Partida Rol por web

Regresaron a la estancia del estanque. Como era de esperar, ninguna de las llaves encajaba en la cerradura. De modo que Boris trató de abrir la puerta de una forma más sutil.

Boris trató de forzar el mecanismo del cerrojo de aquella puerta durante varios minutos, sin embargo no consiguió que el mecanismo cediera a las ganzuas que el pícaro utilizaba.

Mientras Boris intentaba de manera inútil abrir la puerta de la estancia de la fuente, Bronco se mantenía callado y expectante ante posibles peligros. Finalmente tras varios minutos de espera, el druida convino de que quizás la mejor opción era buscar en la sala del inciensario. El semiorco sabía que era un derrotero que a muchos no agradaría, pero dejar aquella sala sin explorar podía estar retrasando el avance del grupo.

- Quizás deberíamos arriesgarnos en la sala del inciensario.- dijo el chamán mirando con talante serio a sus compañeros. - A lo mejor hay alguna pista para continuar investigando...- y sin perder más tiempo, mojó un retazo de tela que llevaba en el petate y se lo ató alrededor de la cara. Acto seguido marchó dirección a la sala de efluvios perniciosos...

Tras agotar la posibilidades de traspasar al interior de la puerta que quedaba por abrir, el grupo decidió regresar a la sala del brasero donde aquel olor a rancio y quemado había inundado sus fosas nasales, llegando incluso a causar una fuerte tos al fuerte semiorco.

Cuando regresaron por los lúgubres y oscuros pasillos de la cripta hasta la estancia que les quedaba por explorar, y atravesaron su puerta, pudieron notar que el ambiente seguía igual de cargado que una hora antes cuando habían pasado por allí. De nuevo accedieron por el pasillo hasta llegar a una estancia más grande donde pudieron percibir el fuego ardiendo en un gran brasero. Pocos más detalles pudieron ver, dada la intensa humareda que inundaba la estancia y que no desaparecería hasta que el fuego se extinguiera.

En cuanto el grupo comenzó a adentrarse con dificultad por la poca visión que había en aquella estancia dominada por los vapores y el olor a rancio Bronco y Jalles empezaron a sentir nauseas y a toser por el humo que inundaba sus fosas nasales. Boris y Paul, no obstante, parecieron poder soportar por el momento la humareda del entorno.

Estaba claro que la fuente de aquello era el brasero que ardía sin fin, no tendrían más opción que hallar la manera de extinguirlo.

Los vapores de aquella sala tenían algo que afectaba sobremanera al bueno de Bronco. El druida en aquella penosa situación, decidió darse media vuelta y esperar en el umbral de la sala junto a su compañero animal. Además, como el hedor era realmente insoportable y provocaba una sensación el chamán que le hacía flojear, decidió que lo mejor era cerrar la boca y no respirar hasta que estuviera fuera de ese lugar apestoso...

El ambiente era sofocante. Lo mejor que podían hacer era tratar de apagar el maldito brasero.
Por fortuna, la espesa atmósfera no afectó a Boris tan duramente como la primera vez que entraron. Intentó por todos los medios aguantar la respiración y dio un rápido vistazo a la sala.
Acto seguido, salió de nuevo al pasillo haciendo gestos a sus compañeros que aún quedaban dentro para que salieran.

Una vez fuera, se encontró con Bronco que también había salido.
- Si queremos entrar ahí, hay que extinguir ese fuego. Utilicemos el agua del estanque.

Antes de salir de la habitación, Boris pudo distinguir dos formas entre el humo. Una de ellas parecía estar dentro del brasero, y a juzgar por la silueta, parecían dos piernas de alguien abrasado entre las llamas. La otra forma era la de otro cuerpo inerte de persona tumbado en el suelo, a escasos metros del brasero.

Pensaba que tras su primer paso por aquella sala tendría el estómago vacío y sería más fácil retener las náuseas, cuan equivocado estaba. Nada más poner un pie en la habitación del humo unas fuertes arcadas sacudieron todo su cuerpo, la visión se le nubló y empezó a recular hacia la salida. El regusto amargo de la bilis inundó su boca mientras hilos de saliva espesa y blanca caían al suelo. Logró salir a duras penas y apoyado con ambos sobre la pared arrojó lo último que le quedaba dentro. Apenas escuchó lo que dijeron sus compañeros pero en aquel momento poco valía su concurso, no podía siquiera enderezarse.

Paul aguantó, como la primera vez que entró en la habitación, los efluvios y el ambiente cargado de la habitación. Sin embargo, sabía que no podría aguantar mucho en aquella habitación que parecía la antesala del infierno. Intentó discernir algo entre el oscuro ambiente reinante, pero le fue imposible.

Cuando se giró para intentar comunicar al resto que iba a salir de la habitación, se encontró con que el resto había empezado a desfilar hacia fuera. No se lo pensó dos veces: fue detrás de ellos.

Al salir de la habitación, con una seca tos, y ver que Bronco y Jalles no les gustaba definitivamente esa habitación, al contrario que él y Boris, que parecían resistir, no pudo estar más de acuerdo con Boris en apagar aquel pequeño infierno para poder registrar en unas mínimas condiciones:

 - Hagámoslo pues. No podemos demorarnos más.

