Partida Rol por web

Paul todavía tenía los ojos como platos al ver al padre adoptivo de Boris yacer inerte en el suelo; Kassen, a fin de cuentas, era pequeño, y más o menos, todos se conocían. Boris corrió hacia su cuerpo, arrodillándose ante él, y comenzando a llorar amargamente. Paul, por su parte, quedó como petrificado ante la escena, sin saber muy bien cómo reaccionar.

Pero Boris reaccionó y agarró la pierna de Paul implorando ayuda. Paul no pudo negársela al verla la cara llena de lágrimas, pero parecía evidente que no podía hacer nada. Se arrodilló al lado del cuerpo y empezó a examinarlo en un vano intento de encontrar vida en él ....

La parte del grupo que permaneció en el exterior de la estancia escuchó de forma súbita un grito desgarrador, como no habían oído antes, procedente del otro lado de la puerta, y después el silencio.
 

El grito se hincó en su pecho como un puñal. Sin posibilidad de discernir si se trataba de Paul o Boris, Bronco golpeó con su bota la puerta de madera de la sala y se dispuso a entrar con el hacha en su mano. Sabía que aquellos efluvios eran altamente perjudiciales para su corpulencia, pero la vida de uno de sus amigos se hallaba en situación crítica y el druida no pensó en nada más...

Dio unos pasos para entrar en aquella sala de espesa humareda e intentó forzar la visión de sus ojos amarillentos para ver qué demonios sucedía allí. Mantuvo la boca cerrada y se obligó mentalmente a no respirar. Bronco era fuerte y recio, y sabía que podía soportar varios minutos la respiración.

Quizás de aquella forma ganara algo de tiempo...

Bronco se decidió a actuar tras el grito escuchado desde el interior de la estancia y se adentró al mismo, seguido de Jalles que también se sumó a descubrir que era lo que les habría ocurrido a sus compañeros. El oso Haggar se quedó en la puerta de la estancia, evitando así cualqueir inhalación de humo que pudiera ser perjudicial para el afinado olfato del animal. Cuando ambos entraron el humo era menos espeso que antes y la estancia era más visible, por lo que pudieron respirar con más normalidad dado que, como percibieron, el brasero había sido apagado.

A escasos metros del mismo se encontraban Paul y Boris. El arquero pícaro se hallaba sobre el cuerpo de un hombre de edad avanzada que yacía en el suelo y parecía lamentarse entre lágrimas y susurros inteligibles. Cuando ambos se acercaron más pudieron ver que el rostro del hombre era el de Helmut Todhoff, usurero de Kassen conocido por todos y padre adoptivo de Boris. Por su parte, el clérigo de Erastil parecía examinar el cuerpo del fallecido.

Cuando se fijaron en el brasero, observaron que del mismo sobresalían las piernas chamuscadas de una segunda persona, que debió ser empujada o haber caído en el interior, calcinado entre las llamas. El cuerpo incinerado sujetaba aún una daga en su mano, que parecía no haberse dañado demasiado por el fuego del brasero.

Si pensaba que la Cripta ya no les depararía más sorpresas, al entrar en la sala una bofetada de realidad sacudió al joven Oldshield. Boris estaba inclinado sobre un cuerpo caído que pudieron identificar como el padre del arquero. Paul examinaba el cadáver en busca de respuestas. Del maldito brasero sobresalían las extremidades de otro cuerpo... ¿Quién sería en aquella ocasión? ¿Qué nueva sorpresa tendrían que hacer frente?

Jalles se acercó lentamente al grupo de compañeros y posó su mano sobre el hombro de Boris intentando reconfortarlo. En aquellas circunstancias sobraban las palabras...

Jalles y Bronco entraron en la sala. Pero Boris no lo supo; no había nada a su alrededor, sólo sombras.
No fue necesario volver a preguntar, el silencio de Paul era más revelador que cualquier explicación: no había salvación posible.

