Partida Rol por web

Carlos despertó en una celda. No era como la celda en la que le habían encerrado antes, no. Esta tenía barrotes y todo, con un camastro. Como en la que había dormido durante meses, por insumiso. Exactamente igual. Pero esta vez no había compañeros por ninguna parte. No llevaba cadenas ni había rastro de ese metal negro que tan molesto era. Y no tenía heridas por ninguna parte. Estaba fresco como una rosa, casi nuevo. Y vivo.

Todo había sido un sueño. Al morir, había despertado. Sí, así había sido. Pero ahora todo iba bien... excepto porque no sabía qué hacía en la celda.

La puerta estaba abierta y una tenue luz venía del exterior. Carlos se puso en pie y buscó el origen de la luz. Atravesó una galería llena de silencio. El suelo estaba muy sucio y las ratas correteaban por aquí y allá, pero aún así apenas podía escuchar ni sus propios pies. Era como si el silencio esperase un sonido que lo rompiera.

Y ocurrió. Fue el grito de una mujer, y los gruñidos de un hombre, los golpes...

De repente un hombre enmascarado y desnudo (salvo por un pequeñísimo calzoncillo negro) llegó corriendo hasta él. No tenía intenciones hostiles, sino que estaba realmente asustado y desesperado.

-¡Por favor! ¡Ayuda! -gritaba el hombre, sujetando a Carlos por los hombros-. ¡Tiene que ayudarme! ¡Va a matarla!

Confusión.

Me siento absolutamente desorientado, ¿dónde estoy? ¿Y cómo he llegado aquí? ¿Sigo soñando? La visión de la celda me estremece, malos recuerdos me asaltan y por un momento debo cerrar los ojos y concentrarme. Me miro primero asombrado y luego sonriente. Para compensar las malas vibraciones transmitidas por la cárcel un sentimiento de autocomplacencia me embarga, yo tenía razón.

Con este pensamiento me pongo en pie mirando todo alrededor.

Es extraño este silencio. Es pesado. Incluso llego a abrir la boca pero antes de emitir ningún sonido ni poder carraspear llega el grito. Y tras ese grito lo peor.

La visión del ridículo enmascarado en cuero negro es como de película "B". Inconscientemente llevo la mano a las gafas, para ponerlas en su sitio, subirlas por la nariz. Es un gesto-tic, una costumbre. Asiento a las palabras del tipo y sin dejar de mirarle pregunto ¿quién eres tú? ¿Dónde estamos?

-¡La va a machacar! Por favor, ayúdeme, yo... Es demasiado fuerte. ¡Venga!

El enmascarado le cogió de la muñeca y tiró de él en dirección a los gritos. Ya habían terminado, pero ahora se escuchaba un llanto apenado y bajo.

Al final de la galería había otra habitación, pero esta era muy diferente. Tenía un toque vintage, y algo perturbador en el ambiente, como un olor a sangre y a semen. Al fondo de la celda había una cama con sábanas de satén negro y cojines blancos, pero eso no era lo importante. En el centro, atada a una cadena que surgía del techo, estaba Claudia. Junto a ella había una mesita llena de consoladores de gran, arneses, pinzas para pezones y toda clase de artilugios en los que se mezclaba el dolor y el placer.

Claudia vestía un intrincado uniforme de dominatrix, todo cuero, dejando ver sólo las partes críticas: los pezones, el pubis rubio, las nalgas. Su rostro estaba demacrado y tumefacto. Uno de sus ojos estaba muy hinchado y morado, sangraba de la nariz y de un pómulo y unos hilillos de sangre y saliva le resbalaban por la mandíbula. Lloriqueaba como un cachorrito perdido, y al levantar la vista se estremeció.

¡¡¡ CLAUDIA !!!

¿Pero qué . . .  haces ahí?

Instintivamente me lanzo hacia la cama para liberarla de sus cadenas. No pienso ni recuerdo las palabras del encapuchado sobre que la iban a matar. Simplemente entro para soltarla. No entiendo nada pero debo quitarle esas ataduras y enterarme quien le ha hecho eso.

¿Será por mi? ¿Quieren hacerme daño haciéndoselo a ella?

-¡Debemos liberarla!- exige la voz con fuerza -!Claudia, nuestra amada Claudia, no podemos permitir que le pase nada! ¡Alguien la ha herido! ¡Alguien la ha herido! ¡Démonos prisa! ¡pronto! ¡pronto! ¡¡Nuestra pobre Claudia!!!- y luego agrega desconsoladamente.

-¡¡Maldito el que le ha hecho esto, mil veces maldito!!-

Claudia prorrumpió en llanto. Sus muñecas, enrojecidas y marcadas por las esposas y sin una llave a la vista, no podían ser liberadas tan fácilmente.

-Lo... lo siento... Carlos, lo siento...

Sus patéticos lloriqueos hacían que todo su cuerpo se estremeciera, aumentando la tensión a la que era sometido. El pelo le caía sobre el rostro en churretes ensangrentados. Quienquiera que fuese, se había empleado a fondo en machacarla.

Alterado y enfurecido tironeo de los grilletes y del gancho en que estén sujetos intentando al menos descolgarla. Como no lo consigo la abrazo fuertemente y musito a su oído ¿quién te ha hecho esto cariño? ¿Qué haces tu en este lugar y que es este lugar? He despertado aquí y no sé como he llegado aquí.

