Partida Rol por web

La voz de Pierre tras el teléfono escuchó pacientemente las explicaciones de Virginia.

- oui, querida... te puedo conseguir lo que necesitas - hizo una breve pausa - Seiza... mmm... claro, cerca de Reims ¿verdad? - sin esperar a que la profera respondiese, continuó.

- Estás cada día más misteriosa, pero bien, no te voy a negar otro favor, lo cual hará tu deuda conmigo aún más grande - su voz sonó alegre al terminar la frase con una suave risa.

- Te propongo lo siguiente, ahora no tengo mucho tiempo, pero a las 17.30 hs podemos encontrarnos con tus amigos en algún café, allí me contarán que se traen entre manos y yo les proveeré los permisos. Simplemente dime cuantos son -

Tras unos minutos de espera, la señorita Floret regresó a la mesa, sentándose rápidamente y tomando un largo sorbo de café.
Parecía algo inquieta, finalmente habló.

- No quería... seguir molestándolo, sin embargo le he pedido ayuda - volvió la mirada al fondo de la taza, dónde sus oscuros ojos se encontraban con la oscura borra, intentando ignorar sin éxito las miradas perplejas de sus compañeros.

Se tocó uno de sus rizos nerviosamente e intentó sonreir - Es un viejo amigo, tiene ciertos contactos y puede conseguirnos pases militares - su voz fue haciéndose un hilito mientras se sonrojaba aparentemente avergonzada.

- Le he dicho que nos encontraremos en este mismo café a las cinco y media, justo antes del anochecer... los quiere conocer -

La confesión de Virginia dejó a varios pasmados. La francesa había armado todo un plan incluyendo un encuentro con un extraño para el resto. Marjorie parecía bastante alarmada y quizá ofendida con la actitud de su amiga. Johan decía no entender la extrema reserva de la enfermera voluntaria. El ambiente no era el mejor, sin embargo no teniendo mejor opción, decidieron esperar a que llegase el contacto.

31 de Julio de 1918, 17:33 hs, Cafe Les Halles

Puntual y con correctos modales se acercó a su mesa el elegante caballero. Era obvio que conocía a la joven profesora de literatura, pues la saludó con entusiasmo y brillo en los ojos, como si no la viese desde hace mucho.

- Virginia, preciosa - la muchacha respondió pero sin tanta euforia, se limitó a ser correcta - Jean Pierre... tanto tiempo, estas son las personas de las que te hablé, son todos americanos -

Si bien se notaba que era francés tambien, su inglés era tan refinado como el de Virginia.

- Un gusto caballeros, señorita - saludó a todos de forma cortés y se acercó una silla a la mesa.
- Vengo por pedido de mi querida prima, que últimamente está muy pedigüeña y sobre todo misteriosa - lanzó una sonrisa hacia ella, que no fue respondida.

Pases militares...

Las palabras de la enfermera se le habían quedado grabadas en la cabeza. Más que pases se le antojó que lo que necesitaba era una forma de llegar a Reims sin problemas pero bueno, nunca estaba de más tener un contacto de ese tipo.

- Encantado - dijo cuando el desconocido se presentó. - Siéntese por favor - añadió educadamente. Estaba intrigado por saber cómo podía ayudarles aquel tipo.

Resultaba evidente que había una historia indiscreta entre su compañera Virginia y el tal Jean Pierre. Dando que era un caballero no se inmiscuyó en temas que no eran de su incumbencia, pero que un mal rayo le partiese si tenían que gustarle aquellas muestras de afecto que el frances dedicaba a la mujer y que no eran correspondidas. Lamentó que la situación resultase incómoda para Virginia. "De haberlo sabido, hubieramos buscado otra opción". Brick estrechó con fuerza la mano del pomposo francés, dejándole claro que no iba a tolerar ninguna falta de respeto pese a la necesidad que tenían de sus servicios.
Rob fue educado, pero como aquellos dos empezasen con el protocolo habitual perderían allí toda la noche bajo una aplastante carga de cháchara insulsa y protocolaria.
—No sé hasta que punto le ha informado la señorita Floret de nuestras necesidades, señor Jean Pierre, pero necesitamos llegar a Seizassons de la forma más discreta y segura posible.

El camarero se acercó con impecable rapidez y eficacia al percibir que había un comensal nuevo a la mesa. El señor Chauville pidió un café y una medida de escocés para luego continuar la charla, con una intachable sonrisa bajo sus cuidados bigotes.

- Pues, la verdad, Charles; mi querida prima me ha informado de sus necesidades pero no exactamente en que andan metidos - comenzó a hablar mientras sacaba unos cigarros de buena calidad y los ofrecía a todos los participantes de la tertulia. Johan sacó uno, satisfecho con el amable gesto y lo encendió con un encendedor a bencina.
- Pero dejeme comentarle que mi trabajo es aburrido pero me provee acceso a mucha información interesante - volvió a sonreir y lanzó una larga pitada.
- La curiosidad me picó con la primera inquisitiva de la dulce Virginia, así que hice mis propias averiguaciones y al enterarme que el teniente Xabier los está investigando, me he decidido a darles lo que necesiten, más allá de que mi callada prima me deberá varias... -

Jean Pierre lanzó una carcajada envuelta en una bocanada de humo digna de los trenes modernos.

- Bien, entonces ¿qué puede hacer por nosotros? - preguntó Rob manteniendo aún la coardialidad aunque no sabía por cuánto tiempo.

