Partida Rol por web

Galatea y Rengar, Ossian y Aidé, "Drizzt" y Araevin. El grupo se ampliaba, y se iba pareciendo cada vez más (al menos en opinión de Ossian) a los grandes grupos de aventureros de las leyendas. Ello levantaba las miradas suspicaces de los lugareños, al menos hasta que reconocían a Galatea y Rengar, y el papel que habían tenido en el asunto de los Establos Frondáurea y la nieta del anciano elfo.

Los aventureros se pusieron al día de las cosas que habían estado haciendo por separado y, cuando llegó la hora, se acercaron a la Casa Solariega de los Raindel. Allí les recibió la Burguesa en persona, acompañada del servicio entre el que destacaba una mujer menuda de rasgos exóticos y ojos rasgados.

Ale, os dejo un poco a vuestra bola para que roleéis a vuestro gusto. Los PNJs irán metiendo baza cuando corresponda.

Salma, la madre de "Drizzt" hará lo que le sugeriste. Mientras sucede todo esto, está recogiendo el equipaje.

Ish, te dejo los detalles de cómo es tu casa a tu gusto. Si quieres, puedes poner una imagen o lo que veas conveniente.

La verja por la que entraron los héroes les llevó a un camino empedrado y rodeado de cipreses. Caminaron con la suave luz del atardecer. En aquella zona se respiraba tranquilidad. El camino les llevó a una pequeña plaza que se abría, y al otro lado se encontraba la enorme mansión de los Raindel.

Marina Raindel les recibió personalmente. La entrada era amplia y al fondo se veían unas escaleras de mármol blanco, que ascendían a las plantas superiores. 

La semielfa llevaba un hermoso vestido de color verde oscuro. La parte de arriba se ajustaba a su fina figura, para caer en una falda amplia y elegante. Su cabello estaba adornado con una fina y suave tiara de color plateado.

- Bienvenidos... - Saludó con un elegante cabeceo y una sonrisa en sus sensuales labios.

- Tenemos muchas cosas que contarnos, llevo esperando este momento toda la tarde... Midori, encargaos de las capas de nuestros invitados... - Dijo, volviéndose hacia la mujer de rasgos exóticos y ojos rasgados. - Por favor, acompañadme al salón... - Se ofreció y haciendo un suave gesto con la mano les invitó a que la acompañaran.

Si no se fijan o interactúan con la diadema no hace falta. El resto del vestido es real ¿no?

No, es por eso que te lo comentaba... Si luego tienen que ir al encuentro con el agente arpista, va preparada ^^

Otra cosilla... Que no recuerdo como se tira la vida y ayer subiendo la ficha me di cuenta que no tengo O.o... Esperaba verte por el msn para decírtelo...

Lo tienes en la sección Reglas Caseras. Creí que aún podías leerlo al estar destinado a Khaila, pero parece que no, así que lo he actualizado.

Y respecto al disfraz... veremos como hacen los post ellos. Si se fijan en el vestido (mencionándolo en el post) sí que habrá que hacer alguna tirada. Si no, pues no.

Galatea miraba la casa con expresión rara, entre tanto lujo, tanta piedra y tanto muro, tenía la sensación de destacar una barbaridad ya sólo por su aspecto. Se sentía como un pez fuera del agua.

O como una druida fuera del bosque... que venía a ser lo mismo.

"Esperemos que no piensen de buenas a primeras en tópicos como que soy vegetariana o algo así... "

Vio entonces cómo Rengar y Aidé volvían y apartó un instante sus pensamientos para saludarlos con una mano.

—¿Qué tal ha ido?

En ese momento apareció Rina y las cejas de la elfa se arquearon. ¿Llevaba esperando ese momento toda la tarde? ¿y lo había hecho vestida así? Esperaba que no porque aun con todo se le antojaba exagerado tanto engalanamiento para una simple cena. Hasta donde ella sabía, no pertenecía a la realeza, ni sus compañeros tampoco.

Humanos... hacía falta un manual para entenderlos.

Rengar se había cambiado de ropa antes de venir. Había dejado la armadura en casa, por lo que su única vestimenta era una túnica de plebeyo de un tono azul grisáceo ceñida con un cinturón y un tahalí. El único adorno que tenía la túnica era un bordado en rojo que simbolizaba a Ilmáter y que había pedido al sastre cuando le tomaron medidas. Para Galatea debía de ser extraño verle como un semiorco más en lugar del paladín forrado de acero de siempre y, aunque se le notaba algo perdido con tanta libertad de movimientos, había que admitir que estaba hasta guapo.

-Oh, muy bien -contestó Rengar, de muy buen humor-. La madre de Drizzt va de camino a Velarburgo. Va a dejar lo que estaba haciendo y va a intentar trabajar para la Madre Segadora. Espero que todo vaya bien.

Rengar sonrió. No lo hacía muy a menudo, pero en ese momento... En ese momento apareció Marina y el paladín no pudo evitar mirarla de pies a cabeza. En su mente, la imagen de Marina se superpuso a la de Kestrel -que si bien nunca había vestido así, era de imaginar que luciera de esa manera- y le provocó un pequeño mareo. Era como cuando Galatea había salido del lago con la túnica demasiado pegada. Sin poder evitarlo, Rengar se puso granate y miró hacia otro lado. ¿Por qué todo lo élfico era tan... bonito?

Rengar acertó en el sentido de que a Galatea le resultó raro verlo sin su armadura porque se lo quedó mirando con las cejas arqueadas. Aunque quizá lo que menos se esperó fue la respuesta.

