo más que simplemente disparar saetas. Dos golpes precisos, quizás acompañado el movimiento por algo de suerte, pero igualmente expertos y poderosos, golpean a uno de los matones en la parte baja de la mandíbula y en la sien, respectivamente. Es un ataque devastador y vertiginoso, que los hace caer fuera de combate antes siquiera de lograr plantear batalla.

En un mero instante, el justiciero queda en pie rodeado de sus víctimas, y frente al líder de éstos, quien observa la estampa impertérrito, sin inmutarse.

Veo que hay oponentes de verdad, en esta ciudad. -Afirma el líder con voz cavernosa, distorsionada por efecto del casco- En verdad hasta el momento había resultado todo demasiado sencillo, casi ridículamente sencillo. Temía que la ciudad fuera a caer sin que nadie se molestase en resistirse.

El delincuente alza una de sus manos y extrae de su vaina la espada que lleva a la espalda. La hoja gira en su mano en un gesto fulgurante, terminando por apuntar al suelo.

Reconozco que, en ocasiones, ésto llega a resultar tedioso. Soy el hombre al que los poderosos contratan cuando quieren hacer caer una organización, una empresa, un estado... Demoler los cimientos para que pueda construirse algo nuevo y mejor sobre las ruinas. -El tipo parece realmente estar disfrutando de la posibilidad de conversar, pues no muestra la menor prisa por comenzar la pelea- Soy el que hace girar la moneda y cambia la cruz... -Con su mano libre, se señala la parte del casco que está pintada de color negro- ...por la cara. -Su mano se desplaza para señalar la parte amarilla- Pero mi trabajo se ha vuelto monótono, ya sabes, sencillo. Necesito un poco de entretenimiento, y tú parece que vas a servirme. Por curiosidad, desconocido... ¿quién te ha enviado? Está claro que no eres de la pasma, ni tampoco un Tigre Dorado. Por tu acento, dudo que trabajes para Serishev, ni tampoco para Fianni o Maroni. O eres un agente libre, o estás en nómina de Colins o Yersei... ¿Voy bien hasta el momento?

Lo cierto es que esos nombres que ha ido soltando tan despreocupadamente no te son del todo desconocidos, aunque en un primer instante te cuesta ubicarlos...

La presa que rodea y aferra a la justiciera se vuelve incluso más firme que antes, apretando y llegando a hacer daño a la policía encubierta tras el uniforme. A pesar de sus bravatas, lo cierto es que continúa indefensa, a merced de la mujer, y lo que es peor, a merced de que puedan llegar refuerzos para ella. ¿Existe la posibilidad de que Montaraz la alcance y pueda ayudarla también? La esperanza es lo último que se pierde...

Quizás, puede... -Repite la mujer, con desdén, saboreando su victoria- ...pero yo no te veo nada preparada, guapa. Más bien diría que te has metido a la boca más de lo que podías tragar. Y hablando de eso, creo que sí te entregaré a mis hombres, para que te hagan tragar lo que sólo se le puede dar a una put...

De repente, la voz queda en un seco silencio, abruptamente cortada al mismo tiempo que sus manos te liberan de forma inmediata. De hecho, antes incluso de que Misery pueda girarse para comprobar qué sucede, el cuerpo de la delincuente ha caído ya al suelo, totalmente inconsciente.

Y ante la justiciera se encuentra apostado un hombre alto, vestido con un uniforme táctico  con un curioso diseño de barras plateadas y una estrella en el pecho, el rostro parcialmente cubierto por un casco que muestra una A mayúscula en la frente. El desconocido porta en una de sus manos un pesado escudo redondo de metal, con los colores de la bandera estadounidense y otra estrella en su centro. De hecho, no cuesta llegar a la conclusión de que la delincuente ha caído inconsciente debido precisamente a un fuerte impacto de ese contundente objeto.

Las cosas se estaban complicando ya mucho más de la cuenta, pero no podía hacer otra cosa. Tenía "el paquete" en mi poder, aunque me costaba seguir pensando en terminología militar cuando se trataba de algo así, y debía encontrar la ruta de escape más segura, pero lo que debía haber sido una extracción rápida y silenciosa se estaba convirtiendo en una autentica batalla. Y lo peor de todo, era que no sabía quienes eran los bandos implicados.

