Partida Rol por web

—Claro —contestó lacónicamente Ossian, mordisqueando un trozo de carne en salazón.

Galatea así o hizo y Áscalon vino tras ella como un imán a la viruta de hierro. Aprovechando que la elfa se había sentado con las piernas dobladas de costado, aprovechó astutamente para tumbarse dejando descansar la peluda cabeza sobre su regazo (para tener más posibilidades de conseguir caricias) La druida le dedicó a su lobo una perspicaz ceja enarcada indicándole que le había calado pero por su puesto a él le dio igual.

—Lo siento—resumió con un suspiro y descubriendo al mismo tiempo las ganas que había tenido de decirlo desde que habían salido del templo. Tras un breve silencio dibujó media sonrisa que casi iba en consonancia con la disculpa—. ¿Crees que podría hacer algo para que dejaras de fruncir ese ceño? No te queda nada bien.

Ossian suspiró.

—Por el momento no, pero agradezco tu interés —respondió el bardo.

—¿Por el momento?—Galatea arqueó las cejas en un gesto inusualmente afable, como si hablase con un niño enfurruñado—. ¿Eso quiere decir que después sí?

Era una pregunta retórica así que diluyó la expresión hasta que la convirtió ya en la neutra y habitual de siempre. Luego acarició las orejas de Áscalon centrando por un instante su atención en el lobo.

—Últimamente los momentos son demasiado... drásticos para mi gusto—confesó como si hablase con él en lugar de con Ossian, les costó conseguir evitar el timbre pesaroso—. Llegan al punto de ser lo único de lo que disponemos antes de que todo cambie por completo. Irónicamente eso los hace valiosos.

Áscalon no levantó la cabeza pero movió los ojos para mirarla como si creyera que en efecto se lo decía a él.

—De ahí que si en este caso el cambio drástico es para bien, seré la primera que se alivie—dijo mientras levantaba la mirada al cielo como quien implementa un "gracias, por fin" mentalmente, luego miró al bardo—. Pero me quedaría más tranquila si compartieras conmigo qué te pasa por la cabeza. Siempre es mejor echar agua al fuego que esperar a que se apague sólo.

Ossian bufó.

—Tu metáfora no puede ser más inoportuna. Estoy harto de tanto fuego.

—¿Sólo tú?

La voz de Galatea no sonó a nada pero se quedó mirando fijamente la bardo unos segundos con expresión indescifrable. Aquel comentario le había dolido más de lo que estaría dispuesta a admitir en un millón de años.

Lo último que quería evocar aquella noche era de nuevo la monstruosa llamarada que había reducido a su amiga Khaila a cenizas delante de sus narices.

A decir verdad, cualquier otra le habría devuelto un tortazo por desconsiderado, pero por suerte para ambos Galatea no era nada propensa a aquellas cosas. Desvió ligeramente la vista, consciente de que había quien consideraba inquietante su forma de mirar a la gente. Además, siempre era más fácil controlar lo que se reflejaba en su tono de voz que lo que se reflejaba en sus ojos y no quería cargar al bardo con la sensación de metepatas. Ya bastante tenían todos.

—Que sea una metáfora no le quita veracidad—suspiró—. Ni a lo que he dicho antes de ella.

Y lo cierto es que empezaba a preocuparle que Ossian estuviera tan seco, parecía otra persona.

El bardo lanzó un bufido desdeñoso.

—Y no es menos cierto que te importa un ardite lo que piense yo. Eso ya lo has dejado claro. Ve a preguntarle a Aidé. Seguro que ella tiene una idea muy concreta sobre lo que debes pensar. 

Normalmente dos no discuten si uno no quiere, y Galatea no quería discutir solo que comenzaba a resultar agotador el tener que estar absorbiendo la mala sangre de todo el grupo. Simplemente no le sentaba bien pero alguien tenía que hacerlo.

