Partida Rol por web

Cachorros

Del diván a las literas - Prólogo

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27/10/2014, 23:26
Guardián Ciego

La línea de antorchas encajadas en el muro hicieron que las pupilas de Rob se dilataran. Su cuerpo descansaba fofo y distendido sobre algún tipo de cama, rígida pero antinaturalmente cómoda. La estancia, apabullantemente enorme, aparentaba estar completamente construida con rocas y él parecía encontrarse en el centro de ella, lejos de la pared iluminada.

Algo húmedo mojaba tanto los miembros como el torso del psicólogo, era una sensación cálida, que no daba picores ni ganas de secarse.

En esa extraña paz mental, pudo notar sin necesidad de moverse, un gran cantidad de soldados descansando tambien en cercanas camas.

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28/10/2014, 17:15
Robert W. Cassidy "Rob"

Rob miró a su alrededor, desorientado. ¿Dónde estoy? ¿Y cómo he llegado hasta aquí?, se preguntó mientras buscaba algún detalle que le hiciera recordar. Sus ojos recorrieron la línea de antorchas que se extendían por una de las paredes, que parecía de roca, hasta que se posaron sobre otros soldados, ¿compañeros?, que yacían también en cama.

Notó algo sobre su pecho y se llevó instintivamente la mano hacia allí, rozando la sustancia que le cubría y llevándose la mano hacia los ojos para ver mejor de qué se trataba, ya que no le parecía sudor.

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29/10/2014, 03:28
Guardián Ciego

Aunque sintiese internamente que su mano se movía, ella no obedeció, ambos brazos se recostaban lánguidamente al costado de su cuerpo, apoyados sobre lo que ahora podía reconocer con claridad que era una tarima de roca bastante alejada del suelo. Al igual que él, los demás miembros de su compañía yacían en sendas camas de piedra perfectamente talladas y de color uniforme. Sin embargo, al acostumbrarse su vista a la lumbre dada por el fuego, pudo distinguir vetas que variaban desde un rojo oscuro hasta un negro en varias tarimas cercanas. Era sangre, lo que formaba aquello que rompía con la extraña monotonía; sangre vieja y putrefacta, la misma que manchaba los deshilachados uniformes y las deformadas cabezas.

Todos, eran cadáveres, hasta el último mostraba algún tipo de mutilación o laceración profunda. Habían dejado de respirar hace mucho tiempo, se encontraban destripados y un estado de descomposición avanzado. No podía creer que tan escasa lumbre le permitiese distinguir los detalles tan exactos del rostro del soldado Corver: cada uno de los tajos infligidos por un soldado alemán rezumaba pus, sus cuencas parecían vacías, sin embargo, algo se movía allí ¿era un gusano?

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29/10/2014, 20:54
Robert W. Cassidy "Rob"

El miedo comenzó a invadirle. Intentó pensar con claridad, como tantas veces le había dicho a sus pacientes que tenían que hacer en casos de miedo irracional. Se esforzó por mirar alrededor pero lo que vio no le ayudó en nada a mantener la compostura.

Cadáveres. Cadáveres por todas partes.

El aire se había vuelto espeso de repente, y le costaba respirar.

¿Y qué demonios era aquello? ¿Gusanos? Dios...

La parte analítica de su cerebro luchaba por hacerse con el control.

Sólo es un sueño, sólo es un sueño. Una maldita pesadilla.

Pero su parte visceral le apremiaba a huir, a salir de allí de inmediato.

Todo es tan real.

Quiso pedir auxilio pero le parecía que el aire no entraba en sus pulmones. Era como intentar respirar dentro de una piscina de mantequilla derretida. Sentía la imperiosa necesidad de gritar pero no podía. En su lugar sintió una oleada de asco nauseabundo y espasmos.

Arcadas. Voy a vomitar.

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31/10/2014, 00:23
Guardián Ciego

Las sensaciones que lo recorrían hicieron que Robert se centrara en sí mismo en lugar de aquello que lo rodeaba.

Aun sin dejar de perder sus sensaciones corporales, su punto de vista cambió; lo cual, inexplicablemente, no lo le llamó en lo más mínimo la atención. Sino que centró en la imagen que veía de sí mismo.

Su piel tenía un color verde-grisaceo y estaba amoratada en las zonas bajas.

La mano derecha carecía de dedos y descansaba sobre un charco coagulado pardo-negruzco.

Su brazo izquierdo era girones de carne hinchada.

Su uniforme reglamentario estaba destrozado, desgarrado en muchos sitios, todos ellos dejaban ver numerosas aberturas en su carne cuyos bordes estaban cubiertos de una sustancia pustulenta, al cual seguía sintiendo como algo agradable y que debía estar allí.

Su comodidad era la certeza de la muerte, la aceptación del descanso eterno, el abrazar la piedra inamovible que sería el descanso para esos restos orgánicos que no serían otra cosa que pasto de gusanos y eterna soledad.
El saberlo, el enterderlo casi calmó sus agitados pensamientos.

Casi.

Pero no estaba solo allí, eso que había confundido con nauseas volvía, sin embargo ahora podía verlo cuando sus músculos lívidos se ondularon momentáneamente.

Algo que no quería imaginar estaba intentando salir de sus entrañas. Y no le era posible gritar.

Notas de juego

-Fin del prólogo-