Lo que sí sabía era que no podía dejar que esa mujer muriera así como así. La del casco era mi enemiga, eso lo tenía claro, pero a la otra debía aún otorgarle el beneficio de la duda. Por suerte, la pequeña se había mostrado más valiente y convencida de lo que cabía esperar, así que allí estaba, tras recorrer rápida y sigilosamente la distancia que nos separaba de aquellas dos mujeres, dejando fuera de combate a la secuestradora de niñas de un golpe seco.

Esa boca. -Le recriminé antes incluso de que llegase al suelo, inconsciente, alzando el escudo como precaución ante la mujer liberada. Sus ropas, si bien algo llamativas, eran protecciones tácticas, eso lo tenía claro, y aunque no veía armas de fuego a la vista, no podía dejar de tomar precauciones- No era mi intención interrumpir, señorita, pero parecía que necesitaba ayuda. -Indiqué alzando mi mano libre hasta la sien, a modo de saludo- Sobra aclarar que no estoy con ella, y también que usted tampoco. ¿Podemos suponer por tanto que no somos enemigos? Verá, tengo un trabajo que hacer y no me gustaría tener que preocuparme por usted además de por ellos, odio arrepentirme de mis decisiones...

Por más que trataba de liberarme, por más que ponía en ello todo mi esfuerzo y mi voluntad, de nada servía. Continuaba atrapada a merced de aquella psicópata, y con su ordinaria palabrería continuó tratando de humillarme, además de revelar lo que había decidido hacer conmigo. Sentí pánico al pensar en que lo que esa insinuaba pudiera suceder, pero antes siquiera de que la enmascarada terminara de hablar, me vi liberada; y con ello ese miedo se esfumó de repente.

Antes de girarme ya noté que la tiparraca había caído, escuchando también un murmullo cuya procedencia pronto descubrí. Me encontré con aquella malnacida noqueada en el suelo y a un tipo con un aspecto que no sólo denotaba patriotismo, sino que probablemente él había sido el que había dejado K.O. a la secuestradora y quien había estado dejando fuera de juego a otros matones con aquel escudo esférico.

Antes de que pudiera reaccionar, el hombre del casco empezó a hablar, de forma excesivamente formal y terminando por preguntarme si era de fiar. No me di cuenta de inmediato, pero desde el principio aquella voz me resultó familiar. No podía creérmelo. ¿De verdad era él? ¿Qué diablos hacía allí?

Fue él quien te dijo dónde estaba tu hija, idiota.

Pensé, agachándome rauda para tomar mis bastones en lugar de responder de inmediato a su pregunta. No sabía qué pensar de todo aquello, y tampoco era momento de darle vueltas al tema.

- No lo somos, y gracias por la ayuda, pero no hay tiempo que perder. Sé donde está, ayúdame a sacarla de aquí. - le pedí con urgencia, antes de girarme en dirección a donde debía encontrarse aún mi pequeña, tratando de otear lo que sucedía en la zona a la espera de su respuesta.

Sigo con mi acento británico y de buen grado acepto sus alabanzas. Veo que ha sacado una espada por lo que decido sacar a relucir mi alfanje. La hoja curva permite desenvainar más rápido que una espada tradicional, y eso en algunos sitios es una gran ventaja. Luego la apoyo levemente en mi hombro, sin intención de atacarle de momento. Ya que ha comenzado a hablar, hablaremos un poco.

- Entonces no somos tan distintos. A mí no es que me llamen mucho la verdad pero me encanta derribar tiranos...llamémosle una tradición familiar... - digo esto para infundar cierto aire de experiencia en mi figura y sobre todo en mi familia aunque luego me doy cuenta que en caso de perecer seguramente vaya a por los míos. Error de novato. - Aunque soy el último de mi estirpe, ya solo quedo yo para llevar las armas. Ya ves una triste historia, debe ser por mi rama irlandesa...

Hago una pausa y escucho sus nombres, me suenan pero todavía no los ubico. Pero deben ser gente poderosa para poder contratar a asesinos o vengadores como yo.

- Digamos que soy un agente libre, ahora mismo estoy trabajando pro bono para salvar a una niña. Yo no lo llamaría entretenimiento porque veo que tus hombres no están mal entrenados...pero estoy interesado en conocer a tu contratante. Debe pagar bien si tiene a tantos en nómina...he escuchado en las calles que las bandas os temen y muchas se han unido a vosotros. He de reconocer que en este estercolero de ciudad es algo inaudito...

Hago énfasis en "estercolero de ciudad" porque realmente la odio, odio lo que le pasó a mi madre. Odio lo que tengo que hacer para limpiarla. Además así sabré si es oriundo de aquí o ha venido de lejos...como yo. No sé si sobreviviré, ni se podré salvar a la niña pero al menos intentaré enterarme de todo lo que pueda porque si puedo transmitir el máximo de información a otro vengador de algo le servirá.

