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Cachorros

Misa para Alexander - Prólogo

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05/05/2014, 21:09
Guardián Ciego

La iglesia estaba llena, la congregación escuchaba silenciosa la liturgia del padre O'hara, sus palabras retumbaban en la enorme y antigua construcción.

"Fratres, agnoscámus peccáta nostra, ut apti simus ad sacra mystéria celebránda" una pausa súbita en sus palabras era la señal para que los fieles comenzaran a recitar su parte, o bien a intentar seguir al resto, si no se habían memorizado aquello como debían.

Las voces parecían no tener rostros, la luz parecía no tener procedencia terrenal, pero el sonido lo envolvía todo. El pequeño Bruce juntó las manos sudadas y comenzó a repetir coreando al resto "Confíteor Deo omnipoténti et vobis, fratres, quia peccávi nimis cogitatióne, verbo, ópere et omissióne: mea culpa, mea culpa, mea máxima culpa..." 

El pequeño hubiese preferido salir a jugar, a robar fruta, o quizá corretear al gato de su padre, pero las órdenes eran bien claras: a la misa no se podía faltar si se era una persona de bien. El castigo, claramente, era peor que el pesado puño de Sir Theodore Bruce, lo habían confirmado tanto su madre como el mismo cura. El castigo era algo que todavía esa pequeña mente no podía llegar a ver del todo, pero era malo, muy malo.

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06/05/2014, 20:36
Alexander Jr.

El pequeño Alexander poco entendía porque debía ir a misa. O'hara no le caía bien, ni tampoco encontraba mucho sentido a estar sentado repitiendo latín como si supiese de que se trataba. Es cierto que las palabras sonaban lindas al ser pronunciadas y que le daban una gran curiosidad, pero prefería estar disfrutando de algún libro el cielo abierto que purgar culpas que no tenía. Además, Dios ni siquiera debía prestarle atención en aquel mismo momento. ¿Porque detenerse en un chiquillo común y corriente? ¿Acaso Dios no tenía mejores cosas en las que usar su tiempo? Levanto la vista y miro directamente a O'hara. Está es la última vez que le tendría miedo. Lo sabía.

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08/05/2014, 16:44
Guardián Ciego

El rostro del sacerdote parecía desvancerse entre sombras, quizá su sonrisa eterna se borrase de un plumazo por voluntad divina, lo cierto es que enfocar esos ojos costaba demasiado, casi como mirar al sol. Un sol que no brillaba pero sí hacía que uno apartase la mirada.

Había una oscuridad que no quería ser escrutada.

Un empujón en la espalda del pequeño Alexander lo hizo trastabillar sin caerse, avanzar. La liturgia se había fundido en nieblas y era momento de recibir el sacramento, el cuerpo del salvador, y siendo el primero de la fila no podía quedarse mirando, pasmado.

Allí adelante, las manos arrugadas sostenían la hostia y el cáliz. Parecían lejanas pero no lo eran tanto. Quizá era un alivio, todo terminaría pronto.

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01/06/2014, 04:30
Alexander Jr.

Siendo el primero, Alexander avanza hasta el sacerdote con paso decidido. Lleva sus manos en la espalda, e intenta ocultar con su mano izquierda como con su derecha cruza los dedos.

La ostia la recibe sin dejar de mirar al sacerdotes y toma del vino manteniendo su mirada. Sabe que está traicionándose a si mismo con este acto, pero el castigo sería grave si delante de todo el pueblo reniega de la iglesia.

Confía en que cruzar los dedos sea, por el momento, suficiente para quitar toda gravedad al asunto y es su primer paso en dirección a la apostatía.

Ya llegará el momento en el cuál no tenga que volver a fingir para los demás.

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01/06/2014, 19:19
Guardián Ciego

La hostia, un pan seco, ligero, casi sin sabor alguno, y el vino dulcísimo. Así los recordaba. Sin embargo, ahora al intentar engullirlos, la boca le devolvía una sensación de algo carnoso, elástico, jugoso... muy ácido. No pudo evitar el reflejo de escupir aquella asquerosidad que le llenaba la boca y cuyos jugos caían ya por su garganta.

El amasijo de carne putrefacta cayó sobre la palma de su mano, una mano enorme, arrugada, que terminaba en el puño de un uniforme de oficial del Cuerpo Expedicionario de la Estados unidos. La mente de Alexander no tardó en hacer la diferencia, estaba claro que ya no era un niño, era un padre de familia, un hombre de ciencia, un soldado. Y ya la conspicua luz del templo se esfumaba en una penumbra, que dejaba entrever a las siluetas de sus compañeros de armas, incluyendo a Johan, hambrientos.

Lo empujaban, no podían detenerse, se atosigaban por devorar a mordiscos ese cuerpo humano que reposaba en el suelo de roca fría. Con las manos y el rostro sangriento, el teniente Bruce observó sin poder contenerse, el sabor era vomitivo, pero la necesidad era inmensa.

Llevado por su cuerpo se lanzó a darle otro mordico a las entrañas putrefactas del Capitán George Lombard.

Notas de juego

Fin del prólogo.

La historia continúa en la escena "En el Hospital militar du Val du Grace".

Ahora sería el momento adecuado para hacer una presentación del investigador en la escena "Dramatis Personae".

Quería hacer el prólogo un tanto más extenso pero al final era necesrio incorporar a Alexander a la escena principal.