Partida Rol por web

Manipuláis al personaje con ciertas algo ridículas maniobras, cuando cuatro figuras aparecen en la puerta:

La primera es una preciosidad rubia, con cara de ángel y un cuerpo escultural. Lo cierto es que no la habías visto en tu vida, pero es una verdadera belleza.

La segunda es una mujer joven, rondando los treinta, y de estatura media con el pelo largo y negro, piel oscura al igual que sus ojos. Aunque parece occidental quedan evidenciados sus rasgos de ascendencia gitana (tipo rumanos o húngaros). Su cuerpo muestra signos de alguna enfermedad que la haya debilitada durante su infancia. Delgada y de rostro cadavérico, su piel muestra signos de llagas, sarpullidos, pústulas y quemaduras. Algunas de sus marcas se diría que forman signos místicos.

La tercera es una mujer de 1.60 aproximadamente, de complexión fuerte, para lo habitual en su sexo, y una destreza y soltura de movimiento poco normal para una dama. Posee un cuerpo bien proporcionado, con curvas femeninas, bastante bello, en realidad, pero es su cara lo que causa cierta repulsa a sus interlocutores. Una mancha roja que le cubre todo el lado derecho de la cara, probablemente resultante de algún tipo de enfermedad, y eso combinado con unos rasgos no en exceso agraciados y una piel muy blanca, casi pálida, hacen que la mujer no vaya a esperar nunca un piropo, a no ser que lleve la cabeza tapada. Sus ojos son demasiado grandes, con unas pestañas largas, la nariz pequeña y unos labios gruesos, dan a su cara ese extraño aspecto, que da a entender que sus facciones no siguen un canon establecido, sino que van a su aire. Su pelo negro cae en cascada, formando una media melena, cuyo flequillo suele tapar el lado más desfavorable de su cara, aunque con poco éxito.

La cuarta es una joven, de unos veintipocos años, con una brillante melena negra, larga y lisa, de las que al girar la cabeza se deslizan como una cortina de seda, que atrae inevitablemente la atención. Ojos brillantes, grandes y también negros te devuelven la mirada; ojos desconocidos enmarcados en rasgos finos y delicados. Labios delgados, conjugando perfectamente con una cara estilizada. Pero no hay nada más, ni joyas, ni ornamentos.

Las cuatro señoritas visten con el mismo patrón: van arregladas según los canones de principios de siglo. Visten un abrigo de piel de zorro, entallado, bajo el que se vislumbra un vestido de reps francés, envuelto en una chaqueta de terciopelo con guarnición de piel. Un par de medias de seda envuelven sus piernas hasta sumergirse en un par de zapatos parisinos de tacón de aguja. Un gorro ajustado de terciopelo remata la figura, suavemente maquillada. Unos guantes de piel cubren sus manos hasta medio antebrazo, combinandose con un coqueto bolso de mano de seda.

Todo ello idéntico; aunque ya no os extraña tanto.

Las cuatro os miran con cara de confusión, sin comprender mucho este peculiar... ¿robo?

Sin tiempo que perder, el hombre orondo de mediana edad se aclara la voz y comienza a hablar.

Disculpen señoritas, ¿podemos ayudarlas en algo?

Torpemente parece interponer su cuerpo entre la vista de las damas y los otros tres caballeros de la habitación.

Buenos días , señoritas dice el hombre mayor , podemos ayudarlas en algo , soy el señor Bevan , Patrick Bevan , aunque casi todo el mundo me conoce por Patrick .

Despues de decir esto las observa a ver si alguna de ellas muestra una reacción extraña al oir el nombre de Bevan o Patrick .

-Ah... supongo que saben que se encuentran ustedes en el Dormitorio de Caballeros. ¿Buscan a alguien en concreto? Creo que no tengo el placer de conocerlas... ¿Srta...?

Dice el hombre pelirrojo, de aspecto juvenil y porte marcial, sin dirigirse a ninguna de ellas en concreto..

-Pero permitan que sea yo quien me presente... Soy John Price... Y estoy buscando a un antiguo amigo, que se encontraba aquí el año pasado. Pietro Sacco. ¿Le conocen...?

Sigo a Ludmilla y al resto hacia fuera un poco aturdida por la contestación del Mary.
Al llegar afuera, nos encontramos con 3 hombres que, aparentemente se muestran bastante educados. Sus nombres me traen los recuerdos de los antiguos compañeros, aunque tampoco quiero mostrar demasiado interés hasta, que oigo el nombre de Pietro
¿has dicho Pietro? creo recordar que una amiga mía me habló de un tío suyo, que era militar o algo así.