- Yo no diría que tú eres un entretenimiento. Estás bien entrenado y pertrechado...Fuerzas Especiales seguramente o una extensa formación paramilitar. 

La mujer se apresuró a recuperar sus armas, un par de bastones muy parecidos a los modelos policiales, una elección que me pareció realmente curiosa. Sin embargo, ¿quién era yo para decir nada al respecto? Seguramente, la persona menos indicada del mundo, teniendo en cuenta que estaba realizando aquella extracción con un disco de metal aferrado al brazo. Aún tenía mi pistola, pero había decidido que usarla sería un recurso de emergencia, por si todo lo demás fallaba. Las pistolas hacían demasiado ruido, y eso marcaría mi posición para todo el maldito almacén, que no estaba falto de efectivos enemigos.

También se dio prisa en dejar claro que nada tenía que ver con aquella delincuente, aunque eso no aclaraba qué hacía en su base de operaciones. Podía tratarse de un miembro de una banda rival, el verdadero riesgo que contemplaba, pero pronto dejó claro lo que parecía ser su interés en salvar a la pequeña, o eso creí entender. ¿Tal vez el otro estaba allí por lo mismo?

Sacarla... ¿a la nieta de la comisaria Snyder? -Quise asegurarme de que estaba en lo cierto, aunque no hizo falta una respuesta para darme cuenta de que así era- Así que sabe usted dónde está... -Repetí con media sonrisa, echando un vistazo rápido a nuestro alrededor por si veía actividad. Había perdido rápidamente a aquellos matones entre las torres de palés, despistándoles al volver sobre mis pasos, pero no podía confiarme- ¿El arquero es amigo suyo, señorita? Porque tal vez debería buscarle... -Di varios pasos hacia atrás, acercándome al extremo de aquel corredor y echando un vistazo rápido a izquierda y derecha para comprobar que la situación era segura. Entonces me acerqué a las baldas e imité el ulular de un búho, aunque lo cierto es que no me salió demasiado bien. No hubo respuesta, lo que aceleró mi corazón con nerviosismo, hasta que volví a realizar aquella imitación y noté cómo una caja de cartón se movía.

De entre el material almacenado en la torre, en seguida se percibe movimiento. Una caja se desplaza ligeramente, poco pesada pues es de cartón y parece vacía, y la pequeña Liss asoma su cabeza tímidamente. Tiene los ojos rojos, prueba evidente de que ha llorado, pero su expresión parece ahora mucho más serena y tranquila.

No parecía un búho... -Se queja mientras gatea hasta el extremo de la balda, donde se arrodilla y extiende los brazos hacia el justiciero, dejándose coger por él y abrazándose a su cuello y rodeando su torso con las piernas- ...me tenías que haber avisado de que lo hacías tan mal.

La ocurrencia de la pequeña me arrancó una amplia sonrisa, especialmente al lograr su aparición tranquilizarme los nervios. Me colgué el escudo de la espalda y extendí mis manos para recogerla y estrecharla entre mis brazos. Tenía frío, estaba claro, pero ese era un problema menor comprado con todo lo que aún tendría que afrontar, algo para lo que no tenía solución aún.

Llevas razón, soy muy malo imitando búhos. -Reconocí en un susurro- La próxima vez te imito al Correcaminos ¿vale? Ese se me da mejor...

Volví a dirigirme hacia la mujer, no sin echar un rápido vistazo adelante y atrás en aquel pasillo. Una de mis manos sostenía a la niña, mientras con la otra acariciaba su espalda tratando de calmarla.

Vale, la cosa está así. Alguien ha abierto un boquete en una de las persianas del muelle de carga, pero esa zona está plagada por dentro y por fuera. Hay algunas salidas de personal y de emergencia por el lateral del hangar, pero están vigiladas. -Resumí a grandes rasgos- Creo que tengo una salida factible en la esquina noroeste, pero voy a necesitar ayuda para llegar hasta allí. Toda la ayuda posible. -Recalqué con seriedad. No se me daba bien lo de pedir ayuda, pero en aquellos momentos la pequeña dependía de mí, y no podía permitirme no tragarme mi orgullo- Pero con usted y su amigo el arquero, creo que podríamos lograrlo. ¿Le parece bien? -Le propuse, ofreciéndole mi mano enguantada, con la esperanza de que aceptase.

