Partida Rol por web

Aidé estaba repasando su extraño libro de conjuros de hojas metálicas cuando percibió por el rabillo del ojo que te acercabas. Hijwyz, su familiar, te observó con curiosidad mientras su dueña hacía como que no se daba cuenta que estabas allí.

Galatea se aproximó a sentarse cerca de Aidé aunque procuró que no fuera "demasiado" cerca porque aunque se hubiese escurrido, no dejaba de andar calada e iba dejando un pequeño rastro de gotitas.

Saludó a Hijwyz con una mano y le sonrió, el libro le llamaba la atención pero tampoco era plan de meter las narices asíq ue simplemente se limitó a sentarse y a preguntar con tono amable:

—¿Qué tal, mejor?—luego hizo una pequeña pausa y matizó—. De la garganta.

Aidé cerró el grimorio con el gesto cansino de alguien que se resigna a ser interrumpido.

—Sí —suspiró—, aún me duele pero al menos no se me va la voz como antes.

Galatea sonrió con gesto desapasionado.

—Siento interrumpirte—dijo—. Pero a parte de cerciorarme de que, a despecho de resultar intragable, ese remedio es efectivo, quería preguntarte algo.

Suspiró y dejó diluirse la sonrisa, se sentía cansada pero más mental que físicamente. No había parado en todo el día entra unas cosas y otras y aún lo estaba empezando a notar ahora.

—Antes en la posada... mencionaste a unos esclavistas—comenzó sin saber muy bien cómo resumir el tema—. No soporto a la gente que corta las alas a otros, concretamente a un esclavista lo aborrezco—señaló con ambos índices al suelo como indicando "aquí"—. Y si para colmo están cerca de Velarburgo, no quiero pasar sin darles lo que se merecen en cuanto tenga ocasión.

Dejó las manos de nuevo a ambos lados del cuerpo y sopló el maldito mechón plateado que le había dado por adoptar la maldita costumbre de gotearle sobre el maldito ojo.

—¿Sabes si simplemente merodeaban por aquí? ¿O sólo estaban "de paso" y vienen de otra parte?

Los ojos de Aidé relampaguearon con furia, y apretaron los labios como si la genasí no quisiese hablar del tiempo en el que fue esclava. Te costaba imaginarse a alguien como ella encadenada.

—No lo sé. La mayor parte del tiempo nos tenían con capuchas mágicas que nos impedían ver y escuchar nada —admitió Aidé—. Pero una vez les oí alardear de que iban a volverse ricos cuando me vendieran en Thay. Si se dirigen hacia allí, lo más probable es que floten un barco en Ciudad de Valle de la Rastra para cruzar el Mar de las Estrellas Fugaces. Es el puerto más cercano.

En esta ocasión fue Galatea la que guardó un furioso silencio. Aidé era mucho más explosiva en ese aspecto pero en el caso de la elfa, la intensidad de la opinión que le merecía lo que acababa de oír se veía reflejada perfectamente en la expresión gélida de sus ojos que, más que arder como los de la genasí, parecían dos nubarrones de tormenta a punto de desatar una ventisca con truenos y todo.

—Ricos—escupió finalmente la palabra en un quedo murmullo como quien se ha comido la una uva mala del racimo y no es capaz de quitarse el repugnante sabor de boca—. El dinero va a ser el menor de sus problemas cuando los encuentre.

Lo había dicho porque le había salido, porque Galatea no soportaba que nadie  tratase a nadie como si fuese un objeto de exposición exótica, no soportaba que nadie "enjaulara" a otro ser vivo privándolo de su libertad, ya fuera un animal o una persona. Daba lo mismo. Simplemente no soportaba a quien se creía con poder sobre la vida de otros.

Aunque obviamente sabía que tendría que pedírselo también a los demás, ella no era la líder del grupo ni nada por el estilo. Cogió entonces aire como si quisiera disolver el genio con él y lo soltó un hondo suspiro.

—Estuvimos hace poco en Ciudad del Valle de la Rastra—dijo apoyando el codo sobre la rodilla y mesándose una de las sienes. Mantenía la voz neutral de siempre pero había cierto ribete de genio contenido en ella—. Pero cuando terminemos con esto, creo que no va a importarme en absoluto volver para buscarlos y preguntarles si prefieren esas capuchas crudas o con sal. Entre otras cosas.

Evidentemente, algo hacía sospechar que aquella expresión era un eufemismo como la copa de un pino.

El rostro de Aidé fue la viva imagen de la sorpresa y durante unos momentos abrió y cerró la boca como un pez.

—¿Por qué todos asumís que quiero seguir con vosotros cuando acabemos con el dragón? —se consternó Aidé—. ¡Estoy aquí obligada!