-¿Si? Hum... Su amiga no será Fátima... Fátima Sacco. Es la sobrina de Pietro. Y necesito encontrarla con urgencia...

Empiezo a echar vistazos a las cuatro mujeres... cuatro.

-Por que... a las amigas de Fátima... es decir, a Ilona, Ludmilla, y Anna... ¿las conocen también...?

Titubeando, miro al resto antes de contestar
e...e....¿qué nombres ha dicho? Ilona, Anna y Lud.. ¿qué?

Miro extrañada al señor Bevan.

- ¿Ha...ha...ha dicho Bevan? E...e...ese parece ser mi apellido de casada.

volviendo mi atención al que se dice llamar John Price
Perdone, si, mi amiga se llama Fátima, y yo soy Jane Hunpstom

El hombre pelirrojo se gira súbitamente hacia la otra mujer, la que ha hablado antes que su interlocutora.

-¿Parece...? ¿Parece ser el apellido de casada... suyo? Creo que están ustedes en nuestra misma situación... a pesar de sus... lógicos escrúpulos a mostrarla.

Mira a un lado, y a otro, para seguir hablando.

-Tenemos un pequeño problema... los cuatro. Nosotros cuatro. Verán... estamos... en un estado de difícil comprensión... no es una amnesia... exactamente. Nos acabamos de levantar de nuestro sueño... con una extraña sensación... o mejor certeza.

No sabe como seguir, no sabe hasta qué punto está arriesgando, si las cuatro mujeres no son TODAS las que él espera... Finalmente se le ocurre una idea.

-Esto... ¿les suena? Es exactamente el de Pietro Sacco. Me temo. No sé si saben qué quiero decir...

Les dice mientras, desabrochándose los primeros botones de su camisa, les muestra el inicio de un tatuaje en su pecho...

Me echo una mano al pecho al ver el tatuaje del Sr. Sacco o Price o cómo sea que se llame realmente. Ahí está, todo este ir y venir me había hecho olvidarlo.

- ¿Sr. Sacco? So...so...soy Anna.

Patrick mira a la señorita que dice que su apellido de casada es Bevan ...

A ver , usted me dice que es la Señora Bevan , pero según recuerdo , antes usted era la señorita Vanzetti , ¿no? , bien veo que a todos nos ha ocurrido lo mismo , yo recuerdo como de hace unas pocas horas que era el señor Davourier , Patrick Davourier , ahora soy el señor Bevan , antes estaba casado con Ludmilla Davourier y ahora con usted , dejenme que lo apunte y si no les molesta vayamos a un sitio mas reservado donde me pueda sentar que me he despertado con una edad que no recuerdo poseer y con unos achaques que no recuerdo haber tenido nunca . Dice el hombre mayor , apoyandose en la pared como si lo que acabase de decir le pusiese un gran peso sobre los hombros .

La mujer que en un tiempo creía llamarse Ilona, miraba a uno y otro lado perpleja, sin saber quien era ya en realidad. ¿Una guapa actriz italiana? ¿Una cortesana afectada por intrigas políticas? ¿.. como se llamaba?

-Vayamos, por favor. Intentémos aclarar algo... cualquier cosa posible de todo esto

El hombre de aspecto semítico y el ojo deformado se queda como paralizado al ver entrar a las mujeres, con la cabeza del conserje roncando entre sus manos. Tras unos instantes de cómica pasmosidad, deposita la cabeza del hombrecillo con sumo cuidado, y se acerca al grupo, mirando con curiosidad y suspicacia a las mujeres.

-Mi... amigo se llama... Gianni, Vanzetti... -dice al escuchar la conversación del pelirrojo con las damas. Al escuchar hablar a la que dice ser Anna, se queda completamente helado, pasmado, al ver que ahora es la esposa del que creía ser Patrick.

-Anna, yo... soy tu... tu hermano... -acierta a balbucear sin mucha seguridad en sus propias palabras.

Al ver el aspecto de Gianni me entristezco.

- Pa...pa...parece que nosotros siempre sa...sa...salimos mal parados en e...e...el reparto.

El hombretón respira aliviado, como en la anterior ocasión, las mujeres no habían perdido el tiempo y habían acudido veloces al dormitorio masculino. Eran ellas...

¿También ustedes han soñado con el crimen del tren?