El justiciero puede notar cómo el tipo ríe en voz baja bajo su casco. Al parecer, ya sus primeras palabras logran despertarle su mejor humor, aunque no parece haberse percatado del preocupante detalle familiar. No obstante, no es algo que deba preocupar por el momento. Lo preocupante sería que lo recordase con Montaraz muerto.

Ah, derribar tiranos... Conozco esa sensación, gratificante sin duda. Por desgracia, son los tiranos quienes mejor acostumbran a pagar, aunque no faltan los tiranos que pagan por deshacerse de otros tiranos... y ocupar su lugar. -Explica con negro humor- Si te gusta derribar tiranos, tal vez deberías dejar que termine mi trabajo. Cuando haya culminado mi plan, tendrás a un tirano evidente al que hacer caer, y yo ya no estaré ahí para impedírtelo.

El tipo comienza a moverse, caminando hacia un costado como un tigre enjaulado, aunque mucho más despacio.

Comprenderás que no puedo desvelar a mi pagador... Al fin y al cabo, soy un profesional. Cuando el que contrata exige anonimato, eso es sagrado, algo que llevarse a la tumba por así decirlo. -Confiesa- Pero hay algo en lo que te equivocas, desconocido. Las bandas no se nos unen a nosotros. Las bandas se han unido en una única organización, cediéndonos el liderazgo del que carecían. El resto, desunidas y débiles, irán cayendo una a una bajo nuestro puño de acero, y eso sólo es el comienzo. Como la claudicación de la policía, un mero gesto, un símbolo. La gente debe ir acostumbrándose a que hay un poder en Metro City que está por encima de todo lo demás. Por la niña no debes preocuparte, por otra parte. No soy un desalmado, no mato niños indefensos sin motivo. Le será devuelta a su abuela en cuanto haga lo que debe hacer. -De repente, el desconocido se detiene, moviendo suavemente la espada- Si lo hace, quiero decir.

Y con eso, realmente echa por tierra cualquier intento de tranquilizarse respecto al destino de la pequeña. Pues deja claro que su seguridad, efectivamente, depende de que su chantaje surta efecto.

Cualquiera con un mínimo de experiencia o conocimiento puede ver lo evidente, y es evidente que poseo una amplia experiencia militar. Tratar de ocultar algo así sería ridículo. -Bromea el hombre, caminando hacia el otro lado- Tú, por otra parte, eres todo un misterio. Tus movimientos son precisos, pero indefinidos, impropios de un entrenamiento convencional. Despiertas mi curiosidad, irlandés... Me gustaría saber de dónde sales, si voy a matarte. Porque creo que puedo perder la esperanza de que te largues sin más, ¿verdad?

- Irlandés...hacía tiempo que nadie me llamaba así. Pero me gusta su sonoridad... - digo tranquilamente meditando las acciones a llevar a cabo. - Aunque estoy tentando con tu oferta de esperar a que surja un tirano que derrotar y sobre todo para no tener que enfrentarme contigo, o al menos no de momento ya que me interesa ver cómo se desarrollan los acontecimientos. El problema es la seguridad de la niña, ahí tengo cierto temor a que no se cumplan las condiciones ideales para que sea devuelta con los suyos. Pero por el resto...hasta estaba tentado a pedirte un mail de contacto para enviarte mi currículo...

La situación va a ser interesante, y lo que me cuenta me interesa. Si aniquilan a parte de las bandas se limpiarán las calles pero también se cargarán a personas inocentes lo cual tampoco es lo idóneo.

- Sobre mi forma de moverme es normal que te llame la atención...se basa en el parkour...el arte del desplazamiento inventado por David Belle. Yo lo he mezclado con las ealaíona comhraic. Las artes marciales irlandesas que aprendí en mi infancia...luego el tiro con arco vino porque es silencioso y permite firmar tus trabajos. Digamos que en el fondo me gusta que se reconozca lo que uno hace, entiendo que tú también te sientes orgulloso de tu trabajo. - ante un enemigo con su experiencia habrá que alabarlo un poco - Viendo que ninguno de los dos tiene ganas de pelear, podemos intentar negociar un acuerdo. No hace falta que la niña esté con vosotros pero tampoco conmigo. No sé si hay algún punto neutral en esta ciudad donde ella pueda estar a salvo...y tú puedas seguir haciendo presión a su familia. Porque sólo me importa su seguridad, los tejemanejes por detrás no son asunto mío...al menos de momento.