No disponían de mucho y a aquel desconocido parecía sobrarle. De hecho si no le hubiera llamado la mismísima señorita Floret hubiera pensado que aquel individuo estaba allí para hacerles perder el tiempo de forma deliberada.

- Como ha dicho mi compañero, debemos ir a Seizassons.

El invitado lanzó una mirada seria a Rob, por más que mantuviese la compostura y los buenos modales, estaba claro que apuraba el tranco para terminar el asunto.

- Directo y al grano ¿verdad? - Jean Pierre tomó el cigarro y los dejó sobre el cenicero que tenía a su izquierda.

- Mi prima me ha pedido pases militares para todos - extendió una amplia sonrisa, mostrando sus blancos dientes - con pases para moverse en Reims podrán ir al pueblito de Seizassons sin problemas -

El mozo llegó, rápido, prolijo, impecable, siendo pagado (con propina incluida) en el momento y retirándose con una postura más que practicada.

El hombre tomó el vaso de escocés entre los dedos y los giró tranquilamente - No hay prisa, señor Cassidy, les conviene salir mañana temprano. Conseguir boletos de tren es sencillo, pero sin esos pases terminareis probablemente en el calabozo -

Bebió la fuerte bebida, saboreándola - Salir a la mañana y volver por la noche, es un plan sencillo y efectivo -

- Yo me encargaré de entregarle los documentos a Virginia esta noche, con nombres falsos por supuesto -

El tal Jean Pierre era una rata, un hombre traicionero capaz de vender los secretos que seguramente había jurado proteger. Conocía al teniente Xavier y sabía que andaba detrás de ellos, por lo que se privó de hablarle sobre la historia de todos ellos. El pisaverde conocía perfectamente cual era su situación. Lamentó tener que recurrir a personajes de esa calaña. En sus malos tiempos había tratado con rateros de poca monta, con traficantes o matones, pero era lo que uno podía esperarse de los barrios bajos. Aquel hombre tan pulcro y refinado escondía dentro de si algo repulsivo, eran los peores, los que escondían sus degenerados pensamientos detrás de una máscara limpia y cuidada.
El francés les proporcionaría los pases militares. Cuán fácil resultaba quebrantar las leyes, salirse del camino recto. Si no hubieran sido acusados injustamente jamás hubiera tratado con un hombre así...
Ah, pero había un detalle que no le había gustado para nada. Era evidente que la señorita Floret no se sentía cómoda en presencia de aquel personaje, y el solo hecho de permitir que persona tan desinterasa y cándida le "debiera varias" al pisaverde ya le provocaba picazón en los nudillos. No iba a permitir una más, por supuesto.
—Los pases los pedimos nosotros, señor Chauville. Nosotros le pagaremos el importe acordado, o si prefiere, podemos hacer como caballeros, y decir que le debemos un favor. Son tiempos de guerra, y todo nuestro pelotón quedará en deuda con usted. ¿No es más ventajoso? Aunque, esto es Reims, nuestra sangre es inglesa. Vinimos aquí a pelear por ustedes. A morir por ustedes. Puede decirle una docena de nombres de buenos ingleses que murieron defiendo la bandera francesa ¿No es suficiente pago para un auténtico caballero francés?

- No hay algo que podais ofrecerme que me interese, no en este momento al menos - respondió el caballero con calma cuando Brick le salió al encuentro.
- Pero bien, si os deja más tranquilo y aliviana vuestra consciencia, podremos decir que lo que quedado de la compañía me debe una -

Habiendo terminado el vaso, comenzó a fumar tranquilamente, como si el asunto estuviese ya definido.

Parecía que conseguirían esos pases al final.

Rob sonrió cuando Brick habló acerca del honor y del pago de la deuda pendiente y de cómo el francés se hizo el sueco. Al parecer no le sería suficiente con haber salvado su culo francés de la invasión alemana y toda la compañía le deberíamos algo.

Putos gabachos...

Pero mantuvo su falsa sonrisa. Cualquier cosa con tal de conseguir lo que querían.

- Bueno, se lo agradecemos. ¿Cuándo tendría listos esos pases? Y si no es indiscreción, ¿cómo piensa conseguirlos? - preguntó con interés. No quería que el asunto le explotara en las manos y le pillaran con pases falsos después de la acusación y el consejo de guerra que pendía de sus cabezas.

El hombre se aclaró la garganta - Como os he mencionado, le daré vuestros pases a mi prima esta noche... - aplastó lo que quedaba del cigarro en el cenicero, dejando los restos entre volutas de humo.
Se puso de pie con cierta elegancia, sonriente - Mi trabajo tiene que ver con el Estado Mayor - miró directo hacia Rob y sus ojillos brillaron, sin embargo no dijo nada más al respecto.

- Debo retirarme, damas y caballeros, os deseo lo mejor y seguro que vuestra empresa llegará a buen puerto -

El señor Chauville saludó nuevamente a cada uno de los presentes mientras le traían su abrigo.

Con un gesto sencillo, se retiró, dejando el café y despareciendo en la tarde.

Cuando la silueta del primo de Virginia se esfumó, Johan apoyó ambos brazos sobre la mesa.

- No podemos salir de excursión con estas ropas solamente - se tomó la camisa con la mano y la dejó caer cuidadosamente.
- Digo... son buenas ropas, pero seguramente necesitaremos más cosas: abrigos, linternas, cuerdas... no sé qué más, nunca estuve en un castillo antiguo -

Sus ojos se abrieron grandes, emocionados, su expresión normalmente depresiva se había borrado.