Partida Rol por web

Giuliano se levanta con su rostro contraído por la ira. Su sombra, titilante por la luz de las velas, parece engullir la habitación. La rabia es evidente en cada una de sus palabras, aunque parece mantener el control por completo.

- Maldito estúpido. ¿Quién te crees que eres para exigir nada? ¿Quién te crees que eres para preguntar? - Te señala con un dedo acusador. - Si estás vivo es porque te he perdonado la vida. Cada minuto de tu vida, desde hoy hasta el día de tu muerte me lo debes a mi. Cada vez que pruebes el vino, recuerda que yo he permitido que lo bebieses, cada vez que te lleves bocado a la boca, recuerda que yo he permitido que lo comieses, cada vez que yazcas con una mujer, recuerda que yo he permitido que lo hicieses.

Baja la mano y vuelve a sentarse, algo más calmado.

- Recuerda que sólo eres escoria con demasiado ego, y que he sido yo el que te ha dado una segunda oportunidad para vivir y aprender. Si eres tan estúpido como para rechazar la mano que te tiendo, sal por esa puerta. Pero jamás encontrarás a tu maestro sin mi ayuda.

Se reclina en el sillón.

- Y jamás llegarás a cruzar esa puerta sin mi consentimiento.

No puedo evitar esbozar una sonrisa, una sonrisa del que sabe que juega con la muerte, mientras permito que siga desahogándose tanto como quiera o más.

- Si estoy vivo es porque cree que le puedo ser de utilidad. Y si le puedo ser de utilidad, es de necio no querer saber por qué e intentar sacar algún beneficio.

¿Agradecerle seguir con vida? ¿Deberle el seguir con vida? Giuliano no tiene ni idea. Jamás he estado con vida.

- Deberle la vida... -Repito, en un susurro. Vuelvo a sonreír-. Nadie tiene vida, ni los aristócratas.

Y pensar que durante un momento, a lo largo de mi viaje en su busca, fantaseé con poder aprender más de alguien como él. Él, que conocía a Maestro, pero parecía tan lejos de conocerle realmente. Me pregunto si realmente quiso alguna vez que le encontrara utilizando a Giuliano. Él no parece tener el poder de ayudarme.

- No ha sido vos, quien me ha dado una segunda oportunidad. Aunque agradezco que no me haya matado y, por ello, no he rechazado su mano. Únicamente la miro.

El hombre te mira concienzudo, analizando la situación. Pasados unos segundos parece decidir que la discusión no tiene sentido.

- El trabajo es complicado. Un grupo de flamencos se dirige hacia nuestro país, escoltando un carruaje que no sabemos qué contiene. Su ruta ahora mismo pasa por Francia, y dentro de 2 semanas deberían estar en una posada llamada L'Oie d'Or, cerca del pueblo de Montpellier.

Hace una pausa para que empieces a asumir la información.

- Dentro de tres días nos reuniremos en la taberna de Malfario con los hombres a los que he contratado. Dos matasietes de medio pelo y una mujer, cuyos encantos seguramente os ayuden en la tarea. No debéis dejar testigos y una vez que tengáis la carga, deberéis entregársela a Sebastien Beny, un amigo de Montpellier. - Giuliano hace una pausa. - Si completas el trabajo, comunicaré a Ezio que deseas verle y él decidirá. No se puede forzar a tu maestro. El resto de preguntas deberás formulárselas a él.

Asiento con la cabeza, serio pero tranquilo.

- Cuente conmigo.