Galatea simplemente se la quedó mirando con la cabeza ladeada y las cejas ligeramente enarcadas en gesto inocente, no era exagerado así que debía ser auténtico.

—He dicho que a mí no me importaría volver. No puedo hablar por los demás, y desde luego no voy a obligarte a ir si no quieres—respondió—. Pero ahora que lo mencionas, ¿no aprovecharías si se presenta una oportunidad de devolverles lo "amables" que fueron contigo?

Entonces cambió el gesto y sonrió de lado.

—Aunque si ocurre lo de que te apetece quedarte después de que acabemos con el dragón, no seré yola que se queje, ¿eh?

—Claro que no me importaría machacar a esos bastardos —Aidé se cruzó de brazos—, pero eso no quiere decir que quiera hacerlo con vosotros. Siempre hemos sido Hijwyz y yo, y no nos ha ido nada mal.

Hijwyz titubeó.

—A mi me gustan estos compañeros, Deíta.

"No, sólo te capturaron unos esclavistas y tuviste que atrincherarte en una taberna porque un pueblo entero quería matarte tras confundirte con un demonio."

Galatea miró a Hijwyz y sonrió ligeramente con el comentario del pequeño familiar, luego volvió a dirigir su atención a Aidé que no tardó en dejar claro lo poco que quería estar con ellos.

—Oh, vamos. Tampoco nos hemos portado tan mal contigo—respondió poniendo los brazos en jarras para hacer la parodia de "me he enfadado", aunque evidentemente no era así. Volvió a bajar las manos y la sonrisa que apenas había dibujado antes, directamente se le diluyó—. Lamento que te sientas obligada a hacer esto. En aquél momento no se me ocurrió otra forma de que te dejaran en paz sin que a medio pueblo le implosionase la cabeza de la histeria.

Se pasó la mano bajo la barbilla para secar una gotita de agua que se las había arreglado para viajar desde la punta de una oreja hasta allí.

—Es un poco irónico esto, también es la primera vez que no somos sólo Áscalon y yo—torció el gesto mirando un instante su propio dorso de la mano como si hablase con él—. Antes de que lo pienses, no, no lo digo para intentar "convencerte" de que te quedes—entonces dejó caer la mano y sonrió de lado, aunque con la expresión desapasionada de antes—. En lugar de eso lo que sí voy a intentar es ver si logro darte un motivo en algún momento.

Se le volvió a borrar rápido el gesto, a parte de que estaba algo cansada, a Galatea no le gustaba "coartar" a la gente, prefería que eligieran ellos solos. Si Aidé se quedaba con ellos, que fuera por voluntad propia, no a disgusto.

—Lo que yo me pregunto es qué motivos tenéis vosotros para que me quede. ¿Qué es lo que queréis de mi, exactamente?

Galatea se encogió de hombros.

—No "quiero" nada—respondió dándole un tono al "quiero" de "sacar beneficio"—. Simplemente me gusta que tú y Hijwyz andeis por aquí.

Áscalon debió de cansarse de dar vueltas con el leño porque apareció de los dioses sabe donde con él aún en la boca y se tumbó a descansar a los pies de Galatea dejando el tronco entre sus patas delanteras, como un perro que se vaya a poner a mordisquear un hueso (solo que sin mordisquearlo, claro) y jadeando felizmente con la lengua colgando de lado.

—Es más, estoy segura de que si ha parecido que alguno de los otros asume que te vas a quedar, se debe a lo mismo—la elfa acarició distraídamente la cabeza de su compañero animal. Luego miró a la genasí levantando una ceja y ladeando la cabeza con gesto extrañado—. ¿Por qué lo preguntas? ¿Tan raro te resulta?

—Pues sí —admitió Aidé con un ceño tormentoso—. Entendería que necesitaseis mi magia o mis conocimientos. Pero no, simplemente os gusta que esté por aquí. No lo entiendo. Para decir bufonadas y graznar estúpidas historias a la luz de la hoguera ya está Ossian. Yo no soy como él, ni me interesa.

—Ni falta que hace, no te preocupes—Galatea rió un poco entre dientes, le resultaba imposible imaginarse a Aidé con la actitud entusiasta de Ossian—. Precisamente por eso, porque no eres como él, o como cualquier otro.

Con la punta de una bota, pisó un extremo del leño para hacer que éste se pusiera en vertical, Áscalon levantó la cabeza pero la elfa fue más rápida y le arrebató el tronco con un veloz movimiento de mano. El lobo se limitó a mirarla con las orejas planas emitiendo un fastidiado "ruff" a lo que Galatea respondió sacándole la lengua.