- Sí, vayamos a por agua. - Dijo Boris respondiendo a Paul.
Momentos después el muchacho adoptó una expresión grave y llena de preocupación: - Por cierto, ¿os habéis fijado? Dentro del brasero hay un cadáver, y al menos otro más en el suelo. No sé qué está pasando aquí, pero no me gusta nada.

Sin duda, su descubrimiento era realmente espeluznante. A cada paso que daban, la situación se volvía más desalentadora. Boris hubiese sido del todo incapaz de continuar de no ser por sus compañeros, que se mostraban firmes y resueltos.

El pillastre había conseguido ver algo entre los humos de la sala, para suerte de todos ellos. Sin duda, se podían dar por satisfechos. Cuando Boris acabó de explicar que había dos cadáveres cerca del brasero, el recuerdo de Roldare le vino a la cabeza. El druida esperaba que la muchacha continuara con vida, no le deseaba mal a nadie que no se lo mereciera, pero a cada minuto que pasaban allí dentro sin encontrarla, las probabilidades de supervivencia de la chica disminuían exponencialmente...

- Pues si hay que apagar el brasero... ¡¡Hagámoslo de una vez!!- exclamó el semiorco.

El grupo decidió que Paul y Boris, quienes al parecer habían podido soportar mejor los efluvios y humos que emanaban del brasero de la estancia, se encargaran de extinguir el fuego de modo que todos se dirigieron de nuevo hasta la fuente de Zeldana donde utilizando ordres y otros instrumentos contenedores que pudieron conseguir reunieron una cantidad de agua que esperaron que fuera suficiente.

De regreso a la puerta de la sala del brasero, Paul y Boris se adentraron solos al interior mientras que el guerrero de la cadena, el druida semiorco y su fiel compañero osezno permanecieron vigilando la entrada y recuperandose de las nauseas que habían experimentado por la inhalación de humo.

Paul y Boris entraron en la estancia cargados de los odres de agua, caminando dificultosamente por el recinto que a causa de la intensa humareda no permitía ver gran cosa, como si de una espesa niebla se tratara, guiados solo por el fulgor del fuego del brasero.

Derramaron toda el agua que llevaban consiguiendo que el fuego se extinguiera. Poco a poco la sala fue vaciandose de humo por un pequeño respiradero hecho en la roca natural de uno de los muros y que pudieron divisar cuando el ambiente fue más claro. A pesar de todo, una capa de humo parecía permanecer en la estancia inamovible, dificultando un tanto el movimiento y la percepción, pero permitiendo ver el conjunto de la estancia con cierta claridad.

Con el fuego extinguido del brasero pudieron contemplar el cuerpo calcinado de una persona, totalmente irreconocible, cuyas extremidades inferiores sobresalían por el borde del brasero, como si hubiese caído allí de cabeza o alguien le hubiese empujado, y cuya negruzca mano aún aferraba una daga que no parecía haberse deteriorado demasiado por el fuego.

Respecto al segundo cuerpo, este yacía a escasos metros en el suelo junto a una bolsa de viaje desparramada. El aspecto del cadáver era el de un hombre de edad avanzada ataviado con ropas de viaje, con una melena de pelo muy cano. Tanto Boris como Paul reconocieron al instante el rostro del anciano,se trataba de Helmut Todhoff, usurero de Kassen y padre adoptivo de Boris.

El impacto de aquello fue desgarrador para el jóven pícaro...

La visión de aquél a quién había llamado padre fue demasiado para el joven. Se derrumbó por completo y las lágrimas resbalaban sin control por sus mejillas. Se arrodilló junto al cuerpo inerte y lo acunó con brazos temblorosos.
Sus dedos se perdían entre los blancos cabellos en una compungida caricia. Boris hundió el rostro en el pecho del finado mientras su cuerpo sufría convulsos espasmos fruto del dolor.

Un desgarrador grito surgió de lo más profundo de su ser. Maldijo a todos los que organizaban esa pantomima carente de sentido entre sollozos y gimoteos.
El corazón le latía desbocado; una profunda aflicción le atenazaba el alma. Cuantísimas veces había discutido con su padre. Sí, porque ése hombre era realmente su padre, y no el bastardo hijo de puta que le abandonó nada más nacer. El bueno de Helmut siempre parecía estar enfadado con él, quizá porque a Boris jamás le interesó aprender nada relacionado con el negocio familiar. No obstante, siempre era él el primero en dar la cara por su hijo siempre que en el pueblo le señalaban con dedo acusador.

Cielos, el muchacho cayó de repente en la cuenta de que nunca le había dicho a ese hombre lo mucho que le quería, ni tampoco le había agradecido todo lo que había hecho por él...
Ya daba igual, ya nunca podría hacerlo.
Con la palma de la mano cerró los ojos del muerto mientras en su cabeza se desataba un torrente de emociones.

Entonces tuvo una idea. ¡Claro! ¡¿Cómo no se le había ocurrido antes?! Aún de rodillas agarró a Paul de una pierna y entre lastimeros sollozos le dijo: - ¡Rápido, haz algo! ¡No te quedes ahí parado! Dime que puedes salvarle...