Partida Rol por web

con un gesto amable invito a Van DeVere a que vuelva a su cama!

Dr. tiene que descansar yo los atender junto con mi personal de emfermeria! estoy a cargo de todos uds. y si tiene algun problema sr MacDonnel se lo puede hacer saber al Dr Alexander cuando lo vea! es el jefe y me puso a cargo!

este uds tranquilo que esta en buenas manos, disponemos de un excelente personal y equipos medicos. 

Virginia, porque no me ayuda a calmar a estos pacientes y ayudeme a examinarlos, quiero saber como estan sus reflejos y sentidos!

mientras atiendo a DeVere, reviso sus reflejos, estimulos a la luz etc.

Dr Van devere, no encontramos rastros de ninguna toxina ni restos de ningun veneo o intoxicacion! 

hasta ahora lo unico que tienen en comun es su estado comatoso hasta hace unos momentos y este extraño tatuaje! 

que me podria decir, con respecto a lo ultimo que recuerda? alguna informacion qeu nos sea de ayuda?

La enfermera Morrison había entrado a la sala acompañando a la doctora en silencio, cuando ella terminó de hablar, agregó.

Hoy es el día 25 de Julio del 18, es de mañana, son cerca de las once. Dijo observando a los tres infantes que se habían despertado. Hace cinco días que se encuentran a nuestro cuidado, hemos estado trabajando duramente para mejorar su situación... no llegaron en buen estado precisamente al terminar de decir eso, le lanzó una mirada al sargento MacDonnell y se dispuso a ayudarla a la doctora con la revisión de Van Devere.

Un aroma a caldo de verduras inundó la habitación cuando una enfermera entrada en años llegó con un chirriante carrito metálico. No tardó más de algunos momentos en organizar a dos enfermeras para que les llevaran a los pacientes un bol de caldo y les sirvieran más agua fresca en las jarras de latón que se encontraban junto a cada una de las camas.

Allí estaba la doctora nuevamente, haciendo chequeos innecesarios, pues él mismo sabía qué su cuerpo estaba bien, todo aquello había ocurrido en sus mentes… Aún así, la dejó trabajar. “Le aseguro, doctora Holgate, que no encontrará nada con sus exámenes físicos. Tan sólo tengo una magulladura en la rodilla que se hace notar más de lo normal debido al cansancio”. Dijo Michael, como perdiendo la paciencia.

Hizo una pausa prolongada, tragó saliva y con cada gramo de voluntad que le quedaba llamó a su autocontrol “Debes serenarte, Michael…” pensó.

Durante esa pausa, la doctora aprovechó y continuó hablando. Una vez más lo interrogó con preguntas sobre sus últimos recuerdos y nuevamente el dilema sobre decir la verdad o mentir se presentó en su cabeza, tal vez por negación, tal vez por ausencia de confianza, pero al final decidió no decir toda la verdad.

Por fortuna, en el mismo instante en el que estuvo a punto de reclamar respuestas, la enfermera Morrison respondió las preguntas que antes había hecho. Ésto lo reconfortó, y sintió cómo su ceño se ablandaba, dando espacio a una sonrisa, la cual dedicó completamente a la enfermera, “Gracias” le dijo en tono amable.

Volvió a mirar a los ojos a la doctora Holgate, la sonrisa se disipó por completo, esta vez habló dirigiéndose a ella en tono severo y frío: “Es completamente normal que sus exámenes toxicológicos no arrojen resultados, doctora. Le he dicho que mi último recuerdo consciente data del 12 de Julio y como bien dijo la enfermera Morrison, hoy es 25, por lo que he estado inconsciente o en estado comatoso, como le dice usted, durante nada más ni nada menos que 13 días.” Se interrumpió… el ambiente se había llenado de un perfume que se le antojaba delicioso.

Una enfermera se aproximó llevando en sus manos un cuenco metálico con un contenido caliente que depositó en las manos de Michael. Efectivamente aquella era la fuente de semejante aroma. Con urgencia deseaba devorar aquel manjar, ya que el último recuerdo de una comida caliente era tan lejano que casi lo había olvidado.

Respiró hondo el vapor que emanaba del cuenco le llenó los pulmones y habló nuevamente mirando fijamente a la doctora Holgate: “Lo último que recuerdo es algo que no puede pronunciarse verbalmente, lo que sucedió allí fue algo repugnante e increible que dudo vaya a ayudarle con su diagnóstico, como le dije antes. De igual manera haré el mejor de los esfuerzos: puede usted saber que presencié cómo un gran compañero, el Capitán Lombard, fue desmembrado por algo que definitivamente no era de este mundo”. La tentación de ingerir aquella comida se le hizo irresistible, por lo que habló rápido: “Desearía saber si usted o alguien de su personal sabe el paradero del Capitán Lombard? Y si existe alguna posibilidad de entablar conversación con éste Doctor Alexander, pues necesito saber quién nos trajo hasta aquí, por qué y dónde estuvimos esos 8 días que no estuvimos bajo el cuidado de sus muy agradable enfermeras.