—¿Que la madre de Drizzt va a intentar trabajar para la Madre Segadora?—repitió. En contaste con el regusto amargo de decepción que se le había quedado tras el desagradable episodio de la pelea den la Lluvia de Estrellas, aquel contraste tan inesperado la hizo hasta sonreír—. ¿Pero qué le dijiste?

Tan inusual era que Galatea sonriera como que nevase en verano, lo máximo que solía hacer era esbozar media sonrisa, un gesto sesgado y casi irónico. Pero había sido tan genuina (y grata) la sorpresa que se había llevado que en aquella ocasión resultó una sonrisa radiante y cálida que dejaba a un lado el habitual aura de seriedad indescifrable que siempre la envolvía.

Después de tres segundos pareció percatarse de que primero se lo había quedado mirando, y de que aun encima estaba mirándolo así. Aquello la hizo sentirse rara y la primera reacción fue borrar el gesto y desviar la mirada en otra dirección. Aunque para más casualidad, lo hizo justo al mismo tiempo que el semiorco... por lo que quedó más llamativo sin quererlo.

"Por los dioses, ¿qué me pasa últimamente?"

Resopló para sus adentros y se volvió a centrar en el tema que les ocupaba. De nuevo ya con su habitual "neutralidad serena" de siempre.

—Es decir... ya nos lo contarás luego. Después de la cena.

—Bonita diadema —observó Aidé—, pero personalmente me gusta más el oro.

—No hace falta que lo digas, pareces un joyero ambulante —masculló Ossian, tendiendo su capa a la sirvienta.

Midori recogió la capa de Ossian y fue a hacer lo propio con Araevin. Pero entonces el elfo hizo una reverencia de cortesía a la doncella. Midori se agarró las faldas y se la devolvió, haciendo ademán de ir a coger la capa.

Pero el elfo volvió a hacer la reverencia con una sonrisa en los labios. La doncella parpadeó y repitió la reverencia. Antes de que hubiera terminado, el elfo estaba haciendo una nueva reverencia. Mientras se volvía cada vez más blanca, la doncella le respondió, pero una nueva referencia del elfo estaba ya de camino.

La doncella miró a Rina en busca de ayuda, con auténtico pavor, como si se temiese que el elfo la tuviera allí toda la tarde haciendo reverencias.

La joven semielfa enarcó una ceja, sorprendida ante el comportamiento de los héroes. Sin una palabra de agradecimiento ni un simple saludo, se habían presentado y hasta el momento tan sólo había recibido miradas de escepticismo y palabras sobre su diadema. Quizás, en el fondo, lo que más gracia le hizo fue ver al enorme semiorco ponerse granate y retirar avergonzado la mirada cuando habían entrado en el gran hall. 

Pero la que peor lo estaba pasando era la pobre Midori. Siempre había tenido unos modales impecables y en aquel momento, el elfo que acompañaba a los héroes, estaba poniéndola a prueba. Marina lo miró y una suave sonrisa acentuó sus rasgos. 

- Si seguís así toda la noche, se os acabarán rasgando los pantalones... - Comentó con un ligero guiño de ojos. - Midori, quizás desee quedarse con la capa... No os preocupéis... - Dijo volviéndose hacia la sirvienta oriental. Había visto el apuro de la pobre mujer y no pudo evitar salir en su ayuda. - Bueno señores, acompañadme al salón mientras sirven la cena. Estaremos mucho más cómodos que aquí, en la entrada - . Repitió una vez más y se volvió, esperando que esta vez sí que hicieran ademán de seguirla. No le sonaba haber visto a aquel elfo en el Consejo de aquella tarde. Miró discretamente a Midori y le hizo un ligero gesto con los ojos. Ella entendería que tenían que encargarse de poner un cubierto más en la mesa. 

Galatea miró la peculiar escenita del clérigo con la pobre sirvienta y levantó una ceja con curiosidad. Definitivamente Araevin era el elfo más peculiar que había conocido en años.

"Y aun encima, Rina poniéndoselas en bandeja... "

—Buenas... noches—atinó a decir al escuchar la voz de la anfitriona.

Sin embargo, cuando les invitó a pasar, volvió a mirar hacia la casa un poco contrariada. No era como alguien que desprecia algo ni mucho menos, si no más bien como alguien que no lo entiende muy bien. Por lo que a ella respectaba, se sentía mucho más cómoda fuera de una mansión que dentro.

No obstante, no se le había pasado por la cabeza la estupidez de ir para luego no entrar, así que se limitó a seguir a Rina al interior.

—Buena luna, mi señora —reaccionó Ossian—. Mi nombre es Ossian Khergoba, y soy un bardo rashemí errante, en busca de las mejores historias. Ellos son Rengar, Galatea, Aidé...

—Ya sabe cómo nos llamamos —zanjó Aidé—. Pasemos antes de alguien haga más payasadas.

—¿Qué me impedirá hacerlas dentro? —contestó Araevin acercándose a Rina.

El elfo tomó la mano a la señora de la casa para besársela. Midori no le perdía de vista, como si esperara que le fuera a robar los anillos.

—Yo soy Araevin de Athkatla. Sacerdote, hombre de negocios, aventurero, médico, poeta, cantante y excelso amante. El orden puede variar, según la necesidad —lanzó una mirada pícara a Rina que extendió a Galatea—. Y antes de que lo preguntes: sí. Le digo lo mismo a todas las mujeres.

—Yo me llamo Jarvis. Digooo... Drizzt.