—No puedes comprender a alguien que no se deja. Y por el mismo motivo luego no tiene sentido que esa persona diga que no le comprenden—dijo repitiendo algo que le había dicho en una ocasión—. La última vez estabas de acuerdo con eso.

La última vez. Había sido hace tan solo un par de días y parecía haber ocurrido hace siglos... siendo elfa aquella sensación era de lo más curiosa.

—Es lo que intento hacer con Aidé—añadió. No obstante, lo de que tenía la sensación de estar más o menos consiguiendo comprenderla no lo mentó—. Antes se habría largado a toda velocidad, ahora sin embargo, duda.

Lo miró entonces de lado.

—La gente a veces nos sorprende—dijo sin dejar muy claro a qué se refería exactamente—. Incluso la que a simple vista parece que no le importa nada mas que si misma, pero hace falta paciencia.

Lo cierto es que Ossian había dicho algo parecido una vez sobre Khaila, irónicamente Galatea también había defendido a la guerrera entonces. Y definitivamente... les había sorprendido al final. Sólo lamentaba que hubiera tenido que ser de aquella forma.

—Aunque he de añadir... que si no me preocupara lo que piensas, no estaría aquí.

Sería más sencillo simplemente no hacer nada, no calentarse la cabeza y sobre todo, no tener que estar comiéndose el mal humor de otro. Galatea no era masoca.

Que ella supiera.

Cuando Galatea se fue a hablar con Ossian, Rengar se quedó junto a Aidé. El semiorco no estaba tranquilo: aunque para él la opción más honrada era la de dejarse de subterfugios y hablar frontalmente con el bardo, intuía que Ossian no se lo iba a tomar bien. Cualquiera en su posición no lo haría. Confiaba en la mano izquierda de Galatea para llevar a buen puerto la situación, pero las arrugas de su frente no se diluyeron ni con eso.

-No creo que mientas, pero sí que puedes estar cegada por tus sentimientos hacia Ossian -empezó el paladín-. Todo el mundo hace eso. No era un ataque, ¿entiendes? Somos compañeros y amigos, y sin no hay confianza no va a salir nada bien. Ahora más que nunca necesitamos estar unidos. Khaila ya no está. Somos más débiles que antes.

Aidé te miró unos instantes.

—Cada uno ve dependiendo de lo que sabe —contestó la genasí—. Ossian nunca tuvo mi confianza, porque hay demasiadas lagunas en su historia como para poder pensar que esté siendo sincero. ¿Sabes que en Rashemen la longitud del pelo indica tu posición social? Ossian debería ser un príncipe, por lo menos. Dice que está en su dejemma, pero la dejemma es un viaje ritual que lleva a cabo un adolescente antes de convertirse adulto. Y Ossian no es un jovencito. ¿Crees que permitirían que alguien de un estatus elevado estuviera solo tanto tiempo solo y fuera de su patria?

Se cruzó de brazos.

—Dime paladín, ¿quién está cegado por sus sentimientos?

—En conclusión —gruñó el bardo—, que para que te tengan en cuenta tienes que comportarte como un gilipollas. Lo único que ha demostrado Aidé es que es una arpía sin corazón ni escrúpulos, y una ración extra de orgullo. Yo digo que la dejemos marchar, estábamos mejor sin ella.

-Yo... no sabía eso -dijo Rengar bajando la cabeza, algo azorado-. No sé nada de la cultura del este. Toda mi vida he viajado por los Valles. Hago lo que puedo.

"El primer paso es reconocerlo" bufó Galatea para sus adentros.

La última vez que se había enfadado con alguien, Ossian no se había puesto tan... tan...

Tan.

Ascalon emitió en ese momento un gruñido apagado, como si intuyera que el tono de voz que estaba predominando en la conversación no era bueno. La elfa se limitó a taparle el morro con una mano.

