Partida Rol por web

El Camino del Héroe

6. Las Cicatrices del Pasado.

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14/11/2011, 13:46
Galatea

Galatea no andaba muy atenta a su alrededor, dándole vueltas a la cabeza como iba de modo que la voz de Icarus la sacó de sus pensamientos y la hizo levantar la cabeza de golpe y buscar a quien le hablaba.

Durante un fugaz instante, una parte inconsciente de su mente reparó en el detalle que aquél monje tenía una innata capacidad magnética para las monedas. En la botica siempre terminaba con varios montoncitos a su alrededor como oyentes congregados en torno a un bardo. El arte del oficio era el arte del oficio, aunque se abandonase por otro.

Vaya, me alegro—respondió consiguiendo sonreír espontáneamente y apartando de un empujón la sensación inquieta que le había dejado la charla con la Madre Segadora—. Parece entonces que llego en el momento idóneo para que se puedan comprar incluso cristales de repuesto para la vidriera.

Ee era cierto que se alegraba de verlo tan ilusionado, pero la pequeña broma iba más bien encaminada a tratar de relajarse ella misma.

Venía a preguntarte por algún remedio para... Bueno, nuestra hechicera se ha quedado afónica con la que está cayendo afuera.

Lo gracioso de la última frase la hizo enarcar una ceja en un gesto cómico a tiempo que se encogía de hombros.

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14/11/2011, 15:51
Icarus Darian

Icarus ni siquiera parpadeó, como si le hubieran pedido aquello cientos de veces. Se agachó frente a un saco de cebollas, cogió una y se lanzó a Galatea para que la atrapara en el aire.

Que la triture hasta hacerla una pasta y lo tome tres veces al día mezclado con una cucharadita de miel o el jugo de medio limón —dijo Icarus con voz calmada y esbozó una sonrisa—. Y supongo que ahora me pedirás un remedio contra el mal aliento ¿no? ¿Quieres que te ponga unas hojitas de menta?

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14/11/2011, 18:26
Galatea

Galatea cogió la cebolla al vuelo y se la quedó mirando con gesto neutral. Como toda respuesta a la pregunta sobre la menta sólo dijo una cosa, tan seria que precisamente por eso resultaba cómico.

De mi mente a la tuya.

Sí, iba a hacer falta.
Se guardó la cebolla con cuidado en la mochila, a parte, para que no se le chafase, y sonrió sesgadamente al clérigo.

Creo que entonces le compraré miel, a ver si le endulza un poco el día.

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16/11/2011, 20:23
Rengar

-Hum. De acuerdo.

Debía de querer quitárselo de encima de cualquier manera, pensaba Rengar. Con el anillo entre los dedos se dirigió al mercado. La lluvia le hizo gruñir: después de huir de ella durante un tiempo, casi se le había olvidado lo molesta que podía llegar a ser.

Buscó el mercado. No contaba con mucha clientela debido al tiempo, pero esperaba poder vendérselo a alguien y, de paso, comprarle una bufanda y una capa a Aidé, como había prometido.

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17/11/2011, 11:23
Director

Rengar fue al mercado, y descubrió que el mal tiempo había dado una pequeña tregua. Los mercaderes habían aparecido tras la lluvia como los caracoles. Sin embargo, por más que preguntó a unos y a otros no consiguió vender el anillo de la Gran Madre Segadora al precio que ella quería. Nadie ofreció por él más de un par de piezas de cobre, cantidad por la que sí pudo comprar una capa abrigada y una hermosa bufanda de un vivo color rojo que seguro haría las delicias de Aidé.

Con las dos prendas de abrigo, el semiorco regresó al templo y se encontró con que Galatea lo estaba esperando. El paladín le resumió lo que había estado haciendo, y la elfa le contó que ya tenía un remedio para la afonía de la genasí de fuego. Regresaron al interior del templo, donde Olavia estaba hablando con Icarus sobre el nuevo rosetón de la abadía.

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17/11/2011, 11:33
Olavia Tsardruyn

Así que no has conseguido vender el anillo por una pieza de plata... —enunció Olavia, recibiendo la sencilla alianza en la mano enguantada.

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17/11/2011, 11:34
Icarus Darian

Icarus vio el anillo y se escandalizó.

¡Una moneda de plata! ¡Ese anillo no vale menos de dos mil monedas de oro!

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17/11/2011, 11:35
Olavia Tsardruyn

Olavia asintió.

Espero que hayas aprendido la lección, Rengar de Ilmáter —dijo con sequedad la anciana—. No vayas por ahí pretendiendo que cualquier persona con la que te cruces puede reconocer tu verdadera valía. No importa quién seas, siempre habrá pocas personas en este mundo que van a saber valorarte.

Giró el rostro para dedicar una sonrisa a Galatea que casi podría calificarse de burlona... o pícara.

La opinión de esas personas es la única que debería importante —sentenció, e hizo un ademán con las manos como quien espanta un mosquito—. Y ahora, ¡marchaos! No debéis llegar tarde a vuestro destino.


+750 PX cada una.

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17/11/2011, 18:08
Galatea

Glatea había enarcado una de sus perfiladas cejas al ver entrar a Rengar con un anillo de plata. Si hubiese estado de mejor humor, incluso se le podría hasta haber ocurrido algún comentario pícaro pero no era el caso. Ante la reacción escandalizada de Icarus levantó la otra ceja y por tanto se quedó con ambas levantadas en un mudo gesto de curiosidad.

No obstante, la atribulación que trataba de ocultar desde hace un rato le jugó una mala pasada y lo que normalmente habría sido un comentario que habría pasado sin pena ni gloria, provocó que la elfa girase suavemente la cabeza para mirar a otro lado. De hecho, por un fugaz instante, un ligero rubor le coloreó tenuemente las mejillas.

Gracias por todo Madre Segadora, Icarus.

Se despidió ligeramente con una mano y salió con Rengar del templo. Al llegar afuera miró al cielo plomizo, había dejado de llover y aquello la hizo suspirar torcer un poco el gesto con desilusión, en el fondo a Galatea le gustaba la lluvia. Sin embargo gracias a eso los mercaderes habían salido y podría comprar el último detalle.

Antes de volver al campamento—dijo llevándose el todavía húmedo mechón plateado tras una oreja sin mirar al paladín—, tengo que conseguir un poco de... eh... miel.

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19/11/2011, 13:46
Rengar

La lección moral de la venta del anillo hizo que Rengar frunciese los labios, confundido, para después desplegar una sonrisa. Siempre parecía más humano cuando sonreía, algo que no ocurría a menudo. Como no podía haber dejado de observar, la faceta más alegre y despreocupada de su ser le acercaba a la humanidad, mientras que la ira y el deseo de romper brazos le acercaba a su herencia orca. Nunca había sonreído demasiado, y su niñez había sido más bien gris y triste. Sólo Kestrel había logrado que su frente se despejase de arrugas, aliviando al ceño de su eterno gesto de enfado. Sólo ella, con su sabiduría y su facilidad para hacerle descubrir las mejores partes de sí mismo, le había convertido en lo que era ahora. Debía de ser algo que iba con la vocación clerical.

-Gracias, Madre Segadora...

El paladín tomó la quebradiza mano de Olavia entre las suyas y la apretó suavemente. Luego siguió a Galatea hasta el exterior con el corazón despejado de preocupaciones. Ni siquiera se acordó de decirle lo que le había atormentado durante el viaje. Cuando la elfa comentó de debía comprar miel, Rengar asintió:

-Te acompaño.