Ahora, si me disculpa, por favor… deseo comer más que nada en este mundo”.

Acto seguido Michael devoró la comida en pocos minutos, el calor de aquel caldo acuoso y falto de contenido le llenó el alma, como si se hubiese dado un baño de agua tibia tras haber caminado horas bajo el aguanieve.

Luego de comer, tantos platos como la anciana enfermera le permitió, comenzó a quitarse la ropa, todo aquello que fuese necesario para poder acceder a su hombro derecho. Debía verlo con sus propios ojos. Necesitaba saber si también tenía aquella… ‘marca’.

Muy, muchísmo, muy molesta me sentí al escuchar tal atropello en la frase de aquel soldado. Más que indignada me sentí, que le molesta que lo atiendan mujeres? Pero qué se habrá creído este infeliz! El enojo me vuelve a la realidad saliendome de mis pensamientos y de mi cabeza miro y veo que el carrito está lleno de cuencos con un caldo de verduras. Tonta me siento al ver que aquel carrito nada tiene que ver con un carrito lleno de papeles como lo creí. En ese instante pienso que quizás debo buscar por otro lado la información que deseo encontrar, y creo que sé bien a quién contactar en este caso. 

Mientras, la doctora me indica que le ayude a calmar a los pacientes. Le hago caso inmediatamente.  Estiro mi brazo y le ofrezco un poco de caldo caliente al soldado Michael quien lo mira con ansias que van más allá de estar hambriento. Me da la impresión de que un poco de caldo humeante acaso se le asemeja a un poco de felicidad o de normalidad a este solado, vaya uno a saber qué cosas ha estado viviendo en los últimos meses, pobre desgraciado! 

Aquí le dejo algo rico que le animará un poco, verdad? Necesita descansar y comer bien como todo paciente residente aquí, no es ciencia extraña ni nueva que un poco de descanso y buenos caldos levantan el cuerpo y el espíritu, no? No será caldo de abuela, pero es uno bueno. Aunque puedo percibir que no se siente  tan decaido como se hubiera esperado. Hasta veo que quiere andar atendiendo a los demás. Ese soldado amigo suyo no le agradan las mujeres profesionales, puedo saber por qué? 

Casi ni espero a su respuesta ya que alzo otro cuenco con caldo y me dirijo a este soldado impertinente a darle un poco de sopa y yo misma preguntarle qué problema tiene con las enfermeras del lugar. 

Sin demasiado trabajo, con un leve giro de cuello y levantando apenas la bata, el Doc es capaz de ver las gruesas líneas que conforman un tatuaje idéntico al que portan Johan y Bobby. De la misma manera, la piel se ve sonrosada, lo cual indica que es un trabajo reciente; sin embargo no se siente sensbilidad extrema, por lo que han pasado ya varios días desde que la aguja lo dibujase.

La imagen se le antoja extrañísima al canadiense, no hay nada en ella que pudiese verse como familiar, ningún signo relacionado con la medicina, o con el ejército. Incluso lo que ha leido sobre culturas antiguas nunca le ha mostrado algo semejante.

¿significará algo realmente o será la obra de un demente?

Al acceder Michael a la revisión, se puede comprobar que sus signos vitales siguen bien, los reflejos son los esperados; físicamente es un buen estado, aunque sigue necesitando recuperarse del estado deplorable de deshidratación y desnutrición en el que llegó. Sus ánimos por saber qué sucedió son una buena señal. Lo aconsejable por ahora es que haga algo de ejercicio en la sala, pero de a poco y con las ayudas de las enfermeras, que vaya tambien de apoco incluyendo alimentos más sólidos.

La doctora, aunque mujer y ciertamente joven, suena convincente y con autoridad. Incluso puede que tenga de su lado al tal Dr Alexander. Mejor ir con cuidado.

En cuanto Virginia se mueve llevada por un gran enojo hacia el internado de apellido MacDonnell, Maisy se interpone amablemente y toma el plato con ambas manos, acercándose y hablándole con voz queda para que no oigan los demás No hace falta seguirle el juego al cerdo, simplemente nos está provocando. Ya la doctora lo ha puesto en su lugar y no dudo que el doctor Villevile hará lo mismo. Para luego añadir en voz alta Gracias Virginia, yo le alcanzaré al sopa al señor MacDonnell. La acción de su amable compañera de trabajo la había traido nuevamente a la realidad, había cosas mucho más importantes y urgentes que ponerse a discutir con necios.

Cuando Virginia se acercaba a la cama de Robert llevando un cuenco con sopa, la enfermera Danvers se interpuso en su camino y suavemente tomó el cuenco de sus manos Gracias Virginia, yo le alcanzaré al sopa al señor MacDonnell. Para luego girarse y encargarse ella de ayudar al sargento con su alimento.