—Eso suena como si la estuviésemos reteniendo con nosotros, cosa que no estamos haciendo—recordó. No había venido a hablar de Aidé pero al parecer ella era el quid de la cuestión—. Si intento cambiar a alguien a como a mí me gustaría, lo único que voy a conseguir es nada.

Suspiró resignándose a que era imposible tratar de hablar de nada en aquél momento, o de convencerlo de que realmente le importaba lo que pensase, al menos mientras estuviera tan enfurruñado

—Es hasta irónico porque en otras circunstancias yo podría haber acabado igual, creo que una vez Rengar casi pensó lo mismo de mí—se levantó lentamente sacudiéndose las perneras del pantalón—Pero eso es una historia que ahora mismo aquí no pinta nada.

La verdad es que el ambiente en sí del campamento exudaba una mezcla entre deprimente y tensa. Y ella también tenía un límite.

—Siento haberte incordiado, no era lo que pretendía...

Se alejó un poco de la lumbre, la noche era fresca pero tenía calor de todas maneras. Se apoyó de lado sobre un árbol, resopló suavemente y buscó la luna con la mirada. La sensación de que la relación grupal se resquebrajara en pedacitos y fuera tan difícil hacer algo para evitarlo o simplemente le resultara imposible la frustraba y la entristecía por igual.

¿Por qué no podía volver a ser todo como antes?

Al cabo de unos cuantos intercambios de frases con Ossian, Galatea se levantó, se dirigió al borde del cerco luminoso que creaba la hoguera y cruzó los brazos para poder apoyarse de lado sobre el tronco de un árbol, mirando las copas de los árboles.

Áscalon por su parte también se levantó pero rodeó la hoguera y se tumbó al otro lado de ésta, buscando el calor del fuego. Por supuesto desde ahí tenía a la elfa bien vigilada, como siempre.

—Ni yo tampoco —reconoció Aidé—, pero los libros nos permiten viajar por todo Faerûn sin movernos del sillón.

La genasí de fuego se quedó unos momentos en silencio.

—¿Sabes? He pensado que de todas formas tengo que ir a Ciudad de Valle de la Rastra si quiero darles una lección a esos esclavistas. Incluso con los Jinetes Grises, los caminos son peligrosos, así que podríamos al menos viajar juntos hasta allí.

Los libros eran para gente lista. Rengar no lo dijo en voz alta pues intuía que sería motivo de mofa para Aidé, pero los únicos que le gustaban tenían dibujos. Había tenido suficientes libros sin dibujos mientras se formaba como paladín: decenas de pergaminos llenos de hechos divinos y de rezos y ceremonias, de los cuales recordaba una pequeña parte. Y ya era mucho.

Guardó silencio hasta que Aidé dijo que continuaría su viaje con ellos. Rengar asintió con media sonrisa.

-Nosotros podemos ayudarte con esos esclavistas. Yo, al menos, debo ayudar.

Aidé asintió y esbozó un fugaz sonrisa.

—Tenemos un trato entonces. Le daremos a esos esclavistas su merecido.

Tras asentir a Aidé, Rengar se levantó y se acercó a Galatea.

-¿Y bien? ¿Cómo ha ido? -preguntó.

—Mal—por primera vez Galatea no se anduvo con rodeos de "cómo sentaría" lo que dijese. Aquél día ya había sido demasiado como para que su sentido de la delicadeza no se viera afectado de alguna manera—. Sigue de morros por lo del templo así que... No es que tenga muchas ganas de charlar con nadie.

La elfa jugueteaba distraídamente con la cadenilla de plata del símbolo que llevaba al cuello, era lo único que se veía porque siempre prefería llevarlo por dentro de la ropa.

—Mejor en otro momento. Mañana será otro día—dijo finalmente. Luego dejó caer los brazos con aire cansado, se apoyó de espaldas contra el árbol y miró a Rengar. Por un momento pareció estar pensándose si añadir algo más pero terminó suspirando y volvió a observar la luna—. Mañana será otro día...