Arrodillado, el muchacho seguía acunando el cuerpo inerte con el rostro hundido en el pecho de su padre.
De vez en cuando, su cuerpo temblaba en un espasmódico estertor. Unos gimoteos balbuceantes era todo cuanto salía de su boca, una salmodia con una cadencia y sonoridad que llenaba de tristeza la estancia. El joven no lo sabía, ni siquiera se dio cuenta; pero estaba rezando. Por primera vez en su vida se estaba encomendando a aquellos que tanto había despreciado.
Pedía, suplicaba que el alma de el hombre a quién había llamado padre encontrase el eterno y merecido reposo.
Rogaba también por la concesión de fuerza. No para salir vivo de aquél infierno, sino para dar salida al fuego de la venganza que se había afincado en su corazón.

Al fin habló, y en su voz ya no había el acostumbrado deje de titubeo. Sólo había una profunda tristeza y un dolor capaz de marchitar el ánimo.
- Nunca te dije lo mucho que te quería. Nunca te agradecí todo cuánto hiciste por mí. Nunca me disculpé por lo mucho que te hice sufrir.
Entonces su voz se quebró: ¿Cómo se lo diré a mamá?
Y se derrumbó de nuevo entre un torrente de lágrimas y lamentos.

Paul puso una mano a modo de intentar reconfortar al pobre Boris. No había posibilidad de salvación. Su padre hacía tiempo que había muerto, y sólo podía llorar por él. Aunque hubiese sido el ratero del pueblo, para Boris había sido un padre.

Paul se giró hacia el resto de sus compañeros, y negó con la cabeza indicando que nada se podía hacer ya. Pero continuó al lado de Boris. Boris necesitaba sacar toda la pena del interior y llorar a su adoptivo padre.

Bronco entró hacha en ristre en aquella sala. Entonces vio qué sucedía allí. El usurero Todhoff yacía inerte entre los brazos de su hijo. Boris lloraba desconsolado y espetaba palabras entre súplicas y maldiciones, que poco venían al caso ya. Tanto Jalles como Paul, se acercaron para intentar amparar con consuelo la terrible pena que se ahondaba en el corazón del muchacho, pero él mejor que nadie sabía que en ese momento no existía panacea para dicho dolor. El druida sólo hacía unas semanas que había perdido a su madre, pero se mantenía erguido a unos cuantos metros de distancia.

Luego se acercó al cuerpo medio calcinado del brasero y lo extrajo. Pudo escuchar los lamentos del arquero y en la delicada situación en la que se encontraba. Si algo sabía el druida, es que en aquel estado, Boris podía ser más un estorbo que una ayuda...

Registró en el cadáver, activando el conjuro que le permitía discernir la presenciad de auras mágicas en todos los objetos que éste portaba. Cuando hubo acabado y viendo que el temporal de sollozos y lágrimas proseguía, Broncos se acercó con pasos lentos hasta el pícaro.

- Lo siento chaval, pero deberías mirar entre las pertenencias de tu padre... puede que haya algo de utilidad- tras estas cortantes palabras se dio la vuelta dispuesto a proseguir con sus cosas, pero algo le impelía a decir lo que pensaba de todo aquello. Boris había dado muestras de debilidad e inmadurez a lo largo de la peregrinación y no poseía más importancia, si la misión del grupo fuera llevar un fanal a una cripta mortuoria desprovista de peligros, pero la situación había cambiado sustancialmente. Ahora arriesgaban su pellejo en un embrollo que escapaba de sus cualidades y todos debían dar el do de pecho. Ya no eran niños. Aquel macabro juego era real y se cobraba vidas. - Creo que ya ha pasado el tiempo de lamentarse...- dijo con una voz más pareja a un susurro - La vida es el único enemigo capaz de someterte a base de golpes. Y te golpeará una y otra vez sin piedad... ¡¡Ni tú, ni yo, ni nadie golpea más fuerte que la vida!!- argumentaba mientras su grueso puño golpeaba la palma de su mano - ¡¡Pero aquí lo único que cuenta no es lo fuerte que tú golpees, si no lo fuerte que te puedan golpear!!... Sólo hay un camino. Levantarse y caminar mientras recibes más golpes. Caer y volverse a levantar...- explicaba con voz firme y severa el chamán - Llegará un día que la vida te golpee tan fuerte que nunca más te levantarás. -

Los sucesos acontecidos en aquella sagrada cripta se habían tornado ahora en tragedia para uno de los peregrinos de la llama eterna. El padre adoptivo de Boris había muerto de una forma horrible en aquella estancia a causa de la plaga de muertos vivientes que parecía haberse apoderado de aquel lugar.