La enfermera Bolton fue quien le acercó al joven Johan la sopa, con una sonrisa, lo ayudó a sentarse y le sirvió un poco de agua fresca. No se olvide de seguir tomando agua, joven Bruce, es necesario que hidrate su cuerpo.

Maisy, debo decir afortunadamente, me quitó literalmente el cuenco de sopa de las manos y me dijo que ella se lo llevaría, y después de todo tenía toda la razón, para qué ponerme a discutir. Aproveché ese momento para decidirme a hacer la tan postergada llamada a Jean pierre; quizás él podría ayudarme y contarme algo sobre todo este misterio rondando a los nuevos soldados. 

¿A dónde puedo ir a hacer la llamada? ¿Tengo alguna agendita con el número? ¿Hay teléfono en la oficina de los médicos? 

Al ser un hospital militar, hay una oficina de comunicaciones en la zona de las barracas con varios teléfonos. Tambien el encargado del piso, el doctor Villevile tiene su propio teléfono privado. Las llamadas se realizan por medio de operadoras, no existen números telefónicos.

Sonriendo sinceramente, Bobby recibe el cuenco de caldo de la enfermera - Muchas gracias señorita - y se pone a comer lentamente. No es la primera vez que él pasa hambre, y sabe que comer como desesperado trae dolores de estómago.

Reevaluando la situación con respecto a la señorita Holgate (se niega a pensar en ella como doctora), decide que lo que más le conviene es ser amable, o al menos respetuoso. Parece que ella está en una situación de poder y no es saludable hacer enemigos en esos círculos - será una enfermera con demasiados aires, pero si todo el mundo dice que es una doctora, como doctora la tendré que tratar. En manos de Dios quedará castigarla por no saber su lugar - piensa con amargura.

Olvidándose de ese problema, Bobby se concentra en observar al resto de los pacientes. Aparentemente todos estaban en el mismo lugar, pero todavía las memorias se niegan a revelarse. Tal vez haya alguna característica de sus compañeros que le ayude a recordar algo; una marca, un manerismo, lo que sea... Doc mencionó un capitán! Lombard era? Si tan sólo se concentra lo suficiente seguró algo volverá.

Michael se miraba el hombro, aquella profanación a su cuerpo lo enfurecía muchísimo! Qué más le habían hecho a su cuerpo?

Más que nunca ansiaba hablar con el tal Doctor Alexander.

Ignorando completamente a la doctora Holgate, Michael se dirigió a la enfermera Floret que al parecer se retiraba: “Disculpe, la interrumpa nuevamente en su labor, señorita Floret, podría usted por favor indicarme quién es el doctor Alexander y cuándo podríamos, él y yo, intercambiar algunas palabras?”

“Y por cierto, no le guarde rencor a Bobby, él es frío como el hielo, pero en le pido me crea cuando le digo que es un buen muchacho, ya lo verá” Agregó señalando a Bobby con un ademán de su cabeza y una cálida sonrisa.

Pese a sus ansias, Michael demostraba calma, era algo que como médico debía hacer, en especial cuando las peores noticias debían de darse, por lo que se dedicó a descansar sus piernas, necesitaba recobrar fuerzas...

La roca fría y pegajosa se esfumaba, siendo reemplazada de a poco por una sensación de sábanas secas y unas terribles nauseas. El impulso del vómito lo inundó todo, mientras el resto del cuerpo adormecido y dolorido comenzaba a responderle. Pesado y lento, se volteó sobre la blanda cama y sacó todo lo que contenía su estómago. Solamente jugos gástricos y bilis. Le costaba abrir los ojos, la luz del lugar le lastimaba, la sensación de una manos tibias lo sostenían Tranquilo señor Bruce, todo está bajo control... llegaba una voz lejana, como a través de varios velos. El reflejo de una segunda arcada llegó sin mucho contenido.

Una atareadas manos lo limpiaban mientras iba recobrando un poco los sentidos, los miembros le hormigueaban, la cabeza le estaba por estallar.

La enfermera Morrison se lanzó a la carrera rápidamente; en una de las camas un paciente que aparentaba ser el más entrado en años de la compañía estaba tosiendo fuertemente. Cuando la trabajadora llegó, el teniente Alexander Bruce se volteó y vomitó puro jugo gástrico y bilis. Drew tomó las toallas y los sostuvo amablemente para que terminara Tranquilo señor Bruce, todo está bajo control... exclamó mientras le acariciaba la espalda y una segunda arcada llegaba sin mucho contenido. Acto seguido comenzó a limpiarlo mientras seguía tosiendo, aunque con menos potencia.

Al asegurarse que Robert estaba ya tranquilo y alimentándose, Maisy se acercó presta a la cama del señor Bruce con el jarro de latón lleno y el cuenco de sopa listo, seguramente Drew necesitaría algo más de ayuda.

No se preocupe, no me molesta en lo absoluto. Ahora mismo voy a tratar de localizar al doctor así viene a verlos y usted quizás pueda charlar con él. ¿Se siente más animado después de su caldo? quisiera que le traiga otra cosa antes de irme?