—Sí, la magia es importante, es cierto. Pero hay muchos hechiceros que puedan lanzar conjuros, "Aidés" sólo hay una que yo sepa—dijo devolviendo su atención a la genasí ya con el bendito leño desprendiendo calor entre las manos. Mientras, su compañero animal emprendía la venganza por el hurto del tesoro mordisqueándole juguetonamente la puntera de la bota—. A mí me resulta más importante la persona, los hechizos y los conocimientos forman parte de ella, pero no están por encima.

Aidé enarcó una ceja.

—¿Que te importa la persona? —dijo, sorprendida—. Bonito halago, pero no opinarías lo mismo si me conocieras bien.

La genasí se echó hacia delante.

—Galatea: maté a ese hombre. Ni fue el primero ni será el último. Hubiera matado a muchos más para escapar de allí.

—Exacto, para escapar de allí—resaltó Galatea—. No lo hiciste por estar aburrida que yo sepa. Sin conocer a nadie en Velarburgo, sin que por supuesto nadie esté dispuesto a oír tu versión... Vaya panorama.

La druida mecía distraídamente la bota con la que Áscalon se encontraba jugueteando.

—No, no me gustó que muriera ese hombre pero tampoco puedo pedirle serenidad en un momento así a alguien que escapa del cautiverio, entra por primera vez en un pueblo y con lo primero que se encuentra es con que quieren matarla porque dicen que es un demonio.

Galatea no pudo evitar sentir curiosidad por un instante de lo que podría llegar a pasar si algún día la veían evocando algún tipo de magia elemental en medio del pueblo, o lo que era peor... ¿en su forma híbrida? No le cabía duda de que lo que pasaría no distaría mucho del susto que se habían llevado con la genasí.

No tendría que volver a arriesgarse a ello si dejaba de viajar sola, pero ese pensamiento de momento prefirió guardárselo.

—¿Eso es lo que te hace pensar que no opinaría lo mismo si te conociera? ¿O me vas a decir que es por el genio?—preguntó entonces sonriendo de lado—. Yo tampoco tengo muy claro lo que pensarían algunos si me "conocieran" a mí.

Apoyó la barbilla en una mano torciendo el gesto, recordar aquél episodio parecía traer consigo el agotamiento que había provocado la negociación.

—Intento ponerme en el lugar de alguien, lo malo es que siempre suelo ser la única. Simplemente nadie tuvo la culpa de que las cosas se pusieran tan feas, fue un cúmulo—suspiró—. Pero al menos esto se puede intentar "enmendar".

Aidé bajó la cabeza y se mantuvo en silencio unos instantes.

—Nunca había encontrado a nadie que se preguntara qué es lo que yo pienso o siento —admitió al fin la genasí, a regañadientes—, a menos que quisiera algo a cambio claro está. Y ahora me encuentro a dos personas que lo hacen y...

Dejó la frase en el aire y se encogió de hombros.

—¿Y no sabes cómo demonios reaccionar?—Galatea sonrió de lado y también se encogió de hombros. Luego volvió a su expresión neutra—. Bueno, yo al menos creo que pensaría algo así.

Al ver a Áscalon empeñado en juguetear con su bota recordó algo y metió la mano en la mochila que había dejado a su lado para sacar la bolsita que había comprado con anterioridad en aquél puesto calishita. Le habían entrado ganas de comerse una almendra.

—Ya era hora que tuvieras algo de suerte en ese aspecto entonces—dijo—. Además, algo bueno teníamos que tener.

Se comió uno de los frutos secos y lo masticó sólo dos veces, luego se quedó mirando la bolsita con una ceñuda ceja levantada y la otra mano en jarras.

—¿Dónde demonios han estado estas cosas toda mi vida?—meditó a modo de pensamiento en voz alta—. Es imposible comerse sólo una.

Aidé se quedó callada, como si estuviese tratando de comunicarse en un idioma que sólo chapurreara y no conociera las palabras que quería decir. Pudiste verla de reojo, contemplándote largamente y luego suspiró como si se diera por vencida.

—En el mercado de Puerto Cálim hay un montón de puestos de todo tipo de frutos secos —dijo al fin, y se atrevió a añadir:—. ¿Me das una?

Tomó una almendra cuando le tendiste el paquete y la observó durante unos instantes.

—Creo... c-creo... creo que... —frunció los labios en una delgada línea de frustración—, podría llegar a llamarte "amiga"... en algún momento.

Tu relación con Aidé ha mejorado 2 puntos, llegando al estado de Camaradería. Aidé cuida de ti en combate, y es capaz de absorber hasta 5 puntos de daño por fuego que te hagan a cambio de perder ella misma esta resistencia. Has ganado 375 puntos de experiencia.