Chssss, calla, no tienes que sentir nada. Te sacaré de aquí y nos iremos a casa. Primero al hospital. Y pondremos una denuncia, el canalla que te ha hecho esto debe pagar.

Desesperado por no poder liberarla me giro hacia el absurdo encapuchado.

¡¿DÓNDE ESTÁ LA LLAVE?!

-¡No lo sé! -chilló el enmascarado, cubriéndose el pecho con las manos-. Nosotros sólo... nosotros sólo...

Ante la actitud inútil del encapuchado de nuevo abrazo a Claudia.

No te preocupes cariño, voy a sacarte de aquí. No te dejaré.

Miro en torno buscando entre la parafernalia de aspecto sadomasoquista las llaves de las esposas o una herramienta que me permita romper las esposas o el gancho que las sujeta.

Aguanta, aguanta un poco, vengo enseguida.

Bajo de la cama y revuelvo lo que haya en busca de llaves y herramientas.

¡TU! Haz algo útil, dime quién la ha atacado. Me dirijo al encapuchado que permanece ahí como un pasmarote.

-El maldito que la ha atacado debe pagar... debe pagar- exige la sombra -¡¡Claudia, nuestra Claudia!!! Debemos buscar al responsable, busca bien, revisa bien, liberémosla, ayudémosla a salir, ¡pronto! ¡pronto! ¡Se va a enterar quien le haya puesto un dedo encima a nuestra Claudia!-

-Claudia, nos hacías tanta falta, tanta falta...-

Lo único que tenía pinta de ser un verdadero arma era un consolador de gran tamaño, con púas romas y negras que apenas podía aisrse con una mano.

Al ser reprendido, el encapuchado tartamudeó algo incomprensible. Se quitó la máscara. Era Roberto, uno de los compañeros de universidad de Claudia. Carlos lo conocía bien: últimamente se quedaban mucho tiempo juntos a estudiar, en la biblioteca.

-Yo... eh... Ha sido...

Una figura entró en la habitación desde el fondo. También estaba enmascarado.

-¡Él!

Sin pensarlo avanzo hacia el desconocido agarrándole los brazos para sacudirle*.

¡TU! Seas quien seas dame la llave de las esposas. ¿Qué le has hecho a Claudia? ¿Por qué? ¿Por qué le has hecho daño? Vas a pagarlo, tendrás lo que te mereces pero ahora dame la llave, voy a llevármela de aquí. Y no se te ocurra interponerte.

Miro la máscara que le cubre la cara, empiezo a estar harto de capuchas así que suelto una mano para intentar arrancársela.

Quítate esto joder. Ya vale de jueguecitos.

-Descubramos su rostro, pagará, pagará por esto! Hemos visto como tenía a Claudia, si, quería violarle, quería aprovecharse de ella, de nuestra amada Claudia... - insistía la voz de Carlos en su cabeza, de acuerdo con sus actos.

-¡Le revelaremos, le haremos pagar, maldito, es un maldito! le haremos arrepentirse de haber tocado siquiera a Claudia... Claudia, nuestra querida Claudia!-

Cuando Carlos le quitó la máscara al encapuchado, descubrió con horror que se trataba de... él mismo.

-¡Nadie va a tocar a Claudia! ¡Nadie más que yo! -gritó el otro Carlos, apartando a su otro yo de un empujón-. Es una cerda ingrata, una puta. ¡Se merece ser castigada!

Debería estar sorprendido pero no lo estoy. Debería estar asustado pero no lo estoy. Debería estar asombrado pero no lo estoy.

En este momento no estoy para tonterías, solo hay una cosa que me urge y no es resolver que hace este tipo con mi cara. Tengo que sacar a Claudia de ahí, sí. Esa es la prioridad.

¡Tú, gilipollas! Me da igual quien seas o por qué tienes mi cara pero dame la llave de una vez. Dime donde está y apártate, ya discutiremos luego si es necesario.

Le zarandeo mientras avanzo unos pasos con el fin de intimidarle. Normalmente la violencia física me asusta pero la situación de Claudia me enerva. Me siento capaz de la agresión si me niega lo necesario.

-¡Somos nosotros, somos nosotros!-

La voz en la cabeza de Carlos empieza a vociferar con fuerza, con gran bullicio, contribuyendo al estado de agitación en el que está sumiso.

-¡Se llama Carlos! ¡Él es Carlos, Él es nosotros!- continúa gritando -Pero no nos engaña, no es tan listo, nosotros tenemos más para darle. Acabemos con él, debemos impedir que vuelva a dañar a Claudia...- y eleva el tono más alto.

-¡No podemos ser estúpidos! Hemos visto lo que le ha hecho a Claudia, no querrá discutir, no, tenemos que proteger a Claudia, a nuestra Claudia- se lamentaba la voz en su cabeza

-Acabémosle... no la liberará por las buenas...-

-No hay nada que discutir -zanjó el otro Carlos, levantando el puño ensangrentado-. ¡Los he pillado! Estaban follando, los muy cerdos... La muy puta... Me dijo que me quería. Me dijo que confiara en ella. ¿Para qué? En cuanto me doy la vuelta se está tirando a un cualquiera. ¿Qué pasa? ¿No vas a hacer nada? ¿Vas a dejar que todo se quede así, que se ría de mí?