El semiorco quisó infundir fortaleza en el joven al tiempo que Paul murmuró unas oraciones aferrando su amuleto de Erastil para bendecir el cuerpo del fallecido Helmut.

I

Envueltos en la neblina y vapores producidos por el brasero, largo tiempo ardiendo, el grupo lamentó la perdida del usurero Helmut. Mientras Boris se entristecia sobre el cuerpo de su fallecido padre y Paul realizaba sus pregarias, Bronco examinó el cadáver calcinado del brasero y Jalles se mantuvo cerca observando toda la escena.

Un humo oscuro como el cabrón había empezado a arremolinarse alrededor del cuerpo calcinado del brasero y de él, envuelto en niebla, una forma humanoide pareció tomar forma incorporea. Bronco, quien era el más proximo al brasero y en ese momento se había girado para expresar su forma de afrontar las penurias a Boris, sintió de repente una punzada fría que le helaba el corazón. La sombra le había empezado a envolver, tratando de consumirle la energía vital, sin embargo la fortaleza y constitución del semiorco permitió resistir el incorporeo ataque.

Tras desprenderse del cuerpo del druida, la sombra se eriguió en un torbellino de humo sobre si misma con una mirada rojíza y aterradora. Un fuerte sonido parecido a un portazo retumbó en la sala llena de humo, procedente del acceso a la estancia.

- ¡¡FUEGO!!! ¡¡¡ ME QUEMO !!! ¡¡¡SOCORRO!!!! - gritó con una mueca de horror y con voz humana que se repitió varias veces en la estancia, como si de un eco se tratara.

Haggar se había mantenido fuera de la estancia, cuando Bronco había entrado seguido de Jalles aguantando la respiración con la esperanza de poder soportar mejor esta vez la intensa humareda. El fiel animal esperó fuera y aguardo relamiendose las patas sin más preocupación que una astilla que tenía clavada en una pata desde que entraron en la cripta.

De repente, la puerta de madera se cerró de golpe dejando al animal guardian separado de su compañero druida y del resto del grupo. El oso rasgó la puerta preocupado....

Aquel maléfico espíritu, apenas era perceptible a simple vista. Su cuerpo etéreo y semitransparente, flotaba sobre el suelo mientras una monstruosa y malvada mueca se adivinaba en lo profundo de su velado rostro. A punto estuvo de dañar la carne del semiorco, con un tacto gélido capaz de helar la sangre que corría vivaz por sus venas.

Muchas eran las historias que olmira le había contado cuando sólo era un niño de seres malditos y condenados a vagar por el mundo... Los no-muertos... 

Verdaderamente, Bronco era incapaz de asegurar si ese ser era un muerto en vida, pero a estas alturas del camino, poco importaba ya. Miró el tirachinas de su regazo, y los cantos rodados de gran tamaño que había hechizado justo en la entrada de la cripta... Si era un no-muerto serían de gran ayuda.  

Uy, uy, uy... Algo no va nada bien...

Pensó el animal cuando la puerta se cerró de golpe. Algo le decía que Bronco estaba en problemas, con lo que debía actuar con rapidez. Se aproximó hasta la madera de la puerta y tras empujar con el lomo, descubrió que la puerta estaba atrancada. Sin tiempo para pensar, el cachorro de oso, se irguió sobre sus patas traseras, y comenzó a golpear con furia...

Si la puerta no se abría, la destrozaría...